20.09.14

 

El mundo del circo, con sus grandezas y sus miserias, a veces era un instrumento por el cual personas con “anomalías” físicas podían ganarse la vida. Es el caso de las conocidas como “mujeres barbudas", que padecían un desequilibrio hormonal que les provocaba un exceso de bello facial. En ocasiones se convertían en el mayor reclamo publicitario para atraer a la gente a las funciones.

En el no tan maravilloso mundo del circo de los medios de comunicación, es habitual ver aparecer a personajes de lo más peculiares, que se ganan una fama más fruto de sus características anómalas que de su talento personal. Ese fenómeno tiene su apartado “eclesial". En España hay dos monjas a las que se le conoce más por sus declaraciones inicuas ante cámaras y micrófonos que por su fidelidad a la Iglesia. Se trata de Sor Lucía Caram, dominica, y Sor Teresa Forcades, benedictina. Lo más patético del caso es que se supone que ambas pertenecen a comunidades religiosas contemplativas. Pero su actividad para-eclesial les ha convertido en “contempladas” por una sociedad que gusta de consumir material exótico.

A ellas quiere unirse ahora un monje trapense que, demostrando que tiene una vocación por la Trapa similar a la de Rasputín por la castidad sexual, se ha embarcado en la “nobilísima” tarea de dar un barniz espiritual a los promotores de la idolatría populista caribeña -con padrenuestro hugochavista incluído- en España. Es decir, la buena gente de Podemos. Se trata de José Antonio Vázquez, que a día de hoy todavía pertenece a la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia. A lo que se ve, va camino de convertirse en la Orden Cisterciense de la Ancha Manga.

Estos personajes usan su condición de religiosos -de hecho, visten como tales- para darse a conocer en la sociedad. Pero no se les conoce por su fidelidad al carisma en el que se sintieron la vocación a la vida consagrada. No, se les conoce por cualquier cosa (apoyo al derecho a abortar, secesión de Cataluña, extrema-izquierda antisistema) menos por ser religiosos como Dios y la Iglesia manda. De los tres, solo Sor Lucía Caram podría ser conocida por su participación en obras sociales, pero ella misma sabe que su fama mediática no le viene de ahí.

Su actuación es claramente condenada en el documento “La dimensión contemplativa de la vida religiosa” (1980) de la antes llamada Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos seculares, donde se lee lo siguiente:

… el crecimiento de la dimensión contemplativa ciertamente no puede conciliarse, por ejemplo, con el uso indiscriminado y a veces imprudente de los medios de comunicación social, con un activismo exagerado y extrovertido o con un clima de disipación que contradiga las aspiraciones más profundas de toda vida consagrada

Las dos religiosas y el monje trapense tienen superiores tanto en sus respectivos conventos o monasterios como en sus congregaciones religiosas. Solo hay tres posibilidades:

1- Saben lo que hacen y les parece bien. Señal de la deriva de dichas órdenes.

2- Saben lo que hacen, les parece mal pero no les dicen nada. Señal de la deriva dichas órdenes.

3- Saben lo que hacen, les dicen que no lo hagan, pero cuando desobedecen, miran para otro lado. Señal de la deriva de dichas órdenes.

No parece que en los próximos años vayan a cambiar mucho las cosas. Seguiremos asistiendo a este espectáculo circense, del que en InfoCatólica nos hacemos eco, no sin peligro de caer en el error de ser parte del show. Tendremos que meditar si merece la pena seguir contando las peripecias de esos personajes que visten de religiosos pero están más mundanizados que la inmensa mayoría de los fieles que no tenemos la condición de consagrados.

Luis Fernando Pérez Bustamante