El alma de la persona humana

 

En estas breves líneas pretendo ofrecer a los lectores de una manera muy sencilla, algunos argumentos sobre la naturaleza del alma humana, es decir de lo que es el alma humana. Y para esto creo conveniente iniciar diciendo que cuando dos cosas encierran propiedades opuestas se concluye que son de distinta naturaleza, y si observamos, nos daremos cuenta que en las personas humanas se dan dos categorías de fenómenos perfectamente distintos: por un lado los fenómenos materiales, que se reducen a movimientos que se pueden medir cuantitativamente como son el peso, la talla, la inercia, etc., y otros fenómenos que son cualitativos como el pensamiento, la voluntad, los sentimientos que, aunque implican cambios fisiológicos, no pueden reducirse a movimientos físicos. De esto se sigue que fenómenos tan opuestos no puedan proceder de un sólo principio por lo que es necesario admitir que en el hombre hay un cuerpo y un alma unidos en un compuesto con unidad de composición y unidad de totalidades. El ser humano no puede ser totalmente simple porque su naturaleza no es simplemente ser, sino ser humano y por lo mismo antes no era y ahora es y de ahi deviene su naturaleza compuesta.

Y para adentrarnos en la naturaleza del alma humana es necesario deducir que ésta es una forma substancial, es decir, una realidad permanente que es fuente y sostén de los fenómenos de la vida y que además es simple en cuanto no sólo es una en número y tiempo, es decir, idéntica a sí misma, sino que es también una en su esencia, es decir, simple e indivisible en contraposición con las cosas materiales que son compuestas y divisibles. El alma es una porque alcanza una percepción una e indivisa de los objetos que conoce, además de que puede replegarse sobre sí misma para conocerse en sus actos. El alma humana es un principio inmaterial y simple, de unidad de operaciones o de movimientos pero que no puede ser sin el cuerpo, sino de una manera incompleta, imperfecta en cuanto con el cuerpo forma una unidad de composición.

Por otra parte, el alma humana es también espiritual porque se llama espiritual a todo ser que no depende de la materia ni en su existencia ni en sus operaciones y aunque las operaciones del alma se sirven del concurso directo del cuerpo, incluso las operaciones superiores de inteligencia y voluntad que no pueden ser realizadas sino mediante ciertas condiciones orgánicas, pero el alma humana ejerce sin órgano, al menos intrínsecamente, dichas operaciones de inteligencia y voluntad. De hecho el cuerpo no es causa sino condición de los actos de inteligencia y voluntad del alma humana y por eso el alma de la que proceden las operaciones de inteligencia y voluntad es capaz de existir sin el cuerpo aunque imperfectamente. El alma humana sin el cuerpo es una substancia incompleta.

La inteligencia conoce inmaterialmente las cosas materiales por medio de las ideas y su acto no tiene nada de material ni de cuantitativo y por tanto no puede proceder de una facultad orgánica. Y en lo que se refiere a la voluntad, ésta tiende al bien inmaterial e infinito, desea los bienes espirituales, va tras la ciencia y la virtud. Por estas razones se deduce que el alma no es material sino espiritual porque además nada puede desear algo que está esencialmente por encima de su naturaleza y le es por tanto incognoscible. Una piedra no puede desear pensar.

Sin embargo, el alma no es un espíritu puro sino incompletamente espiritual porque, como quedó dicho, algunas de sus funciones vegetativas y sensitivas dependen intrínsecamente de los órganos corporales y sus funciones superiores de la inteligencia y la voluntad dependen extrínsecamente de esos órganos. Por eso, en el orden de la realidad, la persona humana es el más perfecto de los cuerpos pero el más modesto de los espíritus. Pero esa espiritualidad le abre a la conciencia de la inmortalidad y trascendencia y a la grandeza de la oportunidad de recibir su ser como un don gratuito de su Causa que no puede ser otra que Dios.  Y aunque la resurrección del cuerpo sea una verdad de fe, con la razón la persona humana es capaz de saber que nada puede saciar las expectativas humanas como esa resurrección y esa vida que nos ha ofrecido gratuitamente Dios en Jesucristo.