25.09.14

 

Ayer tarde presentación en el Chaminade del panfleto contra Rouco de José Manuel Vidal. Nada especial. Parece que no demasiada gente y lo normal de estos eventos. Pues vale.

Una larga trayectoria de servicio a la iglesia que culmina nada menos que con veinte años como arzobispo de Madrid es normal que haya dejado a su paso filias, fobias y todo lo que ustedes quieran. A unos el cardenal les cae bien y les parece una gracia de Dios, a otros mal y otros indiferentes, ya saben, división de pareceres.

Pero hay opiniones y opiniones. Una cosa son las apreciaciones de la María en el bar a la que le cae fenomenal don Antonio porque una vez le saludó y fue muy amable con ella, las de Juan que no puede verle porque en una misa el cardenal le dijo que mejor que no cantaran en la paz, las apreciaciones de Manolo, que habla maravillas del obispo porque se paró en una ocasión en la calle a saludar a su madre en silla de ruedas, o las de Puri que no le traga porque según ella debería vivir en una chabola y viajar en metro o las de Rafa que no le puede ver ni en pintura porque dice que el matrimonio entre dos hombres no es matrimonio, que es otra cosa.

A María, Juan, Manolo, Puri y Rafa no se les puede pedir más. Son gente de la calle y les ha bastado un gesto. Como a Ramona, que toda la vida votó a aquél político simplemente porque en una ocasión dio un beso a su niño.

Pero a los teólogos, por pura responsabilidad, sí debemos pedirles otra profundidad, otra valoración, otros criterios, y más si están cerca de la vida pastoral y el diario de sus comunidades. Un teólogo tendrá que explicarnos si el cardenal Rauco ha sido fiel a la doctrina, si ha omitido aspectos esenciales, si ha sabido gobernar su diócesis, si se ha preocupado del seminario, de los sacerdotes, de los laicos, de la vida cristiana de las parroquias, de atender a los débiles. Vamos, digo yo.

Por eso me sorprendió la gran crítica que Isabel Gómez Acebo hizo ayer del cardenal Rouco en la presentación de la “biografía” que con tanto cariño ha escrito Vidal. Digo yo que será lo más interesante que dijo Isabel ya que es prácticamente lo único que recoge de su intervención Religión Digital: “La teóloga Isabel Gómez Acebo también describió en su ponencia ese miedo imperante en la Iglesia española durante la “era Rouco", caracterizada por la inclinación del cardenal hacia los movimientos neoconservadores (que, al fin y al cabo, “eran quienes aportaban fondos, llenaban sus manifestaciones y llevaban candidatos a los seminarios”, como señaló Gómez Acebo)”.

Y digo yo: ¿qué quería doña Isabel que hiciera el cardenal? Te encuentras con un amplio grupo de gente que llena las manifestaciones de fe y los templos, que apoya económicamente a la Iglesia y que además es fuente de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Pues parece que justo a estos había que echarlos de la iglesia a patadas, condenarles a las mazmorras de la clandestinidad, nombrarles católicos non gratos y desinfectarlos con zotal.

Perfecto. ¿Y? Me lo imagino. A cambio lo que tenía que haber hecho el cardenal era celebrar con rosquillas en Entrevías con Bono de acólito, apuntarse a la movida de los indignados, cantar Kumbayá Señor, Kumbayá, convertir la catedral en comedor social, apoyar el matrimonio gay, decir como sor Lucía Caram que en la decisión de abortar no debe entrar ni Dios (sic), colaborar como bloguero en Religión Digital y deshacer San Dámaso para que todos vayan a Comillas a formarse en la modernidad.

Que una teóloga vea como negativo que un obispo apoye a gente que acude a la iglesia, la apoya económicamente y aporta vocaciones es como para hacérselo mirar. Me dirán que hay que estar con todos, evidentemente. Y ofrecer a cada uno lo que necesita para su conversión a Cristo y su vida cristiana.

El pecador necesita corrección y no complacencia. El que está en camino de conversión ánimo y apoyo, y no un “qué más da”. Los más entregados, oración y gracia, para que perseveren, y no patadas por neocon.

El mundo al revés. Los despectivamente llamados “neoconservadores”, patada en el trasero –por cierto, verán como me dirán lo de no juzgar-, los alejados y pecadores complacencia porque Dios es bueno, y me quieres, te quiero y estar con los pobres.

Ah, ¿que las iglesias están vacías? Sí, sobre todo las del Kumbayá.