ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 13 de marzo de 2015

LA FRASE DEL VIERNES 13 DE MARZO

"Sabed que la virtud de la paciencia es la que nos asegura la mayor perfección". San Francisco de Sales

 


El papa Francisco

Francisco: 'Nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios'
El Santo Padre preside en la Basí­lica de San Pedro una Liturgia Penitencial y recuerda que cuanto más grande es el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se convierten

El Papa anuncia la celebración de un Año Santo extraordinario
El Jubileo de la Misericordia comenzará con la apertura de la Puerta Santa en la Basí­lica Vaticana durante la próxima solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016

Francisco sintió paz en su elección y esa paz le acompaña hasta hoy
En el aniversario del segundo año como Pontífice, concede una entrevista a la televisión mexicana Televisa

El Papa: 'el celo apostólico no se puede negociar'
El Santo Padre habla de los laicos y los mártires a la comunidad coreana en Roma, junto con sus obispos en Visita ad Limina, en la Basílica de San Pedro

Mirada al mundo

El cardenal Urosa pide cordura en las relaciones entre EEUU y Venezuela
El purpurado considera lamentable que Washington afirme que Caracas es una amenaza para su seguridad nacional. Se trata de una afirmación inaceptable por las consecuencias que puede tener para todos los venezolanos

La ONU urge a los lí­deres mundiales a poner fin al sufrimiento del pueblo sirio
Tras cuatro años de conflicto en Siria, más de 12,2 millones de personas precisan asistencia de emergencia y 3,9 millones han buscado refugio en los paí­ses vecinos

Todo listo para la marcha a favor de la vida en Madrid
La manifestación tendrá lugar este sábado con el lema 'Cada vida importa'. Durante el acto habrá una suelta de 10 mil globos blancos para recordar a las ví­ctimas del aborto

Las OMP de España organizan el XII Encuentro Misionero de Jóvenes
Del 20 al 22 de marzo, bajo el lema '¿Dónde está tu hermano?'. Participará la hermana Paciencia Melgar, misionera de la Inmaculada Concepción, que sobrevivió al virus del ébola

Rome Reports

Francisco convoca un Jubileo de la Misericordia (Vídeo)
Comenzará con la apertura de la Puerta Santa el próximo 8 de diciembre y durará casi 1 año

Cardenal de Burkina Faso: Aquí confunden Charlie Hebdo con Iglesia católica (Vídeo)
Philippe N. Ouédraogo recuerda que la población identifica todo lo que venga de Occidente con la Iglesia

PJ Anderson: Convirtió su pasión por la música en un mensaje de esperanza (Vídeo)
La estrella del country aprendió a tocar la guitarra gracias a una religiosa

Espiritualidad

Texto completo de la tercera predicación del padre Raniero Cantalamessa
En el Vaticano con motivo de cuaresma. El tema: Oriente y occidente frente al misterio de la persona de Cristo

La cruz: signo hermoso del amor
IV Domingo de Cuaresma

¿Qué mandáis hacer de mí­? - Día del Seminario
Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández. «Dios se sirve de todo para golpear el corazón de una persona y decirle: 'Tú, sí­gueme'»

Beato Giacomo Cusmano - 14 de marzo
«Este fundador e impulsor de diversas obras apostólicas, padre de los pobres y médico de profesión, nunca quiso la caridad del oro, del dinero, sino el oro de la caridad para llegar al corazón de los pecadores y conducirlos a Cristo»


El papa Francisco


Francisco: 'Nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios'
El Santo Padre preside en la Basí­lica de San Pedro una Liturgia Penitencial y recuerda que cuanto más grande es el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se convierten

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El sacramento de la Reconciliación nos permite acercarnos con confianza al Padre para tener la certeza de su perdón. Él es verdaderamente rico en misericordia y la extiende con abundancia sobre quienes acuden a Él con corazón sincero. Lo ha recordado esta tarde el papa Francisco, que ha presidido una Liturgia Penitencial en la Basílica de San Pedro, unido a muchos cristianos que en todas las partes del mundo, “han acogido la invitación a vivir este momento como signo de la bondad del Señor”. Esta tarde el Papa ha recordado a los fieles que Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Nunca se asusta de nuestros pecados.

Durante su discurso, el Papa ha señalado que Dios no cesa nunca de mostrar la riqueza de su misericordia a lo largo de los siglos. “Ser tocados con ternura de su mano y plasmados por su gracia nos permite, por tanto, acercarnos al sacerdote sin temor por nuestras culpas, pero con la certeza de ser acogidos por él en el nombre de Dios, y comprendidos a pesar de nuestras miserias”, ha recordado el Papa. Saliendo del confesionario --ha asegurado-- sentiremos su fuerza que dona de nuevo la vida y restituye el entusiasmo de la fe.

Haciendo referencia al pasaje del Evangelio leído anteriormente (Lc 7, 36-50), de la mujer pecadora en la casa del fariseo, el Papa ha hecho referencia a dos palabras concretas: amor y juicio.

“Está el amor de la mujer pecadora que se humilla delante del Señor, pero antes aún está el amor misericordioso de Jesús por ella, que la empuja a acercarse”, ha indicado. Cada gesto de esta mujer --ha explicado el Santo Padre-- habla de amor y expresa su deseo de tener una certeza inquebrantable en su vida: la de haber sido perdonada. Y es Jesús quien da esta certeza a la mujer: “acogiéndola le demuestra el amor de Dios por ella”. De este modo, el Pontífice ha señalado que el amor y el perdón son simultáneos. Para ella, “no habrá ningún juicio sino el que viene de Dios, y este es el juicio de la misericordia”. “El protagonista de este encuentro es ciertamente el amor que va más allá de la justicia”, ha indicado el Papa.

Por otro lado está el ejemplo de Simón el fariseo, que “no consigue encontrar el camino del amor”. “En sus pensamientos invoca solo la justicia y haciendo eso se equivoca”, ha advertido. Así, Francisco ha explicado que “la llamada de Jesús empuja a cada uno de nosotros a no pararnos nunca en la superficie de las cosas, sobre todo cuando estamos delante de una persona”. Estamos llamados --ha añadido-- a mirar más allá, a centrarnos en el corazón para ver de cuánta generosidad es capaz. El Santo Padre ha afirmado que “nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios, todos conocen el camino para acceder a ella y la Iglesia es la casa que acoge a todos y no rechaza a nadie”. Sus puertas, ha proseguido el Papa, permanecen abiertas, “para que los que son tocados por la gracia puedan encontrar la certeza del perdón”. Asimismo, Francisco ha afirmado que cuanto más grande es el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se convierten.

El Papa ha explicado al finalizar su discurso que ha pensado a menudo cómo la Iglesia pueda hacer más evidente su misión de ser testimonio de la misericordia. Por eso, Francisco ha anunciado un Jubileo extraordinario que tendrá su centro en la misericordia de Dios, “un Año Santo de la Misericordia”. Estoy seguro --ha observado el Santo Padre-- que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consolación a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo.

Como ya hizo el año pasado en esta misma celebración penitencial, el Santo Padre se ha acercado a un confesionario antes de ser él el que cofesara a algunos fieles.

Durante la celebración, los fieles presentes en la Basílica han podido acercarse a los confesionarios para recibir el sacramento de la reconciliación.

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El Papa anuncia la celebración de un Año Santo extraordinario
El Jubileo de la Misericordia comenzará con la apertura de la Puerta Santa en la Basí­lica Vaticana durante la próxima solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El Papa Francisco ha anunciado este viernes, 13 de marzo de 2015, en la Basílica de San Pedro, la celebración de un Año Santo extraordinario. Este Jubileo de la Misericordia comenzará el presente año con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción, 8 de diciembre, y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. El Santo Padre, al inicio del año, exclamó: “Estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Este es el tiempo de la misericordia. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales. ¡Adelante!”

El anuncio se ha realizado coincidiendo con el segundo aniversario de la elección del papa Francisco, durante la homilía de la celebración penitencial con la que el Santo Padre ha dado inicio a la 24 horas para el Señor, iniciativa propuesta por el Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización para promover en todo el mundo la apertura extraordinaria de las iglesias y favorecer la celebración del sacramento de la Reconciliación. El tema de este año ha sido tomado de la carta de San Pablo a los Efesios: “Dios rico en misericordia” (Ef 2,4).

La apertura del próximo Jubileo adquiere un significado especial ya que tendrá lugar en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, ocurrida en 1965. Será por tanto un impulso para que la Iglesia continúe la obra iniciada con el Vaticano II, ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede en un comunicado.

Durante el Jubileo las lecturas para los domingos del tiempo ordinario serán tomadas del Evangelio de Lucas, conocido como “el evangelista de la misericordia”. Dante Alighieri lo definía “scriba mansuetudinis Christi”, “narrador de la mansedumbre de Cristo”. Son bien conocidas las parábolas de la misericordia presentes en este Evangelio: la oveja perdida, la moneda extraviada, el padre misericordioso.

El anuncio oficial y solemne del Año Santo tendrá lugar con la lectura y publicación junto a la Puerta Santa de la Bula, el Domingo de la Divina Misericordia, fiesta instituida por San Juan Pablo II que se celebra el domingo siguiente a la Pascua.

Antiguamente, para los hebreos el jubileo era un año declarado santo, que recurría cada 50 años, y durante el cual se debía restituir la igualdad a todos los hijos de Israel, ofreciendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal. A los ricos, en cambio, el año jubilar les recordaba que llegaría el tiempo en el que los esclavos israelitas, llegados a ser nuevamente iguales a ellos, podrían reivindicar sus derechos. “La justicia, según la ley de Israel, consistía sobre todo en la protección de los débiles (S. Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente 13).

La Iglesia católica inició la tradición del Año Santo con el Papa Bonifacio VIII, en el año 1300. Este Pontífice previó la realización de un jubileo cada siglo. Desde el año 1475 – para permitir a cada generación vivir al menos un Año Santo – el jubileo ordinario comenzó a espaciarse al ritmo de cada 25 años. Un jubileo extraordinario, en cambio, se proclama con ocasión de un acontecimiento de particular importancia.

