¿Todas las religiones son iguales?

Cfr. Ocampo Ponce Manuel. El Laicopina Año 2 NUM.18 Octubre 2014, pp 2 y 3.

En la actualidad es muy común escuchar que todas las religiones son iguales. Sin embargo, es necesario reflexionar un poco al respecto porque aunque el Espíritu Santo puede actuar y dar su gracia a cualquier hombre aun si éste se encuentra en una religión pagana, las otras religiones que se basan en el Corán, Veda… no pueden ser reveladas por Dios, porque surgen de la iniciativa del hombre y no son ni pueden demostrar que son reveladas formalmente por Dios. Por lo mismo ni siquiera pueden considerarse como revelaciones paralelas o complementarias de la religión Católica. También es muy importante comprender que las otras religiones no pueden considerarse como vías extraordinarias establecidas por Dios aun cuando Dios pueda actuar en cualquier hombre y en cualquier momento por medio de la gracia actual llevándolo por caminos extraordinarios a la incorporación a la Iglesia que Él instituyó.

El error de pensar que todas las religiones son iguales proviene, en parte, de la propuesta de un teólogo del Siglo XX llamado Karl Rahner que desarrolló una doctrina de la revelación trascendental y de los cristianos anónimos al intentar hacer teología desde la filosofía kantiana y existencialista de Maréchal y Heidegger que de manera muy general confundieron el ser con el conocer. Y aunque esta doctrina considera la gracia como donación de la intimidad divina que colma el deseo del hombre de alcanzar a Dios, presenta problemas porque una persona que proviene de otra religión, aunque esté sostenida por la gracia, es natural que vea la encarnación como un obstáculo y un escándalo para su fe, y por eso requiere una conversión muy profunda. Rahner disminuye la importancia del pecado y la necesidad de redención; pierde el realismo de santo Tomás de Aquino al intentar mediar entre el idealismo kantiano y santo Tomás.

Que un pagano pueda vivir en gracia de Dios es una cosa, pero para que sea formalmente un cristiano debe profesar la fe en Cristo e incorporarse a Cristo por el bautismo. Rahner pretende hacer coincidir la salvación con la Revelación en su propuesta llamada de los cristianos anónimos, pero por eso hay que comprender bien que la Revelación sobrenatural no es anónima sino que es la que se realiza en Cristo. Se trata de un encuentro personal de persona a persona. Una persona es formalmente cristiana hasta que confiesa a Cristo como único salvador. Por todo esto, la teoría de los cristianos anónimos no hace justicia a la novedad del cristianismo ni a su peculiaridad como único camino de salvación. Nadie niega que la gracia de Cristo pueda obrar fuera de la Iglesia y que de hecho eso ha sucedido siempre, pero es inaceptable la existencia de un cristianismo anónimo extendido por todo el mundo como si la religión católica fuera una más entre muchas. A Ranher le falta comprender la novedad desconcertante del cristianismo y la necesidad de conversión para ser realmente cristiano; no comprende que es necesario confesar a Cristo como único nombre en el que podemos ser salvados. Tampoco parece comprender que la fe católica se basa en la demostración de que Dios ha revelado aquello a lo que la fe como virtud sobrenatural infusa acepta. Los católicos creemos en todo lo que Dios ha revelado por la autoridad del mismo Dios que revela, y eso sólo la religión católica lo puede demostrar. Aunque la fe católica es una virtud sobrenatural infusa, no se trata de una fe ciega e irracional

Había que haber hecho ver a Rahner que la fe implica siempre un saber, una confesión, como elemento esencial. La acción interior de la gracia, aun siendo salvífica, no se puede identificar sin más con la fe. El error de Rahner que ha conducido a muchas personas a esta confusión y a llegar a pensar que todas las religiones son iguales, ha sido pues, identificar la gracia salvífica con la fe y disminuir la importancia de la dimensión confesional de la fe. Rahner anula la apologética del milagro que confirma la revelación como venida de Dios, cayendo en un fideísmo a manera del luteranismo o de otras sectas protestantes que por más que sean hermanos separados y tengan elementos de salvación, es necesario superar la superficialidad y comprender que estos errores por más amor que se tenga, no conducen a la unidad sino a la confusión. Si bien para que un católico contribuya a la conversión debe iniciar por amar al que no tiene la fe o que la ha perdido, es muy necesario que conozca bien su fe para que a partir del amor y del esfuerzo por tener una integridad de vida, contribuya positivamente a la unidad y a la conversión que exigen además del amor, la oración, y la vida sacramental -fuente de gracias, de virtudes y de dones-, una sana doctrina.