ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 12 de octubre de 2014

La frase del domingo 12

"Ante Dios uno vale lo que ama. Es una revolución. En el mundo se usan otros criterios de valoración. Ante Dios existe sólo un valor: el amor". Cardenal Angelo Comastri

 


El papa Francisco

Francisco en el ángelus: la fe pide dar el testimonio de la caridad
Texto completo. Caridad especialmente hacia los más débiles y los perseguidos. No quedarnos dentro de los límites de nuestra 'iglesita pequeñita' pero a dilatar la Iglesia a las dimensiones del Reino de Dios

Texto completo de la homilía del Papa en la canonización de dos canadienses
San Francisco de Laval y santa María de la Encarnación, son ejemplo como miles de misioneros que llevaron el Evangelio por el mundo

Mirada al mundo

Revista del Califato Islámico: bandera negra 'flamea' en San Pedro
El patriarca de Babilonia de los caldeos: 'La masa de los musulmanes no está con ellos'

Espiritualidad

Beata Alexandrina María da Costa - 13 de octubre
«Laica salesiana. Defendió su virginidad, que estimaba más que su propia vida, saltando desde una ventana. Los treinta años que pasó postrada en el lecho del dolor, los convirtió en ofrenda a María por los pecadores»


El papa Francisco


Francisco en el ángelus: la fe pide dar el testimonio de la caridad
Texto completo. Caridad especialmente hacia los más débiles y los perseguidos. No quedarnos dentro de los límites de nuestra 'iglesita pequeñita' pero a dilatar la Iglesia a las dimensiones del Reino de Dios

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 12 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Concluida la santa misa en la basílica de San Pedro en agradecimiento por la canonización de dos santos canadienses, el santo padre Francisco rezó el ángelus desde la ventana de su estudio que da a la plaza de San Pedro, delante de miles de peregrinos que allí se habían congregado.

A continuación las palabras del Papa, antes y después de la oración del ángelus.

« Queridos hermanos y hermanas. En el evangelio de este domingo, Jesús nos habla de la respuesta que se da a la invitación de Dios --representado por un rey-- a participar a un banquete nupcial.

La invitación tiene tres características fundamentales: la gratuidad, la amplitud, la universalidad. Los invitados son muchos, pero sucede algo sorprendente: ninguno de los elegidos acepta ir a la fiesta, tienen otras cosas que hacer, más aún, algunos muestran indiferencia y hasta fastidio. Dios es bueno hacia nosotros, nos ofrece gratuitamente su amistad, nos ofrece su alegría, la salvación, pero tantas veces no acogemos sus dones, ponemos en primer lugar nuestras preocupaciones materiales, nuestros intereses.

Algunos invitados incluso maltratan y asesinan a los siervos que llevan la invitación. No obstante la falta de adhesión de los llamados, el proyecto de Dios no se interrumpe. Delante del rechazo de los primeros invitados, él no se desanima, no suspende la fiesta pero repropone la invitación, ampliándola hasta más allá de los límites razonables y manda a sus siervos a las plazas y a los cruces de las rutas para reunir a todos aquellos que encuentren.

Se trata de gente común, pobres, abandonados y desheredados, más aún, 'malos y buenos', incluso los malos son invitados, sin distinción. Y la sala se llena con los 'excluidos'. El Evangelio, rechazado por alguno, encuentra una acogida inesperada en tantos corazones.

La bondad de Dios no tiene fronteras y no discrimina a nadie: por esto el banquete de los dones del Señor es universal, universal para todos. A todos le da la posibilidad de responder a su invitación, a su llamado, a su caminata; nadie tiene el derecho de sentirse privilegiado o de revindicar una exclusiva. Todo esto nos induce a vencer la costumbre de colocarnos cómodamente en el centro, como hacían los jefes de los sacerdotes y fariseos.

Esto no se debe hacer, tenemos que abrirnos a las periferias, reconociendo también que quien está en los márgenes, más aún, quien es rechazado y despreciado por la sociedad, es objeto de la generosidad de Dios. Todos estamos llamados a no reducir el Reino de Dios dentro de los límites de nuestra 'iglesita', nuestra 'iglesita pequeñita', esto no sirve, pero a dilatar la Iglesia a las dimensiones del Reino de Dios.