Los Años Santos ordinarios celebrados hasta hoy han sido 26. El último fue el Jubileo del año 2000. La costumbre de proclamar Años Santos extraordinarios se remonta al siglo XVI. Los últimos de ellos, celebrados el siglo pasado, fueron el de 1933, proclamado por Pío XI con motivo del XIX centenario de la Redención, y el de 1983, proclamado por Juan Pablo II por los 1950 años de la Redención.

La Iglesia católica ha dado al jubileo hebreo un significado más espiritual. Consiste en un perdón general, una indulgencia abierta a todos, y en la posibilidad de renovar la relación con Dios y con el prójimo. De este modo, el Año Santo es siempre una oportunidad para profundizar la fe y vivir con un compromiso renovado el testimonio cristiano.

Con el Jubileo de la Misericordia, el papa Francisco pone al centro de la atención el Dios misericordioso que invita a todos a volver hacia Él. El encuentro con Él inspira la virtud de la misericordia.

El rito inicial del jubileo es la apertura de la Puerta Santa. Se trata de una puerta que se abre solamente durante el Año Santo, mientas el resto de años permanece sellada. Tienen una Puerta Santa las cuatro basílicas mayores de Roma: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María Mayor. El rito de la apertura expresa simbólicamente el concepto que, durante el tiempo jubilar, se ofrece a los fieles una “vía extraordinaria” hacia la salvación.

Luego de la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, serán abiertas sucesivamente las puertas de las otras basílicas mayores.

La misericordia es un tema muy sentido por el papa Francisco quien ya como obispo había escogido como lema propio “miserando atque eligendo”. Se trata de una cita tomada de las homilías de san Beda el Venerable, el cual, comentando el episodio evangélico de la vocación de San Mateo, escribe: “Vidit ergo lesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me” (Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme). Esta homilía es un homenaje a la misericordia divina. Una traducción del lema podría ser: “Con ojos de misericordia”.

En el primer Ángelus después de su elección, el Santo Padre decía que: “Al escuchar misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia” (Ángelus del 17 de marzo de 2013).

También este año, en el Ángelus del 11 de enero, manifestó: “Estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Este es el tiempo de la misericordia. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales. ¡Adelante!” Y en el mensaje para la Cuaresma del 2015, el Santo Padre escribe: “Cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”.

En el texto de la edición española de la exhortación apostólica Evangelii gaudium el término misericordia aparece 29 veces.

El papa Francisco ha confiado al Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización la organización del Jubileo de la Misericordia. 

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Francisco sintió paz en su elección y esa paz le acompaña hasta hoy
En el aniversario del segundo año como Pontífice, concede una entrevista a la televisión mexicana Televisa

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El papa Francisco ha sido entrevistado por la periodista Valentina Alazraki, corresponsal de Noticieros Televisa en el Vaticano, a unos días de cumplir dos años como Pontífice. Durante la entrevista, el Santo Padre ha hablado sobre las reacciones que desató el e-mail enviado a un amigo argentino donde hablaba de  “evitar la mexicanización de Argentina”. El Papa también hace referencia a los hechos de violencia que han afectado el país en los últimos años, pero afirma que no es el primer momento difícil por el que el país ha atravesado a lo largo de la historia y podrá superarlo. El Pontífice recuerda cómo fue el día de su elección como Sucesor de Pedro, la paz que sintió aquel día y que desde entonces siente. También comenta la reforma de la Curia, el Sínodo sobre la familia y los casos de pederastia.

Sobre qué significa visitar México y su frontera con Estados Unidos, el Santo Padre explica que “hoy día la emigración es fruto del malestar en el sentido etimológico de la palabra, fruto del hambre, de buscar nuevas fronteras”. Pero evidentemente --señala-- la migración hoy día está muy relacionada al hambre, a la falta de trabajo. “A esta tiranía de un sistema económico que tiene al dios dinero en el centro y no a la persona ¿no? Y entonces se descarta gente”, afirma el Pontífice. Al respecto se alegra de que Europa esté revisando su política migratoria. “Italia fue muy generosa y quiero decirlo” dice Francisco haciendo referencia a la situación de Lampedusa. Pero volviendo a la situación concreta de la frontera de México y Estados Unidos, el Papa indica que “además es una zona de mucha lucha de problemas de narcotráfico”. Y habla de Morelia, toda esa zona, “es una zona de mucho sufrimiento donde también las organizaciones de traficantes de droga no se van con chiquitas ¿no?, es decir, saben hacer sus trabajos de muerte, ¿no?, son mensajeros de muerte, sea por la droga, o sea por limpiar, entre comillas, a aquellos que se oponen a la droga, los 43 estudiantes, de alguna manera están pidiendo que, no digo venganza, justicia, y que se los recuerde”. A propósito Francisco reconoce que quiso hacer cardenal al arzobispo de Morelia, “porque está en la sartén”. O sea --explica-- un hombre que está en una zona muy caliente, y es un testimonio de hombre cristiano, de un gran sacerdote.

Hablando sobre el difícil momento que atraviesa ahora México el Papa indica que no es el primer que pasa. “Yo pienso que a México el diablo lo castiga con mucha bronca. Por esto. Creo que el diablo no le perdona a México, que Ella haya mostrado ahí a su Hijo. Interpretación mía”, afirma el Papa. Sobre las responsabilidades, Francisco observa que no toda la culpa se la puede echar al Gobierno. “Yo sé que es muy difícil denunciar a un narcotraficante. Porque le va la vida, es una especie de martirio ¿no? Es duro, pero creo que todos en situaciones así, sea en México o no en México, tenemos que poner el hombro. O sea el echarle la culpa a un solo sector, a una sola persona, a un solo grupo, es infantil”.

El Papa también responde a una pregunta sobre la “mexicanización” de Argentina de la que habló en un e-mail privado a un amigo suyo y en ciertos sectores dicha expresión hirió. “Evidentemente que es un término, permítaseme la palabra, técnico. No tiene nada que ver ya con la dignidad de México. Como cuando hablamos de la balcanización, ni los serbios, ni los macedonios, ni los croatas se nos enojan. Ya se habla de balcanizar algo y se usa técnicamente y los medios de comunicación lo han usado muchas veces ¿no?”, explica. Y precisa que leyó estadísticas que hablaba que el 90 por ciento del pueblo mexicano no se sintió ofendido por eso. “Lo cual me alegra. Para mí habría sido un gran dolor que se interpretara de esa manera”. 

Haciendo referencia a este hecho, que un e-mail privado acaba trascendiendo públicamente, la periodista le pregunta si no ha pensado decirle a la gente a la que llama o escribe “esto es privado”. Francisco explica que normalmente lo hace “pero a veces la gente no, no se aguanta”. A continuación el Papa afirma que “a veces yo me he sentido usado por la política del país. Políticos argentinos que pedían audiencia”. De este modo indica que “claro los argentinos cuando vieron un Papa argentino se olvidaron de todos los que estaban a favor o en contra del Papa argentino”.

La entrevista coincide con el segundo aniversario del Pontificado de Francisco, de ahí la pregunta sobre el día de la elección.

“La cosa fue muy sencilla. Yo me vine con una valijita chica porque hice el cálculo, y dije el Papa no va nunca a asumir en Semana Santa. Por lo tanto yo me puedo venir tranquilamente y estar el Domingo de Ramos en Buenos Aires. Dejé preparada la homilía del Domingo de Ramos sobre mi escritorio y me vine con lo necesario para esos días, aunque pensaba que podía ser un cónclave muy corto ¿no?” Sobre el Cónclave, el Papa afirma que el fenómeno de las votaciones es un fenómeno interesante. “Hay candidatos ya fuertes. Pero mucha gente que no sabe dónde dar el voto. Entonces elige seis, siete, que son los votos depósito. Entonces yo deposito el voto en usted y cuando veo ya quien va se lo doy.  O sea, son, es como una provisoriedad. Eso es general en las votaciones de grupos grandes, no cierto. O sea sí, yo tenía algunos votos, pero depósito”, explica Francisco en la entrevista.

En la primera votación de la tarde --prosigue el Papa-- cuando yo vi que ya eso ya podía ser irreversible, lo tenía al lado y esto lo quiero contar porque hace a la amistad al cardenal Hummes, que para mí es un grande, me decía: “No te preocupes, así obra el Espíritu Santo”.

Además, el Papa cuenta también que durante la votación, rezaba el Rosario, “solía rezar los tres Rosarios diarios, tenía mucha paz. Yo diría que hasta inconsciencia. Lo mismo cuando se dio la cosa, y para mí ese fue un signo de que Dios quería eso. La paz. Hasta el día de hoy no la he perdido”.

Y aquel día llegó su primer “problema con el protocolo”, cuando pidió al vicario de Roma y al cardenal Hummes que le acompañaran en ese momento, algo que no estaba previsto. Sobre el momento concreto en la ventana central de la Basílica, Francisco recuerda que sintió profundamente que un ministro necesita la bendición de Dios, pero también la de su pueblo.

Por otro lado responde también a preguntas sobre lo que más le gusta y lo que no tanto de ser Papa. Le gusta todo, pero “lo único que me gustaría es poder salir un día, sin que nadie me conociera e irme a una pizzería a comer una pizza”.

Asimismo explica que no es que antes no le gustara venir al Vaticano, lo que al Papa no le gusta es viajar. “Yo soy muy pegado al hábitat, es una neurosis”, bromea. A propósito de vivir en Santa Marta explica que “es simplemente porque hay gente. Yo allá solo, no hubiera soportado. No porque sea lujoso, como algunos dicen, no. No es lujoso. El apartamento no es lujoso. Es grande. Pero esa soledad no la hubiera tolerado”.

Francisco afirma en la entrevista que su Pontificado “va a ser breve”, “pero tengo la sensación que el Señor me pone para una cosa breve, nomás y... Pero es una sensación”. Sobre la posibilidad de renunciar indica que cree que “lo que hizo el Papa Benedicto fue abrir una puerta”. Añade que no es de la idea de poner una edad como para los obispos eméritos pero sí de lo que hizo Benedicto. Recuerda que lo vio recientemente en el Consistorio, “estaba feliz, contento. Respetado por todo el mundo. Yo lo voy a visitar. A veces le hablo por teléfono. Como dije, es como tener al abuelo sabio, en casa”.

