ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 03 de abril de 2015

La frase del día

"El camino de la cruz, que es el camino del amor, del perderse y del entregarse "
(Benedicto XVI)

 


Primera Plana

'Jesús, llévanos a arrepentirnos de nuestros pecados que te han crucificado'
Oración del Santo Padre al finalizar el Ví­a Crucis en el Coliseo

El papa Francisco

Francisco preside el Vía Crucis en el Coliseo de Roma
La persecución religiosa o a causa de la injusticia, la familia, el sufrimiento, la explotación infantil; temas al centro de la reflexión

El Santo Padre reza por las víctimas del atentado en Kenia
El ataque terrorista a la univerisdad de Garisssa deja 147 fallecidos y multitud de heridos

Santa Sede

'Todos corremos el riesgo de ser el Pilato que se lava las manos'
En la celebración de Viernes Santo en el Vaticano, el padre Cantalamessa lamenta que en muchos paí­ses los cristianos son las ví­ctimas designadas y más frecuentes de la violencia

Predicación del Viernes Santo 2015 en la Basí­lica de San Pedro
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap. ¡ECCE HOMO!

Iglesia y Religión

Perú, una plaza a los misioneros polacos asesinados por Sendero Luminoso
La primera piedra fue puesta en febrero. En agosto posible exhumación de los cuerpos y en diciembre la beatificación

Mirada al mundo

Kenia: ataque terrorista deja 147 fallecidos en la Universidad de Garissa
Al Shabab reconoce la autoría del atentado. Mataban a los cristianos y a los musulmanes les dejaban libres

Rome Reports

Francisco reza tumbado en el suelo de la Basílica de San Pedro (Vídeo)
Es un gesto que se realiza en Viernes Santo en señal de penitencia y adoración a la Cruz

El padre Damián, el cura cantante que podría ganar un talent show (Vídeo)
Participa en el programa "La Voz en España. Fue aplaudido por Laura Pausini y Alejandro Sanz

La pasión de Jesucristo en el arte (Vídeo)
Dalí, Velázquez, el Greco, Giotto, Goya... maestros de todos los tiempos han plasmado este momento

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

San Isidoro de Sevilla - 4 de abril
«Gloria de la Iglesia católica, uno de sus grandes santos y doctores que plasmó su vasto saber en la gran obra Etimologías. Cuatro de sus hermanos, tres de los cuales fueron obispos como él, son santos. Es el patrón de Internet»


Primera Plana


'Jesús, llévanos a arrepentirnos de nuestros pecados que te han crucificado'
Oración del Santo Padre al finalizar el Ví­a Crucis en el Coliseo

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 03 de abril de 2015 (Zenit.org) - Oh Cristo, crucificado y victorioso. Tu Vía Crucis es el resumen de tu vida. Es el icono de tu obediencia a la voluntad del Padre. Es la realización de tu infinito amor por nosotros, pecadores. Es la prueba de tu misión. Es el cumplimento definitivo de la revelación y la historia de la Salvación.

El peso de tu Cruz nos libra de todas nuestras cargas. En tu obediencia a la voluntad del Padre, nosotros nos damos cuenta de nuestra rebelión y desobediencia. En tí, vendido, traicionado y crucificado por tu gente, tus seres queridos, nosotros vemos nuestras habituales traiciones y nuestra usual infidelidad. En tu inocencia, Cordero Inmaculado, vemos nuestra culpabilidad, en tu rostro lleno de cicatrices, escupido, deformado, vemos la brutalidad de nuestros pecados. En la crueldad de tu Pasión, vemos la crueldad de nuestro corazón y nuestras acciones. En tu sentirte abandonado, vemos a todos los abandonados por los familiares, la sociedad, la atención y la solidaridad.

En tu cuerpo sacrificado, perforado, desgarrado, vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados en la calle, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra indiferencia.

En tu sed Señor, vemos la sed de tu Padre misericordioso, que en ti ha querido abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. En ti, Divino Amor, vemos aún hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en ti, bajo nuestros ojos o a menudo con nuestro silencio cómplice.

Imprime, Señor, en nuestros corazones sentimientos de fe, de esperanza, de caridad, de dolor por nuestros pecados. Y llévanos a arrepentirnos de nuestros pecados que te han crucificado. Llévanos a transformar nuestra conversión hecha de palabras, en conversión de vida y de obras. Llévanos a mantener en nosotros un recuerdo vivo de tu rostro desfigurado, para no olvidar nunca el alto precio que has pagado para liberarnos.

Jesús crucificado, refuerza en nosotros la fe, que no caiga frente a la tentación. Reviva en nosotros la esperanza, que no se desvanezca siguiendo las seducciones del mundo.

Cuida en nosotros la caridad, que no se deje engañar por la corrupción y la mundanidad. Enséñanos que la cruz es vía a la Resurrección. Enséñanos que el Viernes Santo es camino hacia la Pascua de la luz. Enséñanos que Dios no olvida nunca a ninguno de sus hijos, y no se cansa nunca de perdonarnos y abrazarnos con su infinita misericordia. Pero enséñanos también a no cansarnos nunca de pedir perdón y creer en la misericordia sin límites del Padre.

Alma de Cristo, santifícanos. Cuerpo de Cristo, sálvanos. Sangre de Cristo, embriaganos. Agua del costado de Cristo, lávanos. Pasión de Cristo, confórtanos. Oh buen Jesús, óyenos. Dentro de tus llagas, escóndenos. No permitas, que nos separemos de ti. Del enemigo malo, defiéndenos. En la hora de nuestra muerte, llámanos. Y mándanos ir a ti, para que te alabemos con tus santos, por los siglos de los siglos. Amén.

