Un amigo de Lolo –"Lo que hace la Cruz"

Lolo

 

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 Libro de oración

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Lo que hace la Cruz

 

Con tantas confluencias, pienso en esa paradoja de unas fiestas de sangre preparadas por un día de gozo sin límites. En realidad no hay contraindicación, porque la Cruz lo que hace es salvar y es, por tanto, fundamentalmente alegre. Cuando Cristo aceptó aquella feria del Domingo de Ramos, supo lo que se hacía. Es como en esas funciones, que al principio y al final salen los artistas tal y como son para decirnos que el dolor y la sangre que hay por medio es propio de la representación, pero que todos siguen vivos y alegres, que es lo esencial. En la Semana Santa hay que llorar, porque es una pena que Cristo haya tenido que pasar eso por nosotros, pero, sobre todo, hay que reír y cantar, porque menudo cielo nos abre el Calvario en apenas unas horas”.

 (Dios habla todos los días, p. 32)

Decimos muchas veces que este tiempo de Navidad es entrañable. Y lo decimos porque aquello que sucede se nos ha metido en las entrañas y allí ha hecho un nido de donde nacen las mejores manifestaciones del amor de Dios.

En realidad que recordemos que nace Jesús significa mucho. No se trata, como muchas veces se utiliza como argumento en contra, de algo que repetimos y sobre lo que nada construimos. Y no se trata de eso porque es, justamente, al revés.

Así, por ejemplo, en el tiempo de Adviento esperamos. Y lo hacemos seguros como estamos que llegará un día que traeremos al presente que vino al mundo el Hijo de Dios y que nació de una joven Virgen y, para más señas, Inmaculada por voluntad de Quien la creó. Pero nuestra seguridad no debe servir para enfriar nuestro corazón como diciendo algo así como que “al fin y al cabo es otra Navidad más”.

El caso es que la Navidad tiene un punto, diríamos, cero, una zona cero desde donde se irradió al mundo entero y todo completo una reacción en cadena que tenía como objetivo no la destrucción del mundo existente sino, al contrario, la salvación del mismo y la sanación de lo que estaba enfermo.

Y Belén supone mucho y es mucho al respecto de nuestra vida ordinaria. Por ejemplo, es alegría y es felicidad registrada en nuestro corazón con una entrada que se perpetúa y allí se queda… a la espera de salir al encuentro de nuestro prójimo. Y así se pasa lo malo porque sólo queda Quien nace el día que sabemos que nace y viene al mundo Quien sabemos que viene. Y por eso mismo no nos cansamos de repetir que Belén es la salvación del mundo y del hombre-ser humano-criatura de Dios de la que dijo que había sido muy buena su creación.

Por eso, y por todo lo que de bueno pueda haber en nuestra existencia de hijos de Dios, sabemos que Belén es el principio y también es final: principio porque entonces empezó la nueva alianza del Todopoderoso con el hombre, la definitiva; final porque fue el nacer de la salvación del mismo hombre a través de una dulce criatura que dormía en una estancia pobre porque así quiso Dios que vinera al mundo.

Belén es un nombre que a los discípulos de Cristo nos lo dice Todo. Es muy corto el mismo y no tiene más que una vocal pero es, en inmensidad de espíritu, lo mejor que ha habido desde que el mundo es mundo y desde que el Creador decidió dar vida a lo que había creado. Por eso no nos extraña que descansara tras haber creado el culmen de su obra. Y es que tenía que esperar a que una joven del pueblo elegido dijera sí al mensaje que le llevaría Su Ángel y comprobar que en Belén también se había cumplido su voluntad.

Y por eso Belén es lo que es para nosotros.

 

Eleuterio Fernández Guzmán