El pasado 16 de noviembre comenzó en toda la Diócesis de Salamanca una campaña de presentación de lo que es y de lo que pretende ser la futura Asamblea diocesana. A todas las parroquias, conventos, Movimientos apostólicos… ha llegado un amplio material informativo con el que se pretende sensibilizar de que un cambio, un sueño, una reforma es más que necesario en la Diócesis de Salamanca. Para hablar de este sueño y de esta tarea, la publicación diocesana Comunidad entrevista a Tomás Durán, Vicario de Pastoral.

-¿Qué pretende ser esta Asamblea? ¿Por qué ahora?

-Una Asamblea diocesana es un acontecimiento eclesial convocado por el obispo diocesano en el que se dan, como si de una experiencia pascual se tratara, tres cosas principalmente: un encuentro con el Señor, un encuentro entre los hermanos y un encuentro para una salida misionera. No es un acto administrativo, ni siquiera un objetivo pastoral a cumplir; es un ejercicio eclesial y si se me permite una actividad espiritual y apostólica. Elemento principal de una Asamblea es escuchar al Señor, qué quiere de nosotros en esta iglesia de Salamanca, para mejor seguirle y para mejor anunciarle. Sin este componente espiritual y apostólico no entenderíamos de verdad lo que es una Asamblea.

¿Por qué ahora? Primero, es un soplo del Espíritu Santo a través del Papa Francisco. Su Exhortación Evangelii Gaudium es tan atrayente, que bien merece una reflexión. Y después, el momento diocesano. Estamos en un tiempo muy importante en Salamanca.

-¿Qué se juega la Diócesis de Salamanca con esta Asamblea?

¿Jugarse?, nada. Nuestra Diócesis está en manos del Señor y no la dejará nunca. Pero hay una Palabra de San Pablo que dice: “Daos cuenta del momento que vivís”. Pues ahora es un tiempo favorable. Y dejar pasar un momento de gracia nos puede perjudicar, y la Asamblea puede ser un cauce oportuno de conversión pastoral para todo el Pueblo de Dios. Una conversión pastoral es abandonar el viejo criterio de “siempre se ha hecho así” y arriesgarse a la novedad evangélica. Esta es la ocasión propicia para un impulso pastoral creativo para nuestra Diócesis, audaz, de nuevos métodos.

-¿Qué podemos hacer en este tiempo de sensibilización para entusiasmar a nuestras gentes?

-“Únete, es tu momento”, dice una frase que anima a participar en la Asamblea. Invitamos a todos, especialmente a los sacerdotes. Animo también a los laicos; necesitamos su palabra, su testimonio, sus sugerencias y sus propuestas pastorales. También invitamos a los religiosos y religiosas que viven en nuestra diócesis. Son una riqueza inmensa que hemos de agradecer, acoger y valorar. También hemos creado un grupo de mensajeros que recorrerán la Diócesis animando e invitando a la participación.

-Para usted, ¿cuál sería el gran fruto-cosecha de la Asamblea?

-La mejor cosecha sería una Iglesia salmantina menos vuelta sobre sí misma. A veces parece que estamos dando vueltas a nuestros problemas y personas; analizando, comentando “que si el Obispo, que si los vicarios, que si esta iniciativa u otra ya nació muerta”. La mayor muerte es una Diócesis clericalizada y vuelta sobre sí misma en el rumoreo constante. Me gustaría una Diócesis que pone, con alegría y confianza, sus ojos en el Señor. Una Iglesia local salmantina que sale a dialogar con el hombre de hoy, que no tiene miedo de ser pequeña y pobre. Una Diócesis que se embarque a la alegría misionera que le invita el Espíritu Santo, a través del Papa Francisco. Una Iglesia local que llene de esperanza a esta sociedad salmantina, que aunque nuestras comunidades sean un resto, sean un resto creíble, no un residuo aburrido y murmurador. Una Diócesis que ama a sus miembros e instituciones; que no vive de grandes acontecimientos, ni busca espectacularidades, sino una Diócesis fuerte en la pastoral ordinaria, que vive la fe con alegría y es servidora de los pobres, procuradora de la justicia. Anclada en su Señor, con una esperanza infinita. No es un sueño, ¡nos lo va a regalar el Señor con esta Asamblea!

-Y por último: no desearía que la Asamblea se convirtiera en motivo para…

-Voy a ser muy claro: no desearía una Asamblea clerical, con nuestros dimes y diretes, sino de todos: sacerdotes, laicos y religiosos. Vamos a procurar que sea así. Y no me gustaría que fuera motivo de enfrentamientos o de huidas pastorales. Ni huidas hacia atrás, al pasado, para recuperar tradiciones secundarias y decimonónicas; ni huidas para adelante, en reformas externas, imposibles e innecesarias que sólo buscan adaptarse al mundo para mundanizarnos y perder la frescura de la radicalidad evangélica. Una Asamblea para que la Iglesia mire y escuche al mundo con inmensa simpatía y no busque las culpas dentro la propia iglesia. Una Asamblea que nos lleve a volver a las fuentes, al Evangelio de Jesús, sin glosa, a la vida apostólica enteramente primera.

(Diócesis de Salamanca)