El cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado participando ayer en la Cumbre Climática celebrada en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, recordó cómo estudios científicos subrayan los grandes riesgos y los costos socio-económicos de la inercia de la acción humana ante este problema e insistió en la necesidad de recurrir siempre a la ”virtud de la prudencia” y a un ”análisis cuidadoso de las repercusiones futuras de nuestras acciones”. Esto requiere un fuerte compromiso político económico por parte de la comunidad internacional, al que la Santa Sede quiere contribuir, consciente de que ”el don de la ciencia nos ayuda a no caer en ciertos comportamientos excesivos o incorrectos”.

El purpurado destacó la responsabilidad común de los Estados en proteger el clima mundial a través de acciones de mitigación, de adaptación e intercambio de tecnología y del “know-how”. ”Pero sobre todo tienen -observó- la responsabilidad común de proteger nuestro planeta y la familia humana, asegurando a la generación presente y a las futuras la posibilidad de vivir en un ambiente seguro y digno”.

”También el Estado de la Ciudad del Vaticano, por muy pequeño que sea, está llevando a cabo esfuerzos significativos para reducir el consumo de combustibles fósiles”, dijo, añadiendo no obstante que ”hablar de la reducción de emisiones es inútil si no estamos dispuestos a cambiar nuestro estilo de vida y los actuales modelos dominantes de consumo y producción”. La Santa Sede -finalizó- se ha comprometido en esta dirección, para que en este ámbito, la comunidad internacional se guíe por el imperativo ético de actuar, inspirado en los principios de la solidaridad y de la promoción del bien común, consciente de que ”la dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deben estructurar toda la política económica”.