Relatio del sínodo: no hay nada peor que la ambigüedad

 

Ayer, al acabar la jornada, cuando salí a la calle un rato con el buenazo de “Socio” –“Socio es mi perrillo”- me encontré con unos feligreses que me preguntaron a bocajarro: “oye, ¿es verdad eso de que los divorciados que se han vuelto a casar pueden comulgar y que la Iglesia acepta las parejas de hecho y las parejas de homosexuales?” Mi respuesta: “no me consta”. Y ellos de nuevo: “pues lo acaban de decir en la tele”.

Al llegar a casa me puse a mirar a ver qué había pasado y me encontré con la “relatio” del sínodo de obispos sobre la familia. Supongo que lo que debió ocurrir es que la tele aludió a ello y dio la noticia como buenamente pareció, y luego los telespectadores entendieron lo que mejor les convino.

Una de las cosas que más daño hacen, si no la que más, es la ambigüedad en la fe y en la moral de la Iglesia. Y esto nos está pasando con el sínodo y nos pasa con muchas afirmaciones que leemos y escuchamos.

La gente lo que quiere saber es si algo es correcto o no, si se puede o no se puede, si la Iglesia aprueba o condena tal cosa para luego intentar vivir en consecuencia. Pero claro, si lo que les llega es que en fin, que depende, que claro, que hay que ver, que según y que se irá mirando y que cada uno sabrá, y que hay que comprender… pues lo menos que nos puede suceder es que nos manden a hacer puñetas y con razón.

Cuando un cristiano de a pie, y no tan de a pie, lee por ejemplo que “se debe aceptar a las personas con su existencia concreta” se pregunta si eso quiere decir que todo vale y que la invitación a la conversión sobra. No es fácil de comprender eso de “lo positivo de las uniones civiles” y desde luego me parece descabellado comprender que las parejas no contraigan matrimonio canónico porque socialmente implica unos gastos que no siempre se pueden afrontar. Vamos, que hasta la Iglesia comprende que los chicos no se casen si no pueden pagarse una boda en condiciones. La consecuencia es que el sacramento es solo para ricos. Mal vamos.

No digo nada de la comunión eucarística a los divorciados que han contraído otras nupcias, porque afirmar que dependiendo podría ser o no ser o ya se vería solo lleva a un peligroso relativismo. Digo yo. Y luego habla de los homosexuales como si en las comunidades cristianas se les enviara a la hoguera. Pero bueno, que su unión no es un matrimonio, pero eso, que bueno… que en fin… Lo de los niños que conviven con parejas del mismo sexo es enternecedor.

Sin embargo un punto a mi juicio clave, como es el de la preparación al matrimonio, se despacha con cuatro líneas y tres obviedades.

Nos han hurtado las intervenciones de obispos y laicos en el Sínodo. Ahora nos topamos con una “Relatio” llena de ya veremos y habrá que estudiar. Me temo que en los próximos días aparecerán mil matices. Pero lo que se le queda al pueblo cristiano y al público en general es que antes la Iglesia era muy dura con los divorciados y gays y ahora ya los admite, cosa que tampoco es cierta.

A un servidor, cura párroco y poco más, la Relatio me parece algo precipitado, ambiguo, sorprendente y peligroso porque deja entrever unas expectativas que me temo no verán la luz. Pero ahí queda. Se echa la bola a rodar, se lanza algo que pudiera ser incluso un globo sonda y a ver luego quien recoge velas.

Al final, al final, nos dirán que a ver si se aclaran ustedes y nos mandarán –especialmente a los del sínodo- a hacer puñetas mientras que decidirán a la vista de lo que se lee que harán lo que les venga en gana. Y no les falta razón.