A propósito de su primer encuentro con Benedicto XVI, el 23 de marzo de 2013, “ahí me sentí como que mi papá me llevaba y me enseñaba y me hacía sentar. Él fue el anfitrión en el sentido más humano de la palabra”.

Otro tema abordado en la entrevista es la reforma de la Curia. Y Francisco habla sobre la conversión del corazón. “Tiene que dejar lo que pueda tener de corte todavía y ser un grupo de trabajo, al servicio de la Iglesia. Al servicio de los obispos. Evidentemente que eso indica una conversión personal”, explica.

Y habla también en concreto de los símbolos: el coche, la ropa… “Trato de ser yo, como me gusta, y a veces por ahí exagero en alguna cosa que puede ofender a alguien. No sé en eso me tengo que cuidar”. Del mismo modo precisó sobre su discurso a la Curia en Navidad y las enfermedades de las que habló. El marco de lo que dijo es, “estamos a fin de año, hagamos un examen de conciencia”. Pero --reconoce-- no es que la Curia está cayéndose a pedazos de todas estas complicaciones o enfermedades. A propósito de las resistencias en la Curia, el Pontífice afirma que nunca ha castigado a alguien por decirle las cosas a la cara “esos son los colaboradores que yo quiero”.

En relación a su opción preferencial por los pobres, el Santo Padre indica que lo que siempre ataca él es “la seguridad en la riqueza. No pongas tu seguridad ahí. En el Evangelio Jesús en eso es radical”. También afirma que le indigna “el salario injusto. Porque uno se enriquece  a costa de la dignidad no dada a la persona”.

Otro asunto importante del que hablan en la entrevista es el Sínodo de la familia. El Papa cree que “hay expectativas desmesuradas” y aclara que el Sínodo de la Familia “no lo quise yo. Lo quiso el Señor. Y fue una cosa de Él”. El Papa observa que “hay una crisis familiar dentro de la familia” y desde ese punto de vista cree que lo que el Señor quiere es que se enfrente la “preparación al matrimonio, acompañamiento de los que conviven, acompañamiento de los que se casan, y llevan bien su familia, acompañamiento de los que han fracasado, en la familia y han hecho una nueva unión, preparación al Sacramento del matrimonio, no todos están preparados”. Y a propósito de la forma en la que se desarrolló el Sínodo, el Papa especifica que se opone a que sean publicadas las cosas que dice cada uno con nombre y apellido, “que se sepa lo que se dijo, no tengo problema. Pero no quién lo dijo. De manera que se sienta libre para decir lo que quiere”.

El asunto de la pederastia y Marcial Maciel también ha sido uno de los puntos de la entrevista. “Cuando me enteré del ‘escandalazo’ realmente me dolió mucho, me escandalicé. ¿Cómo esta persona pudo llegar hasta esto?”, se pregunta el Papa. Y explica que “acá, cuando se tomó conciencia de la cosa, se empezó a actuar fuerte”. Y deja claro que el entonces cardenal Ratzinger y San Juan Pablo II eran conscientes y dijeron: adelante. Uno, en la investigación. Y el otro dando luz verde.

Sobre el problema del abuso de menores reconoce que es un problema grave, “la mayoría de los abusos se dan en el entorno familiar y vecinal”. Pero, “un solo cura, que abuse de un menor, es suficiente para mover toda la estructura de la Iglesia y enfrentar el problema”. Hay que seguir adelante, y no volver un paso atrás, asegura Francisco.

La periodista también pregunta al Santo Padre si alguna vez ha pensado “tendría que morderme la lengua” por su lenguaje espontáneo y poco convencional. “Siempre he hablado así. Siempre. Por ahí es un defecto, no sé. Pero la gente creo que me entiende”, observa el Papa.

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El Papa: 'el celo apostólico no se puede negociar'
El Santo Padre habla de los laicos y los mártires a la comunidad coreana en Roma, junto con sus obispos en Visita ad Limina, en la Basílica de San Pedro

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Francisco aún tiene en el corazón la alegría de la visita a Corea. Se lo dijo él mismo este jueves a la comunidad coreana de Roma en la Basílica de San Pedro, guiada por los obispos de la Conferencia Episcopal del país, en visita ad Limina. El Santo Padre reconoció que fue una visita bellísima y que no puede olvidar la fe y el celo de este pueblo. La República de Corea recibió la visita apostólica del Papa del 13 al 18 de agosto de 2014, con ocasión de la VI Jornada de la Juventud Asiástica.

Durante el discurso que les dirigió subrayó dos cosas. En primer lugar los laicos. Recordando que durante dos siglos la Iglesia de Corea fue sacada adelante solo por parte de los laicos. Por ello el Papa exhortó a “ayudar a los laicos a ser conscientes de esta responsabilidad. Ellos han heredado esta gloriosa historia”.

En segundo lugar, Francisco habló de los mártires. “Vuestra Iglesia ha sido ‘regada’ con la sangre de los mártires, y esto ha dado vida”, observó. A propósito les pidió estar atentos porque el diablo es astuto. Y lo explicó con una anécdota: “los japoneses, cuando en la persecución religiosa torturaban a los cristianos --también donde vosotros, muchas torturas-- después les llevaban a la cárcel; pero un mes antes del juicio, cuando tenían que hacer la apostasía, les llevaban a una casa bonita, les daban de comer bien, en un agradable bienestar”. ¿Y por qué hacían esto? El Papa explicó que “para ablandar la fe, para que probaran el placer de estar bien, y después les proponían de nuevo la apostasía y ellos cedían, porque se habían debilitado”.

Sin ánimo de hacer el profeta, Francisco advirtió que esto les puede suceder. “Si no vais adelante con la fuerza de la fe, con el celo, con el amor a Jesucristo, si os hacéis blandos --cristianismo ‘al agua de rosas’, débiles-- vuestra fe caerá”.

Por eso, el Pontífice les recordó que el demonio es astuto y hará esta propuesta del bienestar religioso. De este modo les pidió por favor que no se olviden de que son hijos de mártires y “el celo apostólico no se puede negociar”.

“Sois Iglesia de mártires, y esta es una promesa para toda Asia. Id adelante. No os rindáis. Nada de mundanidad espiritual, nada. Nada de catolicismo fácil, sin celo. Nada de bienestar religiosos. Amor a Jesucristo, amor a la cruz de Jesucristo y amor a vuestra historia”, pidió el Papa a la comunidad coreana.

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Mirada al mundo


El cardenal Urosa pide cordura en las relaciones entre EEUU y Venezuela
El purpurado considera lamentable que Washington afirme que Caracas es una amenaza para su seguridad nacional. Se trata de una afirmación inaceptable por las consecuencias que puede tener para todos los venezolanos

Por Redacción

MADRID, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El cardenal Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas, ha calificado este jueves de "inaceptable" que el Gobierno de Estados Unidos haya declarado el lunes a Venezuela como una "amenaza inusual y extraordinaria" para su seguridad nacional y ha realizado un llamamiento a la "sensatez" y la "cordura" entre los dos países.

En un comunicado, el purpurado ha señalado que "esa afirmación es inaceptable por las consecuencias que puede tener para todos los venezolanos, no solamente para el Gobierno nacional".

Asimismo, ha considerado que es "deplorable" que mientras Cuba y Estados Unidos normalizan sus relaciones diplomáticas tras más de cinco décadas de enfrentamientos, se profundicen las diferencias entre Washington y Caracas.

En este sentido, ha instado a ambas partes a entablar conversaciones para "que se aclare la situación y se disipe el peligro de una escalada del conflicto" bilateral.

Por último, el cardenal Urosa ha invitado a todos los venezolanos "a reafirmar nuestra voluntad de paz, a trabajar por la unión nacional, y a pedir a Dios que nos conceda superar esta hora difícil para Venezuela".

El arzobispo de Caracas ha realizado estas declaraciones después que el presidente Barack Obama firmara una orden ejecutiva para sancionar a siete funcionarios venezolanos, entre los que se encuentran seis oficiales de la Fuerza Armada acusados de violaciones a los derechos humanos durante las protestas antigubernamentales que se vivieron en el país en 2014.

Por su parte, el Gobierno de Nicolás Maduro ha denunciado la medida como una "agresión" a Venezuela por parte de la mayor potencia del mundo y ha alertado que a estas acciones generalmente le sigue una intervención militar.

Por ello, Maduro ha solicitado a la Asamblea Nacional poderes especiales para "enfrentar" las "amenazas" de Estados Unidos.

El mandatario está convencido de que el país suramericano se encuentra "ante una grave amenaza" y ha dado la orden de "desplegar todos los planes defensivos de Venezuela".

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La ONU urge a los lí­deres mundiales a poner fin al sufrimiento del pueblo sirio
Tras cuatro años de conflicto en Siria, más de 12,2 millones de personas precisan asistencia de emergencia y 3,9 millones han buscado refugio en los paí­ses vecinos

Por Redacción

MADRID, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Las agencias humanitarias de Naciones Unidas han urgido este viernes a los líderes mundiales a superar sus diferencias y unirse para poner fin al sufrimiento del pueblo sirio.

Al comenzar el quinto año del conflicto en Siria, los responsables de seis organismos de la ONU han subrayado en un comunicado conjunto "el alto costo humano de una crisis que la comunidad internacional no ha detenido".

Valerie Amos, de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA); Margaret Chan, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Ertharin Cousin, del Programa Mundial de Alimentos (PMA); António Guterres, Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR); Pierre Krähenbühl, de la Agencia para los Refugiados Palestinos (UNRWA), y Anthony Lake, del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), han recordado que más de 200 mil personas han muerto en cuatro años, y han preguntado qué hace falta para acabar con la violencia, desesperación y privaciones de los sirios.

El portavoz de OCHA en Ginebra, Jens Laerke, ha leído el mensaje, también firmado por las representantes especiales sobre violencia sexual en conflictos, Zainab Bangura, y sobre niños y conflictos armados, Leila Zerrougui.

