ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 05 de abril de 2015

LA FRASE DEL DOMINGO 5 DE ABRIL

"¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24, 5-6)

 


El papa Francisco

Francisco pide no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras
Miles de personas acuden a la misa de Pascua a la plaza de San Pedro y reciben la bendición Urbi et Orbi

Texto completo de la bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco en el Domingo de Pascua
El Papa recuerda que 'sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino'. Pide la paz en el mundo, y el fin del 'absurdo derramamiento de sangre'

Rome Reports

Celebran con el Papa Francisco sus 35 años de casados durante la audiencia general (Vídeo)
Este matrimonio de Argentina conoció al Papa Francisco en su parroquia de Buenos Aires

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Catequesis para la Familia

Creo en la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurección de la carne y la vida eterna
Catequesis para toda la familia

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

San Pedro de Verona - 6 de abril
«Defensor de la fe frente a la herejía maniquea. Un excelso predicador que convirtió a incontables personas en Italia, donde evangelizó. Fue agraciado, entre otros dones, con el de milagros. Es protomártir de la orden dominicana»


El papa Francisco


Francisco pide no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras
Miles de personas acuden a la misa de Pascua a la plaza de San Pedro y reciben la bendición Urbi et Orbi

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 05 de abril de 2015 (Zenit.org) - El santo padre Francisco ha presidido la celebración del domingo de Pascua en la Resurrección del Señor en la plaza de San Pedro. En la eucaristía han participado miles de fieles venidos de todas las partes del mundo. Esta mañana el Papa no ha dado homilía ya que después de la misa se ha asomado a la ventana central de la Basílica para impartir la bendición Urbi et Orbi.

La lluvia intensa no ha impedido que un gran número de fieles acudiera esta mañana a la plaza para vivir la eucaristía del domingo de Pascua presidida por el Pontífice y recibir su bendición. Así, un manto de paraguas cubría la plaza y daba color a una mañana gris en Roma. La  lluvia no ha impedido que, al finalizar la celebración eucarística, Francisco se subiera al papamóvil y paseara por los pasillos de la plaza para saludar de cerca a los fieles y peregrinos.

“El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad”, así ha afirmado el Papa. Con la muerte y resurrección de Jesús “muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación”, ha observado. Asimismo ha afirmado que “sólo quien se humilla pueden ir hacia los bienes de allá arriba, a Dios”.   Asimismo ha señalado que “para entrar en el misterio hay que ‘inclinarse’, abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino”. Y aunque el mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer…, los cristianos, “tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos”. Esto no es debilidad, sino auténtica fuerza, ha asegurado.

Además, el Papa ha pedido implorar la gracia de “no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz”. Al respecto, el Santo Padre ha pedido a “Jesús victorioso” que “alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo”.

En este día, Francisco ha pedido por Siria e Irak, “para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países”. También ha pedido que “la comunidad internacional no permanezca inerte" ante la tragedia humanitaria de los refugiados de estos países. A continuación ha pedido la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. “Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones”, ha exhortado. Libia ha estado también presente en sus palabras, “para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando". Y “esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población”, ha añadido. De este modo, el Papa ha recordado el acuerdo alcanzado en Lausana, “para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno”.

A continuación el Papa ha pedido el don de la paz para Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Recordando así a todas las personas que que perdieron su vida, han sido secuestrados o los que han tenido que abandonar sus hogares. En este momento, el Papa ha dedicados un pensamiento especial  a “los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia”.  

Finalmente ha pedido por Ucrania, para que la resurrección del Señor “haga llegar la luz” especialmente “a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses”.

Las últimas palabras del Papa en la Bendición han invocado la paz y libertad “para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales”, “para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana”, “para este mundo sometido a los traficantes de armas”. Al concluir ha pedido para que llegue la voz de Jesús que dice “Paz a vosotros” a “los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren”, a “los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia” a “cuantos hoy están de luto” y “a todos los hombres y mujeres de buena voluntad”.

