Complejidades irreducibles: La bioquímica como callejón sin salida del evolucionismo (1)

 

A raíz del interés desatado por el post anterior y la cantidad de comentarios que generó, hemos visto conveniente publicar ahora lo que habíamos reservado para más adelante. Se trata de un trabajo de síntesis y completamente actualizado de un prestigioso analista en la materia, quien nos ha pedido firmar con un seudónimo para eludir a los comisarios del pensamiento único, que abundan en su campo.

Sólo diremos que es, entre otras cosas, doctor en ingeniería por la Universidad de Illinois y que actualmente se desempeña en un alto cargo en el ámbito privado. El debate está abierto.

P. Javier Olivera Ravasi, IVE.

 

 

COMPLEJIDADES IRREDUCIBLES

La bioquímica como callejón sin salida del evolucionismo

 

Enrique de Zwart

Comprender cómo algo funciona no es lo mismo que comprender cómo vino a ser. Podemos predecir los movimientos de los planetas en el sistema solar con gran precisión; pero el origen del sistema solar está aún en discusión…

Con este planteo comienza el libro de Michael Behe, profesor de bioquímica de la Universidad de Lehigh en los EEUU.

¿Puede la ciencia explicar el origen y la diversidad de la vida? La propuesta de Darwin es que la vida puede ser explicada por la selección natural, de acuerdo a la cual aquellos organismos a quienes el azar les dio variaciones resultantes en una ventaja en la lucha por la vida, tenderían a prevalecer y reproducirse, imponiéndose a aquellos menos favorecidos. Si tales variaciones fueran heredadas, las características de las especies cambiarían en el tiempo; a lo largo de grandes períodos, podrían ocurrir grandes cambios[1].

Por más de un siglo la mayoría de los científicos ha pensado que la vida resultó debido a la selección natural generando variaciones al azar. Así, la idea de Darwin ha sido usada para explicar el pico de los pájaros, la pezuña de los caballos, el color de las polillas, los insectos esclavos y la distribución de la vida en la tierra. Ha sido inclusive usada para interpretar comportamiento humano: los suicidas, los religiosos célibes, los ricos y los pobres. Nada ni nadie se ha salvado de ser sujeto a conjeturas evolutivas.

Sin embargo, evolución es una palabra muy flexible. Puede indicar algo tan simple como cierto cambio en el tiempo, o también implicar que todas las formas de vida descienden de un ancestro común. En un sentido biológico absoluto, evolución significa el proceso donde la vida surgió de materia inerte y luego se desarrolló enteramente por medios naturales. Es éste sentido macro que Darwin le dio, y el sentido entendido por los científicos.  

La teoría de la macroevolución[2] es aun la doctrina reinante entre los científicos e intelectuales y su única posición aceptable para entender los orígenes de la vida. Se han emplazado poderosas censuras en el ambiente académico que limitan y reprimen toda duda o disenso acerca de la evolución. Estas incluyen la remoción del dictado de clases, privación de fondos de investigación y acceso a laboratorios, rechazo de períodos sabáticos, disuasión a estudiantes graduados de trabajar con los disidentes, ostracismo y la posible pérdida de la cátedra o el cargo. A pesar de esto durante los últimos cincuenta años han aparecido fuertes señales de un desafío formidable a la macroevolución. El número de científicos que públicamente disiente del neo-darwinismo[3] continúa incrementándose de a cientos[4]. Esto se debe en parte a los recientes avances en biología molecular, genética, sedimentología, matemática, teoría de la información y otros campos que han puesto en dudas los mayores cánones darwinistas. También se debe en parte a que los radicales postulados macroevolucionistas no tienen sustento en evidencia probada. Sus enormes e injustificadas extrapolaciones sin soporte de datos empíricos (vgr. el salto de la micro a la macro-evolución) son únicas en la comunidad científica.

La raíz del problema del origen de la vida fue, y es, el origen espontáneo de la información genética. No existe ninguna explicación naturalista convincente sobre esto, y tampoco sobre el origen de la nueva información genética requerida para la supuesta formación macroevolucionaria de nuevos tipos de organismos[5].

Efectivamente se han observado muchos procesos microevolucionarios, descriptos en revistas científicas. Pero en estos journals no hay artículos que pretendan documentar la observación de cambios macroevolucionarios, aunque la misma Evolution (publicación insigne en estos temas) haya sido fundada “…con el objetivo de enmendar esta división”[6] entre la micro y la macroevolución.

La literatura paleontológica, en cambio, contiene una abundante discusión sobre cambios evolutivos a gran escala ya que algunos suponen que el registro fósil muestra tales cambios. Sin embargo hay que ser cuidadoso y distinguir entre descripciones de los fósiles y los estratos sedimentológicos donde se encuentran, y las inferencias sobre hipotéticas secuencias macroevolucionarias.

Nadie disputa la realidad de los procesos microevolucionarios, ahí es donde la teoría de Darwin funciona. No obstante las publicaciones universitarias y escolares le dan al lector la impresión que tanto la micro como la macroevolución han sido demostradas por evidencia empírica, y que ambas escalas evolutivas son parte de una unidad sin costuras. Son descriptos en detalle muchos ejemplos de poblaciones actuales experimentando cambios microevolutivos. Pero el estudiante pronto se encuentra con esquemas de árboles filogenéticos mostrando, por ejemplo, el supuesto origen de todos los órdenes de mamíferos a partir de un hipotético ancestro común. La impresión que se intenta crear es que un rico registro fósil documenta todos los conjeturados linajes. Al contrario, los fósiles de transición necesarios para conectar tamaños abismos entre los grandes tipos de organismos están sistemáticamente ausentes en los estratos sedimentarios de la tierra[7]. Esta ausencia de transiciones es hoy más evidente aun que en los tiempos de Darwin[8].