A continuación, el Santo Padre ha dado la bendición y después ha añadido.

"Ahora, volvamos a casa con el recuerdo de Jesús y de su Pasión y su gran amor, y también con la esperanza de su feliz Resurrección".

Texto transcrito y traducido por ZENIT

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El papa Francisco


Francisco preside el Vía Crucis en el Coliseo de Roma
La persecución religiosa o a causa de la injusticia, la familia, el sufrimiento, la explotación infantil; temas al centro de la reflexión

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 03 de abril de 2015 (Zenit.org) - Miles de luces de las velas que sujetaban en sus manos los fieles alrededor del Coliseo de Roma iluminaban el Vía Crucis, que el santo padre Francisco en esta noche de Viernes Santo. El Papa ha escuchado en silencio las meditaciones de cada estación, que han sido escritas por monseñor Renato Corti, obispo emérito de Navora. El tema  sobre el que ha versado el Vía Crucis ha sido “La Cruz, cima luminosa del amor de Dios que nos protege. Llamados, también nosotros, a proteger por amor”.

La persecución religiosa o a causa de la injusticia, la familia, el sufrimiento o la explotación infantil, serán algunos de los temas meditados durante este acto. Para cargar la cruz a lo largo de las 14 estaciones habrá personas procedentes de Irak, Siria, Nigeria, Egipto, China, así como familias, enfermos, religiosas latinoamericanas de las Hijas de Nuestra Señora de la Piedad y del Instituto secular Virgen de la Anunciación. La cruz ha sido portada, estación por estación, desde dentro del histórico monumento romano hasta el Palatino, donde estaba el Santo Padre.

En el Vía Crucis, tal y como se ha dicho en la introducción, ha habido “una referencia constante al don de estar protegidos por el amor de Dios, sobre todo por Jesús crucificado, y a la tarea de cuidar, también nosotros, por amor, de toda la creación, de todos los hombres, especialmente de los más pobres, de nosotros mismos y nuestras familias, para hacer brillar la estrella de la esperanza”.

En la primera estación, se ha pedido: “Señor Jesús, nosotros somos todavía más frágiles en la fe que los primeros discípulos. También nosotros corremos el riesgo de traicionarte, cuando tu amor debería alentarnos a amarte cada vez más. Nos hace falta oración, vigilancia, sinceridad y verdad. Así, la fe crecerá. Y será fuerte y gozosa”.

A continuación, en la segunda estación se ha recordado que también en nuestros días “hay hombres y mujeres que son encarcelados, condenados e incluso asesinados simplemente por ser creyentes o por su compromiso en favor de la justicia y la paz. Ellos no se avergüenzan de tu cruz. Son ejemplos admirables para que los imitemos”. A este punto se ha hecho referencia a el paquistaní Shahbaz Bhatti, Ministro de las Minorías, fue asesinado por un grupo de hombres armados el 2 de marzo de 2011. Y a la luz de este testimonio, se ha rezado para que Jesús conforte interiormente a los perseguidos.

Y llega la tercera estación, Jesús cae bajo el peso de la cruz. En la resonancia se ha pedido “en este día no podemos parecernos al fariseo que se ensalza a sí mismo, sino al publicano que no se atreve siquiera a levantar la cabeza. Como él, te pedimos con confianza, a ti que eres el Cordero de Dios, perdón por nuestros pecados de pensamiento, palabra, obra y omisión”.

Jesús se encuentra con su Madre en la cuarta estación. En este momento se ha recordado el drama que Jesús afrontas junto a tu Madre “por una callejuela de Jerusalén, nos hace pensar en tantas tragedias familiares de nuestro mundo. Hay para todos: madres, padres, hijos, abuelos y abuelas. Es fácil juzgar a los demás, pero lo más importante es saber ponerse en su lugar y ayudarles en la medida de lo posible. Lo intentaremos”.

En la quinta estación se recuerda el encuentro con el Cirineo. Y así se ha indicado en la meditación que “quizás también para algunos de nosotros el encuentro contigo sucedió de modo fortuito. Pero luego se ha hecho más profundo. Consideramos un gran don de tu gracia que no falten entre nosotros cirineos, que lleven la cruz de los otros. Lo hacen con perseverancia. Los motiva el amor. Su presencia es fuente de esperanza”.

Sexta estación, encuentro con la Verónica. Palabras de la resonancia dedicadas a las mujeres. “Esta tarde, entre nosotros, la presencia femenina es significativa. En los Evangelios, las mujeres tienen un lugar destacado. Os ayudaron a ti y a los apóstoles. Algunas de ellas estuvieron presentes en tu pasión. Y fueron las primeras en anunciar tu resurrección. El genio femenino nos lleva a vivir la fe con afecto hacia ti. Nos lo enseñan todos los santos. Queremos seguir sus huellas”.

Jesús cae por segunda vez en la séptima estación. En este momento se ha evocado “el dolor de cuantos sufren la crueldad de la violencia, el odio de palabras falaces o se encuentran con corazones de piedra que hacen llorar y llevan a la desesperación”. “El corazón del hombre –el corazón de cada uno de nosotros– espera otra cosa: el cuidado del amor. Tú, Jesús, nos lo enseñas a todos los hombres de buena voluntad”, se ha indicado.