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Texto completo de la bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco en el Domingo de Pascua
El Papa recuerda que 'sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino'. Pide la paz en el mundo, y el fin del 'absurdo derramamiento de sangre'

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 05 de abril de 2015 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!

Jesucristo ha resucitado.

El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad.

Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.

Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla pueden ir hacia los «bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3,1-4). El orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia arriba».

La mañana de Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino.

El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos.

Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.

Imploremos al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo, son mucas.

Pedimos paz ante todo por Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados.

Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.

Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población.

Al mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor misericordioso el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno.

Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida ―y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia―, los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos.

Que la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes interesadas.

Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas que ganan con la sangre de los hombres y las mujeres.

Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora del Señor Jesús: «Paz a vosotros» (Lc 24,36). «No temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros» (cf. Misal Romano, Antífona de entrada del día de Pascua).

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Celebran con el Papa Francisco sus 35 años de casados durante la audiencia general (Vídeo)
Este matrimonio de Argentina conoció al Papa Francisco en su parroquia de Buenos Aires

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Los huevos de pascua más espectaculares de Roma (Vídeo)
Una exposición recoge creaciones de artistas contemporáneos en huevos de chocolate

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La felicitación de Pascua más grande del mundo (Vídeo)
El artista italiano Dario Gambarin diseña sobre campos de trigo

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Catequesis para la Familia


Creo en la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurección de la carne y la vida eterna
Catequesis para toda la familia

Por Xhonané Olivas

MADRID, 05 de abril de 2015 (Zenit.org) - Me han pedido colaborar en un hermoso proyecto sobre el Credo en donde, de padre de familia a padre de familia, compartimos ideas para explicar el Credo a nuestros hijos. Me ha tocado la última parte: “Creo en la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén

Te invito a que veas los artículos anteriores:

Creo en Dios Padre

Creo en Jesucristo su único Hijo

Creo en el Espíritu Santo

Creo en la Santa Iglesia Católica

¿Cómo les explicaría a mis hijos sobre estas verdades de nuestra fe de manera sencilla? Como mamá que educa en casa, he visto que cuando trato de explicarles algo importante a mis hijos, les ayuda mucho ver diagramas, dibujos, fotos, etc...

Creo en la comunión de los santos
La comunión (o “común”“unión”) de los santos (todos los que viven en la gracia de Dios) es, en otras palabras, la “gran familia de Dios”, en la que nos ayudamos y apoyamos para alcanzar el cielo. Todos estamos unidos a Jesús por un “lazo espiritual” que es la gracia santificante de Dios y que recibimos en el día de nuestro bautismo. “En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él” (LG 49).

La meta de nuestra vida es ¡el Cielo! Nuestros hermanos en la fe que lo han alcanzado, los llamamos santos porque han muerto “en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo” (CIC 1023); ellos forman la Iglesia Triunfante. Por eso nos dirigimos a ellos en oración para pedir su intercesión, especialmente a María nuestra Madre. Conocer sus vidas, ¡nos anima a ser santos como ellos y a aprender de su ejemplo! Leer el santo del día es una excelente forma de conocerlos y darnos cuenta de que fueron personas normales como nosotros pero que vivieron su fe de manera heroica. El símbolo que escogí para ellos es una corona, la corona de la victoria. Los santos están junto a Jesús, que es la cabeza de nuestra familia, la Iglesia.

Cuando alguien muere en estado de gracia, pero no está totalmente listo para estar en la presencia de Dios, tiene que pasar un tiempo de purificación que le permita “obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (CIC 1030). Estas almas forman la Iglesia Purgante porque se encuentran en el purgatorio (hablaré de esto más adelante). Nuestra Iglesia nos pide que “honremos la memoria de los difuntos” (CIC 1032) y que ofrezcamos oraciones, en particular el santo sacrificio de la Misa, para aliviar su sufrimiento y que puedan llegar al Cielo lo antes posible. También podemos ofrecer oraciones, limosnas, ayunos, buenas obras, indulgencias, etc.  Pensando en la purificación, escogí para ellos el símbolo del corazón en llamas y los coloqué a medio camino hacia Jesús.

