ENTREVISTA

“La mujer se ha convertido en un arma de guerra”


“La mujer en África es la que más sufre”

Crispín Kabeya Kipana es natural de la República Democrática del Congo y sacerdote en San Pedro de Bimeda, en el diócesis de Oviedo.

En plena Campaña contra el Hambre de Manos Unidas, el sacerdote Crispín Kabeya aporta su testimonio personal sobre la ayuda que recibió para reconstruir un colegio en la parroquia que dirigía en el Congo.

-¿Cómo terminó siendo sacerdote en Asturias?

-Me ordené en mi país, en el año 1996, soy sacerdote de la dió- cesis de Popokabaka. En el año 2007 vine a España para estudiar en Salamanca, con una beca que me consiguió la Archidiócesis de Oviedo, cuando estaba aquí don Carlos Osoro como Arzobispo. La intermediaria en este proceso fue la religiosa asturiana Rosario Alonso Noval, misionera claretiana, que falleció el pasado mes de enero, y que había vivido 45 años en Congo. Una vez en Salamanca, acabé mi licenciatura en Derecho Canó- nico en 2010, y entonces me vine a Asturias para seguir preparando el Doctorado y ayudando en la diócesis, primero en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en La Calzada (Gijón), y después me enviaron a Cangas del Narcea, especialmente en la UPAP de San Pedro de Bimeda. Ahí llevo dos años. Voy a hacer 4 años en Asturias.

-¿Cómo es la Iglesia en el Congo?

-Es un país de mayoría cristiana; podríamos decir que el 75% de la población son cristianos, católicos o protestantes. La Iglesia católica en particular tiene un peso importante en la sociedad. A nivel social y político la historia del Congo es muy complicada. Es una historia de muchas guerras, violencia, violaciones de los Derechos Humanos, y la Iglesia allí ejerce una labor de contrapeso importante, enfrentándose al gobierno y concienciando a la sociedad para que defienda sus derechos. Hay que leer los documentos de la Iglesia en el Congo, que son muy importantes en el ámbito de la Doctrina social de la Iglesia, en un país con los Derechos Humanos constantemente violados

-Ese peso de la Iglesia en la sociedad ¿se nota en las vocaciones?

-Sí. El Congo es muy grande, y cuenta con muchos seminarios. En nuestra provincia eclesiástica hay tres seminarios mayores; la capital, Kinshasha, cuenta con uno, y las diócesis del sur también tienen varios seminarios. Hay muchas vocaciones, tanto para el sacerdocio, como para las órdenes religiosas.

-¿Fue España su primer contacto con Europa?

-Fue lo primero que vi de Europa, y el choque fue grande, especialmente al ver las infraestructuras con las que cuentan los países ricos y al compararlo con mi país. Mi sentimiento predominante fue de rabia, al comprobar que mi país es muy rico en recursos naturales y sin embargo, la gente vive en medio de una gran pobreza.

-En medio de esa gran pobreza de la que habla, conoció personalmente la labor de organizaciones como Manos Unidas.

-Manos Unidas es uno de los organismos más importantes de la Iglesia española, y hace una gran labor, no sólo en mi país, sino en África, Asia y América principalmente. Me vinculé personalmente a Manos Unidas cuando, en el año 2003, pedí ayuda junto con la hermana Rosario Alonso, que luego me ayudó a venir a España para estudiar, para ver si podíamos reconstruir el colegio de la parroquia que yo llevaba, y que había sido destruido por un huracán. Redactamos el proyecto y la religiosa le presentó el proyecto a Manos Unidas, que nos proporcionó el dinero para poder levantar dos edificios con 12 aulas. Pero Manos Unidas no sólo ayuda en el ámbito educativo, también conozco cómo ha apoyado los programas de estabilidad del sistema sanitario en Congo, construyendo hospitales, centros de salud, y también en la formación del personal sanitario, así como otros programas de ayuda a la mujer, por ejemplo.

-La mujer en África, tan importante, es uno de los principales objetivos de ayuda por parte de la Iglesia.

-Sí, la mujer en la sociedad africana juega un papel muy importante. Es la madre, que da la vida, pero también es la misma persona que cuida y da de comer a todos. Al mismo tiempo, son las que más sufren, víctimas de la violencia y los conflictos. La mujer se ha convertido en un arma de guerra, las matan, las violan, las secuestran. Y detrás de todo esto: silencio, porque en la guerra del Congo no hay conflictos étnicos, como se dice, sino la lucha por el control de las minas de koltan y otros recursos.

-Todo el que viaja a África vuelve recordando la sonrisa y la alegría natural de los niños, ¿por qué?

-En África la vida es más comunitaria, no tan individualista. A pesar de la pobreza, es difícil quitarle la sonrisa a un africano. Es algo que llevan dentro, no es algo superficial, sino que está dentro del mismo ser africano

(Esta Hora – Arzobispado de Oviedo)