Las mujeres de Jerusalén se encuentran con Jesús en la octava estación. “También hoy, viendo nuestras ciudades, tendrías motivos para llorar. Quizás también nosotros estamos ciegos y no comprendemos el camino de paz que tú nos indicas”, se ha recitado. Pero ahora, “sentimos como una llamada tuya lo que dijiste en el Sermón de la Montaña”: dichosos los limpios de corazón, dichosos los que trabajan por la paz…

En la novena estación Jesús cae de nuevo, por tercera vez. Y así, “ante tu amor y el amor del Padre, nos preguntamos si no nos estaremos dejando contagiar por el mundo, que considera tu pasión y muerte ‘necedad y escándalo’, siendo así que es ‘fuerza y sabiduría de Dios’. “¿No estaremos siendo cristianos tibios, cuando tu amor es un misterio de fuego?”, se ha preguntado.

Jesús es despojado de sus vestiduras en la décima estación. La túnica de Jesús lleva a meditar “en un momento de gracia y también en todas las veces que se viola la dignidad del hombre”. Por eso, “Tú nos haces pedir humildemente perdón a cuantos sufren estos ultrajes y rezar para que finalmente se despierte la conciencia de los que oscurecen el cielo en la vida de los demás. Ante ti, Señor Jesús, renovamos nuestro propósito de ‘vencer el mal con el bien’”.

En la siguiente estación, undécima estación, Jesús es clavado en la Cruz. Una estación que ha invitado a preguntarse, “¿Cuándo quedará abolida la pena de muerte, vigente aún hoy en numerosos Estados? ¿Cuándo desaparecerá todo tipo de tortura y la muerte violenta de personas inocentes?”.

Duodécima estación: Jesús muere en la Cruz. “En la cruz, Jesús, rezaste. Así viviste el momento culminante de tu vocación y misión.2Te dirigiste a tu Madre y al discípulo Juan. A través de ellos, nos hablabas también a nosotros. Nos confiaste a tu Madre. Nos pediste que la acogiéramos en nuestra vida, para que nos cuidase a nosotros igual que cuidó de ti”, se ha observado.

Siguiente estación, decimotercera, Jesús es bajado de la cruz. En este punto se ha meditado: “Contemplando tu rostro, el nuestro no podrá ser distinto del tuyo. Nuestra debilidad será fuerza y victoria si manifiesta la humildad y de la mansedumbre de nuestro Dios”.

Y finalmente, decimocuarta y última estación, Jesús es puesto en el sepulcro. En la última reflexión, las palabras en boca de María: “Juan ha permanecido junto a mí. Al pie de la cruz, mi fe ha sufrido una dura prueba. Como en Belén y después en Nazaret, también ahora medito todas estas cosas en silencio. Confío en Dios. No he perdido mi esperanza de madre. Confiad también vosotros. Para todos vosotros pido la gracia de una fe fuerte. Para aquellos que atraviesan días de oscuridad, el consuelo”.


 


 


 

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El Santo Padre reza por las víctimas del atentado en Kenia
El ataque terrorista a la univerisdad de Garisssa deja 147 fallecidos y multitud de heridos

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 03 de abril de 2015 (Zenit.org) - El santo padre ha expresado su cercanía a las víctimas del atentado en el Campus universitario de Garissa, que ha provocado la muerte de 147 personas y multitud de heridos. Lo ha hecho a través de un telegrama, firmado por el Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, enviado al presidente de la Conferencia Episcopal de Kenia, el cardenal John Njue, arzobispo de Nairobi.

En unión con todos los hombres de buena voluntad de todo el mundo, el Santo Padre “condena este acto de brutalidad sin sentido y reza por un cambio de actitud entre sus autores”. Además, hace un llamamiento “a todas las autoridades a redoblar sus esfuerzos para trabajar con todos los hombres y mujeres en Kenia para poner fin a esa violencia y para acelerar el amanecer de una nueva era de fraternidad, de justicia y de paz”.

“Profundamente entristecido por la inmensa y trágica pérdida de vidas causada por el reciente ataque a la Universidad de Garissa, el Santo Padre asegura su oración y cercanía espiritual a las familias de las víctimas y a todos los kenianos en este momento doloroso”, se lee en el telegrama. Asimismo, el Papa encomienda las almas de los difuntos a la “misericordia infinita de Dios Todopoderoso”, y  “ora para que todos los que los lloran sean consolados en su pérdida”.



 

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Santa Sede


'Todos corremos el riesgo de ser el Pilato que se lava las manos'
En la celebración de Viernes Santo en el Vaticano, el padre Cantalamessa lamenta que en muchos paí­ses los cristianos son las ví­ctimas designadas y más frecuentes de la violencia

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 03 de abril de 2015 (Zenit.org) - Los verdaderos mártires de Cristo no mueren con los puños cerrados, sino con las manos unidas. Hemos visto muchos ejemplos. Es Dios quien a los 21 cristianos coptos asesinados por el ISIS en Libia el 22 de febrero pasado, les ha dado la fuerza de morir bajo los golpes, murmurando el nombre de Jesús. Con este ejemplo, el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, ha concluido su reflexión sobre la violencia y el sufrimiento que hoy vive el mundo, pero que Jesús, en la Cruz, ha vencido. Lo ha hecho durante su predicación de este Viernes Santo en la Basílica de San Pedro. Del mismo modo ha recordado a los 147 cristianos asesinados por la furia yihadista de los extremistas somalíes en Kenia.

En un clima de absoluta sobriedad y silencio, el papa Francisco entró en la Basílica y se postró, tumbado en el suelo boca abajo, en señal de adoración ante la Cruz. Durante la Liturgia de la Palabra, se ha leído el pasaje de la Pasión según san Juan.

Partiendo del “¡Ecce homo! ¡Aquí tienen al hombre!” que Pilato pronunció cuando le llevaron a Jesús, el padre Cantalamessa ha realizado la meditación tras la lectura del Evangelio.

