Hora de lustrar los candelabros de bronce

 

Verán como rápido me acusarán de fomentar la violencia, ser poco evangélico, nada manso de corazón, exaltado fascista, instigador de rencores, promotor del candelabro y defensor del palo y tentetieso. Me da exactamente lo mismo.

El caso es que uno se va hartando de que le toquen las narices bajas, cada día con más provocación y cachondeo y que aquí nunca pase nada. Estoy no cabreado normal, sino súper mega ultra hiper maxi macro archi poli multi cabreado como una mona por la última gracia de las “femen” en el cementerio  de los mártires de Paracuellos del Jarama. Un cementerio que acoge los cuerpos de miles de personas asesinadas por puro odio a sus ideas y especialmente a la fe. Pues resulta que estas simpáticas chicas, las mismas que montaron su show en la catedral de la Almudena, o agredieron personalmente al cardenal Rouco Varela, decidieron ayer darse una vuelta por el cementerio de los mártires y profanar nada menos que la gran cruz que lo preside.

Lo último es tocar a los muertos. Cuando en un cementerio del País Vasco hemos visto profanar la tumba de una víctima del terrorismo no es que el dolor aparezca, es que se agrava hasta el infinito. Hace falta ser alimaña para acudir a la tumba de alguien a soltar la mierda que uno lleva por dentro. Uno aguanta insultos, calumnias, daños en sus bienes. Mal, pero lo aguanta. Lo que no te sientes capaz de soportar es que alguien vaya a la sepultura de tus padres para dejar en ella el rastro de su venganza contra ti. Eso no. Los muertos nunca. Hasta ahí podíamos llegar.

Pero tan duro como ver la profanación es tener la certeza de que no pasará nada. ¿Alguien sabe qué ocurrió tras la profanación de la Almudena? ¿Y tras la agresión al cardenal de Madrid? ¿Detenciones, juicios, multas, prisión…? ¿Pasó algo? Nada. Nunca pasa nada.

Mala cosa. Porque cuando el ciudadano tiene la impresión de que no le defiende quien debe hacerlo, la policía y los jueces, puede tener la tentación de organizar su propia defensa y mejor no me pregunten cómo. Eso sí, si un probo ciudadano ante la agresión a Rouco, lo de la Almudena o ahora lo de Paracuellos hubiera osado simplemente rozar –rozar, ni siquiera un mínimo pescozón- a unas de estas simpáticas muchachas con las domingas al aire, sobre él hubiera caído todo el peso de la ley además de ser tildado por todos los medios de fascista y ultramontano.

Así están las cosas. Si eres católico o de derechas, por lo visto ambas dos cosas crimen de lesa humanidad, es normal que seas agredido, vituperado y vilipendiado como consecuencia de haber sido partidario y promotor de una dictadura que, tócate las narices, duró 36 años y acabó va a hacer cuarenta. Pues eso, para que veamos que hay que ser demócratas y amantes de la libertad, si yo digo que eres fascista te aguantas no cuarenta años, un siglo si hace falta.

No hay remedio. Ayer en Paracuellos. Mañana…vaya usted a saber. ¿Y qué hacemos? No sé. Yo por si acaso voy a recuperar y lustrar los candelabros de bronce. Decía don Camilo que un candelabro bien plantado era una cosa que daba muchísimo respeto. Voy a colocar uno de ellos en el despacho.