Los defensores primaverales del Papa

Papa Francisco

 Si miramos al panorama periodístico-eclesial-católico vemos que las cosas son como son y, a lo mejor, no  pueden ser de otra forma. Y que, por desgracia, son como son.

 

 A alguien se le puede defender de dos formas:

 

1ª. Aceptando lo que dice por ser correcto.

 

2ª. Queriendo llevar al propio molino al defendido.

 

No podemos negar que el Papa Francisco tiene, digamos así, partidarios en los dos sentidos. Y eso, en principio, pudiera no ser mala cosa pues, cada uno, puede pensar lo que crea oportuno que quiera pensar siempre que el tal pensamiento no sea ajeno a lo que debe, debe, creer, según la doctrina de su propia religión.

 

El caso es que si echamos una ojeada a los defensores del Santo Padre destaca un grupo al que bien podemos llamar “primaveral”. Es aquel que sostiene que la Iglesia católica ha pasado un invierno eclesial en los últimos papados y ahora, como pasa con las estaciones, ha llegado la primavera. Y centran la cosa en decir y sostener que es el Papa Francisco el que ha traído la tal primavera.

 

Entre tales personas destacan los poco insignes escribientes de Religión Digital, a saber, José Manuel Vidal y Jesús Bastante (tanto monta, que monta tanto); pero también incluimos en este grupo a la nunca bien ponderada (no puede serlo, claro está) la religiosa “de clausura” (¡risas, por favor!) Lucía Caram que, argentina como el Santo Padre, ha tenido a bien decir que es, quien fuera Arzobispo de Buenos Aires, un argentino “¡como Dios manda!”.

 

A alguien que desconozca a estos tres católicos sui generis le parecerá que no está mal lo que dicen y que no se trata más que de opiniones que ni fu ni fa. Lo que pasa en este caso es que opiniones como las que continua y erróneamente sostienen tales creyentes engañan a muchos pequeños en la fe y los llevan por el camino del despeñe espiritual. Y, así, la cosa no es tan simple como pudiera parecer.

 

Es más, en el caso particular de la susodicha religiosa “de clausura” (¡risas otra vez, por favor!) es un caso muy particular de desenfoque de la realidad espiritual que, se supone, debe apoyar, defender y transmitir porque se ha vuelto adicta a los medios de comunicación social quien ha de dedicarse a otras cosas. Y así le va, claro está.

 

Y, en cuanto a los dos primeros citados arriba… ¡qué decir! El cenagal religioso (no podemos llamarlo portal) que dirigen es, salvo contadas excepciones, ejemplo de por dónde no pueden ir las cosas y hacia dónde no puede encaminarse quien quiera ser considerado católico creyente y practicante. Y es que cabe de todo lo heterodoxo en tal portal y es aceptado como lo bueno y mejor: que te da por sostener que son muy buenos los comportamientos homosexuales… pues ahí que puedes ir a ser recibido con los brazos abiertos; que quieres apuntar hacia una muy buena consideración de la comunión de los divorciados vueltos a casar… no dudes lo más mínimo que te pondrán alfombra roja (¡qué menos que roja!) para que no se te manchen los pies con las brutalidades del suelo ortodoxo; que aportas una doctrina, digamos, muy alejada de la que defiende y transmite la Iglesia católica… seguro que se pondrán en un reclinatorio (¡perdón por decir esto pues bien sabemos que no son nada partidarios de tal utensilio obsoleto y pasado de moda!) para recibirte con la debida adoración. Y así mucho rato podríamos estar porque en tal casa toda desvinculación con la doctrina católica es aprobada en el acto y promocionada, como diría el gran Cantinflas, en el “iso faito”.

 

Es más, incluso sostienen (no estos sino otro en la misma página) que lo que molesta del Papa es la “cercanía” que muestra cuando, en realidad, lo que molesta (y mucho) es la lejanía que demuestran estos defensores primaverales del Santo Padre de la doctrina católica que se ha de conservar. Y molesta, además, mucho más, que haya pastores católicos que se dejan “acercar” demasiado a determinados posicionamientos poco ortodoxos: unos porque son ellos mismos heterodoxos y otros, querríamos pensar que los más por no ponerlos muy mal, por el qué dirán…

 

Y, claro, con defensores así no extraña que el Papa Francisco se lleve la mano a la cabeza. Y es que, como dijo aquel, lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible.

 

Pues eso, imposible.

  

Eleuterio Fernández Guzmán