La Iglesia, hospital del alma, no cementerio

Hay dos frases que pueden parecer lo mismo pero no lo son:

1- Ser católico no es una simple adhesión intelectual a una serie de artículos de fe expresados en el credo o en el catecismo. 

2- Ser cristiano no es una adhesión intelectual a una serie de artículos de fe expresados en el credo o en el catecismo. 

La única diferencia entre ambas afirmaciones es la palabra “simple". Que podría ser también “solo". Pero esa diferencia es fundamental para comprender lo que lleva viviendo la Iglesia desde hace décadas. Son multitud los bautizados que creen que la frase correcta es la segunda y no la primera. Craso error. Momumental error. Peligrosísimo error. Ellos piensan que se puede ser católico y no aceptar puntos esenciales de la fe y la moral católica. Es más, creen que la Iglesia debe renunciar a esos puntos, o modificarlos radicalmente, para ponerse más a tono con la sociedad, con el mundo, para atraer a los jóvenes, para ser un verdadero hospital de campaña.

Esa mentalidad es más propia de quien no ha entendido no solo en qué consiste ser católico, sino qué es ser cristiano. Desconocen algo tan elemental como el hecho de que Cristo vino a salvarnos precisamente del pecado, del error, de todo aquello que nos separa de Dios. Y que tal cosa solo puede hacerse desde la raíz del corazón de los hombres.

De poco vale que uno no adultere si tiene el corazón lleno de deseos adúlteros. De poco vale que uno no mate al prójimo si tiene el corazón podrido de odio hacia el vecino. De poco vale ser como el joven rico, que no adulteraba, no mataba, no robaba, no decía falso testimonio y además honraba a su padre y a su madre, si el Señor no ocupa el primer lugar en nuestro corazón, de forma que estemos dispuestos a dejarlo todo en caso de que Dios nos lo pida. La letra no da vida. El Espíritu santo sí.

Ahora bien, lo que nadie puede pretender es que para ser cristiano da igual ser adúltero que no. Que da lo mismo robar, que no. Que da lo mismo tratar bien a los padres que obrar como si fueran un trasto viejo que se aparca en un rincón. Que da igual profanar la Eucaristía comulgando en pecado mortal -concepto que rechazan tantos- que en gracia de Dios. Hay quienes cree que se pueden ignorar las palabras de Cristo y de los apóstoles si las mismas no son conformes a lo política y socialmente correcto del momento. Y además, tienen la desvergüenza de llamar misericordia a esa idea. Como corona a su maldad, acusan de escribas y fariseos a los que osan predicar la idea de que la gracia de Dios capacita a todo hombre para andar en santidad, conforme a la voluntad del Señor.

Efectivamente, los malvados que hacen proselitismo de un cristianismo bastardo y prostituido con los valores del mundo, niegan el poder de Dios para transformar a los hombres. Uno de estos profetas de la apostasía escribe hoy:

¿Cómo exigir castidad perfecta a una pareja que tiene un proyecto de vida en común estable, pero que por las circunstancias económicas no puede casarse hasta pasados los 30?

Pues porque la gracia de Dios permite vivir en castidad perfecta. Y porque se nos exige ser santos:

Por lo cual, ceñidos los lomos de vuestra mente y apercibidos, tened vuestra esperanza completamente puesta en la gracia que os ha traído la revelación de Jesucristo. Como hijos de obediencia, no os conforméis a las concupiscencias que primero teníais en vuestra ignorancia, antes, conforme a la santidad del que os llamó, sed santos en todo, porque escrito está: “Sed santos, porque santo soy yo.”

1ª Pedr 1,13-16

¿Quién es ese anticristo para negar la Palabra de Dios? ¿Qué es más fácil? ¿vivir en castidad y continencia hasta poder unirse en matrimonio o derramar la sangre por Cristo en caso de persecución? Mientras hoy muchos renuncian a ser fieles a Dios en relación a la moral sexual, miles dan testimonio de su fidelidad como mártires, ¿y vamos a honrar a estos últimos aplaudiendo a los primeros? ¿Somos cristianos que caminamos en la gracia o mundanos incapaces de reprimir nuestros instintos sexuales? ¿En qué nos diferenciaremos del mundo si fornicamos, adulteramos, nos divorciamos y volvemos a casar como el resto, y además decimos que eso está bien?

¿Cómo decir en África que, para prevenir el Sida, no se puede usar preservativo?

Diciendo que el único método 100% seguro para prevenir el Sida es precisamente el ideal de vida cristiana, con castidad y continencia perfecta para los no casados y fidelidad en el matrimonio. Eso es lo que se debe ofrecer. Primero, a los cristianos. Pero también a los que no lo son.

¿Cómo explicar a un matrimonio católico que no puede utilizar medios anticonceptivos artificiales?

Haciendo que lean la Humanae Vitae y respondiendo a sus preguntas, explicando bien los métodos naturales y recordando que por la gracia de Dios pueden tener un control pleno sobre su sexualidad. Y que ese control es, entre muchas otras cosas, lo que diferencia al que es cristiano de quien no lo es.

¿Cómo vivir la paternidad responsable para no “traer hijos al mundo como conejos"?

Empezando por no faltar al respeto a quienes son familias numerosas formadas por seres humanos y no por animales. Demasiadas burlas sufren por parte del mundo como para encima hacer la gracia de unirse a dicha mofa para quedar bien precisamente con ese mundo. Y luego, recordando de nuevo que existen métodos de planificación natural y algo tan elemental como la oración, por la que se pide al Señor la sabiduría suficiente para saber cuándo hacer uso de ellos.

La Iglesia ha de acompañar siempre a los pecadores en su camino hacia la salvación. Debe estar presta a ser canal de la misericordia y la gracia de Dios. Pero ni se acompaña ni se ayuda a nadie dejándole preso en sus miserias, en sus pecados, en su incapacidad “natural” de ser santo. La Iglesia no es una sociedad de ciudadanos de primera, de los que se cree que Dios ayuda eficazmente a vivir en santidad y ciudadanos de segunda, a los que se desprecia considerándoles incapaces de dejarse moldear por la gracia divina.

¿Qué tipo de hopistal de campaña sería aquel donde no se curaran de raíz las heridas, donde solo se pusieran vendas y gasas y se diera de alta a los enfermos antes de tiempo diciéndoles “id tranquilos que la cosa no es tan grave como parece"? ¿Podría un ejército serio y responsable admitir algo así? Pues tampoco lo permtirá Dios para los heridos en el combate de la vida que forman parte de la milicia de Cristo. Porque pecar, pecamos todos, pero no todos huimos del remedio ni todos estamos dispuestos a entregar nuestras almas en manos de quienes restan importancia, o la niegan, a nuestros pecados.

No es tan difícil entender que de la misma manera que un médico del cuerpo debe velar por la sanidad de sus pacientes para que no enfermen y mueran, los médicos del alma deben tener como motor de su servicio apostólico el lema “santidad o muerte”. No cabe otra opción. 

Laus Deo Virginique Matri

 

Luis Fernando Pérez Bustamante