De este modo, ha invitado a pensar en el “sufrimiento de los individuos, en las personas con un nombre y una identidad precisa” así como en las “torturas decididas a sangre fría y realizadas voluntariamente, en este mismo momento, por seres humanos a otros seres humanos, incluso a niños”. ¡Cuántos “Ecce homo” en el mundo!, ha exclamado.

También ha señalado que “los cristianos no son las únicas víctimas de la violencia homicida que hay en el mundo”, pero “no se puede ignorar que en muchos países ellos son las víctimas designadas y más frecuentes”.

Ha habido alguno --ha observado-- que ha tenido la valentía de denunciar, en la prensa laica, la inquietante indiferencia de las instituciones mundiales y de la opinión pública frente a todo esto, recordando a qué ha llevado tal indiferencia en el pasado. Al respecto, el padre Cantalamessa ha advertido que “corremos el riesgo de ser todos, instituciones y personas del mundo occidental, el Pilato que se lava las manos”.

Pero, también ha querido recordar que Jesús murió gritando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, petición perentoria hecha con la autoridad que le viene del ser el Hijo.

Asimismo ha asegurado que la grandeza divina del perdón de Jesús “consiste en que es ofrecida también a sus más encarnizados enemigos”. Y este tipo de perdón “tiene que estar inspirado por una caridad que perdona al prójimo, sin cerrar los ojos delante de la verdad, más bien intentando detener a los malvados de manera que no hagan más mal a los otros y a sí mismos”.

Cristo ha vencido al mundo, venciendo el mal del mundo, ha recordado el predicador. Señalando además que “la victoria definitiva del bien sobre el mal, que se manifestará al final de los tiempos, ya vino, de derecho y de hecho, sobre la Cruz de Cristo”.

En el Calvario Jesús pronuncia un ¡No! a la violencia, proponiendo el perdón, la mansedumbre y el amor, ha observado el padre Cantalamessa.  

La celebración ha terminado con la procesión y adoración de la Cruz y la comunión.

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Predicación del Viernes Santo 2015 en la Basí­lica de San Pedro
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap. ¡ECCE HOMO!

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 03 de abril de 2015 (Zenit.org) - Acabamos de escuchar la historia del proceso de Jesús frente a Pilato. Hay un momento sobre el que debemos detenernos...

“Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: ‘¡Salve, rey de los judíos!’, y lo abofeteaban. Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: ¡Ecce homo! ¡Aquí tienen al hombre! (Jn 19, 1-5).

Entre los numerosos cuadros que tienen por tema el Ecce Homo, hay uno que siempre me ha impresionado. Es del pintor flamenco del siglo XVI, Jan Mostaert, y se encuentra en la National Gallery de Londres. Trato de describirlo. Servirá para una mejor impresión en la mente del episodio, ya que el pintor describe fielmente con los colores los datos del relato evangélico, sobre todo el de Marcos (Mc 15,16-20).

Jesús tiene en la cabeza una corona de espinas. Un haz de arbustos espinosos que se encontraba en el patio, preparado quizá para encender el fuego, dio a los soldados la idea de esta cruel parodia de su realeza. De la cabeza de Jesús descienden gotas de sangre. Tiene la boca medio abierta, como cuando cuesta respirar. Sobre los hombros ya tiene puesto el manto pesado y desgastado, más parecido al estaño que a una tela. ¡Y son hombros atravesados recientemente por los golpes de la flagelación! Tiene las muñecas unidas por una cuerda gruesa; en una mano le han puesto una caña en forma de cetro y en la otra un haz de varas, burlándose de los símbolos de su realeza. Jesús ya no puede ni mover un dedo, es el hombre reducido a la impotencia más total, el prototipo de todos los esposados de la historia.

Meditando sobre la Pasión, el filósofo Blaise Pascal escribió un día estas palabras: “Cristo agoniza hasta el final del mundo: no hay que dormir durante este tiempo”[i]. Hay un sentido en el que estas palabras se aplican a la persona misma de Jesús, es decir, a la cabeza del cuerpo místico, no solo a sus miembros. No, a pesar de que ahora está resucitado y vivo, sino precisamente porque está resucitado y vivo. Pero dejemos a parte este significado demasiado misteriosos para nosotros y hablemos del sentido más seguro de estas palabras. Jesús agoniza hasta el final del mundo en cada hombre y mujer sometido a sus mismos tormentos. “¡Lo habéis hecho a mí!” (Mt, 25, 40): esta palabra suya, no la ha dicho solo por los que creen en Él; la ha dicho por cada hombre y mujer hambriento, desnudo, maltratado, encarcelado.

Por una vez no pensamos en las llagas sociales, colectivas: el hambre, la pobreza, la injusticia, la explotación de los débiles. De estas se habla a menudo --aunque si nunca suficiente--, pero existe el riesgo de que se conviertan en abstracto. Categorías, no personas. Pensamos más bien en el sufrimiento de los individuos, en las personas con un nombre y una identidad precisa; además de las torturas decididas a sangre fría y realizadas voluntariamente, en este mismo momento, por seres humanos a otros seres humanos, incluso a niños.

¡Cuántos “Ecce homo” en el mundo! ¡Dios mío, cuántos “Ecce homo”! Cuántos prisioneros que se encuentran en las mismas condiciones de Jesús en el pretorio de Pilato: solos, esposados, torturados, a merced de militares ásperos y llenos de odios, que se abandonan a todo tipo de crueldad física y psicológica, divirtiéndose al ver sufrir. “¡No hay que dormir, no hay que dejarles solos!”

