¿Cómo sois tan necios para creer a esos charlatanes de la prosperidad?

Cada vez son más los incautos que caen atrapados por ese fenómeno pseudopentecostal conocido como teología de la prosperidad. Consiste básicamente en decir a la gente que Dios quieren que sean ricos en esta vida. Y que cuanto más confíen en el Señor, más llenas estarán sus cuentas corrientes.

El mayor “ejemplo” de lo “verdadero” de la teología de la prosperidad son sus pastores. Todos, sin excepción, son ricos o muy ricos. Algunos poseen incluso jets privados con los que van de acá para allá “predicando” ante grandes estadios o pabellones deportivos, donde finalmente recaudan lo suficiente como para poder pensar en comprar un avión mejor. Siempre se alojan en hoteles de alto standing, siempre van vestidos con trajes caros, siempre están rodeados de un glamour que hace palidecer a las de las grandes estrellas de Hollywood.

Y, sin embargo, convencen a millones personas que anhelan salir de la miseria o, sencilla y llanamente, dar el paso de ser un ciudadano de clase media a ser un ricachón. Esos charlatanes que sirven al dios Mamón saben bien cómo aprovecharse de los deseos de la gente. Les ofrecen un Dios tragaperras, en el que las monedas son los “aleluyas", los coros de alabanza que podrían ocupar puestos altos en las listas de éxitos en las radios comerciales, los aspavientos, caídas, risas histéricas, etc, propios de cierto pentecostalismo. A cambio, se supone, uno deja atrás, antes o después, la clase social a la que pertenece para subir al menos un peldaño. Es más, si pasan los años y sigues donde estabas, te acusarán de no tener fe suficiente.

Aunque esos predicadores de Satanás saben, al igual que su padre, citar la Biblia, hay unos versículos de la Escritura que, por sí solos, bastan para desmontar de arriba abajo sus tesis. Y de paso, les describe perfectamente (negritas mías):

Si alguno enseña de otra manera y no presta atención a las saludables palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que se ajusta a la piedad, es un orgulloso que nada sabe, que desvaría en disputas y vanidades, de donde nacen envidias, contiendas, blasfemias, suspicacias, porfías de hombres de inteligencia corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad por materia de lucro.

Es, sí, gran lucro la piedad para el que se contente con lo que basta. Nada trajimos al mundo y nada podemos llevarnos de él. En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos.

Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas, que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia, y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravían en la fe y a sí mismos se atormentan con muchos dolores.

Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre.  Combate los buenos combates de la fe, asegúrate la vida eterna, para la cual fuiste llamado y de la cual hiciste bella profesión de fe delante de muchos testigos.

1ª Tim 6,3-12

¿Y bien? ¿qué más hay que decir? Creo que ese pasaje no necesita ser comentado. Podemos recordar también que Cristo dijo que es más difícil para un rico entrar el cielo que el que un camello pase por el ojo de una aguja, ¿y esos miserables predican que la salvación tiene mucho que ver con nadar en riquezas materiales? ¿no habrá más bien que pedir a Dios que nos libre de ser ricos si eso pone en peligro nuestra salvación? No porque un rico no pueda salvarse. Si pone su dinero al servicio del Señor, no solo no se condenará, sino que llevará mucho fruto. Pero, sinceramente, para el cristiano debería ser preferible pasar por mil cruces de miserias que se ofrecen a Dios, antes que vivir una vida entera luchando con la tentación de hacer un uso inadecuado de su riqueza material. A Cristo se le encuentra en la prueba, en la tribulación, en la pobreza y la enfermedad antes que en los ceros a la derecha de una cuenta corriente.

Aunque la Escritura, el magisterio de la Iglesia y los escritos de los santos son más que suficientes para rebatir la teología de la prosperidad pentecostaloide, la realidad es que llevamos bastante tiempo escuchando una predicación en muchos púlpitos catolicos encaminada a obtener algo parecido: la redención de los pobres vía mejora de su situación económica. La teología de la liberación buscaba exactamente lo mismo pero usando otras vías.

No es que la Iglesia no deba predicar contra las injusticias, contra los sistemas económicos perversos, ni que no deba ayudar a los pobres, a los enfermos. Leemos en Santiago:

¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: Yo tengo fe, si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe? Si el hermano o la hermana están desnudos y carecen de alimento cotidiano, y alguno de vosotros les dijere: Id en paz, que podáis calentaros y hartaros, pero no les diereis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿qué provecho les vendría? Así también la fe, si no tiene obras, es de suyo muerta.

Stg 2,14-17

Y leemos también:

Y vosotros los ricos llorad a gritos sobre las miserias que os amenazan. Vuestra riqueza está podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla; vuestro oro y vuestra plata, comidos del orín, y el orín será testigo contra vosotros y roerá vuestras carnes como fuego. Habéis atesorado para los últimos días.
El jornal de los obreros que han segado vuestros campos, defraudado por vosotros, clama, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
Habéis vivido en delicias sobre la tierra, entregados a los placeres, y habéis engordado para el día de la matanza. Habéis condenado al justo, le habéis dado muerte sin que él os resistiera.

Stg 5,1-6

Aunque debemos hacer todo lo que Dios nos concede para ayudar a los más necesitados, ¿cuándo entenderemos que nuestra salvación no es terrenal sino celestial? ¿cuándo entenderemos que hasta que Cristo no regrese en gloria y poder el mundo seguirán en manos de Satanás? ¿cuándo entenderemos que mientras tanto a los cristianos se nos ha dado la gracia, el don del Espíritu Santo, para vivir en Cristo camino del Padre y no esclavos de los rudimentos de este mundo caído?

El más pobre de los pobres que reza con unción un padrenuestro y un avemaría tiene más riqueza en su alma que el mayor ricachón de este mundo que sea tan desgraciado como par no saber ni rezar. Y una vez que dejemos esta vida, pasaremos a la otra con lo que tengamos en el alma, no en los bancos.

Acabo este post enlazando a la entrevista que le hicieron a John Piper, predicador protestante evangélico de Estados Unidos. Sencilla y llanamente destroza la teología de la prosperidad. Y lo hace, por cierto, hablando de conceptos teológicos perfectamente asumibles desde la fe católica. Es más, yo diría que Piper habla en esos diez minutos mucho más catolicamente que lo que millones de católicos oirán hablar en un año desde determinados púlpitos. Luego no nos quejemos de que muchos fieles dejan la Iglesia para unirse a esos grupos perversos. El protestantismo evangélico reformado y conservador que representa Piper sabe combatirlos. ¿Sabemos nosotros?

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No es riqueza o pobreza. No es prosperidad o miseria. Es:

¡Santidad o muerte!

 

Luis Fernando Pérez Bustamante