Entretanto hay una condición: vestir el hábito nupcial. O sea dar testimonio concreto de la caridad concreta a Dios y al prójimo.

Confiamos a la intercesión María Santísima los dramas y las esperanzas de tantos hermanos y hermanas nuestros; excluidos, débiles, rechazados, despreciados, incluso aquellos que son perseguidos por motivo de su fe. Invocamos su protección en los trabajos del sínodo de los obispos reunidos estos dias en el Vaticano». 

Después de rezar la oración del ángelus:

«Queridos hermanos y hermanas, esta mañana en la ciudad de Sassari, ha sido proclamado beato el padre Francesco Zirano, de la Orden de los frailes menores conventuales: él prefirió ser asesinado antes que renegar a su fe. Demos gracias a Dios por este sacerdote mártir, heroico testimonio del Evangelio. Su fidelidad llena de coraje hacia Cristo ha sido un acto de gran elocuencia, especialmente en el actual contexto de despiadadas persecuciones contra los cristianos.

En este momento, nuestro pensamiento va a la ciudad de Génova, otra vez duramente golpeada por el aluvión. Prometo mi oración por la víctima y por todos los que han sufrido graves daños. La Virgen de la Guardia sostenga a la querida población genovesa en el empeño solidario, para que puedan superar esta dura prueba.

Recemos todos juntos a la Virgen de la Guardia. Ave María... María Madre, de la Guardia proteja a Génova.

Saludo a los peregrinos, especialmente a las familias y a los grupos parroquiales. En particular quiero saludar cordialmente al grupo de peregrinos canadienses, venidos a Roma con motivo de la canonización de san Francisco de Laval y santa María de la Encarnación. Que los nuevos santos susciten en el el corazón de los jóvenes canadienses el fervor apostólico.

Saludo al grupo del «Office Chrétien des personnes handicapées» que ha venido desde Francia; a las familias del Colegio Reinado del Corazón de Jesus, de Madrid; a los fieles de Segovia; a los polacos aquí presentes ;y a quienes han promovido especiales obras de caridad en ocasión de la Jornada del Papa.

Saludo al numeroso grupo de la 'Associazione Amici di San Colombano per l’Europa', que han venido en ocasión de la apertura del del XIV centenario de la muerte de San Colombano, gran evangelizador del Continente europeo.

Saludo a las Hijas de María Auxiliadora, que están participando al capítulo general; a los fieles de la parroquia de Santa María Inmaculada de Carenno; a los representantes de la diócesis de Lodi reunidos en Roma para la ordenación episcopal de su Pastor; y a los fieles de Bergamo y Marne».

Y el Papa deseó a todos un buen domingo y añadió: “Por favor les pido que recen por mí”. Y concluyó con su “Buon pranzo e arrivederci».

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Texto completo de la homilía del Papa en la canonización de dos canadienses
San Francisco de Laval y santa María de la Encarnación, son ejemplo como miles de misioneros que llevaron el Evangelio por el mundo

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 12 de octubre de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco presidió este domingo por mañana en la basílica de San Pedro, la santa misa en agradecimiento por la canonización de los santos canadienses san Francisco de Laval, obispo (1623-1708) y santa María de la Encarnación, Guyart Martin, religiosa y fundadora de la congregación de las Ursulinas de la Unión Canadiense. (1599-1672).

Concelebraron con el Santo Padre, diversos obispos y sacerdotes de la arquidiócesis canadiensde de Québec.

A continuación la homilía del Santo Padre después de la proclamación del Evangelio.

«Hemos escuchado la profecía de Isaías: "El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros …". Estas palabras, llenas de la esperanza de Dios, indican el futuro hacia el cual estamos en el camino. En este camino, los santos nos preceden y nos guían. Estas palabras también describen la vocación misionera.

Los misioneros son quienes, obedientes al Espíritu Santo, tienen el valor de vivir el Evangelio. También este Evangelio que acabamos de escuchar: "Salgan a los cruces los caminos", dijo el rey a sus siervos (Mt 22, 9). Los criados salieron y reunieron a todos los que encontraron, "malos y buenos" para llevarlos al banquete de las bodas del rey.

