Hoy hace 184 años tuvo lugar la primera aparición moderna de la Virgen Santísima, exactamente un  27 de noviembre de 1830, sábado víspera del primer domingo de adviento, en París, en la capilla de la casa central de las Hijas de la Caridad, a la religiosa Catalina Laboure.  Con este suceso comenzaron una serie de apariciones que Pío XII denominó la “era de María”, una etapa con repetidas apariciones de la Virgen como Lourdes o Fátima. 

Fue el padre Aladel, confesor de la vidente, el que relató en el proceso canónico siete años más tarde: “A las cinco de la tarde, estando las Hijas de la Caridad haciendo oraciones, la Virgen Santísima se mostró a una hermana en un retablo de forma oval. La Reina de los cielos estaba de pie sobre el globo terráqueo, con vestido blanco y manto azul. Tenía en sus benditas manos unos como diamantes, de los cuales salían, en forma de hacecillos, rayos muy resplandecientes, que caían sobre la tierra… También vio en la parte superior del retablo escritas en caracteres de oro estas palabras: ¡Oh María sin pecado concebida!, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Cuyas palabras formaban un semicírculo que, pasando sobre la cabeza de la Virgen, terminaba a la altura de sus manos. En esto volvióse el retablo, y en su reverso viose la letra M, sobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, y debajo los corazones de Jesús y de María… Luego oyó estas palabras: Es preciso acuñar una medalla según este modelo; cuantos la llevaren puesta, teniendo aplicadas indulgencias, y devotamente rezaren esta súplica, alcanzarán especial protección de la madre de Dios. E inmediatamente desapareció la visión”.

La Medalla se llamaba originalmente: “de la Inmaculada Concepción”, pero al expandirse la devoción y conceder tantos milagros a través de ella, se le llamó popularmente “La Medalla Milagrosa”.