CARTA DEL OBISPO

FIESTA DE SANTA TERESA DE JESÚS

Apertura del Año Jubilar Teresiano

 

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SANTANDER | 15.10.2014


S. I. Catedral de Santander, 15.10.2014
Eclesiástico 15, 1-6; Salmo 88; San Mateo 11, 25-30

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander 

 

            “Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades” (Sal 88, 1).

           En el año 2015 se celebra el Vº centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia (Ávila,1515 – Alba de Tormes, 1582). Con este motivo el Papa Francisco ha concedido para todas las Diócesis de España la celebración de un Año Jubilar Teresiano.

            Hoy, día grande de su fiesta,  celebramos la apertura del Vº Centenario para toda la Diócesis con la celebración de esta Eucaristía en nuestra S. I. Catedral, madre y cabeza de todas las Iglesias de la Diócesis.

            Agradezco vuestra presencia y participación, queridos sacerdotes, miembros de vida consagrada y fieles laicos. Juntos damos gracias a Dios por el don a su Iglesia de Santa Teresa de Jesús y pedimos la ayuda de su intercesión para todo el Año Jubilar Teresiano.

Durante todo el año de este Vº Centenario en España y en nuestra Diócesis se celebrarán distintas actividades, que iremos anunciando oportunamente.      En nuestra Diócesis he dado un Decreto para poder ganar la indulgencia plenaria, según las condiciones acostumbradas (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por el Papa) y en los lugares indicados.

            Nos unimos a todos los miembros de la gran familia del Carmelo y a las Instituciones Teresianas nacidas del carisma de la Santa de Ávila.

            La Santa Doctora Mística es arroyo que lleva a la fuente, es resplandor que conduce a la luz. Y su luz es Cristo, el “Maestro de la sabiduría”, el “Libro vivo” en que aprendió las verdades esenciales; es esa “luz del cielo”, el Espíritu de la Sabiduría, que ella invocaba para que hablase en su nombre y guiase su pluma.

Ella fue “llena de sabiduría e inteligencia”, como hemos escuchado en la primera lectura (Eclesiástico 15, 1-6). Santa Teresa de Jesús, mujer sencilla y limpia de corazón,  acogió y vivió la revelación de los misterios de Dios, que descubría en la oración, trato de amistad con Dios, como hemos oído en el Evangelio (San Mateo 11, 25-26).

En esta Eucaristía, unimos nuestra voz a su canto eterno de las misericordias divinas, para dar gracias a ese Dios que es “la misma sabiduría” (cfr. Salmo 88).

            En esta homilía quiero resaltar dos aspectos fundamentales de la vida de Santa Teresa de Jesús: maestra de oración e hija de la Iglesia, apoyándome en dos frases de la Santa: “En tiempos recios, amigos fuertes de Dios” y “En fin, muero hija de la Iglesia”.

“En tiempos recios, amigos de Dios”

            Santa Teresa de Jesús es llamada con razón “maestra de oración”. Es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de todos los tiempos. En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, la Doctora Mística nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción.

            El mensaje de oración, que nos entrega Santa Teresa de Jesús es muy necesario en este tiempo, en que estamos tentados por el reclamo y el compromiso del mundo exterior, por el trajín de la vida moderna y por tantas ocupaciones que nos distraen de lo verdaderamente esencial. Somos atrapados por lo urgente e inmediato y olvidamos lo importante y esencial. El Señor nos dice también hoy, como a Marta en Betania: “Marta, Marta, andas inquieta por muchas cosas. Sólo una es necesaria. María ha escogida la mejor parte y no se la arrebatarán”. Y es que “quien  a Dios tiene nada le falta; sólo Dios basta”.

Llega a nosotros el sublime y sencillo mensaje de la oración de parte de la sabia Santa Teresa de Jesús que nos exhorta a comprender “el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad…que no es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”.

Que el ejemplo de la Santa, profundamente contemplativa y eficazmente activa, nos impulse también a nosotros a dedicar cada día el tiempo adecuado a la oración.

“En fin, muero hija de la Iglesia”

El eje de la vida de Santa Teresa como proyección de su amor por Cristo y su deseo de salvación de los hombres fue la Iglesia.  Santa Teresa de Jesús “sintió la Iglesia”, vivió “la pasión por la Iglesia” como miembro del Cuerpo místico.

Los tristes acontecimientos de la Iglesia de su tiempo fueron como heridas progresivas que suscitaron oleadas de fidelidad y servicio. Sintió profundamente la división de los cristianos como un desgarro de su propio corazón.

Respondió eficazmente con un movimiento de renovación para mantener resplandeciente el rostro de la Iglesia Santa. Se fueron ensanchando los horizontes de su amor y de su oración a medida que tomaba la conciencia de la expansión misionera de la Iglesia católica, con la mirada y el corazón fijos en Roma, el centro de la catolicidad, con un afecto filial hacia “el Padre Santo”, como ella llamaba al Papa, que la llevó a mantener una correspondencia epistolar con el Papa San Pío V. Nos emociona leer esa confesión de fe con la que rubrica el libro de las Moradas: “En todo me sujeto a lo que tiene la Santa Iglesia Católica Romana, que en esto vivo y protesto y prometo vivir y morir” (Castillo interior, epílogo 4).

Santa Teresa de Jesús encendió aquella hoguera de amor a la Iglesia que iluminaba y enfervorizaba a teólogos y misioneros. En un momento tenso de reformas y contrarreformas optó por el camino radical del seguimiento de Jesucristo, por la edificación de la Iglesia con piedras vivas de santidad; levantó la bandera de los ideales cristianos para animar a los sacerdotes, a quienes llamaba los “capitanes de la Iglesia”.

Y en Alba de Tormes, al final de una intensa jornada de caminos fundacionales, Santa Teresa de Jesús, la cristiana verdadera y la esposa que deseaba ver pronto al Esposo, exclama: “Gracias, Dios mío, porque me hiciste hija de tu Santa Iglesia Católica… al fin, muero hija de  la Iglesia”.

Queridos hermanos. En este día de su fiesta, hemos recordado la figura luminosa y siempre actual de Santa Teresa en dos facetas de su rica personalidad: maestra de oración e hija de la Iglesia. Ella es la andariega de Dios, la reformadora del Carmelo, gloria de España y luz de la Santa Iglesia, honor de las mujeres cristianas, presencia distinguida en la cultura universal.

Ella quiere seguir caminando con la Iglesia hasta el final de los tiempos. Ella, que en el lecho de muerte decía:”Es hora de caminar”. Su figura animosa de mujer en camino nos sugiere la imagen de la Iglesia que camina en el tiempo por sendas de renovación y de santidad, especialmente en esta hora de evangelización, a la que nos convoca el Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, para ser una Iglesia en conversión y en salida, como nos reclama nuestro Plan Diocesano de Pastoral 2014-2015.

Santa Teresa de Jesús, que supo de las dificultades de los caminos, nos invita a caminar llevando a Dios y a su Iglesia en el corazón. Para orientar nuestra ruta y fortalecer nuestra esperanza nos lanza esta consigna, que fue el secreto de su vida y de su misión: “Pongamos los ojos en Cristo nuestro bien” (cfr. Castillo interior, I, 2, 11), para abrirle de par en par las puestas de nuestro corazón. Que Él sea nuestro Camino, Verdad y Vida. Amén.