Mientras estamos en esta tierra, somos parte de la Iglesia Militante o Peregrina. ¿Por qué militante? ¿Por qué peregrina? Es militante porque cada día es como una batalla en que luchamos por ser santos y es peregrina porque estamos aquí de paso; nuestro verdadero hogar es el Cielo. Y mientras estamos aquí, además de pedir la intercesión de los santos del cielo y de interceder por las almas del purgatorio, también podemos y debemos ayudarnos unos a otros a alcanzar la santidad a través de obras de misericordia, actos de caridad, oración y sacrificios. El símbolo para esta Iglesia es el grupo de personas y es el que está más lejos de Jesús. También incluí una flecha curva para mostrar la importancia de ayudarnos mutuamente a alcanzar la santidad.

Creo en el perdón de los pecados

"Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23). Estas palabras de Jesús resucitado a los apóstoles nos dan la certeza de que cuando nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados en el sacramento de la Confesión, ¡nuestros pecados son totalmente borrados de nuestra alma!

En donde vivimos tenemos mucha nieve en invierno y es maravilloso ver cómo todo se ve de un blanco brillante después de que acaba de caer. Sin embargo, pasados los días, la nieve que cayó en los caminos se ensucia tanto que se hace lodo; queda oscura y sucia. Cuando se presta la oportunidad, me gusta señalarles a mis hijos esta comparación: “miren cómo queda la nieve de sucia en el camino… así se ensucia nuestra alma cuando pecamos y desobedecemos… pero Dios es tan bueno y  nos ama tanto, que hace un milagro en nuestra alma cuando recibimos el perdón de los pecados a través de la absolución del sacerdote… ¡vuelve a hacerla tan blanca como la nieve! ¡Se van todas las manchas!¡Él lo puede hacer porque es Dios y para Él no hay imposibles! ¡Nunca duden de ir a confesar sus pecados!”

Nuestro catecismo nos dice que “No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. No hay nadie, tan perverso y tan culpable que, si verdaderamente está arrepentido de sus pecados, no pueda contar con la esperanza cierta de perdón… Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado” (CIC 982)

El perdón de los pecados hace nuestra alma tan blanca como la nieve

 Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna

¿Qué es la resurrección de la carne?La ‘resurrección de la carne’ significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros ‘cuerpos mortales’ (Rm 8, 11) volverán a tener vida” (CIC 990) cuando resucitemos en el último día.

Cuando pienso en esta parte del Credo, me gusta imaginarme la última escena de la película “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson. Después de sufrir viendo todo lo que pasó Jesús, cómo desgarraron su cuerpo, cómo lo torturaron y cómo quedó bañado en sangre… ¡me reconforta ver su cuerpo glorioso, transformado y perfecto saliendo de la tumba! Esta escena me llena de esperanza y me ayuda a entender que, así como Cristo resucitó, así “Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado reuniéndolo con nuestra alma” (CIC 1016). Esta película de “La Pasión” me parece un excelente medio para hablar sobre este tema con nuestros hijos adolescentes, pero si tus hijos están pequeños, pudieras utilizar una imagen de Jesús crucificado y una de Jesús resucitado.

¿Qué es la vida eterna? La vida eterna es el estado en el que nuestras almas se encontrarán después del juicio final, en la resurrección de los muertos, para toda la eternidad. Todos  moriremos y todos resucitaremos, pero "los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación" (CIC 998).

Cuando morimos, nuestra alma inmortal se separa de nuestro cuerpo de manera temporal. ¿Y a dónde va? Hay tres opciones: podemos ir al Cielo, al Purgatorio o al Infierno. Los que llegan al Cielo gozan de una felicidad completa en la presencia de Dios (Iglesia Triunfante). Los que no están perfectamente purificados, se van al Purgatorio, en donde tienen que purificar las consecuencias del pecado (Iglesia Purgante) con la esperanza de llegar al Cielo. Y los que mueren rechazando la gracia de Dios, se van al Infierno, en donde estarán separados del amor de Dios y sufrirán el remordimiento de sus pecados eternamente. Como padres de familia, debemos hacer todo lo que podamos para que nuestros hijos alcancen la salvación. Tenemos que hablarles de estas tres opciones después de la muerte. El Infierno es real.

