Sobre presencia de católicos en paises islámicos. Carta de monseñor Agrelo

 

Ayer por la tarde he recibido este correo de monseñor Agrelo, arzobispo de Tánger, en el que responde a mi último post en el que un servidor se preguntaba por el sentido de estar los católicos en países islámicos. Me ha parecido interesante su respuesta y por eso he decidido colocarla aquí y comentar cada párrafo de la misma. Como no soy muy ducho en el asunto, mis comentarios van en cursiva.
 
Correo de monseñor Santiago Agrelo:
 
Querido hermano en la fe y en el sacerdocio: Paz y Bien.
 
Paz y bien, monseñor. Y agradecido de que entre las múltiples ocupaciones de un obispo haya querido arañar un tiempo para escribir este correo a un servidor. Dios se lo pague.

Ayer, en Infocatólica, me encontré con su post: “Católicos en países islámicos: ¿Estar por estar?”
La lectura me dejó la impresión de que usted no cuestiona en absoluto el sentido de su vida, y se pregunta por el sentido que pueda tener la mía –por referirme sólo a un pobre cristiano que vive entre musulmanes-. Si no le he entendido mal, usted no se pregunta por el sentido que pueda tener entre los madrileños la presencia de un cristiano, sino por el sentido de la presencia cristiana en países islámicos. Y si no sugiere que no lo tiene, al menos da a entender que a usted le cuesta trabajo encontrárselo.
 
No entiendo por qué personaliza. Dios me libre de juzgar intenciones o vidas personales. Para empezar uno tiene derecho a preguntarse lo que crea conveniente, por el sentido de la presencia de católicos el islam, el de la misa del domingo sin pueblo o el de un sacerdote en la China de Mao. Demasiado fácil también fácil eso de hacerse la víctima definiéndose como un pobre cristiano que vive entre musulmanes.
Sigo.  Quizá a un servidor, y parece que no soy único, le cuesta trabajo comprender el sentido de la presencia. Quizá es que uno es corto de entendimiento pero en ese caso lo que hay que hacer es explicar y hacer comprender.


Me asombra, hermano mío, su pregunta, porque un sacerdote debiera saber que la vida de un hijo de Dios, su presencia, tiene sentido siempre y en todas partes: lo tiene la vida del sano y la del enfermo, la del capaz y la del que nada puede, la del que sabe y la del que no sabe nada, la del que produce y la del que sólo puede consumir… Lo tiene la vida del que habla y la del que calla, la del que ora y la del que no sabe orar… Lo tiene la vida del cristiano entre musulmanes, como lo tiene la de un musulmán entre cristianos.


Disculpe monseñor pero esto que dice es una verdad de Perogrullo. Toda vida humana tiene sentido y dignidad per se. Nadie se ha cuestionado el sentido de la vida de cada uno, sino más bien el para qué estar en un país islámico como católicos, cuestión, por cierto, a la que no me responde.
 

 
Muy equivocadamente a mi modo de entender, para anunciar el evangelio a todas las naciones usted considera más eficaz la palabra del predicador que la vida de los fieles de esta Iglesia que peregrina entre musulmanes; usted considera más poderosas las razones que la oración, que el trabajo, que la solidaridad, que el empeño de estos católicos en ser buena noticia para los pobres; usted considera la caridad como un paso en el camino de un cristiano hacia los demás, cuando, a la luz del evangelio, la caridad es todo el camino que hemos de recorrer.
 
Me temo que un servidor no considera nada.  Cito en el post el decreto Ad gentes que es donde se lee que la caridad bien, pero que es necesaria la predicación. Cito previamente las palabras del Señor cuando manda hacer discípulos, bautizar y enseñar a guardar lo que él ha mandado.  Quizá equivocados el Señor y el concilio. Quizás equivocados Francisco Javier y Francisco de Asís en su estar en tierra de misión. Quizá los mismos apóstoles que en lugar de limitarse a estar en la caridad predicaban a tiempo y a destiempo dejándose la propia vida.  Tal vez no supieron hacer las cosas.


Me pregunto qué es lo que le impide ver algo que, a la luz del evangelio, es evidente: que no hemos sido enviados a adoctrinar a nadie, a discutir con nadie, a disputar con nadie, sino a servir a todos, como el Señor, como al Señor. Los discursos son academia; el servicio es salvación.
 
Para empezar con estas palabras está deslegitimando a un africano como san Agustín de Hipona, que predicó lo indecible, disputó lo que hizo falta, combatió errores y herejías y se dejó la vida en el anuncio y la defensa de la fe.  Pobre Agustín que no supo comprender que no había sido enviado a disputar con nadie. Así que sus sermones eran academia…. Hemos sido enviados a anunciar el evangelio.  Insisto que leer el conciliar decreto Ad gentes explica muy bien cómo hacerlo.


Para su tranquilidad, puedo decirle que los musulmanes conocen al Jesús del Corán, al que respetan, y conocen al Jesús de los cristianos, en el que no creen.
Suyo en Cristo.
 
 

Siempre en el corazón Cristo.
 
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
 
Paz y bien. Seguro que mis lectores sabrán hacerle llegar sus sugerencias y reflexiones.

 

Acabo este comentario a la carta de monseñor Agrelo con el testimonio de un misionero que me ha llegado hace un rato desde Taiwan:

Soy Sacerdote y Misionero en el Extremo Oriente, en Taiwan. Soy del IVE. La principal cosa que hago acá es anunciar la Santa Fe Católica directamente a los paganos. Hace unos días se convirtió una familia budista. Deo gratias!

Hago apostolado en templos paganos llenos de ídolos, donde voy a predicar a Cristo, con un Rosario enorme en la mano y vistiendo mi sotana negra.

No tengo nada más que decir.