La exclamación “¡Ecce homo!” no se aplica solo a las víctimas, sino también a los verdugos. Quiere decir: ¡de esto es capaz el hombre! Con temor y temblor, decimos también: ¡de esto somos capaces los hombres! Qué lejos estamos de la marcha inagotable del homo sapiens, el hombre que, según algunos, debía nacer de la muerte de Dios y tomar su lugar[ii].

*    *    *

Ciertamente, los cristianos no son las únicas víctimas de la violencia homicida que hay en el mundo, pero no se puede ignorar que en muchos países ellos son las víctimas designadas y más frecuentes. Es de ayer la noticia de 147 cristianos asesinados por la furia yihadista de los extremistas somalíes en un campus universitario de Kenya, por tanto de jóvenes. Jesús dijo un día a sus discípulos: “Llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios” (Jn 16, 2). Quizá nunca estas palabras han encontrado, en la historia, un cumplimiento tan puntual como hoy.

Un obispo del siglo III, Dionisio de Alejandría, nos dejó el testimonio de una Pascua celebrada por los cristianos durante la feroz persecución del emperador romano Decio: “Nos exiliaron y, solos entre todos, fuimos perseguidos y asesinados. Pero también entonces celebramos la Pascua. Todo lugar donde se sufría se convertía para nosotros en un lugar para celebrar la fiesta: ya fuera un campo, un desierto, un barco, una posada, una prisión. Los mártires perfectos celebraron las fiestas pascuales más espléndidas, al ser admitidos a la fiesta celestial”[iii]. Será así para muchos cristianos también la Pascua de este año, el 2015 después de Cristo.

Ha habido alguno que ha tenido la valentía de denunciar, en la prensa laica, la inquietante indiferencia de las instituciones mundiales y de la opinión pública frente a todo esto, recordando a qué ha llevado tal indiferencia en el pasado[iv]. Corremos el riesgo de ser todos, instituciones y personas del mundo occidental, el Pilato que se lava las manos.

A nosotros, sin embargo, en este día no se nos consiente hacer ninguna denuncia. Traicionaríamos el misterio que estamos celebrando. Jesús murió gritando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Esta oración no es simplemente murmurada en voz baja; se grita para que se oiga bien. Es más, no es ni siquiera una oración, es una petición perentoria, hecha con la autoridad que le viene del ser el Hijo: “¡Padre, perdónalos!” Y ya que Él mismo ha dicho que el Padre escuchaba cada una de sus oraciones (Jn 11, 42), debemos creer que ha escuchado también esta última oración de la cruz, y que por tanto los que crucificaron a Cristo han sido perdonados por Dios (por supuesto, no sin antes haber tenido, de alguna manera, un arrepentimiento) y están con Él en el Paraíso, testimoniando por la eternidad hasta donde ha sido capaz de llegar el amor de Dios.

La ignorancia se verificaba, de por sí, exclusivamente en los soldados. Pero la oración de Jesús no se limita a ellos. La grandeza divina de su perdón consiste en que es ofrecida también a sus más encarnizados enemigos. Justamente en favor de ellos aduce la disculpa de la ignorancia. Aunque hayan obrado con astucia y malicia, en realidad no sabían lo que hacían, ¡no pensaban que estaban poniendo en la cruz a un hombre que era realmente el Mesías e Hijo de Dios! En lugar de acusar a sus adversarios o de perdonar confiando al Padre Celeste la tarea de vengarlo, Él los defiende.

Su ejemplo propone a los discípulos una generosidad infinita. Perdonar con su misma grandeza de ánimo no puede comportar simplemente una actitud negativa, con la que se renuncia a querer el mal para quien hace el mal; tiene que entenderse en cambio como una voluntad positiva de hacerles el bien, como mínimo con una oración hacia Dios, en favor de ellos. “Rezad por aquellos que os persiguen” (Mt 5, 44). Este perdón no puede encontrar ni siquiera una consolación en la esperanza de un castigo divino. Tiene que estar inspirado por una caridad que perdona al prójimo, sin cerrar entretanto los ojos delante de la verdad, más bien intentando detener a los malvados de manera que no hagan más mal a los otros y a sí mismos.

Nos vienen ganas de decir: “¡Señor, nos pides lo imposible!” Nos respondería: “Lo sé, pero yo he muerto para poder dar lo que os pido. No os he dado solo el mandamiento de perdonar y tampoco solo un ejemplo heroico de perdón; con mi muerte os he procurado la gracia que os vuelve capaces de perdonar. Yo no he dejado al mundo solo una enseñanza sobre la misericordia, como han hecho muchos otros. Yo soy también Dios y desde mi muerte he hecho partir para vosotros ríos de misericordia. De ellos pueden llenarse las manos en el año jubilar de la misericordia que está a punto de abrirse”.

*    *     *

¿Entonces -dirá alguno- seguir a Cristo es un volverse pasivo hacia la derrota y la muerte? ¡Al contrario! “Tengan coraje”, Él le dijo a sus apóstoles antes de ir hacia la Pasión: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Cristo ha vencido al mundo, venciendo el mal del mundo. La victoria definitiva del bien sobre el mal, que se manifestará al final de los tiempos, ya vino, de derecho y de hecho, sobre la cruz de Cristo. Ahora -decía- es el juicio de este mundo”. (Jn 12, 31). Desde aquel día el mal pierde; y más pierde cuanto más parece triunfar. Está ya juzgado y condenado en última instancia, con una sentencia inapelable.

