ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 08 de marzo de 2015

La frase del día - 8 de marzo

"Sería más fácil que el mundo sobreviviera sin el sol, que sin la Santa Misa". San Pío de Pietrelcina

 


El papa Francisco

Francisco en el ángelus: 'El látigo de Jesús con nosotros es su misericordia'
Texto completo. El Papa invita a abrir el corazón al Señor para que haga limpieza y destierre la codicia, los celos, la mundanidad, la envidia, el odio y el hábito de 'despellejar' a los demás

El Papa: 'Un mundo donde las mujeres son excluidas es un mundo estéril'
Con motivo del 8 de marzo, Francisco agradece la labor de todas las mujeres que a diario 'buscan construir una sociedad más humana y acogedora'

Francisco: 'No podemos engañar a Jesús'
El Papa visita la parroquia romana de Santa Maria Madre del Redentore en Tor Bella Monaca

Rome Reports

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El autor de 'The Vatican Diaries', es uno de los vaticanistas más veteranos

Espiritualidad

Cuaresma y espiritualidad
'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona

Santo Domingo Savio - 9 de marzo
«Este dechado de inocencia evangélica, que se sintió cobijado por la ternura de María, fue un insigne discípulo de Don Bosco. No escatimó esfuerzo alguno para conquistar la santidad que anhelaba antes de morir a temprana edad»


El papa Francisco


Francisco en el ángelus: 'El látigo de Jesús con nosotros es su misericordia'
Texto completo. El Papa invita a abrir el corazón al Señor para que haga limpieza y destierre la codicia, los celos, la mundanidad, la envidia, el odio y el hábito de 'despellejar' a los demás

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 08 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Como cada domingo, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.

Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les dijo:

"Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos presenta el episodio de la expulsión de los vendedores del templo. Jesús "hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, con sus ovejas y sus bueyes", el dinero, todo. Este gesto suscitó una fuerte impresión, en la gente y los discípulos. Apareció claramente como un gesto profético, tan es así que algunos de los presentes preguntaron a Jesús, pero dinos: '¿Qué gesto nos muestras para hacer estas cosas? ¿Quién eres tú para hacer estas cosas? Muéstranos un signo de que tienes autoridad para hacerlas'. Buscaban una señal divina, prodigiosa que acreditase a Jesús como enviado de Dios. Y Él respondió: 'Destruid este templo y en tres días lo volveré a levantar'. Le replicaron: 'Este templo ha sido construido en cuarenta y seis años, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?'. No habían entendido que el Señor se refería al templo vivo de su cuerpo, que habría sido destruido con la muerte en la cruz, pero que habría resucitado al tercer día. Por eso, en tres días. "Cuando resucitó de entre los muertos --escribe el Evangelista-- sus discípulos recordaron que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado Jesus".

En efecto, este gesto de Jesús y su mensaje profético se entienden plenamente a la luz de su Pascua. Aquí tenemos, según el Evangelista Juan, el primer anuncio de la muerte y resurrección de Cristo: su cuerpo, destruido en la cruz por la violencia del pecado, se convertirá en la Resurrección en el lugar de la cita universal entre Dios y los hombres. Y Cristo Resucitado es precisamente el lugar de la cita universal de todos, entre Dios y los hombres. Por eso su humanidad es el verdadero templo, donde Dios se revela, habla, se deja encontrar; y los verdaderos adoradores, los verdaderos adoradores de Dios, no son los custodios del templo material, los poseedores del poder o del saber religioso, son aquellos que adoran a Dios "en espíritu y verdad".

En este tiempo de Cuaresma nos estamos preparando para la celebración de la Pascua, cuando renovaremos las promesas de nuestro Bautismo. Caminemos por el mundo como Jesús y hagamos de toda nuestra existencia un signo de su amor por nuestros hermanos, especialmente los más débiles y los más pobres, nosotros construimos a Dios un templo en nuestra vida. Y de así lo hacemos 'encontrable' para tantas personas que encontramos en nuestro camino. Si somos testigos de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a Jesús en nosotros, en nuestro testimonio. Pero, nos preguntamos, y cada uno de nosotros se puede preguntar, ¿el Señor se siente verdaderamente como en casa en mi vida? ¿Le permito que haga 'limpieza' en mi corazón y eche a los ídolos, o sea aquellas actitudes de codicia, celos, mundanidad, envidia, odio, aquella costumbre de hablar mal y 'despellejar' a los otros? ¿Le dejo hacer limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos, como hoy hemos escuchado en la primera lectura? Cada uno se puede responder a sí mismo, en silencio en su corazón. ¿Permito que Jesús haga un poco de limpieza en mi corazón? 'Padre, tengo miedo de que me apalee'. Pero Jesús jamás apalea. Jesús hará limpieza con ternura, con misericordia, con amor. La misericordia es su manera de hacer limpieza. Dejemos, cada uno de nosotros, dejemos que el Señor entre con su misericordia --no con el látigo, no, con su misericordia-- a hacer limpieza en nuestros corazones. El látigo de Jesús con nosotros es su misericordia. Abrámosle la puerta para que haga un poco de limpieza.

Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su cuerpo crucificado y resucitado. Jesús conoce aquello que hay en cada uno de nosotros, y conoce también nuestro más ardiente deseo: el de ser habitados por Él, sólo por Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestros corazones. Que María Santísima, que es la morada privilegiada del Hijo de Dios, nos acompañe y nos sostenga en el itinerario cuaresmal, para que podamos redescubrir la belleza del encuentro con Cristo, que es el único que nos libera y nos salva".

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del ángelus:

Angelus Domini nuntiavit Mariae...

Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Pontífice:

"Queridos hermanos y hermanas,

Doy una cordial bienvenida a los fieles de Roma y a todos los peregrinos procedentes de varias partes del mundo. Saludo a los fieles de Curitiba, Brasil; a los grupos parroquiales de Treviso, Génova, Crotone y L’Aquila, y a los de la zona de Domodossola; dirijo un pensamiento especial a los chicos de Garda que han recibido la Confirmación.

Durante esta Cuaresma, tratemos de estar más cerca de las personas que están viviendo momentos de dificultad: cercanos con el afecto, con la oración y con la solidaridad".

El Obispo de Roma dedicó también unas palabras a las mujeres:

"Y hoy, 8 de marzo, ¡un saludo a todas las mujeres! A todas las mujeres que cada día tratan de construir una sociedad más humana y acogedora. Y un gracias fraterno también a las que de mil maneras testimonian el Evangelio y trabajan en la Iglesia. Y ésta es para nosotros una ocasión para reafirmar la importancia de las mujeres y la necesidad de su presencia en la vida. Un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril, porque las mujeres no sólo traen la vida sino que nos transmiten la capacidad de ver más allá --ven más allá de ellas--, nos transmiten la capacidad de entender el mundo con ojos distintos, de sentir las cosas con corazón más creativo, más paciente, más tierno. ¡Una oración y una bendición particular para todas las mujeres aquí presentes en la Plaza y para todas las mujeres! ¡Un saludo!"

Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:

"Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!"

(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)

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El Papa: 'Un mundo donde las mujeres son excluidas es un mundo estéril'
Con motivo del 8 de marzo, Francisco agradece la labor de todas las mujeres que a diario 'buscan construir una sociedad más humana y acogedora'

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 08 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El papa Francisco ha afirmado este domingo, Día Internacional de la Mujer, que “un mundo donde las mujeres son excluidas es un mundo estéril”. Hoy, 8 de marzo, es una ocasión “para reafirmar la importancia de las mujeres y la necesidad de su presencia en la vida”, ha recordado.

Tras el tradicional rezo del Ángelus, el Santo Padre ha agradecido la labor de todas las mujeres que a diario “buscan construir una sociedad más humana y acogedora”, en especial, a todas aquellas que “testimonian el Evangelio y trabajan en la Iglesia”.

Así, el Pontífice argentino ha advertido que “las mujeres no sólo traen la vida sino que nos transmiten la capacidad de ver más allá” y ha destacado su “capacidad de ver el mundo con ojos distintos y con un corazón más creativo, más paciente y más tierno”.

El Obispo de Roma ha concluido estas palabras asegurando “una oración y una bendición particular para todas las mujeres”.

Antes de la oración mariana, el Papa ha reflexionado sobre el episodio del Evangelio que narra cuando Jesús echó del templo a los mercaderes. “Los verdaderos adoradores de Dios no son los custodios del templo material, los poseedores del poder y del saber religioso, sino aquellos que adoran a Dios en espíritu y verdad”, ha explicado.

Además, ha llamado a los miles de fieles reunidos en la Plaza a buscar la “belleza del encuentro con Cristo” y a permitir que Dios haga limpieza en los corazones.

Frente al miedo de ser apaleados, Francisco ha subrayado que el Señor hace limpieza “no con la fusta sino con la misericordia”.

