¿Quién es Pablo D’Ors? ¿Qué es lo que cuenta en sus libros para que se disparen las ventas? Y encima… ¿es sacerdote y recién nombrado por el papa Francisco miembro del Consejo Pontificio para la Cultura?

Así que con grabadora en mano y con las antenas bien ajustadas me encaminé hasta la Librería-cafetería Ateneo (c/ Juan de Castilla, 3), responsables de haber traído a Palencia al Sr. D’Ors…

Sereno, calmado, mirando a los ojos, con la paz que te da el vivir de acuerdo a lo que piensas y como Pablo repite a los largo de la entrevista, estando en contacto con la fuente. No es un gurú, no habla con la voz engolada para escucharse a sí mismo, tampoco intenta vender ninguna corriente oriental porque esté de moda, simplemente nos asegura que viviríamos mejor si descubrimos nuestra identidad y si encaminamos nuestra vida de manera ascendente y en clave de resta, más de que suma. ¿Qué significa esto? Lean su entrevista y lo descubrirán…

-¿Cómo vive su nombramiento para el Consejo Pontificio de la Cultura?

Para mí supone un desafío y un reconocimiento a una trayectoria sacerdotal que siempre ha querido estar en la frontera entre el mundo y Dios, la sociedad y la iglesia, el arte y la religión, y ahora que trabajo como capellán, entre la vida y la muerte. Como sacerdotes estamos llamados a ser personas en la frontera, puentes y la cultura es un puente privilegiado que tiene una dimensión mental, intelectual y espiritual. Intentaré tener las antenas más alerta para todo lo que considere que pueda ser de interés, ser un transmisor.

-¿Qué desafíos tenemos los cristianos?

El problema que tenemos en el cristianismo es que no hay maestros de vida, ni maestros del espíritu, esta ha sido una de las contrapartidas de la popularización o de la democratización de la liturgia, de la catequesis, de la espiritualidad que por una parte, tiene la gran cosa que todo el mundo puede acceder, pero por otra, el precio puede ser la banalización y la pérdida de la relación maestro-discípulo, que yo creo que habría que recuperar. Porque mientras no haya guías, difícilmente vamos a poder ir solos. El hecho de que seamos una fraternidad, no implica que haya hermanos mayores que nos puedan guiar… Uno de nuestros desafíos es recuperar la dimensión de autoridad moral y espiritual.

El problema número uno de la Iglesia es el Vigor Espiritual. En la medida en que todos, pero sobre todo los que somos representantes, tuviéramos una vida centrada en Cristo y de oración, seríamos capaces de irradiar esa luz que te da la presencia espiritual y sin ella, en cambio, es simplemente incomodidad, activismo, mala conciencia, buena voluntad, pero no brota de donde tiene que brotar que es de la luz del Espíritu… Si se hiciera una encuesta anónima a los sacerdotes para preguntarles “¿usted reza?”. Yo creo que una inmensa mayoría confesaría que no tiene una vida de oración y por tanto, si no estás en contacto con la fuente… ¡cómo vas a poder transmitir algo de esa fuente!

Para los guías, para los pastores, el tiempo que tendríamos que entregar a Dios, sería al menos el diezmo, es decir, el 10% de un día, unas dos horas y media.

-¿Está infravalorada la contemplación?

Totalmente. Es verdad que ahora hay un resurgir en muchas personas que tienen inquietud espiritual porque en la iglesia de los últimos 30 o 40 años ha habido una gran inquietud social, un compromiso con las misiones, con Cáritas, con los desfavorecidos y eso es extraordinario, pero el cristianismo no tiene únicamente una dimensión horizontal, sino también tiene dimensión vertical, de contacto con la fuente que es Dios. El cristianismo tiene una dimensión épica pero no se reduce a épica, es también una dimensión trascendental y esto ha estado orillado. Hemos vivido un complejo de la dimensión religiosa, como si tener fe supusiera una minoría de edad en el mundo de la razón, de la autonomía social y esta etapa está terminando. Yo estoy convencido que la espiritualidad va adquirir un prestigio que nunca debería haber perdido.

-Para alguien que quiera iniciarse en sus libros, ¿por cuál le recomienda que empiece?

Es complicado porque primero habría que conocer quién es ese alguien, si es lector o no. Quizá mi novela más cordial, y que suele gustar a todo el público en general, es Andanzas del impresor Zollinger, una historia de un hombre en busca de su destino. Es una historia muy luminosa porque creo que la literatura tiene que entrar en la oscuridad del ser humano pero también tiene que abordar la luz, porque hay que tener ojos para ver la luz. Y en la versión de ensayo, le recomendaría Biografía del Silencio, es un libro en el que hablo de la práctica del silencio interior.

-¿Qué es el proyecto Amigos del Desierto?

Es una asociación que nace con el propósito de profundizar y difundir la dimensión espiritual, contemplativa, la aventura interior. Organizamos retiros, cursos para iniciar a la gente y darles las pautas mínimas para la meditación. Cuando hay un periodo de crisis, tanto personal como social, las personas necesitamos agarrarnos a lo esencial. La Meditación es un espacio de silencio en el que te encuentras contigo mismo, es un espejo, nos reflejamos, y si no nos gusta el silencio es porque no nos gustamos, por eso huimos del silencio… la Meditación es una escuela de realidad. Esto no es nada nuevo, ni ninguna moda actual, de hecho en nuestra tradición cristiana tenemos a los Padres del Desierto, la generación posterior a la generación apostólica, que ya practicaban estas prácticas en silencio y quietud. También Teresa de Ávila enseñaba técnicas de oración silenciosa a sus monjas… Nada cambia la vida tanto como la oración y el contacto profundo con uno mismo.

-¿A qué se refiere cuando habla de encaminar nuestra vida en clave de suma o de resta?

Se puede vivir la vida en clave de suma, pensar que la identidad es una conquista, sumar experiencias, vivencias… o en clave de resta, no se trata de añadir sino de ir quitando experiencias, lecturas, contactos, relaciones, así llegas a la vida más sencilla, ya no conquistas tu identidad, sino que la descubres. La cantidad se vuelve contra nosotros, se retuerce y nos destruye. La principal necesidad del ser humano es la simplicidad. Tenemos mitificada la cantidad y nos cuesta pensar que menos es más.

(Natalia Aguado León – Iglesia en Palencia)