Serie Oraciones e invocaciones: María, Inmaculada, del Papa Francisco.

 

 “Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo
y el amparo maternal de nuestra ciudad,
nos acogemos con confianza y amor.

Eres toda belleza, María.
En Ti no hay mancha de pecado.

Renueva en nosotros el deseo de ser santos:
que en nuestras palabras resplandezca la verdad,
que nuestras obras sean un canto a la caridad,
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón brillen la pureza y la castidad,
que en nuestra vida se refleje el esplendor del Evangelio.

Eres toda belleza, María.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.

Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor:
que no seamos sordos al grito de los pobres,
que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos,
que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen indiferentes,
que amemos y respetemos siempre la vida humana.

Eres toda belleza, María.
En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.

Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo:
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos,
que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón,
que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría.

Eres toda belleza, María.
Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica:
que el amor misericordioso de Dios en Jesús nos seduzca,
que la belleza divina nos salve, a nosotros, a nuestra ciudad y al mundo entero.

Amén.

Con esta oración, el Papa Francisco celebró la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María hace, hoy, justamente un año. Y la celebró en la Plaza de España de Roma como viene siendo buena y gozosa costumbre llevada a cabo por parte del Vicario de Cristo desde hace muchos años como acto de veneración a la Madre de Dios y a la consideración de su Concepción exenta de pecado.

Nosotros, católicos, tenemos por dogma que la Virgen María fue concebida sin el lastre y pesada carga que es el pecado original. Por eso celebramos un día tan especial como es el 8 de diciembre en el que recordamos lo que fue, lo que es y lo que será porque fue, es y será hecho por voluntad expresa de Dios que, pudiendo hacerlo, convino hacerlo y lo hizo (Duns Scoto dixit).

Es, éste, por lo tanto, un muy buen día para dirigirnos a la Madre de Dios para pedirle aquello que los hijos, nosotros, de Dios y suyos, queremos se haga realidad.

Por eso le pedimos acerca de nuestra santidad: para que nunca dejemos de querer ser santos, de forjar en nosotros un corazón santo lleno de la gracia que Dios nos proporciona y que nunca debemos rechazar.

Por eso le pedimos que seamos capaces de escuchar la voz del Señor. Y lo hacemos así porque no queremos mirar para otro lado cuando Dios nos habla o cuando, a través de su Palabra se nos está diciendo qué es lo bueno y qué es lo malo, hacia dónde debemos caminar y de dónde debemos alejarnos.

Por eso le pedimos que, a pesar de lo que el siglo nos ofrezca, a pesar de las proposiciones malignas que puedan venir de sus muchos discípulos, nunca se nos olvide que somos hijos de la luz y que, por eso mismo, nuestro camino ha de estar, está, bien trazado hacia el definitivo Reino de Dios pues siempre nos fijamos en Cristo como Camino, como Verdad y como Vida.

Y no podemos dejar de pedir a María ser escuchados. No queremos tratar con la Madre de Dios y Madre nuestra de forma poco atenta sino que, a través de esta oración, queremos ser escuchados, que atienda aquello que le suplicamos y que, como sabemos, llevará al Padre para ponerlo a sus santos pies.

Y, sobre todo:

-Que de nuestra boca no salga mentira alguna.

-Que mantengamos y afirmemos una actitud caritativa como expresión del Amor de Dios en nuestros corazones.

-Que se pueda decir de nosotros que la Palabra de Dios no ha pasado por nuestra vida sin dejar huella en nuestro corazón.

Al fin y al cabo, cuando le pedimos a la Virgen María de la forma en la que el Papa Francisco pidió hace ahora un año no queremos, nada más (pero nada menos) que ser escuchados por Dios, Quien quiso que sobre su Madre no cayera el baldón terrible del pecado cometido por Adán y Eva. Y lo hizo.

 

Eleuterio Fernández Guzmán