La Palabra del Domingo - 2 de noviembre de 2014

 

Jn 14, 1-6

“1 ‘No se turbe vuestro corazón.  Creéis en Dios: creed también en mí.

2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones;  si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. 3        Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo,  para que donde esté yo  estéis también vosotros. 4 Y adonde yo voy sabéis el camino.’

5 Le dice Tomás: ‘Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?’ 6     Le dice Jesús: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.  Nadie va al Padre sino por mí’”. 

MEDITACIÓN

Camino, Verdad y Vida

1.-El día de la celebración de lo que sería la Última Cena, Jesús habló a sus discípulos de una forma directa, incluso, muchas veces, dura (según la visión  humana). Inmediatamente antes de decir que no podía turbárseles el corazón, recoge san Juan la siguiente conversación (Jn 13,34-38):

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. 35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.”  Simón Pedro le dice: “Señor, ¿a dónde vas?” Jesús le respondió: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.”

Pedro le dice: “¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Le responde Jesús: “¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces”.

2.-Por eso les dice que no debía turbárseles el corazón ya que, por lo dicho por el Maestro, no parecía que les esperase un futuro inmediato demasiado bueno.

3.-La esperanza escatológica, de lo último, de lo porvenir, de la vida eterna, la siembra Jesús, diciéndoles que si habían creído en Dios, también debía creer en Él porque, al fin y al cabo, era el Enviado, el Ungido, del Padre.

4.-Tal creencia no debía ser, sin embargo, ciega, sino basada en la vida que habían podido vivir con Jesús. En aquellos años habían podido ver cómo actuaba Jesús, que iba a ser Cristo, y tal forma de proceder, ya debería de haberles hecho entender que su divinidad podía garantizarles que lo que les decía era, simplemente, verdad.

5.-Uniendo lo que les dice ahora, “cuando haya ido” con aquel “Adonde voy no puedes seguirme ahora”, dicho en la conversación citada arriba, traza Jesús un camino que les ha de llevar al definitivo Reino de Dios: Él irá a la vida eterna donde preparará las “mansiones”, estancias, donde, luego, ellos/nosotros irán/iremos.

6.-Pero la escatología tiene, digamos, una vuelta atrás. Jesús ha de volver. En la Parusía, que es la forma de llamar a la segunda venida de Jesucristo, seremos llamados para que vayamos a aquellas mansiones que habrá preparado en casa de Su Padre. Pero no podemos permanecer, hasta entonces, mirando al cielo (como harían, luego, los discípulos, en el episodio de la Ascensión de Jesús) sino, al contrario, atentos a lo que nos corresponde hacer para que, como también diría Jesús en una parábola, nos encuentre el Señor en vela cuando regrese.

7.-Y, por último, Jesús hace una proclamación que encierra, en sí misma, todo el contenido de las Sagradas Escrituras completo y entero: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

Camino por donde encaminar nuestro paso. A través de Él.

Verdad en la que apoyarnos para enfrentar las asechanzas del mundo.

Vida que, como Agua Viva, sacia nuestra sed del Amor de Dios.

8.-Sabemos, por  tanto, cuáles son las indicaciones que Jesucristo, Hijo de Dios y hermano nuestro, hizo entonces que son, exactamente, las mismas que ahora nos sirven a nosotros para seguir adelante.

 

Eleuterio Fernández Guzmán