Falsedades acerca de la Iglesia católica – Es que eso de los dogmas…

 

-Vamos a ver si encontramos algo de luz.

-Eso, eso, veamos…

Es bien cierto que a la Iglesia católica y, por extensión, a los católicos, se le tiene, se nos tiene, por parte de muchos, una manía ciertamente enfermiza.

 

Si creen que exagero les pongo lo que suele decirse de la religión católica, de la fe católica y, en fin, de la Iglesia católica. Aquí traigo esto para que vean hasta qué punto puede llegar la preocupación por un tema que es, ciertamente, falso.

 

Se suele decir que:

 

La fe católica está manipulada por la jerarquía.

 

La fe católica no va con los tiempos.

 

La fe católica ve poco sus propios defectos.

 

La fe católica pretende adoctrinar al mundo.

 

La fe católica está alejada de la realidad.

 

La fe católica defiende siempre a los poderosos.

 

La fe católica quiere imponer sus principios.

 

La fe católica no sabe cómo van los tiempos.

 

La fe católica está anquilosada.

 

La Iglesia católica acumula riquezas inmensas.

 

La Iglesia católica busca el poder aunque sea de forma escondida.

 

La Iglesia católica no acepta cambios en sus doctrinas.

 

La Iglesia católica es gobernada por una jerarquía carca.

 

La Iglesia católica no comprende la política actual.

 

La Iglesia católica esconde sus propios defectos.

 

La Iglesia católica no actúa contra determinados delitos que ocurren en su seno.

 

La Iglesia católica tiene muchos privilegios (sociales, económicos, educativos…)

 

Y a esto, se podían añadir muchas cosas, muchas acusaciones que están en mente de cualquiera.

 

¿Qué les parece a ustedes?

 

Es que eso de los dogmas…

Hoy día prevalece lo perecedero. Es decir, las cosas se cambian con una facilidad nunca vista en la historia de la humanidad. Y podemos decir, por tanto, que casi todo es caduco.

 

Pues hay muchos que creen que en lo tocante a lo que defiende y transmite la Iglesia católica debe pasar lo mismo.

 

Al fin y al cabo, los dogmas pueden molestar a más de uno…

 

Pudiera parece que el dogma es una especie de imposición y que lo suyo es no hacer caso. La naturaleza humana se rebela, muchas veces, cuando se encuentra, ante sí, algo que no deriva de su propia elección. En tal sentido no es poco verdad decir que existe una especie de anarquismo espiritual (una falta de apego a lo establecido) que denota, en sí mismo, una falta de fe.

 

A este respecto, nos dice el Catecismo de la Iglesia católica lo siguiente:

 

“Los dogmas de la fe

88 El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario.

89 Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (cf.Jn 8,31-32).

90 Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de Cristo (cf. Concilio Vaticano I: DS 3016: ‘mysteriorum nexus’; LG25). ‘Conviene recordar que existe un orden o ‘jerarquía’ de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana’ (UR 11).”

Es evidente que los dogmas, según lo aquí traído, no son una realidad que a alguien particular dentro de la Esposa de Cristo se le ha ocurrido en algún sueño o algo por el estilo sino que tienen mucho que ver con la Revelación divina. Por eso atacar a los mismos supone hacer lo mismo con Dios que es Quien, al fin al cabo, suscita los mismos en el corazón de la Iglesia fundada por su Hijo Jesucristo.

Lo que pasa con este tema es algo bastante sencillo de entender: el dogma establece, digamos, un punto de vista propio del catolicismo y a seguir por los fieles que somos piedras vivas de la Iglesia católica. Por tanto, atender a los mismos y tenerlos como quicio donde apoyar nuestra vida espiritual o, al contrario, no tenerlos en cuenta y/o denigrarlos todo lo que se pueda, no es opción baladí. Es más, hacer una cosa o hacer otra, su contraria, supone fijar una existencia más o menos católica.

Aquí lo que cuenta, para los detractores de los dogmas, es llevar una vida tibia y relativista. Sin duda alguna que, humanamente hablando, a lo mejor pudiera facilitar la vida no sostener lo que se sostiene acerca de Dios porque a quien así pensara la fuera más fácil no tener a Dios como verdadero Padre. También pudiera creerse que al no existir el Purgatorio o Purificatorio ni el Infierno la vida puede vivirse sin temor alguno al mal que nos puede venir tras la muerte…

En fin… ciertamente quien no cree en los dogmas o los tiene por una especie de dominación desde la propia fe jerárquica poco va a tener por bueno lo que aquí se diga pero en realidad, la existencia de los dogmas da consistencia a nuestra fe católica y la hace imperecedera. Otra forma de concebir tales realidades espirituales o, por decirlo pronto, que sea conveniente su no existencia, es como decir que no es bueno que exista la Verdad misma. Y, claro, sosteniendo eso de suyo deriva que poco importe la propia fe pues ¿Qué decir de quien adopta tal posición ante el depósito de lo que dice creer?

Pensemos, ya para terminar, que quien niega algún dogma no es que plantee un pensamiento propio acerca del mismo sino que lo que hace es negar la fe que dice tener al negar la autoridad de Quien lo ha revelado que es Dios mismo.

Por eso los dogmas son necesarios. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán