Cáritas. Mucho más que una ONG

 

En una ocasión, comentando con alguien el evangelio del domingo pasado, la parábola del juicio final de San Mateo ¿recuerdan? “Venid benditos de mi padre porque tuve hambre y me disteis de comer…” Me decía que si al final nos vamos a salvar o a condenar por eso, que qué sentido tenía entonces rezar, formarse, leer la escritura o celebrar los sacramentos. Que no dejaba entonces de ser una pérdida de tiempo. En el fondo subyacía algo clave: ¿nos diferencia, nos debería diferenciar algo de una ONG al uso? ¿Qué nos aporta la fe en esto?

Me permito escribir aquí alguna de las cosas que le dije y que por cierto me sirvieron para la homilía del pasado domingo, en la que, entre otras ideas, fui afirmando cosas como estas:

La fe, la oración, la vida sacramental, lo primero que nos enseñan es a conocer qué es el hombre. Para la inmensa mayoría de ONGs es alguien con necesidades materiales y como mucho de relación, afectos y formación. Para un cristiano el hombre es mucho más. Es alguien creado a imagen y semejanza de Dios hecho para vivir con dignidad material y moral en esta vida y después llegar a la vida eterna. Por eso para un cristiano hacer el bien es más que atender a unas necesidades básicas, es eso y es ofrecer desde el testimonio el camino de Cristo.

Un cristiano se siente tan urgido por la miseria moral de tantas personas que viven alejadas de Dios, que convierte su acción caritativa en signo de fe y anuncio del evangelio. Ante tantos alejados de Dios, incrédulos, Cáritas es signo del amor de Dios que se hace realidad en todos y de manera especial en el servicio a los más pobres. Cáritas es Cristo entregado, es la Iglesia ofrecida y que se regala a los más débiles.

Además de esto, la fe, Cristo, nos enseñan cómo ayudar al hermano. Un voluntario de Cáritas siempre se acerca al otro sabiendo que es Cristo, ojo lo que esto supone de amar y venerar al hermano, y le ayuda sin perder jamás de vista los mandamientos y las obras de misericordia tanto espirituales como corporales. Un voluntario de Cáritas sabe que amar de verdad al hermano es ayudarle a vivir según el evangelio en las cosas pequeñas y en las grandes, en cada circunstancia de la vida.

A la beata Teresa de Calcuta le reprochaban en una ocasión que colocara tantos rezos a sus hermanas cuando las necesidades de los pobres eran tantas. Le decían que teniendo tanto trabajo por qué no aligeraba los tiempos de oración. Su respuesta: ¿por qué rezan tanto las hermanas? Porque si no lo hicieran ni tendrían fuerzas ni aguantarían a los pobres.

El voluntario de Cáritas, el colaborador de Cáritas, sabe que su trabajo es activismo si no se basa en Cristo y se nutre del mismo Señor. La lectura pausada de la Escritura, la oración ante el Señor, la vida sacramental son gracia, fuerza y sentido a lo que hacemos. Sin todo eso no seríamos más que activistas filantrópicos, pero no hermanos en Cristo de los otros. Aparentemente es lo mismo, pero somos otra cosa.

Siempre he entendido Cáritas así. Es conocer las miserias materiales y espirituales de las personas, sabiendo que la primera pobreza es la no presencia de Dios en sus vidas. Es regalar al hermano el amor de Cristo que puede concretarse en una bolsa de comida, una ayuda material, buenos consejos y un estar con él desde mi ser creyente, cosa que conoce y se nota. Es ser testigos ante el mundo de cómo Cristo nos impulsa a la tarea. Es sabernos necesitados de su gracia para seguir adelante.

Por supuesto que en Cáritas necesitamos técnicos, programas, profesionales. Pero no nos basta. No somos una ONG más. Y si lo somos, y si caemos en la tentación de serlo, mejor cerramos el chiringuito y nos dedicamos a otra cosa.