“Necesitamos que los líderes mundiales dejen de lado sus diferencias y usen su influencia para lograr un cambio sustantivo en Siria: para presionar a las partes a acabar con los ataques indiscriminados a civiles, para garantizar el levantamiento de los sitios donde más de 212 mil personas han estado atrapadas sin alimentos por meses”, ha afirmado Laerke.

Los titulares de los organismos de la ONU también han enfatizado la urgencia de lograr el acceso de suministros médicos y terminar con castigos colectivos como la privación de agua y electricidad, además de evitar el colapso total del sistema educativo.

Según datos de Naciones Unidas, más de 12,2 millones de personas precisan asistencia de emergencia y 3,9 millones han buscado refugio en los países vecinos.

"El futuro de una generación está en juego. La credibilidad de la comunidad internacional está en juego", han sostenido los firmantes del comunicado.

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Todo listo para la marcha a favor de la vida en Madrid
La manifestación tendrá lugar este sábado con el lema 'Cada vida importa'. Durante el acto habrá una suelta de 10 mil globos blancos para recordar a las ví­ctimas del aborto

Por Redacción

MADRID, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Más de 140 asociaciones nacionales e internacionales han expresado su apoyo a la gran manifestación de este sábado en Madrid que lleva por lema "Cada vida importa. Por la vida, la mujer y la maternidad".

Miles de ciudadanos saldrán a las calles de la capital de España y secundarán este nuevo llamamiento para seguir mostrando su rechazo a la decisión de no derogar la Ley del Aborto por parte del Gobierno, reclamar leyes de apoyo a la maternidad, así como defender la vida, la maternidad y la mujer.

“Será una de las más grandes movilizaciones sociales de la historia de la democracia española y pondrá de manifiesto que una amplia mayoría de españoles no está dispuesta a acostumbrarse al aborto ni renuncia a cambiar la ley vigente”, han afirmado los organizadores en un comunicado.

“Pedimos a los políticos, desde la extrema izquierda a la más extrema derecha, que defiendan la vida como todos hoy día defendemos la igualdad de la mujer o que no pueda haber esclavos”, ha subrayado el presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco.

Además, ha apuntado que en el futuro la sociedad se preguntará cómo sus antepasados podían ser “tan animales” para legalizar el aborto. “Algún día caeremos en la cuenta de que el aborto es una barbaridad, que el aborto legalizado es algo bestial y algún día la humanidad mirará hacia nuestra época y dirá ‘pero cómo podían ser tan animales para no darse cuenta de que eso es horrible como lo fue la esclavitud, la torutura, la discriminación de la mujer'”, ha asegurado.

Blanco ha recordado que en España se practican más de 100 mil abortos al año y que se niegan “a que caiga un muro de silencio” sobre el aborto. Así, ha advertido de que no se callarán hasta que las leyes protejan la vida y a la mujer embarazada.

La cabecera de la manifestación, que llevará una pancarta de 15 metros de largo, saldrá a las 12,00 horas de la confluencia de la calle Alcalá con Sevilla y discurrirá por Cibeles hasta la Puerta de Alcalá, donde se montará un escenario con las dimensiones del utilizado para los actos de presentación de la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos de 2020.

Allí, se leerá el manifiesto, se escucharán los testimonios de una mujer que abortó y que ahora ayuda a mujeres embarazadas y de otra joven que decidió continuar con su embarazo, entre otros. También habrá una suelta de 10 mil globos blancos para recordar a las víctimas del aborto.

Además, el acto tendrá un marcado carácter musical ya que contará con las actuaciones del compositor flamenco Tito Losada, que ha compuesto varias canciones para la marcha, y de Héctor Tobo, que ya creó el himno ‘Aquí estoy yo’ para la marcha del 22 de noviembre. En esta ocasión, el himno se titula ‘Depende de ti’.

Más Información: www.cadavidaimporta.es

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Las OMP de España organizan el XII Encuentro Misionero de Jóvenes
Del 20 al 22 de marzo, bajo el lema '¿Dónde está tu hermano?'. Participará la hermana Paciencia Melgar, misionera de la Inmaculada Concepción, que sobrevivió al virus del ébola

Por Redacción

MADRID, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Obras Misionales Pontificias (OMP) ha organizado por duodécimo año consecutivo un Encuentro Misionero de Jóvenes, que se va a celebrar bajo el lema "¿Dónde está tu hermano?", y al que van a asistir más de un centenar de jóvenes de todas partes de España y de diferentes sensibilidades eclesiales. El lema, inspirado en el mensaje de cuaresma del papa Francisco, busca que los chicos y chicas conozcan de primera mano el sufrimiento y la necesidad de la humanidad, y se impliquen así en la misión universal de la Iglesia, han informado sus organizadores en un comunicado.

El encuentro comenzará el viernes 20 de marzo con la cena y posterior actuación del cantautor Nico Montero, Premio Bravo 2015 de música. En la mañana del sábado, los jóvenes misioneros dialogarán con monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), para hacer una reflexión sobre quiénes son los excluidos. Por la tarde, tendrá lugar la visita al Cottolengo del Padre Alegre, que invitará a descubrir "al otro" en las religiosas, enfermos y voluntarios que atienden este centro.

Después de conocer en primera persona el sufrimiento y la enfermedad, los jóvenes conocerán el domingo a la hermana Paciencia Melgar, misionera de la Inmaculada Concepción, que después de años de trabajo en el hospital San José de Monrovia, donde colaboró con el Hno. Manuel García Viejo, misionero fallecido por ébola, contrajo esta enfermedad, y sobrevivió. Esta religiosa guineana vino a España para donar sangre y así ayudar a quienes habían contraído la enfermedad. Desgraciadamente el mismo día que llegaba a España fallecía el Hno. García Viejo. Pero sí pudo donar su sangre para otras personas como fue el caso de la auxiliar de enfermería Teresa Romero.

Por último, varios jóvenes compartirán sus experiencias misioneras en períodos vacacionales, para contagiar a aquellos que aún no lo han vivido. Con los testimonios de los jóvenes de años anteriores, Obras Misionales Pontificias ha editado un vídeo en el que anima a otros jóvenes a sumarse al encuentro y a las experiencias misioneras de verano.

Además, para implicar a jóvenes que puedan asistir, se contará todo el encuentro en redes sociales, bajo el hashtag #JóvenesyMisión.

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Rome Reports


Francisco convoca un Jubileo de la Misericordia (Vídeo)
Comenzará con la apertura de la Puerta Santa el próximo 8 de diciembre y durará casi 1 año

Por Rome Reports

ROMA, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Cardenal de Burkina Faso: Aquí confunden Charlie Hebdo con Iglesia católica (Vídeo)
Philippe N. Ouédraogo recuerda que la población identifica todo lo que venga de Occidente con la Iglesia

Por Rome Reports

ROMA, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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PJ Anderson: Convirtió su pasión por la música en un mensaje de esperanza (Vídeo)
La estrella del country aprendió a tocar la guitarra gracias a una religiosa

Por Rome Reports

ROMA, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Espiritualidad


Texto completo de la tercera predicación del padre Raniero Cantalamessa
En el Vaticano con motivo de cuaresma. El tema: Oriente y occidente frente al misterio de la persona de Cristo

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Publicamos a continuación la tercera predicación de Cuaresma de este año del predicador de la Casa Pontifica, padre Raniero Cantalamessa. La predicación no tuvo lugar ya que hoy es festivo en el Vaticano por la celebración del segundo aniversario de la elección del papa Francisco.

1. Pablo y Juan: Cristo visto desde dos ángulos

En nuestro esfuerzo por poner en común los tesoros espirituales de Oriente y Occidente, reflexionamos hoy sobre la fe común en Jesucristo. Tratamos de hacerlo como quien sabe hablar de uno que está presente, no de un ausente. Si no fuera por nuestra pesadez humana que lo impide, cada vez que pronunciamos el nombre de Jesús, debemos pensar que hay uno que se siente llamar por el nombre y se vuelve a mirar. También esta mañana Él está aquí con nosotros y escucha, esperemos con indulgencia, lo que diremos de Él.

Partimos de las raíces bíblicas en el discurso de Jesús. Ya en el Nuevo Testamento vemos delinearse dos caminos distintos para expresar el misterio de Cristo. El primero de ellos es el de san Pablo. Resumimos los pasajes peculiares de este camino, esos por los que se convertirá en un modelo o arquetipo cristológico, en el desarrollo del pensamiento cristiano. Este camino,

- primero, parte de la humanidad para alcanzar la divinidad de Cristo, de la historia para llegar a la preexistencia; es por tanto un camino ascendente; sigue la orden de manifestarse de Cristo, la orden con la que los hombres lo han conocido, no la orden del ser;

- segundo, parte de la dualidad de Cristo (carne y Espíritu) para llegar a la unidad del sujeto “Jesucristo nuestro Señor”;

- tercero, tiene en su centro el misterio pascual, es decir la obra, antes incluso que la persona, de Cristo. La gran curva entre las dos fases de la existencia de Cristo es la resurrección de los muertos.

Para convencerse de la rectitud de esta reconstrucción, basta releer el denso pasaje - una especie de credo embrional - con la que el apóstol inicia la Carta a los Romanos. El misterio de Cristo es resumido así:

“nacido de la estirpe de David según la carne,

y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador

por su resurrección de entre los muertos,

Jesucristo, nuestro Señor,” (Rm 1, 3-4).

También en el himno cristológico de Filipenses 2, se habla antes de Cristo en la condición de siervo y después, a partir de la resurrección, de Cristo exaltado como Señor. El sujeto concreto, también cuando define a Cristo como “imagen del Dios invisible” (Col 1, 15), para Pablo es siempre el Cristo de la historia, también si la idea de la preexistencia no está ausente en sus escritos.

