La que se está liando en el Sínodo de la familia

 

La mejor cosa que ha hecho hasta ahora el sínodo sobre la familia ha sido la publicación en el boletín de la Santa Sede de las aportaciones de los círculos menores tras el tsunami de la Relatio.

Nadie en su sano juicio era capaz de comprender que, en una Iglesia que se quiere presentar desde la transparencia, libertad, apertura y ese nuevo espíritu fraterno y primaveral de Francisco, luego los fieles, a los que se dice considerar adultos, no puedan conocer qué se cuece de puertas adentro. No era tan complejo publicar las intervenciones de los distintos intervinientes, sobre todo para que eso nos permitiera conocer de qué pie cojea cada uno, sus ideas y sus ocurrencias más o menos afortunadas.

Nada de nada. Puro oscurantismo al más viejo estilo por más que se diga que en el Vaticano han llegado tiempos nuevos. Pero mira por donde, en el pecado llevaron la penitencia. Porque al final lo que parece que ha ocurrido -digo parece por la cosa de la tranquilidad- es que entre el cardenal Peter Erdo y monseñor Bruno Forte han hecho exactamente lo que les ha venido en gana no se sabe si por su cuenta o siguiendo alguna directriz.

El caso es que lo primero que ha llegado al pueblo de Dios ha sido una Relatio que no había por dónde coger, que teológicamente era un disparate de primer curso de teología, que si algo tenía eran ambigüedades y ya veremos y que, como bien se ha podido comprobar, ha levantado una polvareda que no se imaginaban.

He tenido el gusto de leerme esta mañana las aportaciones de los círculos menores y lo que he comprobado es que nadie, pero NADIE, se atreve a apoyar públicamente la Relatio. Más aún, que los padres sinodales mayoritariamente ponen pegas para aburrir, critican aunque a veces sea en lenguaje diplomático-vaticano y de alguna forma dejan claro eso de que “no pasarán”.

Realmente, ¿qué ha ocurrido? Pues me temo que un cálculo equivocado de las fuerzas de los presentes en el sínodo. La impresión de un servidor, la mía, que puede estar equivocada, o tal vez no tanto -uno también tiene amigos en Roma y demás- es que algunos, cuyo rostro público han sido especialmente Erdo y Forte, pero con una retaguardia Kasperiana, decidieron forzar las cosas, sacar una relatio manipulada y recogiendo lo que mayoritariamente nadie pensaba, quizá con la falsa idea de que ante esos hechos consumados, y sabiendo que el papa Francisco no les enmendaría la plana, los sinodales tragarían, aunque con su poco de bilis, con el asunto, y que a partir de ahí las correcciones serían llevaderas. Además ya la prensa se encargaría de contar las bondades del documento y a ver luego quién se atrevía a llevar la contraria abiertamente.

Sencillo: forzamos el documento, lo damos a la prensa y a partir de ahí tendrán que tragar. Pues no tragaron. Y se lió en el aula sinodal, y me dicen que también en algún otro lugar de más altura. De momento el resultado es que las aportaciones de los círculos menores se cargan la relatio, que su santidad andaba con cara, según algunos padres sinodales recogida por la prensa especializada, “de vinagre” y que lo mejor que podían hacer Erdo y Forte era plantearse la posibilidad de acogerse a la vida cartujana.

Luz y taquígrafos. ¿Dónde está el problema? Que el pueblo de Dios, ese que decimos que es maduro y adulto, sepa, conozca, escuche y saque sus conclusiones. Efectivamente los tiempos cambian. Y los sinodales, de manera especial los cardenales, no se callan ni debajo del agua, mejor dicho, ni debajo de una Relatio por más apoyos superiores que pudiera tener. Esto es la libertad y sobre todo la responsabilidad de los hijos de Dios. Y que dure.