Falsedades acerca de la Iglesia católica - 1. La fe católica está manipulada por la jerarquía

 

Cada Vida importa

 

Falsedades acerca de la Iglesia católica - 1. La fe católica está manipulada por la jerarquía

 

-Vamos a ver si encontramos algo de luz.

-Eso, eso, veamos…

Falsedades y mentiras contra la Iglesia católica

Es bien cierto que a la Iglesia católica y, por extensión, a los católicos, se le tiene, se nos tiene, por parte de muchos, una manía ciertamente enfermiza.

 Si creen que exagero les pongo lo que suele decirse de la religión católica, de la fe católica y, en fin, de la Iglesia católica. Aquí traigo esto para que vean hasta qué punto puede llegar la preocupación por un tema que es, ciertamente, falso.

 Se suele decir que:

 La fe católica está manipulada por la jerarquía.

 La fe católica no va con los tiempos.

La fe católica ve poco sus propios defectos.

La fe católica pretende adoctrinar al mundo.

La fe católica está alejada de la realidad.

La fe católica defiende siempre a los poderosos.

 La fe católica quiere imponer sus principios.

 La fe católica no sabe cómo van los tiempos.

 La fe católica está anquilosada.

 La Iglesia católica acumula riquezas inmensas.

 La Iglesia católica busca el poder aunque sea de forma escondida.

 La Iglesia católica no acepta cambios en sus doctrinas.

 La Iglesia católica es gobernada por una jerarquía carca.

 La Iglesia católica no comprende la política actual.

 La Iglesia católica esconde sus propios defectos.

 La Iglesia católica no actúa contra determinados delitos que ocurren en su seno.

 La Iglesia católica tiene muchos privilegios (sociales, económicos, educativos…)

 Y a esto, se podían añadir muchas cosas, muchas acusaciones que están en mente de cualquiera.

 

¿Qué les parece a ustedes?

 

1. La fe católica está manipulada por la jerarquía.

 

Es común, entre los progres civiles y eclesiásticos, sostener que la jerarquía católica es lo peor que abunda en la Esposa de Cristo. Pero, en verdad, ni abunda tanto ni es tan mala como se suele decir.

Decimos, para empezar, que parte de la jerarquía, en cuanto quien tiene la misión de llevar al pueblo de Dios hacia el definitivo Reino del Padre, los Apóstoles forman parte de la misma desde el mismo principio de la Esposa de Cristo. Es decir, negar la importancia de la jerarquía como si fuera algo ajeno a la propia Iglesia católica y que se impone al resto de fieles que la constituimos es hacer un flaco favor a la institución divina que fundara el Hijo de Dios aunque, claro está, ya sabemos de qué pie cojean las personas que hacen y dicen eso.

 

En realidad, lo que subyace en todo lo que supone oposición a la jerarquía eclesiástica es un radical posicionamiento en contra de ella, de la misma. Y esto denota una ceguera que no tiene en cuenta ni su origen ni, sobre todo, lo que es.

 

Por una parte supone negar lo que se dice en Santiago 1, 17 acerca de que

 

Todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces

 

Vemos, por tanto, que un apóstol dice de la jerarquía que tiene un fundamento que está centrado en Dios mismo. Y esto supone, negar una verdad tan evidente como ésa, que se niegue todo lo que luego sigue que es, sencillamente, todo…

 

A este respecto, el P. José María Iraburu, en su libro “Acción apostólica. Misterio de fe” (Ed. Mensajero, 1969) dice, en la página 184 de este texto, que

 

El Padre es la fuente primordial. Él nos entregó a su Hijo, de ambos procede el Espíritu Santo, que se difunde en el corazón de los hombres por el ministerio de los apóstoles, los enviados. Es una cadena de gracia, en la que cada eslabón recibe-da, y el Padre celestial solamente da: es la fuente primordial de toda gracia.

Fácilmente se ve que la sensibilización social de este misterio de gracia tendrá forma de ‘árbol’, no de ‘campo de hierba’. El jerarquismo de la estructura eclesial (permítasenos subrayar esto) tiene la virtud de significar ‘suyo’ la realidad sobrenatural de que la salvación es gracia, es don que viene de lo alto, don que no puede el hombre recibir si no se hace niño –está hablando de lo que supone ser ‘niño en Cristo’-, hijo, discípulo, si no adopta una actitud fundamentalmente receptiva.

Los cristianos hallan la salud religándose a la autoridad del Padre, que Jesucristo ejercita en su Iglesia por el ministerio de la Jerarquía. Es propio, pues, del cristiano adoptar una actitud filial ante la Jerarquía, que es una participación de la actitud filial de Cristo ante el Padre”.

 

Y termina esto diciendo que

 

Todo esto nos hace concluir que el régimen pastoral conveniente al Pueblo de Dios está más próximo al jerarquismo verticalista filoconservador que al laicalismo horizontalista filoprogresista”.

 

Tal es así, podemos decir, que negar la importancia de la jerarquía es hacer lo mismo que negar la propia existencia de la Iglesia católica.

 

Entonces, en caso de entender que la jerarquía católica es necesaria (¿Se puede entender otra cosa?) se da un paso que va más allá de la verdad: la Esposa de Cristo está manipulada por el grupo de jerarcas que la gobiernan.

 

En realidad, esto resulta, del todo, imposible. Y es imposible porque lo que la misma cree, defiende y transmite es lo mismo que los demás que no formamos parte de ella creemos, defendemos y transmitimos.

 

Es decir, y por ejemplo, la jerarquía no puede defender el derecho al aborto porque sería un contrasentido; tampoco el imposible matrimonio entre personas del mismo sexto porque sería ir contra lo básico y elemental de la fe católica; ni mucho menos apoyar peregrinas ideas como el relativismo o el modernismo… Y no puede hacer eso porque ningún católico puede hacerlo.

 

¿Cuál es, pues, el problema?

 

Nosotros creemos que de lo que aquí se trata es, simplemente, de nadar contra la corriente católica que lleva al hombre creyente en nuestra fe hacia el definitivo Reino de Dios con paso, aunque a veces titubeante por nuestras faltas, firme. Y eso molesta a quienes quisieran que salirse de tal camino, de tal senda, fuera lo más normal del mundo y lo más aplaudido. Es decir, que estar con el mundo, con lo carnal y con lo mundano para ver si el mundo, la carne y la mundanidad aceptan la fe católica fuera el comportamiento ordinario, primero, de la jerarquía eclesiástica y luego, como buenos fieles, del resto de creyentes que formamos, damos consistencia y constituimos, la Iglesia católica.

 

Aunque, claro está, esto no sería estar a favor de otro tipo de jerarquía sino a otro tipo de religión. Y tal cosa es, seguramente, lo que aquí pasa con esto. 

 

 

Eleuterio Fernández Guzmán