Una mirada rápida hacia adelante permite ver cómo serán acogidos y desarrollados estos pasajes paulinos de Jesús, en las generaciones sub-apostólicas. Carne y Espíritu, que en el origen indicaban dos fases udos tiempos de la vida de Cristo - antes y después de la resurrección -, pasarán a indicar, ya en san Ignacio de Antioquía, los dos nacimientos de Jesús, “de María y de Dios”, y finalmente las dos naturalezas de Cristo. Escribe Tertuliano: 

“El apóstol enseña aquí las dos naturalezas de Cristo. Con las palabras ‘nacido de la estirpe de David según la carne’, él diseña la humanidad; con las palabras ‘constituido Hijo de Dios según el Espíritu’, él indica la divinidad”[1].

A este camino ascendente del misterio de Cristo, se une, con Juan, un camino descendente. Podemos sintetizar así las características de este segundo camino.

- primero, parte de la divinidad, para llegar a la humanidad; el esquema está al revés: no más “carne - Espíritu”, sino “Logos - carne”; no antes lo humano, lo visible, y después lo divino y lo invisible, sino al contrario; Juan se coloca desde el punto de vista del ser, no del manifestarse a nosotros de Cristo, y según el ser está claro que la divinidad precede en él a la humanidad;

- segundo, es un camino que parte de la unidad y alcanza una dualidad de elementos: Logos y carne, divinidad y humanidad; en el lenguaje posterior: parte de las persona para alcanzar a las naturalezas.

- tercero, la gran división, el eje sobre el que gira todo, es la encarnación, no la resurrección o el misterio pascual.

De Cristo, interesa más la persona que la obra, el ser más que el actuar, comprendido el misterio pascual de muerte y resurrección. Este último sirve esencialmente para revelar quién es Jesús: “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que Yo Soy” (Jn 8, 28). La existencia ante el Padre es constantemente antepuesta a su venida al mundo. Basta recordar las dos grandes afirmaciones del inicio del cuarto Evangelio para mostrar la validez de esta reconstrucción resumida:

“Al principio existía la Palabra,

y la Palabra estaba junto a Dios,

y la Palabra era Dios […].

Y la Palabra se hizo carne  

y habitó entre nosotros”.

Se trazan así dos raíles en los que caminará toda la reflexión sucesiva de la Iglesia sobre Cristo. A pesar de las diferencias, hay una afinidad profunda y una comunicabilidad recíproca entre estos dos caminos, que se pueden recorrer en un sentido y en el otro. Para ambos, Pablo y Juan, en Jesucristo hay un elemento divino y un elemento humano, aún siendo el único sujeto. Para ambos él es el revelador y el redentor universal,aunque Juan insiste más sobre el revelador y Pablo más sobre el redentor. Para ambos, nuestra relación con Cristo está mediada y es posible por el Espíritu Santo. Es creyendo en Cristo, dicen ambos, que se recibe al Espíritu (Ga 3, 2; Jn 7, 39) y es recibiendo al Espíritu que se es capaz de creer en Cristo (1 Co 12, 3; Jn 6, 63).

Apenas se pasa a la época sucesiva, estos dos caminos tienden a consolidarse, dando lugar a dos modelos o arquetipos, y finalmente, en los siglos IV y V, a dos escuelas cristológicas. Las escuelas a las que me refiero son, una, la que por su mayor centro, Alejandría en Egipto, se llama Alejandrina y la otra la que, por la ciudad de Antioquía en Siria, es llamada Antioquena. La razón principal de su diferencia no es, como se ha pensado a veces, que los unos, los alejandrinos, se inspiran en Platón y los otros en Aristóteles, sino que los unos se inspiran preferentemente en Juan y los otros en Pablo.

Ninguno de los seguidores de uno u otro camino es consciente de elegir entre Pablo y Juan. Cada uno está seguro de estar de la parte de ambos, y esto es verdad. Sin embargo, el hecho es que las dos influencias son visibles y distinguibles, como dos ríos que, aún fluyendo juntos, continúan distinguiéndose por el color diferente de sus aguas. La diferencia entre las dos escuelas no es tanto que unos siguen a Pablo y otros a Juan, sino que algunos interpretaron a Juan a la luz de Pablo y otros interpretan a Pablo a la luz de Juan. La diferencia está en el esquema, o en la perspectiva de fondo que se adopta para ilustrar el misterio de Cristo.

En el debate entre estas dos escuelas, se puede decir que se han formado las líneas portadoras del dogma cristológico. La síntesis entre las dos instancias sucede, como se sabe, en el concilio ecuménico de Calcedonia en el 451, con la aportación determinante de Occidente, representado por san León Magno. Aquí la verdad de fondo, llevada adelante en Alejandría y reconocida en el concilio de Éfeso sobre la unidad de la persona de Cristo, es conjugada con la instancia fundamental de los antioquenos de la integra naturaleza humana de Cristo. Los dos caminos tradicionales son ambos reconocidos como válidos, para permanecer abiertas la una y la otra y comunicadas entre ellas.

La misma forma en la que se formula la definición de Calcedonia implementa este principio. El misterio de Cristo es formulado, en ella, dos veces y de dos formas distintas: primero, en la forma juaniana y alejandrina, partiendo de la afirmación de la unidad y alcanzando la afirmación de la distinción (“uno e idéntico Cristo, Señor e Hijo unigénito, en dos naturalezas”); después, de la forma paulina y antioquena, partiendo de la distinción de las naturalezas para alcanzar la afirmación de la unidad (“salvando las propiedades de cada una, las dos naturalezas se combinan para formar una sola persona e hipóstasis”). El mismo camino es recorrido sucesivamente en dos sentidos.

2. El rostro de Cristo en Oriente y Occidente

Nos preguntamos: ¿qué ha pasado después de Calcedonia, con las dos vías o los dos modelos fundamentales cristológicos elaborados por la Tradición? ¿Han desaparecido, nivelados, por la definición dogmática? A nivel teológico, desde entonces ha habido ciertamente una única fe en Cristo, común tanto en Oriente como en Occidente. San Juan Damasceno en Oriente[2] y santo Tomás de Aquino en Occidente han construido ambos su síntesis cristológica sobre Calcedonia. No ha habido, como sucedió con la Trinidad y el Espíritu Santo, diferencias doctrinales significativas entre la Ortodoxia y la Iglesia latina en la doctrina sobre Cristo.

Sin embargo, si ampliamos la mirada a otros aspectos de la vida de la Iglesia más allá de la teología dogmática, observamos que los dos modelos o arquetipos cristológicos de ningún modo se han perdido. Se han conservado y han dejado su huella, el primero en la espiritualidad ortodoxa y el segundo en la latina. En otras palabras, la Iglesia oriental ha privilegiado al Cristo juaniano y alejandrino y con él la centralidad de la encarnación, la divinidad de Cristo y la idea de la divinización; la Iglesia occidental ha privilegiado al Cristo paulino y antioqueno y con él la humanidad de Cristo y el misterio pascual.

No se trata evidentemente de una división rígida. Las influencias se han entrelazado y varían de un autor a otro, de una época a otra y de un ambiente a otro. Ambas Iglesias han creído - y con razón - valorizar de forma conjunta tanto a Juan como a Pablo, a pesar de que es admitido por todos que el Cristo de la tradición bizantina presenta rasgos diferentes al de la tradición latina.

Observemos algunos hechos que ponen de relieve esta diversidad, a partir del Cristo oriental. En el arte, la imagen más característica del Cristo ortodoxo es el Pantocrátor, el Cristo glorioso. Es el que la asamblea contempla frente a ella, en el ábside de las grandes basílicas. Está claro que incluso el arte bizantino conoce al crucificado, pero es también un crucificado con rasgos gloriosos y regios, donde el realismo de la pasión ya está transfigurado por la luz de la resurrección. Es por lo tanto el Cristo juaniano, para el que la cruz representa el momento de la “exaltación” (Jn 12, 32).

Del misterio de Cristo, sigue siendo colocado en primer plano el momento de la encarnación. Coherentemente, la salvación se concibe como una divinización del hombre gracias al contacto con la carne vivificante del Verbo. San Simeón el Nuevo Teólogo, por ejemplo, dice en una oración suya a Cristo:

“Bajando de tu excelso santuario, sin separarte del seno del Padre, encarnado y nacido de la Virgen María, ya entonces me has remodelado y dado la vida, liberado de la culpa de nuestros primeros padres y preparado para subir al cielo”[3].

Lo esencial ya ha sucedido con la encarnación del Verbo. La idea de la divinización regresa al primer plano, por el impulso de Gregorio Palamas y caracterizará “la cristología del último Bizancio”[4]. ¿Es ignorado tal vez el misterio pascual? Al revés, todo el mundo sabe la importancia excepcional que tiene la celebración de la Pascua en los ortodoxos. Pero he aquí, de nuevo, un signo revelador: del misterio pascual, el momento más valorado no es tanto el abajamiento cuanto la gloria; no es el Viernes Santo, sino el Domingo de Resurrección. Desde todos los punto de vista, prevalece la atención al Cristo glorioso y al Cristo “Dios”.

Estas características se encuentran en el ideal de la santidad que predomina en esta espiritualidad. La cumbre de la santidad se ve aquí en la transformación del santo en la imagen del Cristo glorioso. En la vida de dos de los santos más típicos de la Ortodoxia, san Simeón el Nuevo Teólogo y san Serafín de Sarov, nos encontramos con el fenómeno místico de la conformación al Cristo luminoso del Tabor y de la resurrección. El santo aparece casi transformado en luz.

Ahora demos un vistazo a algunos aspectos de la espiritualidad occidental. San Agustín escribe que, de los tres días que constituyen el Triduo Pascual, “el primer día, que significa la cruz, transcurre en la presente vida; los que significan la sepultura y la resurrección los vivimos en fe y en esperanza”[5]. Es decir: mientras estamos en esta vida, el Cristo crucificado nos es más cercano e inmediato que el resucitado.

De hecho, en el arte, la imagen característica de Cristo, en Occidente, es el crucificado. Es el que sobresale o se cuelga sobre el altar en las iglesias. La misma representación del crucificado, en un cierto momento, se separa del modelo glorioso, regio, y asume trazos realistas de verdadero dolor, e incluso espasmo. Es el crucificado paulino, que en la cruz se convirtió en “pecado” y “maldición” para nosotros (cf. Gal 3, 13).

