17.09.14

Perdonó a sus asesinos, que luego expulsaron de casa a su octogenaria madre


Tres beatos hay entre los asesinados el jueves 17 de septiembre de 1936: un laico -el ferroviario Álvaro Santos Cejudo- en Ciudad Real, un terciario capuchino -Timoteo Valero- en Madrid y un sacerdote secular en Valencia.

Les perdonó y acto seguido fueron a saquear su casa

Juan Ventura Solsona, de 61 años (nació el 1 de enero de 1875), era arcipreste de su pueblo, Villahermosa del Río (Castellón). Nacido en una familia de 11 hijos y pronto huérfano de padre, se unió a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos y se ordenó en 1901, siendo enviado a México como profesor y vicerrector del Seminario de Cuernavaca. En 1909 volvió a España y estuvo en los seminarios de Toledo y Cuenca hasta que fue enviado al Colegio Español de Roma (1911-1919). Después fue director espiritual del Seminario de Barcelona hasta 1923. Dejó entonces la hermandad y, aunque quiso volver, no pudo por razones de salud. Fue diez años párroco de Nuestra Señora de los Ángeles, del barrio de El Cabanyal (Valencia), y en enero de 1936 lo hicieron arcipreste de su pueblo natal, donde pudo vivir con su octogenaria madre.

Detenido en El Cabanyal al comienzo de la guerra, alguien del barrio le consiguió un salvoconducto y un traje para ir a su pueblo, donde la iglesia fue cerrada el 2 de agosto. El 10 se escondió en un pajar donde celebró misa el 29 de agosto. Cambiaba de lugar de refugio, pero viendo que ponía en peligro a los que le alojaban, se presentó al comité. Le prometieron que no le pasaría nada y trabajó en el campo hasta que el 17 de septiembre llegó un comando que buscaba personas fichadas y se lo llevó al término de Villamalefa. Ventura pidió hablar antes de ser fusilado y perdonó a quienes iban a matarlo repitiendo las palabras de Cristo en la cruz. Después de ejecutarlo, fueron a su casa, expulsaron a su madre y saquearon la vivienda.

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