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Francisco: 'No podemos engañar a Jesús'
El Papa visita la parroquia romana de Santa Maria Madre del Redentore en Tor Bella Monaca

Por Redacción

ROMA, 08 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El papa Francisco ha realizado este domingo por la tarde una visita pastoral a la parroquia romana de Santa María Madre del Redentor en Tor Bella Monaca, un barrio de la periferia de la ciudad, situado en el sector este.

De camino a la parroquia, sobre las 15.45 horas, el Santo Padre se ha detenido en la iglesia de Santa Juana Antida. Una vez allí, ha saludado a los pobres y enfermos asistidos por las Misioneras de la Caridad.

Antes de la Santa Misa, el Pontífice ha mantenido un encuentro con unos mil niños y jóvenes de catequesis en un campo deportivo. Luego ha saludado a los chicos que asisten a los dos centros de día que tiene la parroquia. En el teatro, el Papa se ha reunido con el Consejo Pastoral y los animadores. Asimismo, ha confesado a algunos penitentes.

A continuación, Francisco ha presidido la Eucaristía en el templo parroquial de Santa María Madre del Redentor, concelebrada por el cardenal Agostino Vallini, vicario para la diócesis de Roma, y una veintena de sacerdotes. La sencilla y cuidada ceremonia religiosa, que ha comenzado alrededor de las 17.40 horas, ha estado magníficamente acompañada por el coro parroquial.

En una improvisada y vibrante homilía, el Santo Padre se ha referido al pasaje del Evangelio que narra cuando Jesús echa del templo a los mercaderes. Así, ha señalado que en este episodio hay una imagen y unas palabras de Jesús que le llaman especialmente la atención.

La imagen --ha explicado-- es la de Jesús "con el látigo en la mano", que echa "a todos esos que se aprovechaban del templo para hacer negocios, estos negociantes que vendían animales para los sacrificios, cambiaban monedas... Allí estaba el templo sagrado con esta suciedad fuera". Y Jesús se dedica, por lo tanto, "a hacer un poco de limpieza".

En cambio, la frase es que "mucha gente creyó en él. Pero Él no se fiaba de ellos porque conocía a todos...". Una frase "terrible", ha indicado el Pontífice, porque significa que "no podemos engañar a Jesús".

En este sentido, el Papa ha subrayado que "Jesús conoce todo lo que hay en nuestro corazón. No podemos engañar a Jesús. No podemos, ante Él, fingir que somos santos, y cerrar los ojos, hacer así, y luego llevar una vida que no sea la que él quiere". "Todos sabemos el nombre que Jesús daba a estos con doble cara: hipócritas", ha añadido.

"'Pero, voy a la iglesia todos los domingos, y yo...' Sí, podemos decir todo eso. Pero si tu corazón no es recto, si tú no haces justicia, si tú no amas a los que tienen necesidad de amor, si tú no vives según el espíritu de las Bienaventuranzas, no eres católico. Eres un hipócrita", ha insistido.

Esta, ha sugerido Francisco, "puede ser una buena pregunta para mediados de Cuaresma: ¿Jesús se fía de mí?". "¿Jesús se fía de mí o tengo doble cara? Me hago el católico, el cercano a la Iglesia, y luego vivo como un pagano", ha apuntado. "'¿Jesús te fías de mí? Soy un pecador...' Eso no le asusta a Jesús. Al Él lo que le aleja es la doble cara", ha reiterado.

El Obispo de Roma ha concluido sus palabras asegurando que "si abrimos nuestro corazón a la misericordia de Jesús para que limpie nuestro corazón, nuestra alma, Jesús se fiará de nosotros".

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Ambiciosa campaña publicitaria en Estados Unidos para que los excatólicos regresen (Vídeos)
Catholics Come Home espera llegar a 70 millones de personas

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Parroquia de California que ayuda a matrimonios en crisis visita al Papa (Vídeo)
Rafael y Liria estuvieron cerca de él durante la audiencia general

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John Thavis, más de 30 años dando noticias sobre el Vaticano (Ví­deo)
El autor de 'The Vatican Diaries', es uno de los vaticanistas más veteranos

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Espiritualidad


Cuaresma y espiritualidad
'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona

Por Cardenal Lluís Martínez Sistach

BARCELONA, 08 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Una persona entrevistada por un diario de nuestra ciudad de Barcelona decía hace poco estas palabras cuando fue preguntada sobre su interior: "Valoro las ideologías y desconfío de los políticos, valoro la espiritualidad y desconfío de las religiones". La frase hace pensar y la he recordado ahora que hemos entrado en la Cuaresma y me dispongo a escribir sobre este tiempo como una llamada a valorar precisamente la espiritualidad.

