Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (6-21)

Algunas modalidades del sofisma de falsa o dudosa pre­misa.

 

      Sofismas de observación: Son aquellos en que la premisa con­siste en un hecho empírico, y el error se ha producido en la in­terpretación de ese hecho cuando se lo hubo observado. Los sen­tidos (vista, oído, etc.) nunca yerran, pero sí suele errar la inteligencia del hombre cuando emite el juicio con respecto al hecho percibido por los sentidos.

 

A veces esto ocurre porque la persona tiene ya una idea formada, una convicción acerca de una cosa, y tal convicción le lleva a “ver” algo que en realidad sus ojos no ven. A veces se percibe lo que se quiere ver, en vez de percibirse lo que es. Así por ejemplo si alguno está muy convencido de la existencia de seres extraterrestres puede ocurrir que juzgue que es un plato volador, con la forma de tal cosa, algo que en rea­lidad es nada más que una luz ordinaria y que no tiene precisamente tal forma. Así, cuando se encontraron cerca del río Neander ciertos restos fósiles humanos (“Hombre de Neanderthal”) algunas deformidades del esqueleto llevaron a muchos antropólogos a interpretar que se trataba de individuos que habían marchado semiencorvados por su propia conformación natural, y que por lo tanto ha­bían sido individuos intermedios entre el hombre y el mono en la supuesta cadena evolutiva; el deseo de disponer de un “eslabón” que pudiese probar la hipóte­sis de la evolución del hombre a partir de un animal inferior hizo que no advirtieran que tales deformidades se debían a ar­tritis que estos individuos habían padecido. Hoy todos admiten que el “Hombre de Neanderthal” caminaba erguido, y es un hecho universalmente aceptado que fue un ser espiritual (lo cual está categóricamente probado por las evidencias de que practicaba ritos funerarios, hacía pinturas artísticas en las rocas, etc.), y por ello se lo denomina “Homo sapiens”, pero durante muchos años se lo había “visto” como un hombre-mono, y así se lo representaba en enciclopedias, publicaciones para uso escolar, etc. como un ser semiencorvado, de expresión inhumana y aspecto brutal, con un garrote al hombro, etc.[1].

 

      La más frecuente causa del error en la etapa de la observa­ción es la opinión preconcebida, es decir, el prejuicio. Decía Bossuet que «el mayor desorden del espíritu consiste en creer en las cosas porque se quiere que sean, y no porque se ha visto que son así».

      Muchas investigaciones se basan en datos estadísticos que sirven de premisas. Ahora bien, con frecuencia sucede que se in­troduce un error esencial en el momento de obtener los datos.

 

  Sofisma de antecedente incompleto:

Consiste en reducir una cosa a solamente un aspecto o algunos aspectos de ella, omi­tiendo otro aspecto relevante que puede ser decisivo para el asunto. Así por ejemplo [17] cuando se defiende la licitud de la fecundación “in vitro” diciendo que permite procrear a padres que de otro modo no podrían tener hijos, que el embarazo es normal porque el nuevo ser es insertado en el cuerpo materno a los po­cos días de su existencia, y que el niño que nace de esta manera es perfectamente normal y no sufre daño alguno, y de aquí se concluye la licitud moral de esa práctica, se están ocultando aspectos muy importantes para el juicio ético, como por ejemplo el hecho de que el científico ordinariamente provoca la formación de muchos embriones humanos, y luego elige uno de ellos para in­sertarlo en el cuerpo materno, y desecha los otros embriones, que son tan humanos como aquel que implanta.

      Veamos otro ejemplo:

 

[17]      Si una decisión atañe al cuerpo de una persona, esta persona tiene el derecho de tomar esa decisión.

La interrupción del embarazo es una decisión que atañe al cuerpo de la mujer.

 

La mujer tiene derecho de decidir la interrupción del embarazo.

 

La segunda premisa tiene el antecedente incompleto, pues la in­terrupción de la gestación es algo que atañe al cuerpo de la mu­jer, pero también y principalmente atañe a la vía de la persona por nacer.

 

      Con esta clase de falacia se relaciona un consejo de astucia que daba a los políticos el lógico inglés William Hamilton en su obra Lógica parlamentaria: «Colocad en la sombra las circunstan­cias esenciales que están en vuestra contra»[2]. «Si el total de la cuestión está en contra de vosotros, no habléis sino de una parte (la parte que os favorezca) como si ella fuese el todo»[3].

      De una versión incompleta de los hechos, aun cuando no con­tenga aserciones falsas, si tal versión se establece como si fuese completa, como si enunciase todo lo relevante, entonces pueden obtenerse conclusiones inválidas. Por esto a los testigos que deponen ante el tribunal se les hace jurar que dirán «la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad».

      Un caso muy usual de paralogismo de antecedente incompleto ocurre cuando se aplica rigurosamente un principio como si fuera el único que debe regir de modo absoluto en un asunto, cuando en realidad hay otros principios que también deben tenerse en cuenta. Si se aplica unilateralmente aquél, se obtienen conclusiones incorrectas; deben aplicarse conjunta­mente otro u otros principios, y así se obtendrá una tesis más matizada, que es la correcta. Carlos Vaz Ferreira ejemplifica: «¿Los colegios, deben ser muy exigentes en los exámenes de ingreso de los alumnos, o al contrario deben ser benévolos? Pensando con un solo principio, yo puedo probar aparentemente cualquier cosa. Con gran facilidad probaría que es bueno ser rigurosamente exigente en estos casos: así podría decir que resultarían inconvenientes para todas las clases, si las instituciones de enseñanza recibieran alumnos mal preparados; esos mismos alumnos, en primer término per­judicarían a todos los demás; impedirían que las clases si­guieran su curso regular; harían retardarse al profesor en explicaciones inútiles (…) Pero con igual facilidad podría probar lo contrario: En esa edad, las aptitudes que se mani­fiestan, poco tienen que ver con las reales, que se manifes­tarán más adelante; sería lamentable que una institución de enseñanza rechazara, porque no ha sabido bien, o porque no ha sabido algo, a un niño que tal vez puede ser mucho más inteligente que otro niño que en ese momento lo parezca. Además, hay que tener en cuenta que a esa edad el niño está indefenso, depende de la expresión del rostro del examina­dor, de un gesto de éste, de la manera como se le hable, de la manera como lo interroguen: si no le plantean las pregun­tas en la forma en que se las planteaba su maestro, no con­testará; no es como un alumno de años superiores, que sabe defenderse; el miedo produce mucho más efecto en el niño pe­queño (…) En realidad, lo que hay que hacer, y esto es lo difícil, es equilibrar esas dos ideas»[4].

      En algunos asuntos, corresponde obtener las conclusiones a partir de un solo principio que reina allí de manera abso­luta, pero en otros casos hay que tener en cuenta dos o más principios y reconocer una parte de influencia a cada uno de ellos.


 
[1] «Durante algún tiempo se creyó que estos neanderthales eran criaturas brutales y subhumanas, apenas capaces de caminar en posición erecta. En realidad, nada pudiera estar más alejado de la verdad. Fabricaban utensilios de piedra muy complejos, cazaban grandes mamíferos, enterraban a sus muertos con ceremonial y colonizaron Europa occidental en el agudo frío de la última glaciación». (David Pilbeam, El ascenso del hombre, Diana, México, 1982, p. 210).
[2] William Hamilton, op. cit., párr. CLXVIII.
[3] Ibídem, párr. CLXIV.
[4] Carlos Vaz Ferreira, Lógica viva. Losada, Bs. As., 1945.