Jesús le ha ganado a la violencia no oponiendo a esa una violencia más grande, sino sufriéndola y poniendo al desnudo toda su injusticia y su inutilidad. Ha inaugurado un nuevo género de victoria que san Agustín ha encerrado en tres palabras: “Victor quia victima – Vencedor porque víctima”[v]. Fue “viéndolo morir así”, que el centurión romano exclamó: “¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” (Mc 15,39). Los otros se preguntaban qué significaba el fuerte grito que Jesús emitió muriendo (Mc 15,37). Él, que era experto en combatientes y combates, reconoció en seguida que era un grito de victoria[vi].

El problema de la violencia nos acecha, nos escandaliza, hoy que ésta ha inventado formas nuevas y horribles de crueldad y de barbarie. Nosotros los cristianos reaccionamos horrorizados a la idea que se pueda matar en nombre de Dios. Alguno entretanto objeta: ¿pero la Biblia no está ella misma llena de violencia? ¿Dios no es llamado “el Señor de los ejércitos?” ¿No le es atribuida la orden de enviar al exterminio ciudades enteras? ¿No es Él quien ordena en la Ley mosaica numerosos casos de pena de muerte?

Si se hubiera dirigido a Jesús durante su vida, la misma objeción, Él habría respondido lo que respondió sobre el divorcio: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés les ha permitido de repudiar a vuestras esposas, pero en el principio no era así” (Mt 19, 8). También a propósito de la violencia “al principio no era así”. El primer capítulo del Génesis nos presenta un mundo en el que no es ni siquiera pensable la violencia, ni entre los humanos, ni entre los hombres y los animales. Ni siquiera para vengar la muerte de Abel, o sea ni para castigar a un asesino, es lícito asesinar (Jn 4, 15).

El genuino pensamiento de Dios está expresado por el mandamiento “No asesinar”, más que por las excepciones hechas a esto en la Ley, que son concesiones a la “dureza del corazón” y a las costumbres de los hombres. La violencia, después del pecado, forma parte lamentablemente de la vida y el Antiguo Testamento, que refleja la vida y que tiene que servir a la vida, busca al menos con su legislación y con la pena de muerte, canalizar y contener a la violencia para que no degenere en arbitrio personal y no se destruyan mutuamente[vii].

Pablo habla de un tiempo caracterizado por la 'tolerancia' de Dios (Rm 3, 25). Dios tolera la violencia como tolera la poligamia, el divorcio y otras cosas, pero viene educando al pueblo hacia un tiempo en el que su plan originario será 'recapitulado' y puesto nuevamente en honor, como para una nueva creación. Este tiempo ha llegado con Jesús que, en el monte proclama: “Habéis oído que se dijo: 'Ojo por ojo y diente por diente'; pero yo os digo no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra... Habéis oído que se dijo: 'Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo'; pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen” (Mt 5, 38-39; 43-44).

El verdadero “Discurso de la montaña” que ha cambiado el mundo no es entretanto el que Jesús pronunció un día en una colina de Galilea, sino el que proclama ahora, silenciosamente desde la cruz. En el Calvario Él pronuncia un definitivo “¡no!” a la violencia, oponiendo a ella no simplemente la no-violencia, sino aún más el perdón, la mansedumbre y el amor. Si habrá aún violencia esta no podrá, ni siquiera remotamente, invocar a Dios y valerse de su autoridad. Hacerlo significa hacer retroceder la idea de Dios a situaciones primitivas y groseras, superadas por la conciencia religiosa y civil de la humanidad.

*    *    *

Los verdaderos mártires de Cristo no mueren con los puños cerrados, sino con las manos unidas. Hemos visto tantos ejemplos. Es Dios quien a los 21 cristianos coptos asesinados por el ISIS en Libia el 22 de febrero pasado, les ha dado la fuerza de morir bajo los golpes, murmurando, como se ve en un vídeo, el nombre de Jesús. Y también nosotros recemos:

“Señor Jesucristo te pedimos por nuestros hermanos en la fe perseguidos, y por todos los Ecce homo que hay en este momento en la faz de la tierra, cristianos y no cristianos. María, a los pies de la Cruz tú te has unido al Hijo y has murmurado detrás de Él: “¡Padre perdónalos!”: ayúdanos a vencer el mal con el bien, no solo en el escenario grande del mundo, sino también en la vida cotidiana, dentro de las mismas paredes de nuestra casa. Tú que “sufriendo con el Hijo tuyo que moría en la Cruz, has cooperado de una manera toda especial a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad”[viii], inspira a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo pensamientos de paz, de misericordia y de perdón. Que así sea”.

Traducción de Zenit

[i] Blaise Pascal, “El mistero de Jesús” (Pensamientos, ed. Brunschvicg,  n. 553).

[ii] F. Nietzsche, La gaya ciencia, III, 125.

[iii] Dionisio de Alejandría, en Eusebio, Historia eclesiástica, VII, 22, 4.

[iv] Ernesto Galli della Loggia, “La indiferencia que mata”, en “Corriere della sera” 28 de julio de 2014, p. 1.

[v] S. Agustín, Confesiones, X, 43.

[vi] Cfr. F. Topping “An impossible God”.

[vii] Cfr. R. Girard,Des choses cachées depuis la fondation du monde, 1978.

[viii]  Lumen gentium, n. 61.

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Iglesia y Religión


Perú, una plaza a los misioneros polacos asesinados por Sendero Luminoso
La primera piedra fue puesta en febrero. En agosto posible exhumación de los cuerpos y en diciembre la beatificación

Por H. Sergio Mora

ROMA, 03 de abril de 2015 (Zenit.org) - Una plaza en honor de los jóvenes misioneros polacos Micha Tomaszek y Zbigniew Strzakowski asesinados el 8 de agosto de 1991 en Perú, por la guerrilla marxista del Sendero Luminoso, está siendo construida en el lugar en el que fueron asesinados.

