El P. Jesús Martinez Carracedo es el actual Director del Departamento de la Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Española. Ha sido durante muchos años capellán de varios hospitales gallegos, y conoce muy de cerca lo que los enfermos necesitan, la importancia del acompañamiento durante esta etapa tan difícil, y la atención que tiene la Iglesia con los enfermos.

P. En las últimas jornadas de salud, hablaron de “transformar el corazón para poner a los enfermos en el centro de las preocupaciones y las atenciones”, ¿Hace falta recordárselo a nuestra sociedad?

R. Sigo pensando que sí, hoy existe una intensa búsqueda de la salud física, pero se dejan de lado las demás dimensiones que también son absolutamente necesarias para una salud integral. Y la preocupación por el otro, por los hermanos que sufren, es signo de una sociedad humanizada. Una sociedad y una Iglesia que se olvida de sus miembros cuando están más necesitados, más vulnerables, no se puede decir que sea sana.

P. Con un tema hoy día tan mediático y sonado como el ébola, los enfermos sí que han pasado a ser el centro de nuestra atención, pero ¿es atención desde el corazón o simplemente preocupación por no querer contagiarnos nosotros?

R. Es el signo más claro de la miopía del mundo rico, sólo se ve bien de cerca y borroso a lo lejos. Nos preocupamos cuando cruza nuestras fronteras, pero el ébola es un problema de salud desde el año 1976 en África. Durante casi 40 años nadie se ha preocupado por ello, ni siquiera cuando se ha alertado de la pandemia a inicios de este año 2014. Estas son algunas de las líneas que me escribía el Hno. Miguel Pajares el 14 de julio: “Os parecerá mentira, pero aquí en Monrovia nos falta lo más elemental para prevención, guantes, vestidos aislantes, máscaras, desinfectantes, etc., dado que no hay tratamiento específico para el Ébola. No nos digáis que la OMS, el Gobierno, etc., está todo probado y nada de nada. El mismo problema nuestro lo está sufriendo otro hospital de Sierra Leona, la campaña es común”. Grito que lo dice todo.

P. La reacción de Europa ante el virus, ¿estamos preparados?

R. Voy a ser gallego, ¿qué significa estar preparados? ¿Que podemos atender sanitariamente los casos que nos lleguen? ¿Que las muertes van a ser muy pocas? Si es esto, si.

Pero si estar preparados significa concienciarse de que el problema se ataja en el lugar de origen, no. Rotundamente no. Pero no sólo ante el ébola, sino ante todas las enfermedades infeccionas que puedan surgir. La OMS (Organización Mundial de la Salud) no conseguirá jamás sus objetivos si no tiene un presupuesto para combatir las enfermedades en los países pobres y para invertir en investigación y desarrollo (I+D) de medicamentos para aquellas enfermedades en que la industria farmacéutica no ve interés económico. Sólo tres datos: de los 1.393 nuevos fármacos aprobados entre 1975-2000, sólo 13 (menos del 1%) eran indicados para enfermedades tropicales y la mayoría fueron resultado de investigaciones veterinarias (para evitar enfermedades en las granjas que las grandes multinacionales tienen en esos países); la oferta y la demanda también suele hacer que los medicamentos cuesten el doble en los países pobres; y mientras la investigación de las multinacionales farmacéuticas se está centrando en los medicamentos más rentables: obesidad, disfunción eréctil y alopecia.

P. Hablar de enfermedad está completamente desterrado de nuestras conversaciones, no queremos sufrir ¿Por qué?

R. Porque deseamos engañarnos a nosotros mismos. Todos sabemos que el sufrimiento forma parte de la vida, y la enfermedad también. Pretendemos crear en torno a nosotros una burbuja de aparente felicidad, pero cuando ésta revienta entonces no tenemos los recursos necesarios porque nos pilla desprevenidos (suena a lo que nos ha pasado con el ébola). ¿Cuándo nos pondremos las gafas de la realidad?

P. Usted, ha sido durante muchos años capellán de un hospital ¿cómo acompaña la Iglesia a los enfermos?

R. Pues intenta acompañar de distintas maneras: en primer lugar con la presencia, la visita, la escucha, poniendo al enfermo como centro; también acompañándole a verbalizar los sentimientos, los miedos y las esperanzas; a prepararle para afrontar las etapas que posiblemente tenga que vivir desde la enfermedad; así como acompañándole en las preguntas existenciales que surgen desde ella; y si es creyente, también en la pregunta por Dios, la vivencia de su Fe, los sacramentos o la luz de la Palabra que puede iluminar especialmente esta experiencia.

P. La Fe, más que nunca, se pone a prueba en la enfermedad… ¿cómo se sale fortalecido de una situación similar a la que está viviendo la contagiada por ébola?

R. Se trata de dos cosas distintas, la Fe y la experiencia positiva de una vivencia de sufrimiento. La Fe puede ponerse a prueba o puede ser un recurso de ayuda. Depende de la experiencia de Fe y de Dios que tengamos. Si entendemos a un Dios incompatible con la enfermedad, entonces la Fe y la vida de Cristo pierden todo su sentido; y entramos en crisis.

Para que la Fe sea ayuda tenemos que reconocer y vivir a un Dios que pasó por el sufrimiento y le dio sentido. Dios y el sufrimiento son compatibles. Tener una enfermedad es propio del ser humano, somos limitados, frágiles. Su Encarnación es la demostración de que se puede vivir el sufrimiento de la vida, no buscándolo masoquistamente, sino acogiéndolo y superándolo desde la confianza en el Padre que nos acompaña y fortalece.

En cuanto a la experiencia positiva de un momento tan intenso como una enfermedad, no depende tanto de la fe (que también para quien es cristiano) sino de tu actitud vital. Un no-creyente también puede vivir esta experiencia y salir fortalecido. Pues la enfermedad te puede ayudar a cambiar tu escala de valores, a sentir qué personas tienes a tu lado en los momentos en que más les necesitas, y a quien no; a valorar mucho más la vida, a cuidarla, a entregarte por los demás, después de sentir lo importante que es tener a personas que vocacionalmente se entregan al cuidado de los demás, aún a riesgo de sus vidas. Es precioso oír a la enferma Teresa decir “lo volvería a hacer”.

P. En el caso de los que no han conocido a Dios, ¿es cierto que en la enfermedad uno se acerca más a Él?

R. En la enfermedad uno tiene mucho tiempo para pensar, mucho tiempo a solas, muchos miedos, interrogantes,… para hacerse muchas preguntas existenciales. Es en este momento en el que Dios surge como una respuesta. Y uno se plantea si esa respuesta es válida para mí, como lo es para otros. Si puedo profundizar en Él, en la experiencia de la Iglesia que durante muchos siglos ha acompañado en la vivencia de la enfermedad, si su expresión a través de los sacramentos también me puede ayudar a mí…En el momento en que uno busca caminos, éste es uno de ellos, y en bastantes ocasiones un enfermo que no creía ha visto la oportunidad de conocerlo.

(Lourdes Artola – Agencia SIC)