Bolivia: crece la preocupación por el sacrificio ritual de animales

En Bolivia hay libertad religiosa y prueba de ello es el culto a Satán en la Curva del Diablo de la autopista La Paz-El Alto. Allí, perros, conejos, gatos y otros son sacrificados en ritos cuya crueldad es denunciada por defensores de estos animales, tal como informa el diario boliviano La Razón, en un artículo firmado por Micaela Villa.

Dos asociaciones defensoras afirman que el proyecto de Ley 153 -Ley General para la Defensa de los Animales- permite ese tipo de maltrato y la organización no gubernamental Animales SOS asegura que legaliza los sacrificios rituales con el pretexto de respetar los usos y costumbres”.

“Son conejos, gallinas, perros y gatos, los últimos cachorros o adultos, normalmente de pelaje negro. Estos sacrificios deben realizarse desde hace unos 20 años, todos son con muerte. Es maltrato porque su muerte es agónica, larga y estresante”, explicó su fundadora, Susana del Carpio“Hemos conocido una denuncia por las redes sociales del sacrificio de un perro. No es justificable porque no hay respeto a su vida”, sostuvo Ana Serrano, presidenta de la organización Amor por los Animales Bolivia (APLAB).

Rituales los martes y viernes

En la Curva del Diablo -carril de bajada de la autovía, a cinco minutos en vehículo del Plan Autopista- hay una estructura rocosa de unos 50 centímetros de diámetro y cuatro metros de altura. Allí, los demonólatras (quienes rinden culto al demonio) efectúan rituales los martes y viernes. Carpio indicó que las inmolaciones se realizan con mayor intensidad en febrero, debido a la ch’alla de Carnaval, y en agosto, con las ofrendas a la Pachamama (Madre Tierra), pero también los martes y viernes, sobre todo si caen en fecha 13.

En tres inspecciones, la organización de Carpio comprobó que esa fauna es sometida a tres tipos de agresión: es embutida en aguayos para después ser apuñalada, es enterrada viva o ahorcada. La Razón visitó la Curva del Diablo la noche del martes 9 de diciembre y la mañana del miércoles 10 del mismo mes.

Allí observó al menos a 30 personas que fumaban cigarrillos y mascaban coca; todo era rociado con alcohol. Al día siguiente halló al menos 40 hoyos abiertos en el sitio, cada uno con restos de azúcar regada alrededor y gruesas costras de cera dejadas por las velas de colores -negro, verde, rojo, blanco y amarillo- prendidas durante la noche, entremezclados con colillas de cigarrillos, hojas y bolos de coca. También había botellas rotas, de cerveza o cidra, cenizas de las fogatas prendidas durante la noche y uno que otro ramo de flores abandonado.

Una cincuentena de adoradores

Marcial Condori, encargado del cuidado del pavimento de la autopista, confirmó el sacrificio de fauna y contó que como en los ritos andinos de la wilancha, obligan a aves y cuadrúpedos a beber alcohol antes del sacrificio. Quienes sobreviven normalmente son los gallos. “Los martes y viernes es grave, traen gallos, gatos, conejos muertos o vivos. Hace dos meses (hallamos) un gallo rojo que cacareaba a diario, un compañero se lo llevó. Ellos (los seguidores del diablo) se quedan toda la noche, son como 50”.

La maldición de estos inofensivos animales es tener el pelaje o las plumas de un negro sin mácula. Carpio denunció que este tipo de inmolaciones también se realiza en las minas, en la Apacheta y en la Cumbre. “Por ejemplo en la Apacheta uno encuentra velas negras, fotos de personas y animales de pelaje negro sin vida”, apuntó.

Un sacrificio humano

El 3 de agosto de 2011, la Policía efectuó cerca del improvisado altar el levantamiento legal del cadáver de Fernando Limachi, quien presentaba un surco equimótico de 15 centímetros alrededor del cuello. Esa vez se informó que podría tratarse de una ofrenda satánica.

Ello puso en agenda pública la existencia de los adeptos y el 5 de agosto, con ayuda de una retroexcavadora, se destruyó el altar, donde había una careta con ojos saltones y boca grande, y que tenía una inscripción en la base que decía Tío Lucifer.

Ese día, la Policía halló amuletos y objetos usados en la religiosidad andina. Igualmente desenterró mensajes escritos que indicaban un nombre y la frase: “Que en paz descanse”. A pesar de la destrucción, a los pocos meses los devotos volvieron con ofrendas.