Los misioneros acogieron esta llamada: salieron a llamar a todos, en las encrucijadas del mundo; y así hicieron mucho bien a la Iglesia, ya que si la iglesia se detiene y se cierra, se enferma, se puede corromper, sea por los pecados que con la falsa ciencia separada de Dios, que es el secularismo mundano.

Los misioneros dirigieron su mirada hacia Cristo crucificado, recogieron su gracia y no se la han tenido para ellos. Al igual que San Pablo, hicieron todo para todos; han sido capaces de vivir en la pobreza y en la abundancia, en la saciedad o en el hambre; todo podían en Aquel que da la fuerza. Y con esta fuerza de Dios, tuvieron el coraje de "salir" por las calles del mundo con la confianza en el Señor que llama.

Esta es la vida del misionero o misionera, después puede terminar lejos de casa, lejos de su patria. Tantas veces, muchísimos asesinados, como sucedió en estos días con tantos hermanos y hermanas nuestros.

La misión evangelizadora de la Iglesia es esencialmente el anuncio del amor, de la misericordia y del perdón de Dios, revelado a los hombres en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

Los misioneros han servido a la misión de la Iglesia, partiendo el pan de la Palabra en favor de los más pequeños y lejanos, llevando a todos el don del amor inagotable que brota del corazón del mismo Salvador. Así eran san Francisco de Laval y santa María de la Encarnación.

Quiero dejarles hoy, queridos peregrinos canadienses, dos consejos tomados de la Carta a los Hebreos, pero que pensando a los misioneros le van a hacer mucho bien a sus comunidades.

El primero es este: "Acuérdense de sus jefes, quienes les anunciaron palabra de Dios. Considerando atentamente el resultado final de su vida, imítenlos en su fe”.

El recuerdo de los misioneros nos sostiene cuando sentimos la escasez de los obreros del Evangelio. Sus ejemplos nos atraen, nos empuja a imitar su fe. ¡ Son testimonios fecundos que generan vida!

El segundo es éste: "Traigan a la memoria esos primeros días: después de haber recibido la luz de Cristo, han tenido que soportar una lucha grande y penosa... No abandonen la franqueza a la cual está reservada una gran recompensa. Tienen solamente necesidad de perseverancia”. (10, 32,35-36).

Rendir honor a quienes han sufrido para traernos el Evangelio, significa llevarnos hacia adelante en la buena batalla de la fe, con humildad, mansedumbre y misericordia, en la vida de cada día. Y esto trae fruto.

Memoria de quienes nos precedieron, de quienes fundaron nuestra Iglesia, la Iglesia fecunda de Quebec, con tantos misioneros que fueron por todas partes. El mundo fue llenado de misioneros canadienses, como estos dos.

Ahora un consejo, que esta memoria no nos lleve a abandonar ni el coraje ni la franqueza, quizás, no quizás, no, pero seguramente: el diablo que es envidiosos, no tolera que una tierra sea tan fecunda en misioneros. Recemos Señor para que Quebec vuelva en este camino de la fecundidad, de haber dado a tantos misioneros.

Y estos dos, que han por así decir, fundado la Iglesia en Quebec, nos ayuden como intercesores. Que la semilla que ellos sembraron dé frutos, de nuevos hombres y mujeres llenos de coraje, de amplios horizontes, con el corazón abierto a la llamada del Señor. Hoy hay que pedir esto para vuestra patria y ellos desde el cielo serán nuestros intercesores. Que Quebec vuelva a ser esa fuente de buenos y santos misioneros.

Aquí está la alegría y la entrega de vuestra peregrinación: recordar a los testigos, a los misioneros de la fe en vuestra tierra. Esta memoria nos sostiene siempre en el camino hacia el futuro, hacia la meta, cuando “el Señor Dios enjugará las lágrimas de cada rostro...”;

“Alegrémonos, y exultemos por su salvación”».

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Mirada al mundo


Revista del Califato Islámico: bandera negra 'flamea' en San Pedro
El patriarca de Babilonia de los caldeos: 'La masa de los musulmanes no está con ellos'

Por H. Sergio Mora

ROMA, 12 de octubre de 2014 (Zenit.org) -  La revista del Califato Islámico, del nombre Dabiq, pone en su tapa un fotomontaje del exterior de la basílica de San Pedro, con una bandera negra del movimiento islamista y el título 'La cruzada fracasada'.