Lo indicó esta semana a ZENIT el sacerdote Angelo Paleri, de la orden de los Franciscanos menores conventuales, postulador de ambos mártires pertenecientes a su orden y del sacerdote italiano SandroDordi, asesinado también por Sendero Luminoso el 25 de agosto del mismo año.

“El 15 de febrero pasado el obispo emérito Bambarén bendijo en el pueblo de Pariacoto la piedra fundamental de «La plaza de los mártires». La misma tendrá un estacionamiento para que los peregrinos puedan visitar el lugar donde fueron asesinados estos frailes polacos” dijo el postulador. Recordó que el nuevo alcalde de Pariacoto “nos invitó a bendecir esta plaza, porque el municipio quiere dar esta contribución a las peregrinaciones que habrá”.

Precisó que “mientras estos tres mártires fueron asesinados por la guerrilla maoísta leninista, en Guatemala los paramilitares asesinaron al obispo Arnulfo Romero”. Porque “en América Latina como en tantas partes del mundo, la Iglesia y los misioneros son perseguidos sea por la derecha que por la izquierda, porque cuando se predica el Evangelio es incómodo a quien sigue otras ideologías. Esta es la demostración”. Y recordó también que “en Perú durante la época del conflicto según la Comisión para la Justicia y la Verdad, murieron unas 70 mil personas, y de las dos partes”.

El postulador indicó además que la fecha marcada para la beatificación es el 5 de diciembre de este año, aunque aún falta la confirmación por parte de la Secretaría de Estado.

Fray Angelo Paleri es postulador desde hace diez años, y acaba de realizar su tercer visita a Perú. “Viajé cuando iba a completar la positio, para ver los lugares y entender mejor” dijo. Y añadió que “los católicos y personas cercanas a la Iglesia han mostrado el deseo de ver en los altares a estos hermanos suyos que venidos desde lejos dieron la vida por ellos. Estos sacerdotes podrían haberse escapado, haberse alejado, todos tenían la posibilidad de hacerlo y después regresar. Vale para los dos frailes como para don Sandro, pero la gente se habría sentido traicionada”.

El actual obispo Piorno pidió a la Congregación de la Causa de los Santos “que se puedan poner estos cuerpos en una pequeña capilla en el fondo de la iglesia, cuando hagamos la exhumación, probablemente en agosto”.

El postulador contó también que los cuerpos de los misioneros asesinados fueron llevados a Casma, la ciudad más importante en la costa, para la autopsia. Después, cuando los cuerpos volvieron, en cada localidad la gente salía para seguirles y rezarles. En Pariacoto fue la misa fúnebre y ahora sus tumbas se encuentran en la mitad de la iglesia, uno de un lado el otro del otro.

El postulador indicó que “Abimael Guzmán le dijo al obispo Bambarén que él autorizó que los mataran, porque volvían difícil la revolución que querían hacer”.

(RLG)

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Mirada al mundo


Kenia: ataque terrorista deja 147 fallecidos en la Universidad de Garissa
Al Shabab reconoce la autoría del atentado. Mataban a los cristianos y a los musulmanes les dejaban libres

Por Redacción

ROMA, 03 de abril de 2015 (Zenit.org) - 147 fallecidos es el balance del ataque perpetrado por la milicia islamista somalí de Al Shabab a la Universidad de Garissa, al este de Kenia Además hay decenas de heridos. La Autoridad de Emergencias de Kenia ha informado que los cuatro asaltantes también han muerto.

Los asaltantes entraron en el campus universitario en la madrugada del miércoles al jueves y empezaron a disparar en la zona de los dormitorios, tras enfrentarse en un tiroteo con los policías que custodiaban la entrada a esa zona.

Al Shabab ha reivindicado el ataque y ha asegurado, según publica la BBC, que estaban separando a los rehenes musulmanes de los cristianos, permitiendo escapar a los musulmanes.  Un superviviente relató que los cristianos fueron asesinados inmediatamente.

El ataque más mortífero realizado por este grupo en Kenia fue en el comercial Westgate en septiembre de 2013, cuando 67 personas perdieron la vida.

Al Shabaab, vinculado a Al Qaeda, ha prometido castigar a Kenia por “el envío de tropas a Somalia junto a las fuerzas de paz de la Unión Africana para luchar contra el grupo”.

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Rome Reports


Francisco reza tumbado en el suelo de la Basílica de San Pedro (Vídeo)
Es un gesto que se realiza en Viernes Santo en señal de penitencia y adoración a la Cruz

Por Rome Reports

CIUDAD DEL VATICANO, 03 de abril de 2015 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí

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El padre Damián, el cura cantante que podría ganar un talent show (Vídeo)
Participa en el programa "La Voz en España. Fue aplaudido por Laura Pausini y Alejandro Sanz

Por Redacción

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La pasión de Jesucristo en el arte (Vídeo)
Dalí, Velázquez, el Greco, Giotto, Goya... maestros de todos los tiempos han plasmado este momento

