Ayer martes los temas anunciados, en la Tercera Congregación General, de acuerdo con el orden del Instrumentum Laboris para el Sínodo sobre la Familia, eran: ”Evangelio de la familia y ley natural” (Parte I, cap. 3) y ”La familia y la vocación de la persona en Cristo” (Parte I, cap 4. ). En la apertura de la Congregación se anunció que el Consistorio ordinario, convocado por el Santo Padre para el lunes, 20 de octubre estará dedicado a la situación en el Oriente Medio, a la luz de los resultados de la reunión de algunos Representantes Pontificios y de los Superiores de los Dicasterios competentes celebrada en el Vaticano del 2 al 4 de octubre. El tema del Consistorio lo presenta el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado. En el encuentro también participa seis patriarcas orientales y el patriarca latino de Jerusalén, S.B. Fouad Twal.
El debate general continuó siguiendo los argumentos previstos. Se afirmó que era necesaria una mayor preparación para el matrimonio, para que éste no fuera sólo válido, sino también fructífero. La propuesta es la de no preocuparse solamente por los remedios para el fracaso de la unión conyugal, sino también por las condiciones que la hacen válida y fructífera. Lo que hay que transmitir es una visión del matrimonio no sólo como punto de llegada, sino como un camino hacia una meta más alta, un camino de crecimiento personal y de pareja, una fuerza y fuente de energía. La elección del matrimonio es una vocación verdadera y propia y como tal requiere fidelidad y coherencia para ser realmente un lugar de crecimiento y de salvaguardia de lo humano. Para ello, hay que acompañar constantemente a los cónyuges en su itinerario de vida, a través de una pastoral familiar intensa y vigorosa. El camino de preparación para el sacramento del matrimonio debe ser, por lo tanto, largo, personalizado y también severo, sin miedo a que eventualmente disminuya el número de bodas celebradas en la Iglesia. De lo contrario, se corre el riesgo de obstruir los tribunales de justicia con los procesos matrimoniales. Otro punto destacado en el Aula ha sido la influencia de los medios de comunicación, a veces intrusivos, cuando presentan ideologías contrarias a la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia.
En esta perspectiva, se reiteró que además de proteger a los
católicos, también hay que prepararlos mejor. La Iglesia debe
ofrecer su enseñanza de forma más incisiva, presentando la
doctrina no como una lista de prohibiciones, sino haciéndose más
cercana a los fieles, como hacía Jesús. De esta manera, actuando
con empatía y ternura, será posible reducir la brecha entre la
doctrina y la práctica, entre las enseñanzas de la Iglesia y la
vida familiar. Porque lo que necesitamos no es una elección entre
la doctrina y la misericordia, sino la puesta en marcha de una
pastoral iluminada, para animar sobre todo a las familias en
dificultades, que a menudo tienen la sensación de que no
pertenecen a la Iglesia. Se retomó el debate sobre el tema de las
parejas con problemas, los divorciados que se han vuelto a casar.
A ellos, se aseguró, la Iglesia no debe presentar un juicio, sino
una verdad, con una mirada comprensiva, porque la gente sigue la
verdad y sigue a la Iglesia si ésta dice la verdad. La ”medicina”
de la misericordia da acogida, atención y apoyo. Sobre todo porque
– se destacó- las familias que sufren no buscan soluciones
pastorales rápidas, no quieren ser una mera cifra estadística,
sino que sienten la necesidad de ser aconsejadas y de sentirse
aceptadas y amadas. Se debe dar más espacio a la lógica
sacramental que a la jurídica.
En cuanto al acercamiento a la Eucaristía de los divorciados que
se han vuelto a casar, se reiteró que ese sacramento no es el
sacramento de los perfectos, sino de aquellos que están en camino.
Al igual que el lunes por la tarde la discusión se centró también
en la necesidad de renovar el lenguaje de la proclamación del
Evangelio y de la transmisión de la doctrina. La Iglesia debe
abrirse más al diálogo y escuchar con más frecuencia (y no sólo en
casos excepcionales) las experiencias de las parejas casadas,
porque sus luchas y sus fracasos no pueden ser ignorados; al
contrario, pueden ser el fundamento de una teología real,
verdadera. Y siempre a propósito del lenguaje, hubo alguna que
otra perplejidad acerca de la sugerencia – incluida en el
Instrumentum Laboris – de profundizar en el concepto, de
inspiración bíblica, de ”orden de la creación” como posibilidad de
releer de una manera más significativa la ”ley natural”. No es
suficiente cambiar el vocabulario, se dijo, si luego no se
consigue crear un puente de diálogo efectivo con los fieles. En
este sentido, se afirmó que la vasta y difusamente sentida
necesidad de cambio debe entenderse como conversión pastoral para
que el anuncio del Evangelio sea más eficaz.
A continuación se presentaron tres dimensiones específicas de la familia: la vocación a la vida; la misionera, entendida como testimonio de Cristo a través de la unidad familiar; y la aceptación del otro, ya que la familia es la primera escuela de alteridad, el lugar donde se pueden aprender la paciencia y la lentitud, en contraste con el ajetreo y el bullicio del mundo moderno. También se puso de relieve otra dimensión ulterior del núcleo familiar : la santidad, porque la familia educa a la santidad, es un icono de la Trinidad, Iglesia doméstica al servicio de la evangelización, futuro de la humanidad. Otros puntos mencionados durante la Tercera Congregación General fueron la importancia de la catequesis para las familias, especialmente para los niños, y de la oración entre las paredes domésticas que da lugar a una verdadera y propia generación de la fe, transmitiéndola de padres a hijos. Por último, se subrayó la necesidad de un formación más profunda de los sacerdotes y catequistas.
(RC-RV)