Tribuna abierta

«¿Obispos divididos? Culpa de la (mala) filosofía»

por Stefano Fontana

 

Lo que algunos obispos han dicho dentro del aula del sínodo y en los micrófonos de los periodistas fuera del aula es consecuencia de lo que se está enseñando desde hace muchos tiempo en muchos seminarios y estudios teológicos. Por lo demás, tampoco los obispos caen del cielo, sino que han tenido maestros y han sido educados en un cierto contexto de cultura filosófica.

18/10/14 10:46 AM | Tribuna Abierta


Muchos se habrán preguntado cómo resulta posible que sobre cuestiones de tanta importancia para la doctrina y la fe católica los obispos y los cardenales piensen de modo tan diverso. Estos días del Sínodo, en efecto, lo han puesto en evidencia de manera incluso demasiado manifiesta. Los sacramentos, el pecado, la gracia, el matrimonio… los fieles se quedan sorprendidos al constatar en los maestros y en los guías opiniones tan diversas sobre estas cuestiones de no poca importancia.

 

Querría ahora buscar una explicación en un elemento que hasta ahora no ha aparecido mucho en el debate en torno al Sínodo. Me refiero a las filosofías de referencia, que cardenales y obispos adoptan para afrontar las cuestiones teológicas. La Fides et ratio de San Juan Pablo II dice que no se hace teología sin una filosofía y que si no se asume una filosofía verdadera y conforme a la fe se termina por asumir otra no verdadera y disconforme con la fe. En cualquier caso una filosofía se ha de asumir.

 

¿Qué filosofía han adoptado los cardenales y obispos que ahora intervienen sobre estos problemas en el aula del Sínodo y también fuera? ¿Qué filosofía han estudiado y hecho propia a lo largo de sus estudios y en sus lecturas? La filosofía es el instrumento del que se vale la teología. Pero un instrumento que no es neutro, puesto que condiciona la misma teología, porque determina su objeto, método y lenguaje.

No es lo mismo si se entiende a Dios como el “Esse Ipsum” de Santo Tomás de Aquino o un “Trascendental existencial” como hace Karl Rahner. No es lo mismo admitir la dimensión ontológica de la fe (la dimensión que hace de la fe una cuestión que hace referencia al ser) o bien reconocer en ella solo una dimensión fenomenológica o existencial. Teniendo como bagaje esquemas filosóficos diversos, los obispos y cardenales afrontarán los problemas teológicas, incluidos los del Sínodo, de manera diversa. Karl Rahner decía que el pluralismo filosófico y teológico, además de ser irreversible era también correcto y deseable. La Fides et ratio decía en cambio que no. Estoy convencido de que la mayor parte de los teólogos ha preferido Rahner a la Fides et ratio. Pero la confusión de estos días del Sínodo parece dar razón a esta última.

La dimensión católica de la fe requiere, en mi opinión, pero me parece que también según la Fides et ratio, la dimensión ontológica. Si la “nueva criatura” que nace del Bautismo no pertenece a un nuevo plano del ser, entonces es una pintura existencial o sentimental. Si, al casarse, los dos cónyuges no dan vida a una nueva realidad, en el plano del ser, realidad que no es la suma de 1 + 1 (y efectivamente “serán dos en una sola carne”), entonces el matrimonio podrá ser existencialmente revisado, rehecho, recelebrado, recontratado. Si hay una realidad nueva –repito: en el plano del ser– no se podrá disolver. La única cosa que se podrá hacer será determinar si existe o no, pero si existe nadie puede hacer nada más. Para determinar si existe se deberá hacer una averiguación de la verdad y no simplemente una averiguación pastoral o administrativa. Si en cambio el matrimonio sólo tiene carácter fenomenológico o existencial, entonces no hay ninguna realidad que determinar y todo puede ser revisado y remanipulado.

Si se mira bien, toda la vida de fe, y no sólo el sacramento del matrimonio, tiene un aspecto ontológico. La situación de pecado no es sólo una cuestión existencial, sino que es la muerte espiritual del ser de nuestra alma. Quien vive voluntariamente en pecado mortal está espiritualmente –o sea, ontológicamente– muerto. Si vemos las cosas de esta manera ¿cómo se va a poder, en ese estado, acceder a la comunión? El sacramento de la comunión nos mete, ontológicamente, en la vida divina. No es una ceremonia de socialización, un rito sentimental-existencial.

El sacramento de la confesión también tiene naturaleza ontológica, porque sana al alma en pecado, la hace revivir. No es una sesión psicoterapéutica. Las gracias que recibimos en los sacramentos son vida real, vida divina.

El ingreso en la Iglesia, con el Bautismo, no es la participación en una asociación, sino el acceso a una nueva dimensión del ser, en el que nos superamos a nosotros mismos y participamos de la vida de la Trinidad. Cuando San Pablo dice “no soy yo el que vivo sino que es Cristo quien vive en mí” expresa esta novedad ontológica de la “nueva criatura”.

Lo que algunos obispos han dicho dentro del aula del sínodo y en los micrófonos de los periodistas fuera del aula es consecuencia de lo que se está enseñando desde hace muchos tiempo en muchos seminarios y estudios teológicos. Por lo demás, tampoco los obispos caen del cielo, sino que han tenido maestros y han sido educados en un cierto contexto de cultura filosófica. Ahora, si estas filosofías que se enseñan non son conformes a lo que indica la Fides et ratio, es lógico y consecuente que también  el examen de los temas del matrimonio, del divorcio y de la comunión se desvíe de las ideas de la Fides et ratio.  

Por ejemplo: si Dios es un “trascendental existencial”, como afirma Karl Rahner, todos estamos dentro, la pareja casada, la unión de hecho y también la homosexual. No existen los ateos, y no existen los pecadores. Habrá solo un camino para pasar del ser cristianos anónimos al ser cristiano “nónimos”; un camino que recorrer juntos, sin excluir o condenar ninguna situación particular de vida, porque todas pueden ser un buen punto de partida. Muchos obispos expresan esta visión teológica que en cambio refleja una particular filosofía de tipo existencialista.  Karl Rhaner era alumno de Heidegger, no de Santo Tomás. ¿Cuántos obispos saben de Rahner y no de Santo Tomás?

El gran filósofo Cornelio Fabro planteaba la cuestión en términos de relación entre esencia y existencia. Sartre decía que la existencia precede a la esencia, Fabro decía que la esencia precede a la existencia. También en este Sínodo el problema filosófico –y por tanto también teológico– es éste: si el matrimonio como sacramento es un dato ontológico que concierne a la esencia, o si es sólo un dato existencial, reversible según plazca.

 

Stefano Fontana

Publicado originalmente en La nuova Bussola Quotidiana