Por Rome Reports

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Isidoro de Sevilla - 4 de abril
«Gloria de la Iglesia católica, uno de sus grandes santos y doctores que plasmó su vasto saber en la gran obra Etimologías. Cuatro de sus hermanos, tres de los cuales fueron obispos como él, son santos. Es el patrón de Internet»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 03 de abril de 2015 (Zenit.org) - En su casa se respiraban aires de santidad. Tres de sus hermanos fueron obispos canonizados: Leandro, Fulgencio e Isidoro. Y también su hermana Florentina fue religiosa y santa. Isidoro probablemente nació en Cartagena, España, el año 560. Como perdió a sus padres siendo niño, su hermano Leandro asumió las funciones de educador y tutor suyo. Y consiguió que el pequeño recibiese tan esmerada educación que el acervo espiritual y cultural que se ocupó de proporcionarle le convertiría en uno de los grandes y santos doctores de la Iglesia. Y eso, que según la tradición, a Leandro costó entrarle en vereda, porque Isidoro no era un alumno ejemplar; faltaba o se escapaba de la escuela alguna vez. Lo que da idea de que cuando se cree en una persona, aunque sea díscola, y se mantiene un pulso inalterable en su educación, los frutos no se hacen esperar. Además, sobre Isidoro ya pendía claramente la voluntad divina que iba a encaminar sus pasos en la buena dirección para que se cumplieran en él sus designios. Y aunque se escabullía huyendo de su responsabilidad, un día cambiaron radicalmente las tornas. Sucedió todo de forma sencilla ante una circunstancia que nada tiene de particular, pero que fue de sumo provecho para él. Mientras vagabundeaba se acercó a un pozo para sacar agua y observó que el roce de las cuerdas había provocado hendiduras en la rígida piedra. Así comprendió el valor de la constancia y de la voluntad del hombre que quiebran cualquier contratiempo que se presente en la vida por complejo que parezca. Esta simple constatación de carácter pedagógico le llevó por nuevos derroteros. Con espíritu renovado se afanó en el estudio desde ese instante hasta el fin de sus días.

Es el último de los padres latinos. Se formó con las lecturas de textos de Marcial, san Agustín, Cicerón y san Gregorio Magno, con el que mantuvo gran amistad. Su obra cumbre, las Etimologías, es una summa que se convirtió por derecho propio en texto ineludible para los estudiosos hasta mediados del siglo XVI; en ella se aprendía todo lo concerniente a la ciencia antigua. No era fácil que un proyecto tan ambicioso le permitiera compartir la riqueza de su formación, como deseó, y quizá podría haber logrado acotando los temas. Es una carencia que se aprecia en este trabajo que, pese a todo, trasluce el rigor y fidelidad a la genuina tradición católica. En todo caso, su enciclopédica formación (es autor de innumerables tratados en los que se compendian temas que abarcan todo el saber humano) no ensombrecía su humildad y sencillez. Fue reconocido por su caridad con los pobres, a los que nunca faltaron sus limosnas. A nivel espiritual experimentó una gran lucha interior que le llevaba a negarse a sí mismo. Fue la tónica existencial que marcó prácticamente todo su acontecer. Seguramente ayudó a su hermano Leandro en la diócesis de Sevilla, de la que era prelado. Cuando murió, le sucedió en el cargo.

Sin descuidar la labor intelectual –continuó escribiendo obras filosóficas, lingüísticas e históricas– desempeñó su misión pastoral de manera intensa y fecunda. Era perfectamente consciente del alcance que tienen tanto la vida contemplativa como la activa. Al respecto hizo notar: «El siervo de Dios, imitando a Cristo, debe dedicarse a la contemplación, sin negarse a la vida activa. Comportarse de otra manera no sería justo. De hecho, así como hay que amar a Dios con la contemplación, también hay que amar al prójimo con la acción. Es imposible, por tanto, vivir sin una ni otra forma de vida, ni es posible amar si no se hace la experiencia tanto de una como de otra». Mostró especial preocupación por la formación espiritual e intelectual de los sacerdotes. Por eso fundó un colegio eclesiástico instruyéndoles personalmente.

Presidió dos concilios, el segundo de Sevilla en 619, y el cuarto de Toledo en 633. Muchos de los decretos se debieron a él, en particular el que indicaba que se estableciese un seminario en todas las diócesis. Sus treinta y siete años de episcopado fueron dedicados en gran medida a seguir los pasos de su hermano, intentando convertir a los visigodos del arrianismo al catolicismo. También emuló a Leandro en lo concerniente a la disciplina eclesiástica en los sínodos. Su organización recayó sobre ambos.

Se conoce el alcance de su oratoria gracias a san Ildefonso, que fue discípulo suyo: «La facilidad de palabra era tan admirable en san Isidoro, que las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que se obtenía al oír sus enseñanzas». Éstas superaron con creces a la mayoría de estudiosos y prolíficos autores de la historia. Escribió un diccionario de sinónimos, un tratado de astronomía y geografía, un resumen de la historia desde la creación, biografías de hombres ilustres, un libro sobre los valores del Antiguo y del Nuevo Testamento, un código de reglas monacales, varios tratados teológicos y eclesiásticos y la historia de los visigodos, de excepcional valor por ser la única fuente de información sobre los godos. También pertenece a su autoría una historia de los vándalos y de los suevos. Incluso completó el misal y breviario mozárabes que su hermano Leandro comenzó a adaptar de la antigua liturgia española.

Tuvo la magnífica visión de no dejar a España sepultada en la barbarie. Mientras el resto de Europa se desintegraba, la convirtió en un envidiado centro de cultura. Viéndose a punto de morir, pidió perdón por sus faltas, sentimiento que había hecho extensible a todos sus enemigos y rogó que oraran por él. Dio todo lo que tenía a los pobres y el 4 de abril del año 636 entregó su alma a Dios. El concilio de Toledo lo denominó «gloria de la Iglesia católica». En 1063 sus restos fueron trasladados a León y allí reciben culto. Fue canonizado por Clemente VIII en 1598. El 25 de abril de 1722 Inocencio XIII lo proclamó doctor de la Iglesia. Añadir como anécdota que en 2001 fue elegido patrón de internet.

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