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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 21 de diciembre de 2014

LA FRASE DEL DIA 21 DICIEMBRE

"En la medida en que se ama algo temporal, se pierde el fruto de la caridad". Santa Clara.

 


El papa Francisco

Francisco en el ángelus: en Navidad Jesús llama a la puerta de cada cristiano
Texto completo. Marí­a, sin saber lo que iba a pasar, se fia totalmente de Dios y se abandona a su amor

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Santa Francisca Javier Cabrini - 22 de diciembre
«Insigne fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús. Artífice de grandes obras educativas y sanitarias, a pesar de su frágil salud, extendió su labor en toda América y parte de Europa. Es patrona de los inmigrantes»

Espiritualidad

La Buena Noticia de Navidad
'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona


El papa Francisco


Francisco en el ángelus: en Navidad Jesús llama a la puerta de cada cristiano
Texto completo. Marí­a, sin saber lo que iba a pasar, se fia totalmente de Dios y se abandona a su amor

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 21 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco ha rezado esta mañana, IV Domingo de Adviento, el ángelus desde la ventana del estudio en el Palacio Apostólico con los fieles que se han reunido en la plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

hoy, cuarto y último domingo de Adviento, la liturgia quiere prepararnos a la Navidad ya a las puertas, invitándonos a meditar el pasaje del anuncio del Ángel a María. El arcángel Gabriel revela a la Virgen la voluntad del Señor de que ella se convierta en madre de su Hijo unigénito: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo”. Fijamos la mirada sobre esta sencilla joven de Nazaret, en el momento en el que se hace disponible al mensaje divino con su “sí”; acogemos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.

Sobre todo su fe, su actitud de fe, que consiste en el escuchar la Palabra de Dios para abandonarse a esta Palabra con plena disponibilidad de mente y de corazón. Respondiendo al Ángel, María dijo: ”Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. En su “aquí estoy” lleno de fe, María no sabe en qué caminos se deberá aventurar, qué dolores deberá padecer, qué riesgos afrontar. Pero es consciente que es el Señor quien le pide y ella se fía totalmente de Él y se abandona a su amor. Esta es la fe de María.

Otro aspecto es la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. María es aquella que ha hecho posible la encarnación del Hijo de Dios, “la revelación del misterio, que fue guardado en secreto desde la eternidad”. Ha hecho posible la encarnación del Verbo gracias precisamente a su “sí” humilde y valiente. María nos enseña a acoger el momento favorable en el que Jesús pasa en nuestra vida y pide una respuesta preparada y generosa. Y Jesús pasa. De hecho, el misterio del nacimiento de Jesús en Belén, sucedido históricamente hace más de dos mil años, se implementa, como evento espiritual, en el “hoy de la liturgia”. El Verbo, que encontró morada en el vientre virginal de María, en la celebración de la Navidad viene a llamar nuevamente al corazón de cada cristiano. Pasa y llama. Cada uno de nosotros es llamado a responder, como María, con un “sí” personal y sincero, poniéndose plenamente a disposición de Dios y de su misericordia. Cuántas veces Jesús pasa en Nuestra vida y cuántas veces nos manda un ángel. Y cuántas veces no nos damos cuenta porque estamos muy ocupados, sumergidos en nuestros pensamientos, en nuestros quehaceres, incluso en estos días en los preparativos de la Navidad, que no nos damos cuenta de él que pasa y llama a la puerta de nuestro corazón pidiendo acogida, pidiendo un sí como el de María. Un santo decía “tengo miedo de que el Señor pase”. ¿Sabéis por qué tenía miedo? Miedo de no darse cuenta, de dejarlo pasar. Cuando sentimos en nuestro corazón ‘quisiera ser más bueno, más buena, me arrepiento de esto que he hecho’ aquí está el Señor que llama, que hace sentir esto, las ganas de ser mejor, las ganas de estar más cerca de los otros, de Dios. Si tú sientes esto, párate. El Señor está ahí. Ve a rezar y quizá a la confesión a limpiar un poco la habitación. Eso hace bien. Pero recuerda bien, si tú sientes esas ganas de mejorar, es Él quien llama, no dejarlo pasar.

En el misterio de Navidad, junto a María está silenciosa la presencia de san José, como viene representado en todos los belenes --también en ese que podéis admirar aquí en la plaza de San Pedro. El ejemplo de María y de José  es para todos nosotros una invitación a acoger con total apertura de alma a Jesús, que por amor se ha hecho nuestro hermano. Él viene a llevar al mundo el don de la paz: “Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”, como anunciaron a coro los ángeles a los pastores. El don precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra verdadera paz. Y Cristo llama a nuestros corazones para darnos la paz. La paz del alma, abramos las puertas a Cristo.

Nos confiamos a la intercesión de nuestra Madre y de san José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad, preparados a acoger al Salvador, el Dios-con-nosotros.

