El sábado 21 de febrero comenzaba la primera parte de la segunda fase de la Asamblea diocesana de Salamanca con una celebración de apertura a las 19:30 horas en la iglesia de la Purísima. Con la invitación ‘Únete, es tu momento’, comienza esta fase de discernimiento de la Asamblea, que se prolongará hasta el mes de mayo de 2016. Entrevistamos a Miguel Reyes, padre de familia y miembro de la comunidad Adsis, que forma parte de la Comisión Permanente de la Asamblea diocesana.

-Miguel, ¿cómo ha ido la primera fase de sensibilización y presentación de la Asamblea?

Ha sido satisfactoria. Se han organizado equipos de mensajeros que, de dos en dos, han presentado y motivado a todo el que ha querido escuchar la llamada a conocer qué es y en qué consiste la Asamblea. Se han formado veinte o veinticinco parejas que se han dirigido a toda clase de comunidades: parroquiales, de vida religiosa, de movimientos, cofradías, reuniones de arciprestazgo, a los sacerdotes,… También a centros de enseñanza. No obstante, tenemos un reto: cómo llegar a tanto cristiano alejado. Incluso a muchos hombres de buena voluntad que comparten los valores evangélicos. Y este reto se mantendrá permanentemente y todos hemos de hacerlo nuestro.

-¿Cómo ha sido la acogida por parte de nuestra gente? ¿Alguna sorpresa?

Se ha dado una acogida muy cálida y entusiasta por parte de las distintas comunidades. Esto de la Asamblea no es algo “normal”; la costumbre es que las cosas vengan decididas desde “arriba”, y la gente está acostumbrada a obedecer, a hacer lo que se le dice. Ahora de pronto, entre el Espíritu, Francisco y Mons. Carlos López, se encuentran invitadas a buscar lo mejor para la Iglesia de Salamanca de modo que llegue a ser una Iglesia renovada y evangelizadora entre nuestras gentes, sin miedos, complejos ni rebajas.

Para mí la primera sorpresa ha sido la misma convocatoria: Don Carlos ha hecho suyo el sueño del Papa Francisco. Además, me ha sorprendido ese entusiasmo expresado en las presentaciones de la Asamblea. Para la gente no ha sido una recomendación, una invitación o una oferta más de tantas que recibe: ha sido algo mayor. Ahora importa canalizar este primer “calentón”.

-Desde la Comisión en la que trabaja, ¿qué está siendo lo más laborioso a la hora de poner la Asamblea diocesana en marcha?

Sabemos que las personas que participan en la animación y puesta en marcha están subdivididas en tres comisiones. Yo pertenezco a la número 3 que se encargará de animar el tercer momento: la renovación de estructuras, comunidades y personas. Esta tarea sólo se podrá hacer cuando hayamos tomado conciencia de que la renovación primera ha de ser la de los corazones de las comunidades y las personas, que es lo que vamos a intentar hasta junio. Sólo después podremos buscar nuevas vías y formas de anunciar el Evangelio, es decir, renovar la pastoral. Y al final será el momento de poner los medios para que todo lo anterior se dé; es decir, tendremos que cambiar las estructuras de la Iglesia de Salamanca para que todo lo anterior no se quede en meras buenas ideas. Por tanto mi Comisión ahora no está centrada en su contenido, sino en trabajar para que todo el conjunto de la Asamblea salga.

-La nueva fase comienza ahora en febrero y concluye en marzo de 2016. ¿En qué va a consistir fundamentalmente?

En ponernos al viento y a la escucha del Espíritu que nos habla en la Historia. Estar con el corazón y los oídos atentos para que él nos diga a través de la historia de nuestras gentes y nuestros pueblos cómo hemos de trabajar su mies. Esto requiere varias cosas; en primer lugar: orar, ponernos en su presencia, preguntarle a Dios qué desea de nosotros; en segundo lugar, hacerlo comunitariamente, en comunidad, en grupo de Asamblea; luego, dialogar sobre lo que vamos descubriendo y por último dos cosas: escribir el descubrimiento para convertirlo en propuesta a la Asamblea y ponerlo en práctica ya. La Asamblea no es sólo un evento de reflexión sino netamente misionero. De hecho Don Carlos la ha convocado como un proceso de discernimiento, purificación y reforma a modo de misión compartida.

-Personalmente y como laico, ¿qué le está aportando o suponiendo esta implicación en la organización de la Asamblea Diocesana?

Se juntan varias cosas: por un lado la alegría de saber que nuestro Obispo mira a la Iglesia de Salamanca como Pueblo de Dios en el que lo importante es ser bautizados, seguidores de Jesucristo, hermanos iguales del mismo Padre. Desde esta visión, sobre los laicos recae estadísticamente la mayor responsabilidad de impulsar a la Iglesia en pos de la misión que se nos ha encomendado. Somos una inmensa mayoría. Y por tanto es una inmensa responsabilidad.

En segundo lugar, tengo un cierto sentimiento de privilegio: participar de los preparativos de la Asamblea Diocesana me pone en el motor de un acontecimiento que yo ya vivo como “salvífico”: palpar entusiasmos, compartir zozobras y oscuridades, experimentar deseos de caminar juntos a pesar de las diferencias personales, ver hermanos ejemplarmente entregados a poner su grano de arena a la causa de la Asamblea,… todo ello me hace vivir agradecido a Dios y a los demás miembros de las Comisiones de la Asamblea.

-Sin duda que es una oportunidad histórica para nuestra Diócesis de Salamanca… Miguel, ¿qué razones daría a aquellos que han recibido esta propuesta con frialdad?

Yo les pediría un acto de confianza; en aquellas personas que les han hablado de la Asamblea, en los propios amigos que se apuntan a algún Grupo de Asamblea,… En el fondo que confíen en Dios. Y que desde ahí se apunten a algún Grupo de Asamblea. Pero les pediría que no lo hicieran con una confianza ciega. Que lo hagan comprobando día a día qué repercusión tiene todo ello en su propio corazón.

-Y para finalizar y a modo de titular: ¿qué es lo que se nos avecina con esta Asamblea en Salamanca?

No solo se nos avecina, sino que ya está aquí: Pentecostés está ocurriendo en Salamanca. Estábamos y estamos con miedos y encerrados, con las puertas cerradas porque nos da miedo el exterior, porque aun sabiendo que hemos de salir no sabemos qué hacer. Y además somos pocos (alguno más de doce solamente). Pero el Señor está aquí llenándonos de su paz y ofreciéndonos su alegría. ¿Qué más y mayor nos puede ocurrir? Y además nos envía y con su soplo nos llena de Espíritu Santo, de su propio Espíritu. Hasta el final.

(Diócesis de Salamanca)