La llamada a la aventura interior no es una exclusiva de ninguna religión. La espiritualidad está presente en casi todas las religiones. Pero en el cristianismo tiene unas connotaciones propias. Es una espiritualidad siempre encarnada, no sólo de huida o de aislamiento del mundo sino de presencia en las realidades humanas vividas a la luz de la Palabra de Dios y de su amor. Precisamente, la oración -una manifestación fundamental en todo camino espiritual- fue definida por santa Teresa de Jesús como una relación con quien sabemos que nos ama.

Ahora bien, la primera etapa de toda vida mística auténtica es una ascética verdadera, que es renuncia al mal, dominio de las pasiones y purificación interior. Este es el objetivo de las tres prácticas tradicionales del tiempo de Cuaresma: la oración, con el presupuesto de hacer silencio en nuestro espíritu; el ayuno, es decir, la capacidad de sacrificio, de autodominio y renuncia; y la limosna, es decir, la solidaridad efectiva con los que sufren necesidades.

La madre Teresa de Calcuta, mística y a la vez comprometida en la ayuda a los más pobres entre los pobres, lo expresaba con unas palabras que tienen plena aplicación al tiempo cuaresmal: "El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz."

Este año hace setenta y cinco años de la fundación por el hermano Roger Schutz de la comunidad monástica y ecuménica de Taizé, y quisiera subrayar que nuestras comunidades monásticas, y concretamente esta comunidad situada en un pueblecito de la Borgoña, se han convertido en verdaderas escuelas de oración para miles y miles de jóvenes atraídos por la sencillez, la fraternidad y el espíritu de reconciliación que aquellos monjes saben comunicar a los jóvenes con una pedagogía especial.

Los cantos de Taizé, presentes hoy en todo el mundo, son unos cantos orantes y repetitivos que ayudan mucho al silencio y a la interiorización y ofrecen a los jóvenes la posibilidad de conocer más el Evangelio, a la persona de Jesús y a Dios mismo. El papa Juan Pablo II definió Taizé con una bella metáfora: "Taizé es como una fuente donde el peregrino se puede refrescar y continuar su camino". Esto se tendría que hacer realidad en toda comunidad cristiana, aunque no disponga de los medios de una comunidad monástica.

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Santo Domingo Savio - 9 de marzo
«Este dechado de inocencia evangélica, que se sintió cobijado por la ternura de María, fue un insigne discípulo de Don Bosco. No escatimó esfuerzo alguno para conquistar la santidad que anhelaba antes de morir a temprana edad»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 08 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Modelo para la infancia y la adolescencia, este dechado de inocencia evangélica nació en Riva de Chieri, Italia, el 2 de abril de 1842. Al año siguiente toda la familia se trasladó a las colinas de Murialdo. El día de su primera comunión, realizada en Castelnuovo en 1849, arrodillado ante el altar se propuso: 1. Me confesaré muy a menudo y recibiré la Sagrada Comunión siempre que el confesor me lo permita. 2. Quiero santificar los días de fiesta. 3. Mis amigos serán Jesús y María. 4. Antes morir que pecar». Resumen su vida.

En 1854 conoció a Don Bosco, su guía y rector hacia el camino de la santidad. Fue con él a Turín integrándose en el Oratorio. En el dintel de la puerta de su cuarto el fundador había colgado esta consigna: «¡Denme almas, y llévense lo demás!». Después de leerlo, Domingo le dijo: «Don Bosco, aquí se trata de un negocio, la salvación de las almas. Pues bien, yo seré la tela y usted será el sastre. Haga de mí un hermoso traje para el Señor». Sabía que estaba en el lugar en el que cumpliría su más ferviente anhelo: «¡Yo quiero hacerme santo!», aunque su camino hacia los altares había comenzado ya con una presencia de Dios constante en su mente y actos cotidianos de amor.

No consentía comer sí no se rezaba antes. Era el primero en acudir a la iglesia los domingos. Y si hallaba el templo cerrado, rezaba en el umbral, hincado de rodillas al margen de las crudas inclemencias meteorológicas que pudieran darse. Disfrutaba siendo monaguillo y todos podían advertir su fervor ante al Santísimo; los gestos delataban su estado de recogimiento, con las manos juntas y los ojos clavados en el sagrario. Con espíritu de sacrificio recorría todos los días 18 km. a pie para ir a la escuela. Hasta su tío, impresionado, le preguntó: «¿No tienes miedo de ir solo?». Rotundo y cabal, respondió: «Yo no estoy solo; me acompaña el Ángel de la Guarda». Sufría con solo pensar en una eventual ofensa a Cristo, y no podía contener sus lágrimas. Buscando siempre lo más perfecto, y arrepentido de haber hecho novillos en una ocasión incitado por sus amigos, buscó la amistad de Jesús y de María.