Estas son las palabras del Papa al finalizar el ángelus:

Queridos hermanos y hermanas,

os saludo a todos, fieles romanos y peregrinos venidos de distintos países; las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones.

En particular, saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, la Comunidad Juan XXIII, y los scouts AGESCI de Tor Sapienza (Roma). No olvidéis, el Señor pasa y si tú sientes las ganas de mejorar, de ser más bueno, es el Señor que llama a tu puerta. En esta Navidad el Señor pasa.

Deseo a todos un buen domingo y una Navidad de esperanza, con las puertas abiertas al Señor, de alegría y de fraternidad. Por favor rezad por mí. Buen almuerzo y ¡Hasta pronto!

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Los Nacimientos más curiosos del mundo, expuestos en Roma (Vídeo)
En la exposición 100 Pesebres, los hay de pasta y de cristal

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Peregrinos de Nigeria llenan de alegría y colorido la plaza de San Pedro (Vídeo)
Este grupo de peregrinos viajó a Roma con una misión clara en mente

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Observatorio sobre Intolerancia contra cristianos: Europa ya no es cristiana (Vídeo)
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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Santa Francisca Javier Cabrini - 22 de diciembre
«Insigne fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús. Artífice de grandes obras educativas y sanitarias, a pesar de su frágil salud, extendió su labor en toda América y parte de Europa. Es patrona de los inmigrantes»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 21 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - Mujer de gran coraje, María Francisca se sobrepuso con creces a la frágil salud con la que nació prematuramente el 15 de julio de 1850 en Sant’Angelo Logidiano, lombardía italiana. Fue la décima de once hermanos, pero únicamente sobrevivieron cuatro. Su padre solía leerle las gestas de los grandes misioneros, de entre los cuales le impresionó la de san Francisco Javier que no vio cumplido su sueño de fundar en China, afán al que ella se unió. No pudo gozar demasiado tiempo de la presencia de sus padres, aunque el poso del amor a Dios que habían sembrado en su corazón perduraría siempre; fue acicate para su consagración. Era la vía natural para una persona que en su infancia había dado sobradas muestras de piedad, que aspiraba a irse a las misiones, y que siendo jovencita ya cultivaba el espíritu franciscano.

Estudió en Arluno donde obtuvo el título de maestra en el centro regido por las Hijas del Sagrado Corazón, y durante esos años de cercana convivencia con la comunidad religiosa pensó que allí estaba su camino. Sin embargo, como a todos, la Providencia guiaba sus pasos, y en el cumplimiento de la voluntad divina tropezó con primeros escollos: le negaron el ingreso en esa Orden y fracasó en su intento de convertirse en canossiana; su petición fue doblemente desestimada por su debilidad física. Seguramente si hubieran sabido que tenía una «mala salud de hierro» le habrían tendido los brazos sin pensarlo. Pero indudablemente la mano del cielo se alzó poderosa permitiendo ese contratiempo para que pudiera llevar a cabo la misión que le competía según los designios del Altísimo. Y algo de ello entrevió la madre Grassi, religiosa del Sagrado Corazón quien le había dicho: «Usted está llamada a establecer otro instituto que traerá nueva gloria al Corazón de Jesús».

Regresó a su hogar y allí ejerció como maestra, labor que prosiguió en Vidardo y en Codogno donde el bondadoso párroco, padre Serrati con su ojo avizor descubrió las cualidades de Francisca. Al ser designado preboste de la colegiata de esa ciudad, como era un gran apóstol, rescató de entre las cenizas el orfanato Casa de la Providencia, y al ver la pésima gestión de las personas que lo tenían bajo su cargo, solicitó ayuda a la santa. Y no solo eso, sino que de acuerdo con el prelado de Lodi, le sugirió que fundase una Congregación Religiosa. Las antiguas gestoras no ocultaron su decepción y se pusieron en contra de Francisca, pero en 1877 acompañada de otras mujeres que se sumaron a este proyecto profesó y fue designada superiora de esa comunidad, lo cual acrecentó las insidias de las que nunca llegaron a acogerla. En medio de graves dificultades sostuvo el centro durante tres años hasta que el obispo, viendo que no fructificaba, lo clausuró. Después, se dirigió a Francisca, diciéndole: «Vos deseáis ser misionera. Pues bien, ha llegado el momento de que lo seáis. Yo no conozco ningún instituto misional femenino. Fundadlo vos misma». Y ella obedeció.

Quizá llegaba el momento de cumplir su sueño, el mismo de San Francisco Javier, cuyo nombre había unido al suyo: clavar en China la cruz de Cristo. Ya había fundado las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, abierto las primeras casas, no sin contratiempos, y redactado sus reglas cuando en 1887 se trasladó a Roma buscando la aprobación de la Orden. Superó nuevos obstáculos, siguió estableciendo casas, creó una escuela y un orfanato en Roma. Entonces le llegó la petición del obispo de Piacenza, Scalabrini, para ir a Estados Unidos haciéndole saber de los miles de emigrantes italianos que se hallaban allí viviendo el drama que acarrea hallarse en suelo extraño, de las carencias de toda índole que sufrían, viéndose desprovistos del consuelo espiritual.