Conclusión

Nosotros vivimos en Estados Unidos, pero somos mexicanos. Casi toda nuestra familia vive en México. La navidad pasada, tuvimos el gran regalo de ir a México y celebrar dos grandes acontecimientos, la boda de una prima y el 50 aniversario de mis suegros. En ambas fiestas, mis hijos conocieron a muchos tíos y primos que nunca habían visto. Llegó un momento en que les pregunté: “¿qué les parece conocer a tanta familia?”… ellos me contestaron algo así: “mamá, ¡no teníamos idea de que nuestra familia fuera tan grande, no sabíamos que tuviéramos tantos primos y tíos!”.  Esto puede suceder cuando nos damos cuenta de que nuestra familia no sólo está en la tierra, ¡sino que incluye a las almas que están en el purgatorio y a los santos del Cielo! ¡Nuestra familia es muy grande! ¡No estamos solos!

Dios, en su infinito amor, nos ofrece el perdón de cualquier pecado, ¡con la promesa de resucitar como Jesús y de vivir en su santa presencia para toda la eternidad en nuestros cuerpos gloriosos!

Esta última parte del Credo “Creo en la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén”, ¡me llena de alegría y de esperanza! ¡Ojalá pudiera recordar estas palabras todos los días! ¡Ojalá sepa enseñárselas a mis hijos!

http://familiacatolica-org.blogspot.com/

Bibliografía:

Catecismo de la Iglesia Católica

Lumen Gentium

Buena Nueva Lección #9 Catecismo

Corazones, Comunión de los Santos

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Pedro de Verona - 6 de abril
«Defensor de la fe frente a la herejía maniquea. Un excelso predicador que convirtió a incontables personas en Italia, donde evangelizó. Fue agraciado, entre otros dones, con el de milagros. Es protomártir de la orden dominicana»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 05 de abril de 2015 (Zenit.org) - Nació en 1205 en Verona, Italia, cuando los cátaros propagaban el maniqueísmo. En su propia familia tenía a los enemigos de la fe ya que había quedado atrapada por las consignas de la herejía. Pero sus padres, respetuosos, abiertos y generosos, posibilitaron sus estudios en un centro católico. De allí salió pertrechado con una gran preparación que le permitiría hacer frente a los opositores con el rigor debido. Un tío suyo, cátaro convencido, tuvo ocasión de constatar de primera mano lo consolidados que estaban los principios en el ánimo del adolescente que recitó con fervor el símbolo de la fe nicena. Este pariente al escucharle quedó impresionado por la contundencia de los argumentos esgrimidos, y no ocultó su inquietud.

Más tarde, siendo Pedro estudiante universitario en Bolonia, compañías poco aconsejables le jugaron malas pasadas y se vio asaltado por distintas tentaciones. Pero ese tiempo no se dilató. Dios tenía para él grandes misiones. La Orden de Predicadores estaba en su apogeo en el momento en que el joven, que tenía 16 años, conoció a Domingo de Guzmán. Seducido por sus palabras se hizo dominico y recibió el hábito que le impuso personalmente el santo. Si de niño había destacado por su inteligencia, sinceridad y firmeza en sus decisiones, como religioso cumplió con estricta fidelidad su compromiso. Tomó el evangelio, se aplicó en el estudio y mantuvo vivo un estado de oración. Además, buscando una penitencia radical se abrazó a las austeridades, como había hecho su fundador.

De manera concienzuda preparaba ante Cristo su predicación, para lo cual se recogía durante la noche meditando y orando. Mientras evangelizaba en Lombardía, en estas cotidianas vigilias que tenían lugar en su celda, hallándose en estado de contemplación se le presentaron tres santas que fueron martirizadas: Inés, Cecilia y Catalina de Alejandría, con las cuales mantuvo un diálogo. Informado el prior por otros frailes, que habían escuchado voces tras los muros, fue severamente reprendido en el capítulo. Le recriminaron por haber violado la clausura amén de introducir a mujeres en su humilde aposento. Se juzgó con severidad esta supuesta imprudencia que revestía innegable gravedad para un consagrado. Él guardó escrupuloso silencio y acogió obedientemente su traslado al convento de la Marca Ancona.