Ofrendas de sangre

El matar a un animal significa consagrarlo a la deidad ofreciéndole su sangre. ¿Qué tipo de personas realizan estos sacrificios? El antropólogo Milton Eyzaguirre, jefe del Departamento de Extensión del Museo Nacional de Etnografía y Folklore, y Carpio coincidieron en que son transportistas que buscan la prosperidad y proteger sus vidas, y también personas con antecedentes que solicitan éxito en sus planes.

“La gente que va ahí son transportistas y malhechores, lo que piden es protección para las actividades que van a realizar”, dijo el antropólogo. Son delincuentes que piden que no se descubran sus crímenes, añadió Carpio. Eyzaguirre subrayó que este culto es una tergiversación de los ritos andinos a las “wacas” o rocas antiguas a las que se pide protección.

“En el contexto andino no había el demonio, existía un Supay, que significa ancestro. El sacrificio a la waca es diferente a la del demonio. Hay como una superposición de culturas y se han dado la manera de labrar la piedra. (En dicho lugar) tendría que estar vigente la ritualidad andina”.

Restos de rituales

La Razón encontró en la parte trasera del peñasco los vestigios de unas cinco fogatas, entre los que aún se podían ver restos de ropa chamuscada, mesas (ofrendas similares a las que se preparan para la Pachamama), maderas, platos de comida y preservativos intactos o quemados.

Igual se topó con una cruz de madera a la que se había pegado la fotografía de un hombre rodeada de calaveras dibujadas, un cuerno de toro abandonado sobre la roca y una madeja de lana negra envuelta en torno a dos fierros de una torre de energía, asegurada con una cuerda de un rojo vivo. En una de las fogatas había piezas óseas ennegrecidas por la acción del fuego. “Los que son sacrificados, como los conejos, son comidos por los perros callejeros”, subrayó Condori.

La fe en esa deidad es tal que sus seguidores abrieron otro tabernáculo sobre otro peñasco que se halla cruzando la autopista, a ocho metros de la cinta asfáltica que tiene como un metro de largo por uno y medio de ancho. El pasado 31 de diciembre en la mañana este diarios avistó solo a un indigente que buscaba entre las cenizas. El comandante de la Guardia Municipal, mayor Miguel Zambrana, explicó que se necesita “una base legal, y no existe una norma, ni una sanción por los sacrificios de animales”.

Defensa de los animales

Las activistas de SOS y APLAB consideraron que el Proyecto de Ley 153, presentado en 2010 por la diputada María Chuca“legaliza” el sacrificio ritual de esas criaturas. El proyecto de 150 artículos fue reducido hasta 16, y entre ellos se mantiene esa práctica. “Como en Bolivia tenemos una Ley Contra el Racismo y la Discriminación, cualquier grupo satánico va a poder sacrificar animales”, alertó Susana Carpio.

Susana del Carpio, presidenta de Animales SOS, denunció que apostados en la misma curva, los martes y viernes grupos de comerciantes venden animales para los sacrificios.

La diputada María Chuca (MAS), quien elaboró el proyecto de Ley 153 (Ley General para la Defensa de los Animales), sostuvo que hay en los activistas que los defienden una confusión entre sacrificio por usos y costumbres que se realizan en los pueblos indígenas y la ‘tortura’ que se ejecuta contra esos animales en la llamada Curva del Diablo.

“Este tipo de sacrificios o ritos satánicos no son usos y costumbres, son torturas y deben ser penalizadas. Lo que son costumbres se mezclan con esos ritos, hay esa contradicción. No sabemos cómo vamos a trabajar en este tema que aún sigue en debate”, explicó a La Razón la representante.

¿Sin embargo, sacrificar a un animal en un ritual indígena no es tan cruel como en uno para el diablo?, inquirió este diario. “Es cruel hacer eso, (pero) son usos y costumbres, los indígenas no los torturan, el sacrificio no dura ni dos minutos. En cambio, en la curva los hacen sufrir y hasta los entierran vivos. Eso estamos prohibiendo”, declaró.

El texto de la propuesta fue modificado varias veces y se desconoce su redacción final. El proyecto fue rechazado por organizaciones protectoras, como Animales SOS, pero también obtuvo adhesiones. “No se puede consensuar la norma, los indígenas dicen que se debe respetar su cultura, recalcó Chuca, entrevistada por este diario.