El artículo que acompaña el foto montaje, ataca a Roma y los romanos, porque 'cruzados occidentales'. Y el presidente Barack Obama, es definido como el jefe del mal.

La provocación quiere desmentir la existencia del islam respetuoso, como demostró el reciente viaje del papa Francisco en Albania, 21 de septiembre pasado, país de mayoría musulmana en la que conviven sin problemas las diversas religiones. O el abrazo del Santo Padre en la explanada del Templo, en Israel, con un musulman y un judío.

La revista on-line no esconde el fanatismo que les mueve, con fotos y artículos elogiando la violencia, incluso los casos de los rehenes decapitados. En otro artículo hablan de los Yazidi, uno de los pueblos más antiguos de la región, reducidos a esclavitud, así como de las mujeres y niños secuestrados y vendidos.

El Califato lanzó también amenazas contra los dirigentes de twitter, después que fueron bloqueados los mensajes de milicianos y simpatizantes que transmitían publicidad de las ejecuciones de rehenes, según indicó el gerente de la empresa Dick Costolo.

Louis Sako, patriarca de babilonia de los caldeos, en declaraciones hechas en Roma y transmitidas hoy por Rai News 24, indicó que “la masa musulmana no está con el Califato islámico, es que tienen miedo de reaccionar. También ellos, miles de musulmanes fueron asesinados. Hay 1,5 millones de musulmanes que han sido desplazados y en un contexto muy politizado”.

Y denunció que “hay una política que no quiere en Oriente Medio países económicamente, ni militarmente fuertes. Hay un plan sobre todo esto", dijo. Indicó que considera necesaria una intervención vía tierra para librar a las aldeas de estos cristianos y otras minorías, para que puedan volver a sus casas.  

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Espiritualidad


Beata Alexandrina María da Costa - 13 de octubre
«Laica salesiana. Defendió su virginidad, que estimaba más que su propia vida, saltando desde una ventana. Los treinta años que pasó postrada en el lecho del dolor, los convirtió en ofrenda a María por los pecadores»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 12 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Hoy día muchas personas han relegado de su vida virtudes como el pudor y la modestia. En ciertos sectores hasta se desconocen a fuerza de silenciarlas, de ir quedando oscurecidas por otros intereses. Cuando se habla de ellas y se defiende su vigencia moral, que no ha decaído, no es difícil que hasta sean denostadas. Parecen no tener cabida en una existencia que ha obviado el alcance del respeto hacia uno mismo y a los demás. El mal denominado amor, o fútil enamoramiento, es, en realidad, un capricho pasajero, y el uso precipitado que se hace de él lo equipara al que se le da a un vulgar pañuelo de papel, de efímera vida y distraído final en una papelera. Por eso quizá haya quien se sorprenda ante la vida de la virtuosa Alexandrina, aunque murió rebasada la mitad del siglo XX, y de que no dudase en desafiar a la muerte con tal de mantener íntegro el bien más preciado que poseía: su virginidad, asentada, entre otros, en estos grandes pilares: el pudor, la modestia y el respeto a la propia dignidad. En su vida, como en la de María Goretti, se cruzó alguien que andaba al acecho de una víctima propicia para dar rienda suelta a sus bajos instintos.

Nació en Balasar, Oporto, Portugal, el 30 de marzo de 1904. Solo tenía una hermana, Deolinda. Su padre murió al poco de nacer ella, así que fue su madre quien las educó en la fe. A los 7 años se trasladó a Póvoa do Varzim, a la casa de un carpintero, con objeto de poder cursar los primeros estudios. Allí recibió la primera comunión y la confirmación. Pero la tragedia que iba a marcar su vida, y que le abriría las puertas del cielo, tuvo entonces su primer conato. Tenía 12 años y trabajaba en el campo en medio de la rudeza y viles intenciones de hombres sin escrúpulos. Uno de ellos la acosó. Se libró de su violencia con una fuerza superior que la protegió manteniéndola indemne, mientras esgrimía su rosario. Este incidente se saldó con su regreso a Balasar. Se estableció con su madre en la localidad de Calvario, y allí permaneció hasta el fin de sus días.