Le habían prohibido predicar, de modo que se dedicó a estudiar con más ahínco. Suplicaba a Dios con insistencia: el peso del apego a la fama era importante. Él conocía su inocencia, pero, ¿qué pensarían los demás? Un día se dirigió al crucifijo y mostró su desconsuelo: «Señor, Tú sabes que no soy culpable. ¿Por qué permites que me calumnien?». Jesús respondió: «¿Y qué hice yo, Pedro, para merecer la pasión y la muerte?». Impactado por estas palabras se sintió avergonzado y afligido. También salió fortalecido para afrontar la pena. Poco tiempo después quedó al descubierto su inocencia.Volvió a la predicación y cosechó mayores frutos apostólicos.

Ordenado sacerdote, y siendo hombre de diálogo, comenzó a difundir el evangelio por la Toscana, Milanesado y la Romaña. Su objetivo primordial eran los cátaros. Fueron incontables los herejes que volvieron a la Iglesia tras escuchar sus palabras. Uno de ellos Rainiero de Piacenza. Las multitudes buscaban su curación espiritual y física tratando de acceder a él aunque para ello tenían que abrirse paso a empujones. Él mismo tenía que ser izado porque de otro modo habrían podido arrollarle. Las iglesias y espacios al aire libre servían a los fieles para acoger jubilosos a este gran confesor. Tenía para cada uno de los penitentes el juicio justo, sabio, encarnado en el amor misericordioso de Dios. En la intensa labor evangelizadora que llevaba a cabo su virtud le precedía. Creó las «Asociaciones de la fe» y la «Cofradía para la alabanza de la Virgen María».

A lo largo de su vida experimentó muy diversas pruebas, menosprecios y ataques. Pero amaba a Cristo y nada trocó su voluntad. Llegó a ser superior de los conventos de Piacenza, Como y Génova. Predicó por Roma, Florencia, Milán… Por todos los lugares iba dejando una estela de milagros, don con el que fue agraciado. Alguna vez personas maliciosas intentaron tentarle fingiendo una enfermedad. Es lo que hizo un hereje en Milán que gozaba de buena salud. Si lograba confundir al santo, lo dejaría en evidencia. Pedro le dijo:«Ruego al Señor de todo lo creado, que si tu enfermedad no es verdadera, te trate como lo mereces». Inmediatamente sufrió el mentiroso los síntomas de la lesión que simuló, y rogó la curación que en ese momento precisaba para huir de tan punzantes dolores. Compadecido el santo de su arrepentimiento, trazó la señal de la cruz y le liberó del mal. Además, logró su conversión.

A Pedro siempre le acompañó la sed de martirio que no dudaba en suplicar le fuera concedida. En 1232 Gregorio IX, que lo conocía, le nombró inquisidor general (como luego hizo Inocencio IV), lo que suscitó muchas enemistades. Incluso hubo una conjura para asesinarle. Veinte años más tarde, mientras predicaba en Como fue informado de que se conspiraba contra su vida tasada en 40 libras milanesas. Respondió sin inmutarse: «Dejadles tranquilos; después de muerto seré todavía más poderoso». Transcurridos quince días, concretamente el 6 de abril de 1252, cuando regresaba a Milán desde Como, convento del que era prior, cerca de la localidad de Barlassina recibió dos hachazos en la cabeza que le profirieron los enemigos de la fe. Sangrando, pero aún con vida, recitaba el Credo y, según narran las crónicas, a punto de expirar con su propia sangre escribió con un dedo en el suelo: «Credo in Deum». Tenía 46 años.

El 25 de marzo del 1253, al año siguiente de su muerte, fue canonizado por Inocencio IV. Es protomártir de la Orden dominicana. Carino, ejecutor del santo, se arrepintió después, y se hizo dominico. Sus signos visibles de virtud hicieron que fuese venerado por parte del pueblo.

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