Pero China seguía siendo un objetivo fuertemente anclado en su corazón. Sin embargo, la súplica personal del arzobispo de Nueva York, le llevó a consultar al pontífice. León XIII entendió que América era su misión, diciéndole: «No al oriente sino al occidente». Y pasando por alto su temor al agua por una experiencia infantil que la había marcado, se embarcó hacia el nuevo continente en 1889. Fue la primera travesía de 24 viajes apostólicos que realizó cruzando el Atlántico.

También a ella y a sus religiosas le salieron al encuentro hostilidades y dificultades diversas, incluso monseñor Corrigan, arzobispo de New York, que les dio carta blanca para fundar un orfantato, no vio las cosas claras y las recibió juzgando que habían llegado antes de lo esperado, sugiriéndoles que regresaran a Italia. «No, monseñor. El papa me envió aquí, y aquí me voy a quedar», respondió rotunda. Esa fe incontestable atrajo numerosas bendiciones del cielo. El arzobispo la apoyó, y logró abrir 66 centros más por diversos lugares de Estados Unidos y también en Sudamérica además de las fundaciones que llevó a cabo en Europa.

Se jugó la vida hallándose a veces entre malhechores, pero nada la detuvo. Aprendió la lengua inglesa y obtuvo la nacionalidad norteamericana. Rigurosa, y a la par justa, acometió obras de gran calado como el «Columbus Hospital», para cuya gestión tuvo que sortear numerosas dificultades, envidias y resentimientos. Si alguna religiosa veía compleja la misión, decía: «¿Quién la va a llevar a cabo: nosotras, o Dios?». Murió sola aquejada de malaria en el convento de Chicago el 22 de diciembre de 1917. Había encomendado a sus hijas: «Amaos unas a otras. Sacrificaos constantemente y de buen grado por vuestras hermanas. Sed bondadosas; no seáis duras ni bruscas, no abriguéis resentimientos; sed mansas y pacíficas». Fue canonizada el 7 de julio de 1946 por Pío XII.

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Espiritualidad


La Buena Noticia de Navidad
'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona

Por Cardenal Lluís Martínez Sistach

BARCELONA, 21 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - El hombre actual, a pesar de estar apasionado por la ciencia y la técnica -y distraído por los sorprendentes productos que esta última produce- tiene necesidad del mensaje de Navidad y puede ser sensible a él. Porque esta fiesta nos lleva a la contemplación de un misterio sorprendente y gozoso: que Dios creador y omnipotente es sobre todo amor y que ese amor lo lleva a hacerse para nosotros un niño pobre y humilde.

Vivir escuchando la Palabra del Evangelio es para toda la Iglesia el fundamento de su esperanza y la base de su renovación. El papa Francisco desea una reforma de la Iglesia, pero para hacer una Iglesia "en salida misionera", una Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza. Esta es la Buena Nueva que nos gustaría que llegara a todos esta Navidad.

Sin embargo, no podemos olvidar que la tarea misionera tiene necesidad de unas motivaciones espirituales, como nos recuerda el papa Francisco en su documento titulado precisamente La alegría del Evangelio. Quizás sólo los místicos sean capaces de captar el sentido espiritual más profundo de la Navidad, que es un mensaje de amor. Toda la Navidad está empapada de amor. Santa Catalina de Siena, una de las patronas de Europa, lo expresaba con estas palabras hechas oración gozosa: "Tú, oh Dios, empujado por tu amor, por tu voluntad de reconciliar por la gracia el linaje humano contigo, nos diste la palabra de tu Hijo Unigénito, que realmente fue conciliador y mediador entre tú y nosotros".

La santa no podía comprender que se pudiera permanecer insensible a este mensaje cuando se hacía la pregunta: "¿Qué corazón será tan duro que se pueda conservar intacto, sin romperse, si considera que tanta alteza bajó a una profundidad y humildad tales como las de nuestra humanidad?" Y aún se preguntaba ante Dios cuál fue la causa de la Navidad, y se respondía así: "La causa fue sólo vuestro amor inefable".

Sí, realmente, el mensaje de Navidad, como ya he dicho, está empapado de amor. Por eso ha calado tan profundamente en el corazón de la humanidad. Este año es el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra, que me lleva a recordar un hecho tan insólito como significativo que se produjo con motivo de la Navidad: en algunos lugares, combatientes de los dos bandos del frente salieron de sus trincheras para confraternizar los unos con los otros.

San Juan evangelista lo dice con estas palabras: "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna". Deseo que la fraternidad y la paz de Navidad puedan llegar a todos los hombres y las mujeres de buena voluntad. ¡Santa y gozosa Navidad a todos!

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