Obama, las Cruzadas y el Estado Islámico

Obama y sus cruzadas

Estaba muy reciente el salvaje asesinato del piloto jordano quemado vivo por el Estado Islámico, una atrocidad que se unía a las que se perpetran, día sí, día también, en Siria, Iraq, Afganistán o Nigeria, por citar los focos de violencia yihadista más activos últimamente. Se esperaban las palabras que iba a pronunciar el presidente Barack Obama en el National Prayer Breakfast ante los líderes religiosos de las diferentes comunidades presentes en los Estados Unidos. ¿Y cuál fue su mensaje? Una advertencia a los cristianos de que no nos creamos mejores que los musulmanes, pues nosotros también tuvimos nuestro yihadismo, sólo que entonces se llamaban Cruzadas.

Curiosa reacción la de Obama, que recuerda a aquellas voces que, tras los atentados en París contra la redacción de Charlie Hebdo y en un supermercado judío alertaron de que el verdadero peligro era la islamofobia de muchos europeos. Reacciones que ponen en evidencia lo mal que  estamos, hasta dónde unas ideologías relativistas y que promueven el odio hacia todo lo que funda nuestra civilización han calado en tantos occidentales. Sorprende también el enorme esfuerzo que estas personas, con Obama al frente, tienen que hacer para mantener su discurso frente a las evidencias. Sólo negando la realidad, empeñándose en no ver lo que está a la vista de todos, pueden hacerse este tipo de declaraciones que, por otra parte, no consiguen ocultar un profundo y sólido disgusto hacia todo lo que suene a cristiano.
En este caso, además, Obama muestra un profundo desconocimiento de la Historia (o una manipulación malévola de la misma, él sabrá). Porque si a algo no se parecen las Cruzadas es al Estado Islámico.

Obama reproduce el tópico, recogido por ejemplo en ciertas películas de Hollywood, de que las Cruzadas fueron unas guerras desatadas por ambiciosos cristianos, sedientos de sangre y riquezas, que atacaron gratuitamente a los pacíficos musulmanes de Oriente Medio y por cuyas agresiones ahora los islamistas nos atacan. El problema es que nada de lo que aparece en la frase anterior, absolutamente nada, es cierto.

La realidad es que las Cruzadas fueron guerras defensivas ante la agresión musulmana secular, un intento de frenar el avance musulmán y asegurar el acceso de los peregrinos a los lugares santos (por cierto, el término cruzados fue posterior, en su momento las bulas que emitió el Papa hablaba de peregrinos). Salvando las distancias, algo no tan diferente de lo que cada vez más gente pide a los países occidentales: una intervención militar para frenar el avance del Estado Islámico. Y es que en el siglo VIII los ejércitos musulmanes habían conquistado militarmente todo el norte de África y la península ibérica, y en el siglo XI los turcos seléucidas habían invadido casi toda el Asia menor, que había sido cristiana desde tiempos de san Pablo. Fue entonces cuando el emperador bizantino Alejandro I Comneno pidió socorro a los cristianos de Occidente, petición que fue escuchada por el Papa Urbano II en 1095. Tras cuatro siglos de agresiones musulmanas y haber conquistado por las armas dos tercios del mundo cristiano, pretender que esta respuesta fue una agresión imperialista es no haber entendido absolutamente nada.

En cuanto a las motivaciones basadas en la sed de riquezas, lo cierto es que, al contrario, para ir a las Cruzadas los señores feudales que emprendieron ese camino tuvieron que gastar grandes cantidades de dinero, vendiendo incluso sus posesiones (Godofredo de Bouillón vendió el condado de Verdún al rey de Francia para financiar su viaje a oriente) para emprender una empresa que, en un porcentaje elevadísimo de los casos, acababa con la muerte. De hecho, en la primera cruzada el 75% de los cruzados perdieron la vida.
Otra cuestión importante: el objetivo de las Cruzadas nunca fue convertir a los musulmanes, sino tan sólo abrir el paso para que los peregrinos pudieran ir a lo que quedaba de Jerusalén (la conquista musulmana de la Ciudad Santa incluyó la destrucción de más de 300 iglesias y monasterios) y evitar que los musulmanes siguieran conquistando reinos cristianos (de hecho, la expansión musulmana fue frenada por un tiempo, pero acabaría llegando hasta las puertas de Viena).

En cuanto a que el yihadismo actual es una reacción ante las Cruzadas, esta fantasiosa interpretación no se sostiene por ninguna parte. Creo que basta la anécdota recogida por T. E. Lawrence para entender cuál era la visión acerca de las Cruzadas en el mundo musulmán antes de que la propaganda occidental les convenciera de que habían sido un trauma que no habían superado: durante las negociaciones de la Primera Guerra Mundial, el francés Stéphen Pichon argumentó el interés de Francia por Siria basándose en la presencia de franceses en la zona durante las Cruzadas, a lo que el que sería Faisal I de Irak contestó con la siguiente pregunta: “¿Pero, perdóneme, quien de nosotros ganó las Cruzadas?”.

No parece probable que Obama dedique algo de su tiempo a entender la historia, al contrario, podemos aventurar que seguirá lanzándonos sermoncitos laicos cargados de resentimiento anticristiano, pero como alguno de sus críticos ha escrito, hace ya bastantes siglos que lo de las Cruzadas se acabó. El gobernador Bobby Jindal contestaba así a Obama: “Sr. Presidente, la amenaza medieval cristiana está bajo control. Por favor, actúe contra la amenaza radical islámica de hoy”. Y es que cada vez hay más gente que se pregunta si Obama tiene alguna idea para enfrentarse al yihadismo en 2015 más allá de otro sermoncito como el que soltó en la Universidad de Al Azhar en 2009.