En su catequesis de la  audiencia general, celebrada el primer miércoles de febrero en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa Francisco prosiguió sus reflexiones sobre la figura del padre, deteniéndose en su aspecto positivo y decisivo.

El Obispo de Roma recordó que toda familia necesita un padre; un padre que no se vanaglorie de que el hijo sea como él, sino que se alegre de que aprenda la rectitud y la sensatez, que es lo que cuenta en la vida; lo que constituirá – dijo – la mejor herencia que podrá transmitir al hijo.

De hecho el Papa destacó que un padre trata de enseñar lo que el hijo aún no sabe, corregir los errores que aún no ve, orientar su corazón, protegerlo en el desánimo y la dificultad. Y todo esto –dijo Francisco– con cercanía, dulzura y una firmeza que no humilla.

El Pontífice también afirmó que para ser buen padre, ante todo hay que estar presente en la familia, compartiendo los gozos y las penas y acompañando a los hijos a medida que van creciendo.

Por eso recordó que la parábola evangélica del hijo pródigo nos muestra al padre que espera en la puerta de casa el regreso del hijo. Sabiendo esperar y perdonar. De ahí que hoy los hijos, al volver a casa con sus fracasos, necesiten a un padre que los espere, los proteja, los anime y les enseñe cómo seguir por el buen camino, aunque muchas veces no lo admitan.

Al saludar a los fieles y peregrinos procedentes de América Latina y de España, el Papa Bergoglio invitó a pedir al Señor que nunca falte en las familias la presencia de un buen padre, que sea mediador y custodio de la fe en la bondad, la justicia y la protección de Dios, como san José.

(María Fernanda Bernasconi - RV)