Asume una gran relevancia, a partir de san Bernardo y luego con el franciscanismo, la devoción y la atención a la humanidad de Cristo y a los distintos “misterios” de su vida. La kénosis, o abajamiento, de Cristo ocupa un lugar prominente y con él el misterio pascual. En este contexto, encuentra su aplicación práctica el principio de la “imitación de Cristo”, que había estado en el centro de la teología antioquena. No en vano, el libro más famoso de espiritualidad, producido en la Edad Media latina, será precisamente La imitación de Cristo. En contra de cualquier intento de anular la humanidad de Cristo, para tender directamente a la unión con Dios, santa Teresa de Ávila afirmará que no hay una etapa de la vida espiritual en la que se puede prescindir de la humanidad de Cristo[6].

Los santos proporcionan, también aquí, una especie de respuesta práctica. ¿Cuál es, en Occidente, el signo de haber alcanzado la plenitud de la santidad? No es la conformación al Cristo glorioso de la Transfiguración, sino la conformación al Crucificado. La Ortodoxia no conoce casos de santos estigmatizados, mientras sí conoce, hemos visto, casos de santos transfigurados.

La Reforma protestante, en cierto modo, ha llevado al extremo algunos rasgos de este Cristo occidental, paulino, y de su misterio pascual. Ha elevado la “teología de la cruz” como criterio de toda teología, en controversia, a veces, con la “teología de la gloria”. Kierkegaard llegará a afirmar que, en esta vida, no podemos conocer a Cristo, si no en su abajamiento[7].

Es cierto que Lutero y los protestantes, en oposición a los excesos medievales de la imitación de Cristo, han afirmado que Cristo es ante todo un don que debe ser acogido con fe, más que un modelo a seguir con la imitación. Pero, incluso en este caso, ¿qué Cristo es visto como el “don” que debe ser acogido mediante la fe? No es el Logos que desciende y se hace carne, sino el Cristo pascual paulino, el Cristo “para mí”, no el Cristo “en sí mismo”.

Repito: cuidado con rigidizar estas distinciones; se convertirían en falsas y no históricas. Por ejemplo, la espiritualidad bizantina conoce todo un filón de santidad, llamado de los “locos por Dios”, en el que la asimilación a Cristo en su kénosis, está fuertemente acentuado. Con estas reservas, sin embargo, sigue habiendo una diferencia de énfasis innegable. Oriente ha caminado preferentemente sobre la vía inaugurada por Juan; Occidente sobre la inaugurada por Pablo. Pero ambos, fieles a Calcedonia, han sido capaces de abrazar, con su mirada, también al otro polo del misterio, manteniendo las dos vías comunicadas entre sí.

La gracia del momento presente es que se comienza a percibir la diversidad como una riqueza y no más como una amenaza. Un teólogo ortodoxo ha expresado este juicio: del Cristo latino, tomado aisladamente,  puede derivar una concepción demasiado histórica, terrena y humana de la Iglesia, y del Cristo ortodoxo una concepción demasiado escatológica, desencarnada y no suficientemente atenta a su tarea histórica. Por ello concluía, “la auténtica catolicidad de la Iglesia no puede que englobar sea al Oriente que al Occidente”[8].

No es necesario, por lo tanto, eliminar o nivelar las diferencias que hemos indicado. Una vez reconocida la legitimidad y el carácter bíblico de los dos diversos enfoques, lo que es necesario es más bien el intercambio de dones, el respeto y la estima de la tradición de los otros. Es como si Dios hubiera hecho dos llaves para acceder a la plenitud del misterio cristiano y hubiera dado una a la cristiandad oriental, y otra a aquella occidental, de tal manera que ninguna de las dos pueda acceder a tal plenitud sin la otra.

En la ciudad de Colmar, en Alsacia, existe un famoso tríptico de Matthias Grünewald. En este cuando las dos alas del tríptico están cerradas, se ve representada la crucifixión; cuando están abiertas se ve, en el lado opuesto, la resurrección. La crucifixión es de un realismo impresionante: se ve a un Cristo espasmódico, con los dedos de las manos y de los pies retorcidos y extendidos como las ramas de un árbol seco; el cuerpo está como si hubiera sido arado, y tiene clavados espinas y clavos en cada parte. Es uno de esos cuadros de Cristo de los cuales Dostoevskij decía que, mirándolos durante mucho tiempo, “se puede incluso perder la fe”[9].

En la otra parte, el Resucitado aparece, en aquella pintura, sumergido en una luz fulgurante que apenas deja entrever los rasgos de un rostro humano. Si uno se detiene en este, corre el riesgo si no de perder la fe, seguramente de perder la confianza, porque este Cristo aparece lejos de su experiencia del dolor. Cuidado, por lo tanto, al dividir este tríptico, o al observarlo solamente por un lado. Es un símbolo eficaz de lo que debería suceder,  a una escala más amplia, con el Cristo ortodoxo y el Cristo occidental. Estos deben mantenerse juntos.

3. Unidos por el amor a Cristo

Hasta aquí hemos procedido en lo indicado por los Padres y los testigos del pasado. Hemos recorrido, sobre todo, la historia de las respectivas posiciones entorno a la persona de Cristo. Pero no es esto lo que nos hará realmente progresar en la vía de la unidad; no será, en otras palabras, la sustancial unidad doctrinal y de fe en Cristo, por indispensable que sea; ¡será la unidad en el amor por Cristo! Lo que une en profundidad a ortodoxos y católicos y que puede hacer pasar a un segundo plano cada diferenciación, es un común, renovado amor por la persona de Jesús de Nazaret. No pero el Jesús del dogma, de la teología y de las respectivas tradiciones, sino Jesús resucitado y viviente hoy. El Jesús que es para nosotros un “tú” y no un “él”. Para usar una distinción querida por un teólogo ortodoxo contemporáneo, no el Jesús personaje, sino el Jesús persona[10].

En el cuerpo humano hay dos pulmones, dos ojos, dos pies, dos manos (todas metáforas usadas con frecuencia para describir las relaciones de sinergía entre Oriente y Occidente), ¡pero hay un solo corazón! También el corazón de la Iglesia tiene un solo corazón y este corazón tiene que ser el amor por Cristo. Escribe uno de los autores espirituales más queridos,  y no solo por la Ortodoxia, Nicolás Cabasilas:

“Al Salvador le ha sido ordenado el amor humano desde el principio, como su modelo y fin, casi un cofre tan grande y ancho que es capaz de acoger a Dios. (…). El deseo del alma va únicamente al Cristo. Aquí que es el lugar de su reposo, porque él solo es el bien, la verdad, y todo lo que inspira el amor (eros)”[11].

Igualmente, en toda la espiritualidad monástica occidental, ha resonado la máxima de san Benito: “No anteponer absolutamente nada al amor por Cristo”[12]. Esto no significa restringir al horizonte del amor cristiano de Dios a Cristo; sino amar a Dios en la manera en la cual él quiere ser amado. No se trata de un amor mediado, casi por un poder, por el cual quien ama a Jesús “es como si” amara al Padre. No, Jesús es un mediador inmediato; amando a él se ama, ipso facto, también al Padre, porque él es “una cosa sola con el Padre” (Jn 10, 30). El cristiano puede, con todo derecho, aplicar a Cristo resucitado y vivo en el Espíritu, lo que Pablo decía de Dios a los atenienses: “En él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28).

Ya que estamos en el Año de la Vida Consagrada, querría dedicar a esta un pensamiento particular. Me permito de retomar a propósito algunas reflexiones que  hacía, hace algún tiempo atrás, en esta misma sede, comentando la encíclica de Benedicto XVI “Deus caritas est”. En ella el entonces Sumo Pontífice afirma que amor de donación y amor de búsqueda, ágape y eros (este último entendido en su sentido noble, no en el vulgar) son dos componentes inseparables en el amor de Dios por nosotros y de nuestro amor a Dios. En este reconocimiento, Oriente se ha adelantado a Occidente[13], que ha permanecido por mucho tiempo prisionero de la tesis contraria, es decir sobre la incompatibilidad entre ágape y eros[14].

El amor sufre aún, en este campo, de una nefasta separación, no solo en la mentalidad del mundo secularizado, sino también en el lado opuesto, entre los creyentes y en particular entre las almas consagradas. En el mundo encontramos, muchas veces, un eros sin ágape; entre los creyentes muchas veces un ágape sin eros. El eros sin ágape es un amor romántico, a menudo pasional, hasta la violencia. Un amor de conquista que reduce fatalmente al otro en objeto del propio placer e ignora toda dimensión de sacrificio, de fidelidad y de donación de sí, en otras palabras el ágape.

El ágape sin eros nos parece como un “amor frío”, un amar “con la cabeza”, sin participación de todo el ser, más por imposición de la voluntad que por impulso íntimo del corazón. Un ajustarse a un molde preconstituido, en lugar de crear uno propio e irrepetible, como irrepetible es todo ser humano ante Dios. Los actos de amor dirigidos a Dios se parecen, en este caso, a aquellos de ciertos enamorados inexpertos que escriben a la amada cartas copiadas de un prontuario.

El amor verdadero e integral es como una perla escondida dentro las dos valvas de una concha que son eros y ágape. No se pueden separar estas dos dimensiones del amor sin destruirlo. Así se presenta el amor de Dios hacia nosotros, revelado por la Biblia. Este no es solo perdón, misericordia, donación de sí; es también pasión, deseo, celos; no es solo amor paterno y materno, sino también esponsal. Dios nos desea, parece casi que no pueda vivir sin nosotros. Así quiere Cristo que sea también el amor de los consagrados por él.

La belleza y la plenitud de la vida consagrada depende de la calidad de nuestro amor por Cristo. Sólo éste es capaz de defender de los bandazos del corazón. Jesús es el hombre perfecto; en él se encuentran, en un grado infinitamente superior, todas esas cualidades y atenciones que un hombre busca en una mujer y una mujer en un hombre. El voto de castidad no consiste en la renuncia a casarse, sino en preferir un tipo de esponsalicio a otro, en casarse con “el más bello entre los hijos del hombre”. “Casto – escribe san Juan Clímaco – es aquel que expulsa al eros con el eros”[15], el amor de un hombre o de una mujer con el amor de Cristo.