En Turín, llevado por su gran devoción a María, junto a un grupo de compañeros fundó la Compañía de la Inmaculada y todos se comprometieron a ayudar a Don Bosco para educar a los muchachos del Oratorio. Esos chavales a quienes este fundador se dirigía, diciéndoles: «A vosotros, santos…» eran de diversa índole y procedencia: ricos y pobres, más pacíficos y extremadamente violentos. Mucho le sirvió a Domingo su arte para narrar cuentos. Don Bosco se dio cuenta de que el joven era especial. Así lo describió: «Domingo no se ha hecho notorio en los primeros tiempos del Oratorio por cosa alguna, fuera de su perfecta docilidad y de una exacta observancia de las reglas de la casa… y una exactitud en el cumplimiento de sus deberes más allá de la cual no sería fácil llegar».

Sin embargo, no era perfecto, claro está; nadie lo es. Y en su particular itinerario hacia la santidad, de la mano del fundador aprendió a templar alguna que otra salida de tono, inducido por actitudes molestas de algunos compañeros. También consiguió remontar esos picos emocionales a los que tendía llevado por su temperamento melancólico. No queriendo sucumbir ante él, porque le impedía escuchar la voz de Dios, se fue fortaleciendo siendo fiel a las pequeñas cosas de cada día como le había enseñado Don Bosco.

Fue un apóstol incansable dentro y fuera del Oratorio. El fundador reconocía que el pequeño «llevaba más almas al confesionario con sus recreos que los predicadores con sus sermones». Su bellísima voz, aplaudida por quienes la escuchaban, le creó cierto desasosiego cuando alabaron sus cualidades vocales tan excepcionales. Los parabienes desataron en él gran emoción porque había experimentado interiormente un sentimiento a favor del halago: «Mientras cantaba, sentía cierta complacencia; ahora me felicitan...; así pierdo todo el mérito».

Un día se quedó absorto ante la Eucaristía durante siete horas. Después de buscarlo afanosamente por todos los lugares, Don Bosco lo halló ante el sagrario, y Domingo le pidió perdón por haber transgredido las reglas. Le horrorizaba el pecado, sobre todo el de impureza. La Virgen le alumbró rescatándole de las malsanas curiosidades de esas edades de la adolescencia contra las que luchaba titánicamente consagrándose a la Inmaculada. Algunos años después de morir, cuando se apareció a Don Bosco en uno de sus famosos sueños, le preguntó: «Domingo, ¿qué es lo que más te consoló en el momento de tu muerte?». Y él respondió: «La asistencia de la poderosa y amable Madre del Salvador». Era firme y dulce a la par. Sentía dolorosas turbaciones y dudas de conciencia que le instaban a confesarse cada tres o cuatro días. Su ansia penitencial era insaciable porque quería unirse a los sufrimientos de Jesús en la cruz.

Juan Bosco le ayudó en esa etapa convulsa de la vida, y no tuvo problemas en encauzarlo porque en Domingo eran proverbiales su obediencia, docilidad y generosidad. En la biografía que escribió de él, el fundador expuso los matices de un camino que hicieron de este joven el santo que es. Se percibe cómo llegó a realizar este anhelo: «Yo quiero entregarme todo al Señor. Yo debo y quiero pertenecer todo al Señor». Caritativo, humilde, devoto de Jesús Sacramentado y de María, experimentaba también un gran amor por el Santo Padre. Fue agraciado con numerosos favores místicos. Era de salud delicada, y en 1857 ésta se agravó con una pulmonía. El médico aconsejó que viajara a Mondonio para reponerse. Al despedirse, intuyendo su pronta muerte se dirigió a Don Bosco y a sus compañeros diciéndoles: «Nos veremos en el paraíso». Y el 9 de marzo de ese año voló al cielo después de haber recitado las oraciones que se leían a los agonizantes, y que su padre rezaba. Sus últimas palabras fueron: «Papá, ya es hora […]. Adiós, querido papá, adiós. ¡Oh, qué hermosas cosas veo!». Pío XII lo beatificó el 5 de marzo de 1950, y también lo canonizó el 12 de junio de 1954. 

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