Chinos, muchos; pandas, pocos

 

Así lo contaba un guía de turismo en Shangai explicando las paradojas de la China comunista: “Si matas chino, cárcel; si matas oso panda, pena de muerte. Fácil. Chinos, muchos; pandas, pocos.”

Cuando estamos aun recordando la jornada por la vida que celebrábamos ayer, me han venido a la cabeza las palabras de aquel guía. Como también el estremecimiento que me produce alguna vez que he visto abrir un noticiario televisivo con la noticia de la muerte de un lince ibérico.

Tenemos tan trastocados los valores que no es que consideremos al animal a la misma altura que el hombre, y aquel famoso proyecto gran simio lo demuestra, sino que hoy importa más cualquier bichejo que un ser humano.

Toquen ustedes un huevo de cigüeña. Atrévanse a soltar una pedrada a un lagarto común. No digamos si matan un lince ibérico. Sin embargo pueden abortar con total impunidad. Más de ciento diez mil abortos anuales en España. No pasa nada. Tres huevos de águila imperial destrozados serían portada en todos los diarios del país y muy posiblemente protagonistas de especiales de la prensa del corazón y las más prestigiosas tertulias del hígado, que a nada que te descuides concluirán que el autor de tamaña barbaridad será inequívocamente fascista e incluso muy probablemente del Opus.

Los valores trastocados. Por supuesto que hay que cuidar la naturaleza, tanto que hasta el papa Francisco nos lo va a recordar en una casi inminente encíclica. ¿Pero sería mucho pedir que al hombre lo considerásemos al menos al nivel del águila perdicera o el quebrantahuesos? ¿No habría manera de dar al ser humano el mismo grado de protección que a la mariposa isabelina? Todavía recordamos algunos las famosas curvas de Aranjuez, que dejaron un semillero de muertos, y cuyo trazado respondía a la imperiosa necesidad de respetar a las mariposas del Regajal.

Para cualquier actuación que toque aunque sea de refilón el medio ambiente, se piden informes e incluso informes contradictorios de impacto ambiental. Para un aborto basta que la gestante no lo desee o que un médico apunte la probabilidad de algún tipo de malformación, para que se haga sin problemas con apenas un informe rápido de un supuesto experto que vete a saber si encima no estará conchabado para cobrar por cada informe favorable. Por cierto, si en una ecografía se viese que mamá lince está gestando un lincito con alguna malformación ¿se provocaría un aborto?

Al final no te queda más remedio que acordarte del chinito: “chinos muchos, pandas pocos” y comprender que en el fondo “humanos muchos, osos pardos pocos”, y que en consecuencia actuamos.

Uno, pobre de mí, aprendió que un ser humano vale infinitamente más que cualquier bichejo por guapo que sea. Pues no. Por lo visto no. Recuerdo hace años una noticia que decía que “ante la llegada a las costas de Canadá de un barco con inmigrantes chinos, una gran parte de los canadienses apremia a su Gobierno para que expulse a 132 inmigrantes ilegales chinos y, al mismo tiempo, pugna por adoptar a la perra que trajeron en el barco”.

Definitivamente se nos ha ido la olla.