Darwin’s Black Box presenta una nueva perspectiva: más allá de los logros microevolucionarios del darwinismo a nivel anatómico, éste no puede explicar la evolución de la compleja maquinaria bioquímica de la vida a nivel sub-celular. Veremos el porqué de semejante afirmación.

Cajas negras dentro de cajas negras

La historia de la biología ha sido una serie de cajas negras. Como las mamushkas rusas, cuando una es abierta, aparece otra en su interior. Una caja negra hace algo, pero no se sabe cómo lo hace, sea porque no lo podemos ver o no lo podemos entender (ej: una computadora es una caja negra para el 99.9% de la gente…).

Desde Hipócrates (400 a.C.), pasando por Aristóteles, a Galeno en el siglo II, el estudio de la vida fue al nivel de lo que el ojo humano podía ver, aproximadamente una décima de milímetro. Hasta el siglo XVII la biología era entendida limitadamente ya que partes importantes de ella simplemente no eran visibles.

Leeuwenhoek fue el primero en ver una célula valiéndose de un sencillo microscopio. La significación vital de la célula tanto para plantas como animales fue resaltada a comienzos del s. XIX por Schleiden y Schwann, quienes enfatizaron la importancia de un punto oscuro en ésta –el núcleo. Para Darwin, contemporáneo a estos dos, la célula era una caja negra. Su visión biológica estuvo forjada a un nivel meramente anatómico. La caja negra celular no podía abrirse sin otros adelantos tecnológicos.

Hasta el siglo XIX en general se pensaba que la los seres vivos estaban compuestos de “material” diferente a lo objetos inertes. Hasta que Wöhler probó lo contrario con la síntesis de la urea, un compuesto biológico, partiendo de otros inorgánicos. De allí el concepto de metabolismo, donde el cuerpo arma y desarma substancias mediante procesos químicos. Fischer mostró que todas las substancias luego conocidas como proteínas están formadas por solo 21 tipos de componentes llamados amino-ácidos (los amino-ácidos son a las proteínas lo que las letras a las palabras); pero no se podía saber cómo eran realmente estas proteínas porque no se las podía ver. Ni siquiera con microscopio.

Es en el siglo XX gracias a la cristalografía de rayos X se empezó a conocer la estructura de cada molécula y cada átomo de las proteínas. Al menos de las proteínas sencillas. ¿Y que se descubrió? Otra vez, algo aun más complejo. Es gracias a la cristalografía, que Watson y Crick descubrieron la estructura helicoidal del ácido desoxirribonucleico (ADN) en el núcleo de la célula. Más luego con la técnica llamada resonancia magnética nuclear los componentes sub celulares como las proteínas y los ácidos nucleícos se pudieron investigar mejor aun.

El satirista irlandés Jonathan Swift se despachó con un poema inspirado en los hallazgos de Leeuwenhoek anticipando un proceso de nunca acabar donde siempre aparece una pulga más infinitesimal que vive a costa de pulgas mayores:

So naturalists observe, a flea

Has smaller fleas that on him prey;

And these have smaller still to bite ‘em;

And so proceed ad infinitum[9].

Swift estaba equivocado; el proceso no continúa indefinidamente. La última caja negra era la célula. A fines del siglo XX ésta fue abierta revelando moléculas –los fundamentos de la naturaleza. Por debajo de las moléculas y los átomos no se puede ir. En esto sí la comunidad científica está de acuerdo, las proteínas y otras moléculas explican las bases de la vida. Desde Hipócrates a la bioquímica moderna, capa por capa, la célula –la caja negra de Darwin– está ahora abierta.

(continuará)

 

 
[1] La selección natural, propuesta por Darwin, establece que las condiciones de un medio ambiente favorecen o dificultan, es decir, seleccionan la reproducción de los organismos vivos según sean sus peculiaridades. La acumulación de pequeños cambios aleatorios y heredables a lo largo de las muchas generaciones (en el orden de decenas a centenas de millones de años) produciría todos los fenómenos evolutivos.
[2] Por macroevolución se entiende la ocurrencia de grandes cambios como la evolución de nuevas especies y más altas categorías taxonómicas. La microevolución en general propone pequeños y progresivos cambios intra especie.
[3] El neo-darwinismo (o simplemente darwinismo para acortar) sostiene que la diversidad de organismos vivientes es el resultado de procesos naturales aleatorios y puramente materiales comenzando desde las primeras células vivientes. El mecanismo darwiniano de cambio evolucionario implica variaciones genéticas fortuitas en individuos y poblaciones, y la selección natural de los más aptos, que resultaría en la formación de nuevas especias a partir de especies anteriores. De este modo todos los fósiles y microbios, plantas y animales, vivos y muertos, habrían evolucionado a través de miles de millones de años.
[4] Ver la lista en “Dissent from Darwinism” http://www.discovery.org/csc/ http://www.discovery.org/scripts/viewDB/filesDB-download.php?command=download&id=660
[5] Meyer, SG. 2004, The Origin of Biological Information and the Higher Taxonomic Categories, Proc. Biol. Soc. Washington 117(2): 213-239.
[6] Stanley, SM. 1979, Macroevolution: Pattern and Process, W.H. Freeman, San Francisco, p.2.
[7] Raup, D. 1979, Conflicts Between Darwin and Paleontology, Field Mus. Nat. Hist. Bull. 50: 22.
[8] Leguizamón, R.O. 2002. Fósiles polémicos, Análisis crítico sobre la evidencia fósil del origen del hombre. , Nueva Hispanidad, Buenos Aires, 160 pp.
[9] Observan entonces los naturalistas, una pulga / que es presa de otras más pequeñas / y éstas son picadas por otras más chicas aún / procediendo así ad infinitum.