ENTREVISTA

Antonio López, misionero en Oceanía : “Ser misionero no es un camino de rosas, pero sí que es un camino alegre”


Antonio López García-Nieto, zaragozano y  hermano del Sagrado Corazón (Corazonista) es uno de los más de 13.000 misioneros que actualmente predican el Evangelio en diferentes partes del mundo y realizan su labor misionera entre los más necesitados.  En lo más recóndito del mundo, en la isla Tanna de la República de Vanuatu, Antonio ejerce su apostolado en el Colegio Técnico y Liceo de la misión católica de Lowanatom.

P. ¿Cuánto hace que llegó a Vanuatu y cuáles fueron sus primeras impresiones?

R. Vine a ejercer mi misión en Vanuatu en 2001. Ya conocía el país porque antes, en 1977, con 18 años, había estado trabajando en Nueva Caledonia y en las Islas Lealtad y desde allí había tenido la ocasión de venir a Vanuatu para prestar ayuda.

Mi primera impresión fue la de un país muy pobre. El país es un archipiélago tropical con un clima bastante húmedo y muy fértil debido a que se trata de islas volcánicas. No tiene recursos naturales por lo que la economía es muy pobre. La gente vive normalmente de lo que cultivan en las huertas y el poco dinero que tienen lo obtienen de la venta de sus productos en el mercado y de lo que reciben de algún familiar que ha encontrado un trabajo remunerado en la capital. Sin embargo, no hay miseria pues nadie muere de hambre al poder cultivar siempre en las huertas. La gente es también muy generosa y comparte fácilmente lo poco que tienen.

P.¿En qué consiste la actividad que realiza en Vanuatu?

R. Soy religioso dedicado a la evangelización por medio de la enseñanza. Conforme al carisma de mi congregación religiosa, trato de transmitir a los jóvenes, con mi vida y con mis palabras, que Dios es amor, que nos ha enviado a su Hijo por amor, manifestado especialmente en la cruz, en ese corazón entregado hasta el extremo que permanece siempre abierto para acogernos.

Ejerzo mi apostolado en un colegio técnico y liceo en el que doy clases en los cursos superiores. Mi actividad no se limita a las clases, tengo otras responsabilidades, por ejemplo, cuando llegué y vi el estado de salud en que se encontraban los alumnos, poco a poco me fui comprometiendo también en su atención sanitaria. Cada día suelo tratar a una media de unos 50 alumnos. Estas dos facetas de mi apostolado me hacen tratar de vivir al estilo de Jesús que predicaba el Evangelio y curaba toda enfermedad y dolencia.

Vivo en comunidad con dos hermanos vanuateses (uno de ellos es el director del colegio) y un hermano canadiense. Nuestra comunidad, es un claro ejemplo de que en Cristo no hay barreras y de que somos todos hermanos. Por supuesto, vivir un estilo de comunidad así es muy exigente y es un motivo de conversión continua puesto que cada uno debe saber aceptar al otro como es y muchas veces renunciar a las propias maneras de concebir la cosas. No hay que olvidar también que todo misionero debe saber renunciar a lo que dejó atrás para saber empezar en el lugar donde Dios le ha plantado y eso es algo muy exigente, especialmente si hablamos de una cultura tan distinta a la occidental como es la cultura melanesia.

P. Su labor misionera está estrechamente ligada a la educación de jóvenes y niños ¿cuál es la situación de los niños y jóvenes de Vanuatu?

R. La población juvenil en Vanuatu es muy numerosa. Un gran problema de estos niños y jóvenes es que muchos de ellos no están escolarizados puesto que la escolarización no es obligatoria en Vanuatu y toda ella es de pago. Muchos padres de medios rurales no sienten la necesidad de llevar a sus hijos al colegio y muchos de ellos no tienen medios suficientes para pagar sus estudios. Sin embargo, Vanuatu es un país que está subdesarrollado y aunque es independiente, en teoría, politicamente, en realidad es tremendamente dependiente de las potencias extranjeras en todos los sentidos (Francia, Australia, Nueva Zelanda, Japón y últimamente China). Necesita que sus habitantes estén bien formados para poder tomar en mano las responsabilidades del país y poder desarrollarlo.

La educación en este sentido es fundamental para el futuro del país. “No les des un pescado, enséñales a pescar”. Este dicho ilustraría bastante bien la importancia de la educación en Vanuatu. La evangelización debe de ser por lo tanto integral y la Iglesia lo ha entendido siempre así pues en todas las misiones de Vanuatu se ha empezado por abrir siempre una escuela.

P. El Papa Francisco recientemente ha hablado de la alegría de ser misionero en un mundo donde abundan los conflictos y las injusticias. En su labor como misionero, ¿esta alegría ayuda a superar dificultades y a empatizar con las personas de Vanuatu?

