La terrible demagogia del "estar con los pobres"

 

Nada más demagógico que escuchar eso de que “hay que estar con los pobres”. La experiencia me dice que los que de verdad están al lado de los pobres los respetan tanto que jamás osarían llevarlos como bandera. La beata Teresa de Calcuta es el ejemplo más palmario. Y al revés, todo el que se pasa el día hablando de pobres para allá, y pobres para acá, generalmente los conoce solo de lejos. Ya saben, dime de qué presumes.

Estar con los pobres es una frase llena de falsedades con una gran dosis de manipulación, empezando por el concepto pobre, que es muchísimo más que no tener dinero: “era tan pobre que solo tenía dinero”. La gran pobreza es el pecado y el alejamiento de Cristo. Convertirse a Cristo, convertir el corazón, supone una nueva forma de vivir lejos de todo egoísmo en la que los hombres seremos capaces de compartir la fe y la vida como hermanos y en consecuencia las desigualdades sociales se irán limando y los más débiles encontrarán apoyo, solidaridad y, sobre todo, la caridad cristiana de sus hermanos más fuertes. A su vez, cuántas veces los fuertes serán evangelizados por los débiles.

Lo de los pobres, y la experiencia nos lo dice, no es en la practica más que una forma de obtener patente de corso para hacer exactamente lo que a uno le venga en gana. Demasiadas veces hemos visto comunidades cristianas donde apenas se celebra la Eucaristía, y cuando se hace se hace de aquella forma, donde se ha suprimido la reconciliación, la oración es juxta modum, la obediencia creativa, la moral circunstancial y cambiante, los principios mudables, pero a las que hay que perdonar todo por un supuesto estar con los pobres que nadie acaba de ver. Un estar sin proyectos, sin conexión con Cáritas, con unos gastos desorbitados que nadie sabe ni por qué ni para qué. No pasa nada. Como no pasa nada porque sor Veremunda justifique el aborto o don Fulano reparta la comunión indiscriminadamente. Están con los pobres y punto.

Y al revés. Comunidades donde se celebra la eucaristía con mimo, horario de confesiones, formación, liturgia. Pero ay amigo, como sea una comunidad que huela ligeramente a algo conservador -que bien por los que se esfuerzan por conservar lo que hay que conservar- el reproche será que no quieren saber nada con los pobres, aunque tengan un servicio de Cáritas que quite el hipo. Pues a otro perro con ese hueso.

Item más. Detrás de ese supuesto estar con los pobres ¡cuánto gasto superfluo! Suele pasar en las parroquias, e incluso más arriba, que cuanto más se llena la boca con los pobres, más aumenta el gasto corriente de funcionamiento. Un misterio que los economistas algún día tendrán que explicar. Como tendrán que explicar la forma de financiación de las comunidades que desprecian el vil metal, no sea que lo hagan a costa de los que están con los ricos, pura hipótesis nada más.

Ni estar con los pobres ni con los ricos ni con la clase media. Estamos con Cristo y con los hombres, los que tenemos cerca, los feligreses que nos tocaron, para anunciar el evangelio, la conversión del corazón a Jesucristo y la nueva forma de vida del bautizado, y hacerlo humildemente, tal y como nos pide la Iglesia que lo hagamos. ¿Y los pobres? Una comunidad convertida no necesita más. Le sale de dentro.

Pues nada, a la que te descuidas ni conversión, ni fe ni nada, que lo que importa es el amor según lo entiende personalmente don Perengánez y aplauden sus cuatro amigos, aunque en su forma de ejercer la caridad pisoteen constantemente la fe de la Iglesia. Es igual. No solo no pasa nada sino que son el último grupo profético de la nueva primavera. Para ellos mismos.