Libro: Novena a San Josemaría

Título: Novena a San Josemaría – Sobre el comportamiento y ser del cristiano

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 46

Precio aprox.: 3,88 € papel – 1 € Libro electrónico 

ISBN Papel: 978-1-326-18376-9

ISBN eBook: 978-1-326-18381-3

Año edición: 2015

Lo puedes adquirir en Lulu, en versión papel y en versión eBook.

 

Novena a San Josemaría – Sobre el comportamiento y ser del cristiano, de Eleuterio Fernández Guzmán

 

Si por algo es conocido san Josemaría es por ser tenido como el santo de lo ordinario o, lo que es lo mismo, por un cristiano que supo darse cuenta de que en lo pequeño de cada día, de cada comportamiento, está sembrada la semilla de la santidad.

Dice san Josemaría (en Surco, 314) lo siguiente que puede mover a una pequeña reflexión sobre el tema que aquí tratamos y que no es otro que la, digamos, santidad alcanzable por cada uno de nosotros a través de un comportamiento del que se pueda decir que es, verdaderamente, cristiano: “¿Quién ha dicho que, para llegar a la santidad, sea necesario refugiarse en una celda o en la soledad de una montaña?”, se preguntaba, asombrado, un buen padre de familia, que añadía: “entonces serían santas, no las personas, sino la celda o la montaña. Parece que se han olvidado de que el Señor nos ha dicho expresamente a todos y cada uno: sed santos, como mi Padre celestial es santo”.

—Solamente le comenté: “además de querer el Señor que seamos santos, a cada uno le concede las gracias oportunas”.

 

Pero para eso no se requiere, como pudiera pensarse, una actitud que esté más allá del mundo el que estamos sino, al contrario, una que lo sea favorable a la santificación del mismo pero teniendo en cuenta, muy en cuenta, a Dios y a su voluntad.

Por eso escribiría en “Es Cristo que pasa” (96) que “La santidad: ¡cuántas veces pronunciamos esa palabra como si fuera un sonido vacío! Para muchos es incluso un ideal inasequible, un tópico de la ascética, pero no un fin concreto, una realidad viva. No pensaban de este modo los primeros cristianos, que usaban el nombre de santos para llamarse entre sí, con toda naturalidad y con gran frecuencia: os saludan todos los santos, salud a todo santo en Cristo Jesús”.

Y, más allá de lo que pudiera pensarse que es la santificación (los grandes hechos, las grandes hazañas llevadas a cabo en el mundo) muy otra cosa es lo que hemos de llevar a cabo: un comportamiento adecuado a nuestra fe cristiana - católica -, un proceder que se corresponda con nuestras creencias, un amor a la Iglesia como Casa de Dios y como hogar donde nuestro corazón habite. Y es que, además, no podemos olvidar que “Hay muchas almas alrededor de nosotros, y no tenemos derecho a ser obstáculo para su bien eterno. Estamos obligados a ser plenamente cristianos, a ser santos, a no defraudar a Dios, ni a todas esas gentes que esperan del cristiano el ejemplo, la doctrina” (Es Cristo que pasa 124).

Por tanto, hacer lo que de nuestra parte corresponda y, sobre todo, dejar hacer al hermano en la fe, para que, con su proceder dignifique su vida de cristiano y sepa encaminar sus pasos hacia el definitivo Reino de Dios, al cual todos tenemos derecho por filiación divina.

Porque debemos saber que “Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil, ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y de confianza. Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a Él, cuando se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia” (Es Cristo que pasa 64).

En “Conversaciones” (68) dice, de nuevo, san Josemaría que “Mi única receta es ésta: ser santos, querer ser santos, con santidad personal”. O lo que es lo mismo, voluntad de serlo y de hacer y ser como ha de ser y hacer un hijo de Dios que sabe que lo es y que se corresponda su actuar con la filiación divina que lo enriquece.

Es decir, que depende de cada uno de nosotros, de nuestra actitud ante las circunstancias de la vida por las que pasamos, que se pueda decir de nosotros, como se decía de los primeros cristianos, “mirad cómo se aman” porque hemos sido capaces de llevar a nuestra vida ordinaria la eficacia de los valores cristianos.

Y, para eso“Nos quedamos removidos, con una fuerte sacudida en el corazón, al escuchar atentamente aquel grito de San Pablo: ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación. Hoy, una vez más me lo propongo a mí, y os recuerdo también a vosotros y a la humanidad entera: ésta es la Voluntad de Dios, que seamos santos” (Amigos de Dios 94).

Ser hijos, pues, de Dios, a fuer de cumplir su santa voluntad.

Esta Novena se dedica, por tanto, al llamado Santo de lo ordinario y a su relación directa con el devenir de fe cada uno de los hijos de Dios Creador y Todopoderoso.

 

Eleuterio Fernández Guzmán