Concluyamos escuchando el himno más antiguo a Cristo, conocido fuera de la Biblia, todavía en uso en las vísperas de liturgia ortodoxa, y en las liturgias católica, anglicana y luterana. Se utiliza en el momento de encender las luces vespertinos y por lo tanto se llama “lucernario”:

¡Oh luz gozosa de la santa gloria del Padre inmortal,

celeste, santo, bienaventurado, Jesucristo!

Al llegar al ocaso del sol y, viendo la luz vespertina,

alabamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Es digno cantarte en todo tiempo con voces armoniosas,

oh Hijo de Dios, que nos das la vida:

el universo proclama tu gloria.

[1] Tertuliano, Adv. Praxean, 27,11 (CCL 2, p.1199).

[2] Cfr. Juan Damasceno, De fide Orthodoxa III, (PG 94, 881 ss.) (trad. ital. Roma, Città Nuova 1998, pp.159-241).

[3]  Simeón el Nuevo Teólogo,  Himnos y oraciones  (SCh 196, p.332).

[4]  Cfr. J. Meyendorff, Cristología ortodoxa, Roma 1974, pp. 225.242.

[5]  Agustín, Cartas, 55, 14, 24 (CSEL 34,1, p.195).

[6]  Teresa de Ávila, Autobiografía, 22, 1 ss.

[7] Cfr. Kierkegaard, El ejercicio del cristianismo I-II (en Obras, editado por C. Fabro, Florencia 1972, pp.703 s.)

[8]  P. B. Vasiliadis, en Ver a Dios. Encuentro entre Oriente y Occidente, EDB, Bolonia 1994, p.97.

[9] F. Dostoevskij, El idiota II, 4 (Garzanti, Milán 1982, I, p.269).

[10] J. D. Zizioulas, Du personnage à la personne, en L’etre ecclesial, Ginebra 1981, pp.23-56.

[11] N. Cabasilas, La vida en Cristo,  II, 9 (PG  88, 560-561).

[12]  Regla de S. Benito, 4 Prólogo.

[13] P. Evdokimov, La Ortodoxia, Bolonia 1965, p.161.

[14]  Anders Nygren, Eros y ágape, Gütersloh 1937 (ed. ital. Bolonia, Il Mulino, 1971).

[15]  San Juan Clímaco, La escalera del Paraíso, XV, 98 (PG 88, 880).

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La cruz: signo hermoso del amor
IV Domingo de Cuaresma

Por Mons. Enrique Díaz Diaz

SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - II Crónicas 36, 14-16. 19-23: “La ira del Señor desterró a su pueblo; su misericordia lo liberó”

Salmo 136: “Tu recuerdo, Señor, es mi alegría”

Efesios 2, 4-10: “Muertos por los pecados, ustedes han sido salvados por la gracia”.

San Juan 3, 14-21: “Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por Él”

Era una imagen muy antigua pero los constantes retoques, la polilla y los descuidos, la habían transformado en una escultura agresiva, hiriente y ensangrentada hasta la exageración. El escultor con paciencia y sabiduría, con amor y delicadeza fue descubriendo primero la imagen original. Quitó capas de pintura embadurnada, lijó por aquí y por allá, y después, restaurando, retocando y afinando las líneas y los detalles, logró rescatar la bella imagen sobria, doliente pero amorosa, que despierta sentimientos, inspira amor y una profunda comprensión de Jesús en su entrega plena. ¡Cuántas añadiduras le hemos puesto a la imagen de Jesús! ¿Cómo descubrir su verdadera imagen?

Iniciamos este domingo con una lectura fuerte sobre la cólera de Dios y algunos se quedan allí, sin profundizar el verdadero sentido de Dios que ofrece la Escritura. Esto nos pasa con mucha frecuencia: nos forjamos imágenes deterioradas o parciales de Dios y con ellas vivimos.  Cuando alguien dice no creer en Dios, le pregunto por qué y la respuesta invariablemente va dirigida a imágenes distorsionadas de Dios: castigador, injusto, lejano e inhumano. O bien, encuentra sus razones en la forma de vivir de algunos de los que nos decimos creyentes. Sin embargo es fácil descubrir en su corazón un deseo de verdad, de justicia y de preocupación por el bien común que lo llevan a rechazar lo que considera un atropello a la persona. El evangelio de este día, nos ilustra sobre la verdadera imagen de Dios, discutida entre un intelectual, un conocedor de la ley, como es Nicodemo, y Jesús que vive plenamente la experiencia de Dios, su Padre. Nicodemo acostumbraba  visitar a Jesús “de noche”, que algunos juzgan por miedo o respeto humano a sus compañeros jefes de los judíos. Pero que también podría entenderse de alguien que viene “desde la noche” hacia la luz. Uno que a tientas, busca salir de las tinieblas o al menos está decidido a tener un poco de luz porque la que posee no le parece suficiente. Quizás pretendía discutir  de teología y de leyes, pero Jesús prefiere hablar de vida y experiencia, y lo lleva al centro de su mensaje: “En verdad, en verdad te digo, si uno no nace de lo alto…” Un nacimiento nuevo, una nueva forma de vivir, una nueva forma de creer.

Jesús habla no del Dios del temor, sino de la experiencia amorosa: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único…”. El centro de toda nuestra fe y la gran noticia de toda la historia es que Dios ama al mundo. O como dice San Pablo: “Dios nos dio la vida en Cristo y por pura generosidad suya hemos sido salvados”. Con frecuencia olvidamos que el amor de Dios es universal y que alcanza a la humanidad entera, a nosotros y al mundo en que vivimos. Y con mayor frecuencia olvidamos también que el objeto de este amor es que el mundo tenga vida y que también cada uno de nosotros tengamos vida en plenitud. Creer no es asumir una serie de verdades, de dogmas o argumentos. Creer es experimentar el amor. No es el temor sino el amor. Si logramos experimentar este amor incondicional de Dios, nuestra vida se transforma en alegría y dinamismo. Es triste constatar que muchos de los creyentes de hoy, llevamos la fe como a rastras, pesadamente, y no somos capaces de descubrir y experimentar nuestra fe como fuente de vida auténtica. Nos conformamos con ir viviendo a medias. Ni el miedo, ni la condena, ni la muerte, ni el querer ganar con esfuerzo algo que no podemos, pertenece al querer de Dios. La voluntad de Dios es que tengamos vida en abundancia y vida verdadera.

Entonces, ¿por qué la cruz? ¿Qué sentido puede tener mirar a un crucificado en nuestra sociedad asediada por el placer, el confort y el máximo bienestar? La cruz habla de un amor golpeado pero victorioso; humillado pero rodeado de gloria; traicionado y siempre fiel. No olvidemos que el crucificado es un justo  que lo ha hecho todo por amor. Cuando los cristianos adoramos la cruz no ensalzamos el sufrimiento, la inmolación ni la muerte; sino el amor, la cercanía y la entrega de un Dios que ha querido compartir nuestra vida y nuestra muerte hasta el fondo. El “ser levantado en alto” no es la expresión de un poder dominador, sino la consecuencia de una entrega plena al amor. El creyente encuentra su salvación “mirando” en dirección de la cruz de Cristo. Pero ser fiel al Crucificado no es buscar con masoquismo el sufrimiento, sino saber acercarse a los que sufren, solidarizándose con ellos hasta las últimas consecuencias. Descubrir la grandeza de la cruz no es encontrar un fetiche y unirnos en su dolor, sino saber percibir la fuerza liberadora que se encierra en el amor cuando es vivido en toda su profundidad. Por eso los Obispos en Aparecida nos recuerdan que Cristo ha venido para que todos los pueblos en Él tengan vida y vida plena.

La vida plena no es vida fácil y sin problemas: es vida con Jesús y sus opciones. No habrá vida plena mientras se consuman los niños de hambre con sus vientres abultados, aunque recemos mucho y tengamos muchas cruces en el pecho. No habrá vida plena mientras los campos y las selvas sean saqueados impunemente llenando las manos y las arcas de unos cuantos. No habrá vida plena mientras los bienes alcancen solamente para pocos, dejando a los muchos más, con las migajas y las sobras. De la cruz vivida con amor brota un compromiso serio: que nuestros pueblos tengan vida. Nos lanza a la lucha por una justicia verdadera y a abrir el corazón para compartir lo poco o mucho que tengamos a fin de que los demás puedan disfrutar un poco de vida. Sin la cruz del amor y del compartir, la plenitud de vida para todos sería sólo un sueño. Quizás hoy es urgente recordar, en medio de los pueblos maltratados, atemorizados y ensangrentados, que a una vida “crucificada”, vivida con el mismo espíritu de amor, fraternidad y solidaridad con que vivió Jesús, sólo le espera RESURRECCIÓN.

¿Cómo experimento en mi vida ese amor inmenso y siempre fiel de Dios? ¿A qué compromiso me lleva el contemplar la cruz de Jesús? ¿Qué estoy haciendo para que los que están cerca de mí y todos los pueblos tengan vida plena?

Dios nuestro, que en la cruz de tu Hijo Jesús has dejado el signo más hermoso del amor, enséñanos a vivir con tal entrega  nuestra fe, que nos lleve a construir un mundo nuevo donde haya la vida plena que Tú quieres para todos los humanos. Amén

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¿Qué mandáis hacer de mí­? - Día del Seminario
Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández. «Dios se sirve de todo para golpear el corazón de una persona y decirle: 'Tú, sí­gueme'»

Por Mons. Demetrio Fernández

CóRDOBA, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - La vocación es cosa de Dios. También la vocación al sacerdocio ministerial. Él es quien llama y quien hace llegar su llamada al corazón humano. Él es quien da oídos para escucharla y fuerza para responder. Él es quien sostiene en la fidelidad a quienes le siguen. Por eso, ante toda vocación que viene de Dios, toda la Iglesia debe orar, pedir, levantar las manos a Dios, pidiéndole que envíe muchos y santos sacerdotes a su Iglesia.

