¿Podré publicar un nuevo libro?

 

No lo sé. Lo que sí sé es que el proyecto está ya muy avanzado. Hasta he pensado en un título, “La obediencia del ser”, una expresión que Romano Guardini empleó como un sinónimo de la adoración.

Yo creo que la historia de la salvación es unitaria y que la gracia supone la naturaleza. En realidad, hemos sido creados para adorar a Dios, para amarle y para entrar en comunión de vida con Él.

Y entre Dios y nosotros el vínculo es Jesucristo: “todo fue creado por él y para él” (Col 1,16). Jesucristo nos atañe a todos. Hemos sido creados por Dios y para Dios. Por Él, por Jesucristo, hemos sido redimidos y hechos hijos adoptivos de Dios por la gracia.

Yo creo que el mundo de la fe no es un mundo paralelo al mundo de cada día. Creo que hay un solo mundo. Creo que Dios sabe lo que hace y que nos atrae hacia Sí, sin violentar en nada nuestro deseo más profundo. Admitir esa constatación es superar la voluntad caprichosa de quien aspira a ser lo que jamás podrá ser.

Creo, asimismo, que la fe no puede cansarse de hacerse preguntas. Los creyentes son seres humanos racionales. Y es propio de un ser racional el interrogarse. La fe lo hace. No ahorra ninguna pregunta.

La fe es personal siendo eclesial. Y la eclesialidad de la fe no es accidental, sino sustancial. Creemos en la Iglesia y creemos tal como cree la Iglesia. La fe de la Iglesia no es un añadido a la fe personal, sino el contexto y la norma para la fe.

La fe se celebra y observa una correspondencia completa entre profesión y liturgia: “Lex orandi, lex credendi”.

La fe es vida; es testimonio. Y el testimonio tiene un centro, que es la caridad. Un empeño, el de vivir la fe en la caridad, que no es inalcanzable. Los santos lo han vivido. Lo han logrado con la gracia de Dios.

La historia de los santos así lo pone de manifiesto. De modo no exclusivo, pero notorio, la vida de Santo Tomás de Aquino, patrono de los teólogos.

En conclusión, yo creo que la fe es sencilla, porque se basa en Dios, y no en nuestra sabiduría – riesgo de gnosticismo – ni tampoco en nuestras fuerzas – riesgo de pelagianismo -, sino en Dios.

Pero no en un Dios lejano, sino en un Dios – el único verdadero – que ilumina nuestras noches y nuestros días con la Luz que es Cristo.

En esa Luz confiamos.

 

Guillermo Juan Morado.

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Casi me he olvidado.

Necesito tres cosas:

1)      Una revisión lingüística del texto.

2)      El “nihil obstad” y el “imprimatur” del Obispado de Tui-Vigo.

3)      Y un editor.

Quedo a la espera. Ya se lo contaré, si hay algo que contar.

 

Guillermo Juan Morado.