12.09.14

Pasados a cuchillo, mutilados y descuartizados; amontonaron y quemaron sus cabezas


Cinco son los beatificados entre los asesinados el sábado 12 de septiembre de 1936: tres lasalianos en las provincias de Girona -los hermanos Hugo José y Emerio José- y Barcelona -el hermano Miguel de Jesús-, un seminarista en la de Toledo y un sacerdote diocesano -Fortunato Arias- en Hellín (Albacete).

El subdiácono que preparó a sus paisanos al martirio rezando el rosario

Francisco Maqueda López, de 21 años y toledano de Villacañas, ingresó en el Seminario Menor de Toledo antes de cumplir los 11 y llegó a ser ordenado subdiácono el 5 de marzo de 1936 por el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo Garay. Fue asesinado en la madrugada del día 12, en el kilómetro 67 de la carretera general de Andalucía, muy cerca de Dosbarrios, entre las poblaciones de La Guardia y Ocaña, junto a otras 15 personas de su pueblo. Según relata Jorge López Teulón, los presos estaban encerrados en la ermita de la Virgen de los Dolores, y Francisco Maqueda les dijo: «Preparémonos, esta noche nos llevarán al Cielo, ¿queréis acompañarme y rezamos juntos el rosario a la Santísima Virgen?». La invitación fue muy bien acogida, y con toda devoción rezaron juntos, postrados de hinojos, ante la imagen de la Virgen. Hasta la media noche en que los sacaron, los presos permanecieron unidos a otros familiares y amigos, rezando rosarios y cantando a la Virgen. Francisco estaba entre ellos de brazos en cruz y animándoles a que no blasfemaran, que era lo que sus captores querían, diciéndoles que les soltarían. La mayoría eran muy jóvenes y muchos de ellos hermanos: cuatro de 16 a 22 años; tres de 18 a 22; dos de 21 y 23 y otros más de 19, 21, etc.

Sebastiana Maqueda, hermana del subdiácono, asegura que a su hermano le señalaron el lugar donde habían matado a su padre:

—Ahí está tu padre.

—Os equivocáis, mi padre está en el Cielo.

—¿Y aún estás alegre?

—La lástima es de vosotros.

Como sabía lo que les iban a hacer, según su hermana, «les pidió por favor que le dejaran el último para ayudar a morir bien a sus hermanos en Cristo. Les dejaron casi sin ropa (según nos dicen), les dieron una descarga de piernas para abajo, y a continuación todos fueron pasados a cuchillo, y aunque mucho se oía lo que decían los esbirros por el pueblo, que a algunos los habían abierto en canal, y a otros otras cosas que por prudencia no se pueden decir, el caso es que les hicieron trozos; no sabemos lo que hicieron particularmente con él. Se observó al recoger los restos que salieron bastante divididos». La ejecución tuvo lugar, según López Teulón, hacia las dos de la madrugada: «Todo el camino hasta su calvario fueron cantando y rezando, y Francisco en medio de ellos, con los brazos en alto y en cruz, animándoles y diciéndoles que les espera la gloria y una eternidad de felicidad. Les asesinaron a bayoneta calada o puñaladas (según me han contado) y con sus cabezas, después de muertos, hicieron un montón, como si fuera de basura, y las quemaron».

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