Polonia, semper fidelis

A decir verdad, ayer me quedé casi en estado de shock cuando leí el titular de una entrevista del portal Niedziela al arzobispo de Varsovia-Praga, Mons. Henryk Hoser: La Iglesia ha traicionado a Juan Pablo II“. Me dije “no, esto tiene que ser una exageración. Puede que algunos obispos y cardenales estén traicionando al papa santo polaco e incluso al mismísimo Jesucristo, pero la Iglesia como tal no hace tal cosa". Y entonces leí todas las palabras del prelado:

“Lo diré brutalmente: la Iglesia ha traicionado a Juan Pablo II. No la Iglesia como la Esposa de Cristo, no la Iglesia de nuestro credo, porque Juan Pablo II era la expresión, la voz auténtica de la Iglesia, sino que es la práctica pastoral la que ha traicionado a Juan Pablo II".

El matiz es importante. Lo que Mons. Hoser viene a decir es que aunque la doctrina sigue siendo la misma, la realidad es que con frecuencia no se aplica. Dado que el contexto de sus palabras es analizar lo ocurrido en el pasado sínodo, y lo que está ocurriendo en el periodo inter-sinodal, se entiende que el arzobispo está hablando sobre todo de la pastoral familiar y la pastoral sacramental en relación a la familia, y en general de la moral católica acerca de la vida sexual. Y entonces solo queda darle la razón.

Hay que darle la razón porque, en multitud de diócesis, estas palabras del magisterio de San Juan Pablo II han sido durante décadas papel mojado:

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos»

Familiaris consortio 84

La gran mayoría de los obispos alemanes, sin ir más lejos, están ya permitiendo la comunión de adúlteros. Intentaron quebrar el brazo de la Iglesia y cuando en 1994 la Congregación de la Doctrina de la Fe se negó a aceptar sus tesis, ellos decidieron que aceptarían el dictamen de la Iglesia pero permitirían que quedara en nada por la vía de los hechos. Salvando las distancias, es como si los obispos se adhirieran formalmente a los dogmas trinitarios y cristológicos pero permitieran que casi todos sus sacerdotes predicaran la herejía arriana. La complicidad real, no manifiesta, con la herejía es en muchas ocasiones aún peor que la propia herejía. Sobre todo cuando el cómplice tiene el deber de defender la fe.

Esos mismos que han traicionado la fe de la Iglesia permitiendo una pastoral contraria a la misma, son los que ahora pretenden que la traición se consume del todo cambiando el contenido de dicha fe en lo referente a la comunión de los adúlteros. Son también los que han aceptado la anticoncepción como práctica inevitable, y en cierto modo positiva, en la mayoría de los matrimonios cristianos.

El hecho es que el episcopado polaco no tiene la menor intención de abandonar la defensa de la fe católica en estas cuestiones y otras anexas. Y no es el único. No hay más que ver los obispos africanos que van a asistir al sínodo para entender que África tampoco van a admitir que se impongan las tesis de Kasper, Bonny, Baldisseri y compañía. Estamos al borde de un choque de trenes del cual por fe sabemos que triunfará la verdad. Porque Cristo ha prometido guardar en la verdad a su esposa, la Iglesia, especialmene confortando la fe del Papa. 

Pero que la verdad triunfe finalmente no significa que no vayan a producirse multitud de víctimas. De hecho, ya se han producido. Se trata de todos aquellos fieles que llevan meses viviendo en la confusión y en el temor a que la Iglesia ceda en algo tan fundamental como su enseñanza sobre el matrimonio y los sacramentos. También serán víctimas aquellos que viven en pecado y piensan que, de alguna manera, la Iglesia va a “regularizar” su situación sin que tengan que renunciar a su situación de pecado. Cuando vean que tal cosa no ocurre, se sentirán aun más rechazados de lo que hoy dicen que están. Solo Dios sabe el bien que ciertamante va a sacar de tanto mal.

Laus Deo Virginique Matri

 

Luis Fernando Pérez Bustamatne