La respuesta a esa vocación es cosa del hombre, ayudado por la gracia de Dios. Dios deja libre al hombre para que responda o no, para que siga la llamada o dé la espalda a la misma, como hiciera el joven rico. Y nuestra oración va dirigida a Dios, teniendo presentes a todos los llamados para que respondan fielmente a esa llamada y se mantengan fieles en este santo servicio.

“¿Qué mandáis hacer de mí?” es una frase de Santa Teresa de Jesús, a quien recordamos especialmente en este V centenario de su nacimiento. Es una frase que expresa esa disponibilidad ante la llamada de Dios, y que ella cumplió a la perfección. “Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mi?”. Teresa de Jesús tuvo sus crisis, sus dificultades, sus pecados e infidelidades, pero su sí al Señor cada vez fue más grande, hasta rendirse del todo a Jesús, su amor y su todo. Es un buen ejemplo para todo cristiano, y también para todo sacerdote o para quien es llamado a serlo.

La campaña vocacional que en torno a la fiesta de san José nos propone la Iglesia cada año tiene como objetivo despertar en el corazón de todos la necesidad de tener sacerdotes para la diócesis de Córdoba y para la Iglesia universal. Jesucristo fundó su Iglesia sobre el cimiento de los Apóstoles y sus colaboradores, y los ordenados por el sacramento del Orden son necesarios para que esta Iglesia subsista por los siglos de los siglos, y permanezca en nuestra diócesis de Córdoba. Se trata de una cuestión vital y de primerísima necesidad. Por eso, estamos seguros que nuestra oración será escuchada, si pedimos insistentemente por las vocaciones al sacerdocio ministerial.

Es preciso crear un clima vocacional, de manera que un niño, un adolescente, un joven pueda percibir con nitidez la llamada de Dios y pueda responder sin mayores dificultades, porque estamos seguros que Dios sigue llamando a muchos, pero hay interferencias en la comunicación y a veces no llega esa llamada, y hay obstáculos insalvables que dificultan la respuesta adecuada. La llamada al sacerdocio suele encarnarse en un sacerdote concreto, a quien ese joven conoce directamente. “Quiero ser cura como tú”, es la experiencia más frecuente en los que son llamados. Por eso, queridos sacerdotes, qué tremenda responsabilidad en este campo de las vocaciones al sacerdocio. Examinemos si nuestra vida es transparencia de Cristo buen pastor, examinemos si vivimos nuestra vida en el gozo del evangelio, examinemos si un niño o un joven puede entusiasmarse con nuestra manera de vivir.

La llamada suele darse en un contexto cristiano, fervoroso en la fe, estimulante en el seguimiento de Cristo y en el servicio a los demás. Muchas veces es la misma familia, que ha sabido trasmitir la fe a sus hijos y ha expresado tantas veces el aprecio por la vida sacerdotal, en relación con sacerdotes concretos que se hacen presentes en el hogar. Otras veces es la parroquia, el entorno del cura párroco, el grupo de monaguillos, la cercanía a las cosas del altar. Otras, el grupo de jóvenes, que vive una vida cristiana sana, eclesial, de exigencia en el seguimiento de Cristo, de entrega a los demás. En ese grupo surgen todas las vocaciones: al matrimonio, a la vida consagrada, al sacerdocio. Qué importante es que los grupos juveniles tengan una sólida vida cristiana, porque de ahí brotarán todo tipo de vocaciones, también al sacerdocio ministerial. No faltan vocaciones que brotan del encuentro personal con Cristo en situaciones chocantes y contrarias: la muerte de un ser querido, un fracaso aparente, un revés en la vida. Dios se sirve de todo para golpear el corazón de una persona y decirle: “Tú, sígueme”.

En todos los casos, cada vocación es como un milagro de Dios. Y en nuestra diócesis hay vocaciones al sacerdocio, hay muchos milagros de Dios. Damos gracias a Dios por ello, pedimos para que los formadores del Seminario ayuden en el discernimiento y en el seguimiento y, particularmente acompañamos a los que serán ordenados en los próximos meses: 6 nuevos sacerdotes. El Señor está grande con nosotros, y estamos alegres.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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Beato Giacomo Cusmano - 14 de marzo
«Este fundador e impulsor de diversas obras apostólicas, padre de los pobres y médico de profesión, nunca quiso la caridad del oro, del dinero, sino el oro de la caridad para llegar al corazón de los pecadores y conducirlos a Cristo»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - 125 años de su muerte se cumplieron en 2013. Y en este largo siglo transcurrido desde su deceso, la largueza evangélica que caracterizó su vida no ha hecho más que crecer. Nació el 15 de marzo del año 1834 en Palermo, Italia. Pertenecía a una acomodada familia. Fue el penúltimo de cinco hermanos. A los 3 años perdieron a su madre víctima de una epidemia de cólera. Una de las hermanas, Vincenzina, que era entonces una adolescente, contando con ayuda familiar se ocupó de los pequeños a quienes instruyó en las verdades de la fe. Giacomo, en particular, se sintió especialmente llamado a paliar el sufrimiento de los pobres; en ellos, y a pesar de su corta edad, veía a Cristo. Tuvo claro que la mejor vía para darles consuelo y asistencia era ser misionero. Este deseo, que acarició a lo largo de su infancia y adolescencia, reportaría incontables bendiciones. Su proverbial generosidad era tal, que tuvieron que poner a buen recaudo la llave de la despensa familiar porque repartía las viandas entre los indigentes. Y otro tanto hacía con prendas personales de abrigo, y su calzado.

Cursó estudios en el colegio Máximo, regido por los padres jesuitas y después se matriculó en la facultad de medicina. A los 21 años era un flamante médico dispuesto a sanar las lesiones físicas de los enfermos. Pudo haber gozado de privilegios, pero eligió a los menesterosos, y así lo hizo notar a su confesor. Éste le hizo pasar por la prueba, difícil para Giacomo en ese momento, de rasurarse la cuidada barba, cortarse el cabello y vestir toscamente, como lo hacían entonces muchos sacerdotes, lo cual suponía quedar a merced de las chanzas de sus contemporáneos. Pero él lo aceptó. Entendió que si iba a ocuparse de los indigentes, tenía que ponerse a su nivel.

Estudió teología y se dedicó a impartir catequesis. Su tarea, al ser guiada por el genuino espíritu evangélico, tuvo un sesgo de generosidad admirable. Los pobres encontraron en él a un profesional de la medicina que curaba sus heridas aunque no tuviesen medios para costear el tratamiento. Sin embargo, para una persona tan entregada como él, el ejercicio de la profesión se quedaba corto. Tenía el anhelo de llevar a todos a Cristo: «Sentí en mi alma el deseo de consagrarme a los pobres, para hacer propias sus miserias, para sacarlos de los terribles sufrimientos y acercarlos a Dios». No quería «la caridad del oro», del dinero, sino «el oro de la caridad». Con éste si podía llegar a las almas de los pecadores.

En su corazón resonaban las noticias que había oído en el convento de los padres jesuitas acerca de las grandes y sencillas gestas de los misioneros que evangelizaban América del Sur. Menos aún olvidaba su intento fracasado de haber partido a misiones en 1850 sin haber comunicado nada a su familia, y cómo su hermano Pedro, que conoció sus intenciones, impidió que se embarcara cuando estaba a punto de emprender el viaje. Había llegado el momento de dar ese paso que se le pedía, y confió a Vincenzina su deseo de consagrarse como fraile capuchino. Monseñor Turano, al que sometió su parecer, le animó a ser sacerdote. Fue ordenado en 1860. Su parroquia, los «Santos Cuarenta Mártires» de Palermo, rápidamente fue conocida por la excelsa labor caritativa que llevó a cabo como médico y como presbítero. Mientras, realizaba mortificaciones y penitencias. Tenía arte para recabar la ayuda de los pudientes y no le faltó su apoyo.

Un día de 1865, almorzando en casa de un amigo, reparó en el recipiente que el anfitrión colocó en el centro de la mesa, y en el que cada uno de los comensales depositaba una porción de comida que se destinaría después para dar de comer a los pobres. Con esa idea, en 1867 creó la Asociación del Bocado del Pobre. Lo hizo contra viento y marea, porque no todos estaban de acuerdo con el proyecto. La integraron sacerdotes y laicos de ambos sexos que colaboraban con él, y contó con la bendición de Pío IX. En 1870, Cusmano puso bajo el amparo de San José su obra. «Los que no pertenecen a nadie, son nuestros», repetía a los suyos.

El rápido crecimiento de esta asociación, la masiva afluencia de necesitados, junto a otras muchas dificultades que fueron apareciendo de forma incesante, le afectó espiritualmente. Su confianza se tambaleó en cierto sentido, al punto de pensar que en manos de otra Orden todo iría mejor. Orgullo y sentimiento de incapacidad es todo lo que tuvo ante sus ojos, con un sutil disfraz: considerar su indignidad para cumplir la voluntad divina. En suma, pensaba que el impedimento para que todo fuese bien era él mismo, y creyó que era mejor buscar la soledad, relegando su responsabilidad. Pero una noche de 1878, la Virgen, en un sueño le conformó y le animó a continuar su obra, haciéndole ver que todo lo que necesitaba era a su Hijo, el Niño Jesús que Ella portaba en sus brazos. Y Giacomo siguió adelante, contrito y gozoso, sin volver a dudar de que haciendo lo que se traía entre manos cumplía los designios de Dios.

Para poder ayudar a los indigentes convenientemente, en 1880 fundó las Siervas y los Siervos de los Pobres. Fue el impulsor de hospitales, casas destinadas a ancianos que vivían en el más completo abandono y no tenían medios para sobrevivir, y a huérfanos. Advirtió a los suyos: «No hagáis diferencias entre el Cristo sacramento y el Cristo en el pobre». León XIII, con el que mantuvo una audiencia privada, ensalzó su labor. Murió el 14 de marzo de 1888 de una pleuresía. Juan Pablo II lo beatificó el 30 de octubre de 1983.

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