Yo vivo mi misión en Vanuatu con una inmensa alegría y en mi oración le doy gracias al Señor por haberme llamado a esta vocación misionera. Me siento verdaderamente un privilegiado. Yo creo que esa alegría es el talante que se encuentra subyacente a toda mi vida, incluso en los momentos difíciles y dolorosos. Ser misionero no es un camino de rosas, pero sí que es un camino alegre. Muchas veces hay dolor y el corazón sangra, pero todo ello lo vivo con una inmensa alegría. Además yo puedo decir bien claramente que no escogí personalmente la vida misionera, sino que fue el Señor el que me escogió como misionero.

En mi noviciado en España, allá por 1974-75, mis compañeros de formación solían expresar sus deseos de poder ir un día a América o a África. Yo no sentía esa atraccción, yo me veía muy bien en España. Fue año y medio después de mi primera profesión, con 18 años, cuando la llamada de Dios irrumpió en mi vida, de sopetón, sin esperármelo. El provincial escribió una circular anunciando que desde Nueva Caledonia, pedían un hermano misionero. No sé cómo ni por qué, en mi corazón se encendió una luz: “Aquí estoy, mándame” (Is 6,8). Ni sabía entonces dónde se encontraba ese país, Nueva Caledonia, que me puse a buscar inútilmente por el mapa de África hasta descubrir que se encontraba en Oceanía.  Ahí empezó todo. ¡Qué grande es Dios!

De ahí nace mi alegría. “Sé de quién me he fiado” (2 Tim 1,12). “El Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida ¿quién me hará temblar?” (Ps 26)

P. ¿Cuáles son las deficiencias de la sociedad de Vanuatu y cómo intentan erradicarlas?

Desde el punto de vista evangélico, Vanuatu está todavía en la infancia. La evangelización comenzó muy tarde, a mediados del siglo 19 en algunas islas del Norte. Sin embargo, en concreto, en la isla de Tanna donde yo me encuentro, al sur del país, la misión católica empezó en 1933. Empezó de una forma muy precaria y lenta ya que había muy pocas conversiones. Se puede decir que hasta 1950 no empezó verdaderamente a haber católicos en la isla. Los primeros convertidos tienen ahora mi edad.

Ello quiere decir que la Fe es todavía muy débil, que está todavía en la primera generación y que por lo tanto hay que tratarla con mucha delicadeza ya que no ha calado todavía profundamente en la cultura. El trabajo de evangelización es inmenso. A ello hay que añadir la presencia de una profusión de sectas que hace que muchas personas cambien fácilmente de confesión según los intereses, en gran parte económicos.. La Fe no es todavía una convicción profunda y está muchas veces en confrontación con las supersticiones y creencias paganas todavía muy arraigadas. Mis alumnos se ven envueltos en esta situación y siguen lo que sus familias deciden. Hoy son católicos y la semana siguiente son de otra confesión…

Yo creo que la escuela, con su labor callada y continua, tiene un papel fundamental para que la Fe vaya calando profundamente en las personas. Es un camino largo y muchas veces sin frutos evidentes. Pero es el Señor el que hace crecer. A nosotros nos toca plantar y cuidar la semilla.

P. “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”, ¿cómo proclama usted el Evangelio en Vanuatu?

R. Dice el libro de los Hechos: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hech 1,8). También en Jeremías se dice: “Naciones, oíd la Palabra de Dios; anunciadla en las islas lejanas”. (Jer 31, 10). Pues yo me lo he tomado al pie de la letra y aquí estoy, en los confines de la tierra, en las islas lejanas, en la isla de Tanna, al sur del archipiélago de Vanuatu, en plena Melanesia, Oceanía, a 17.000 km de España.

Soy testigo del Evangelio en el mundo de la educación. Intento que a través de mis palabras en clase, a través de las asignaturas que imparto, a través de mi vida, se vaya haciento realidad el Reino del amor en el mundo y en concreto en Vanuatu. Mi labor no es espectacular, no es de titular de periódico. Es una labor callada. Es un pequeño granito de arena en la inmensa montaña de la misión de la Iglesia, es una gota de agua en medio del inmenso océano en el que están situadas nuestras islas.

P. ¿Qué representa el DOMUND para usted?

EL DOMUND se vive de una manera especial en nuestras misiones. En realidad vivimos profundamente la semana misionera entera, desde el día 12 hasta el 19. Solemos tener en la misión y en el colegio varias celebraciones que nos recuerdan la labor misionera de la iglesia. Nos sentimos profundamente en el corazón de la misión. El DOMUND es una manera de sentirmos muy unidos a las demás Iglesias locales de todo el mundo, en comunión con la Iglesia universal.

A veces podemos tener la tentación de creer que estamos solos, que la misión la vivimos como francotiradores… El DOMUND nos recuerda que la misión es en comunidad, es la labor de la Iglesia de la que formamos parte; que cada uno donde Dios nos ha plantado y desde la vocación a la que nos ha llamado somos enviados a anunciar el Evangelio y que no podemos renunciar a ello. DOMUND es Iglesia, la misión en marcha.

(Lourdes Artola)