Un amigo de Lolo – Lo que hace Cristo en quien sufre

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo.  Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco. 

Libro de oración

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

Lo que hace Cristo en quien sufre

“Cristo está en todo el que sufre. Sépalo éste o no, Cristo ciertamente está. Y está, no sólo para compartir, elevar y suavizar los sufrimientos, sino para asociarles a los suyos, para atribuirles la misma virtud de redención que la Cruz, su Cruz, tuvo para el mundo. San Pablo nos dice también: “Yo realizo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo”, que quiere decir que a nosotros se nos comunica la virtud redentora de la Pasión de Cristo. Para esto será preciso un contacto espontáneo, será preciso querer, amar; es una realidad que la virtud redentora de Cristo puede transfundirse a todos los tormentos del hombre”.(Cartas con la señal de la cruz, p. 154)

Se suele decir, como verdad que consuela, que el sufrimiento tiene un sentido. Y lo sostenemos porque siendo eso una realidad constatable es parte de nuestra fe católica.

Sin embargo, no siempre se alcanza a comprender lo que eso significa. Y es que, en realidad, se trata de un misterio que, por serlo, está muy lejos de un alcance, digamos, ordinario.

Sin embargo, está más que bien que nos demos cuenta que todo esto, el sufrimiento y su sentido, tiene todo que ver con Jesucristo. Es decir, que, sin querer ser masoquista, cuando sufrimos, tenemos una relación muy directa con Aquel que, por nosotros, sufrió en una Cruz.

Decir que Cristo está en todo el que sufre supone sostener que el Hijo de Dios se encuentra en el corazón de muchas personas que en el mundo pasan por malos momentos. Una vida dolorosa supone cargar con una cruz no pequeña. Saber que nos acompaña Jesucristo y que sabe por el momento por el que estamos pasando es algo más que decir, por ejemplo, que nuestros amigos están con nosotros; es, en fin, como un seguro de esperanza que Dios ha puesto a nuestro favor.

A este respecto, cuando decimos Pasión y añadimos el nombre de Jesús sabemos que hablamos de algo muy serio. Tal seriedad tiene que ver con lo que la misma supuso para el Hijo del hombre pero, sobre todo, con la consecuencia de tan lamentables (pero convenientes) momentos de la vida del hombre-Dios.

El caso es que se asocia la Pasión con la salvación de la humanidad. Y eso ha de suponer mucho. Es más, es todo lo que la humanidad había querido desde que supo que Dios existía y que era más que importarte no apartarlo de nuestras vidas y, es más, en dar forma a las mismas apoyándonos en roca tan fuerte.

Pues bien, si tenemos en cuenta que la Cruz es ejemplo, sobre todo, de amor y que tal amor que representa es el mejor que jamás se ha manifestado en la historia del hombre, no podemos, ¡qué menos!, que estar de acuerdo con un hecho incontrovertible: Jesús sufrió por todos y nosotros debemos hacer otro tanto.

Es bien cierto que no seremos capaces de llegar a un nivel tan elevado de entrega a  los demás porque es más que verdad que no somos capaces de llegar a un extremo tan grande de comprensión de la voluntad de Dios. Sin embargo, nos conviene, y mucho, darnos cuenta de algo básico que dijo san Pablo: sufrimos porque es voluntad del Creador que comprendamos que Cristo pasó por situaciones similares en cuanto a ser humano. Si el Maestro no se arredró ante ellas tampoco nosotros podemos caer en desencantos y en desesperanzas. Siendo Dios nuestro Señor sabemos que a nada debemos temer.

Y es que, en cierta manera, nosotros también colaboramos a la salvación de la humanidad entera. Y, aunque sea cierto que es posible que esto no alcance nuestro entendimiento también lo es que la fe es, precisamente, creer sin ver, saber qué es lo que no comprendemos que es pero confiar que es. Y eso, seguramente, nos salvará. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán