En el libro “
Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo”
(Publicado por Editorial Cobel,
www.cobelediciones.com )
se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares
(Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a
traer una selección de los mismos.
Lo que
hace Cristo en quien sufre
“Cristo está en todo el que sufre. Sépalo éste o no, Cristo
ciertamente está. Y está, no sólo para compartir, elevar y
suavizar los sufrimientos, sino para asociarles a los suyos, para
atribuirles la misma virtud de redención que la Cruz, su Cruz,
tuvo para el mundo. San Pablo nos dice también: “Yo realizo en mi
carne lo que falta a la Pasión de Cristo”, que quiere decir que a
nosotros se nos comunica la virtud redentora de la Pasión de
Cristo. Para esto será preciso un contacto espontáneo, será
preciso querer, amar; es una realidad que la virtud redentora de
Cristo puede transfundirse a todos los tormentos del
hombre”.(Cartas con la señal de la cruz, p. 154)
Se suele decir, como verdad que consuela, que el sufrimiento
tiene un sentido. Y lo sostenemos porque siendo eso una realidad
constatable es parte de nuestra fe católica.
Sin embargo, no siempre se alcanza a comprender lo que eso
significa. Y es que, en realidad, se trata de un misterio que, por
serlo, está muy lejos de un alcance, digamos, ordinario.
Sin embargo, está más que bien que nos demos cuenta que todo
esto, el sufrimiento y su sentido, tiene todo que ver con
Jesucristo. Es decir, que, sin querer ser masoquista, cuando
sufrimos, tenemos una relación muy directa con Aquel que, por
nosotros, sufrió en una Cruz.
Decir que Cristo está en todo el que sufre supone sostener que el
Hijo de Dios se encuentra en el corazón de muchas personas que en el
mundo pasan por malos momentos. Una vida dolorosa supone cargar con
una cruz no pequeña. Saber que nos acompaña Jesucristo y que sabe
por el momento por el que estamos pasando es algo más que decir, por
ejemplo, que nuestros amigos están con nosotros; es, en fin, como un
seguro de esperanza que Dios ha puesto a nuestro favor.
A este respecto, cuando decimos Pasión y añadimos el nombre de
Jesús sabemos que hablamos de algo muy serio. Tal seriedad tiene que
ver con lo que la misma supuso para el Hijo del hombre pero, sobre
todo, con la consecuencia de tan lamentables (pero convenientes)
momentos de la vida del hombre-Dios.
El caso es que se asocia la Pasión con la salvación de la
humanidad. Y eso ha de suponer mucho. Es más, es todo lo que la
humanidad había querido desde que supo que Dios existía y que era
más que importarte no apartarlo de nuestras vidas y, es más, en dar
forma a las mismas apoyándonos en roca tan fuerte.
Pues bien, si tenemos en cuenta que la Cruz es ejemplo, sobre
todo, de amor y que tal amor que representa es el mejor que jamás se
ha manifestado en la historia del hombre, no podemos, ¡qué menos!,
que estar de acuerdo con un hecho incontrovertible: Jesús sufrió por
todos y nosotros debemos hacer otro tanto.
Es bien cierto que no seremos capaces de llegar a un nivel tan
elevado de entrega a los demás porque es más que verdad que no
somos capaces de llegar a un extremo tan grande de comprensión de la
voluntad de Dios. Sin embargo, nos conviene, y mucho, darnos cuenta
de algo básico que dijo san Pablo: sufrimos porque es voluntad del
Creador que comprendamos que Cristo pasó por situaciones similares
en cuanto a ser humano. Si el Maestro no se arredró ante ellas
tampoco nosotros podemos caer en desencantos y en desesperanzas.
Siendo Dios nuestro Señor sabemos que a nada debemos temer.
Y es que, en cierta manera, nosotros también colaboramos a la
salvación de la humanidad entera. Y, aunque sea cierto que es
posible que esto no alcance nuestro entendimiento también lo es que
la fe es, precisamente, creer sin ver, saber qué es lo que no
comprendemos que es pero confiar que es. Y eso, seguramente, nos
salvará.
Eleuterio Fernández Guzmán