Francisco Reyes, IMC (Instituto de Misioneros de la Consolata), encontró su vocación en una campaña de animación en su instituto, Santa Rosa de Lima (Málaga), cuando era adolescente. Su primer destino fue Gambo (Etiopía) y allí continúa después de 24 años. «No cambiaría nada de mi vida», afirma

-Decidió ser hermano Misionero de la Consolata con sólo 18 años…

Ser Misionero de la Consolata es una de las pocas decisiones que he tomado en mi vida. Desde entonces el Señor me va llevando, y yo estoy contento dejándome guiar. En el noviciado mis superiores me propusieron estudiar Medicina. Al terminar, fui enviado a Etiopía para sacar adelante un hospital, inaugurado hacía pocos años, que se encuentra a 2.200 metros de altura, en una zona de bosque y montañas difícilmente comunicado. En la actualidad tiene 270 empleados.

-¿Cuál es su misión allí?

Mantener, sostener y cuidar de este servicio sanitario cuyo principal objetivo es atender a personas afectadas de lepra y cubrir las necesidades sanitarias de una zona muy aislada, de agricultura de subsistencia. Nos corresponde una población de 500.000 personas, aunque nos llegan personas de un radio de 100 kilómetros. El principal reto es obtener recursos de toda clase: medicinas (difíciles de conseguir por el sistema de distribución que existe en Etiopía), personal cualificado y recursos financieros. En veinte años hemos logrado incluso premios por la atención al embarazo; también tenemos un buen cuidado de niños quemados, de pacientes con lepra, a cuyos afectados conseguimos dar rehabilitación… Además, hemos conseguido formar a unas cincuenta personas en enfermería, técnico de laboratorio y farmacia.

-¿Hay rostros que te hayan marcado especialmente?

Siempre te conmueve la persona con lepra que consigue rehabilitarse y te da un abrazo, o el niño con meningitis que consigue salir adelante y acaba caminando y sonriendo. También es triste ver a personas jóvenes con cardiopatías graves, cuyo corazón sabes que va a fallar, y te falla en las manos.

-¿Para qué debe servirnos el día del Domund?

Nos tiene que recordar que todos somos misioneros. Un cristiano no puede pensar sólo hacia dentro de su ambiente, sin estar en comunión con todas las personas, sin transmitir el Evangelio. La Buena Noticia también es más necesitada donde hay peores noticias, por eso creo que es necesario que haya un tiempo para recordarlo y tratar de ayudar a gente que está en zonas de fronteras: de fe, de humanidad, por causa de la violencia, de la pobreza, de la injusticia…

(Ana María Medina – Diócesis de Málaga)