Hasta ese aciago momento fue una muchacha de fuerte constitución, trabajadora, alegre y capaz. Pero poco después de este brutal percance contrajo una infección que estuvo a punto de llevarla a la tumba. Aunque salvó la vida, su aspecto físico siempre develó las huellas de la enfermedad que quedó impresa en él. Al volver del sanatorio se hizo costurera junto a Deolinda. Y en 1918, mientras ambas hermanas se encontraban en su casa cosiendo junto a otra joven aprendiz, tres individuos asaltaron la habitación. Deolinda y la todavía inexperta costurera huyeron, pero Alexandrina, viéndose cercada, y sin posibilidad de escapar del mismo sujeto que intentó forzarla dos años antes, para preservar su virginidad optó por lanzarse por la ventana que se hallaba a 4 metros del suelo.

Las gravísimas lesiones que se produjo fueron irreversibles, de modo que en 1924, con 20 años, quedó absolutamente incapacitada en su lecho; permaneció durante tres décadas, que se dice pronto, sin poderse mover. En 1928, albergando esperanzas de curación, se ofreció a la Virgen con la promesa de consagrarse como misionera si sanaba. No tardó en comprender que el dolor debía ser su vocación. Y recibió la gracia de aspirar a un mayor sufrimiento y de ser víctima voluntaria por amor a Cristo y para rescate de los pecadores, experimentando un vínculo singular con Jesús Sacramentado a través de María. Ya en su infancia solía quedarse absorta en oración ante el Sagrario, pero su estado de postración no le permitía acudir a él como hacía anteriormente. Un día pensó: «Jesús, tú estás prisionero en el Sagrario y yo en mi lecho por tu voluntad. Nos haremos compañía».

Inició un fecundísimo apostolado, haciendo entrega al Padre de todos sus sufrimientos. «Amar, sufrir, reparar», fue la consigna que recibió de Cristo. Con ella iba escalando el camino de la perfección. Durante los cuatro años que mediaron desde 1938 a 1942 todos los viernes revivía en su cuerpo los estadios de la Pasión. En esos momentos sus miembros paralizados recobraban la movilidad y se contraían en el lecho dejándola presa de inmensos dolores.

En 1934 uno de sus directores espirituales, el salesiano padre Pinho, que la asistió desde ese año hasta 1942, le indicó que redactase sus experiencias místicas; él la inscribió en la Asociación de Salesianos Cooperadores. En 1936 Cristo encomendó a la beata que solicitase al Sumo Pontífice la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. El padre Pinho se ocupó de solicitarlo reiteradamente hasta 1941. El 31 de octubre de 1942 el papa Pío XII efectuó esta declaración, que renovó en Roma el 8 de diciembre del mismo año. Unos meses antes, en la primavera, Alexandrina había comenzado a nutrirse exclusivamente con la Eucaristía: «No te alimentarás más con comida en la tierra. Tu comida será mi Carne, tu bebida será mi divina Sangre, tu vida será mi Vida. Tú la recibes de Mí cuando uno mi corazón al tuyo. No tengas miedo, ya no serás más crucificada como en el pasado, ahora nuevas pruebas te esperan que serán las más dolorosas. Pero al final Yo te llevaré al cielo y la Santísima Madre te acompañará». En un momento dado, Cristo le hizo saber: «Estás viviendo solo de la Eucaristía porque quiero mostrarle al mundo entero el poder de la Eucaristía y el poder de mi vida en las almas».

Hasta su muerte ni bebió, ni ingirió bocado alguno, todo lo cual fue ratificado por competentes especialistas. El 13 de octubre de 1955 falleció, diciendo: «No lloren por mí, hoy soy inmensamente feliz... por fin me voy al cielo». Antes dictó su epitafio, que incluía este ruego: «…no peques nunca más. No ofendas más a Nuestro amado Señor. Conviértete. No pierdas a Jesús por toda la eternidad. ¡¡Él es tan bueno!!». Juan Pablo II la beatificó el 25 de abril de 2004.

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