Según el médico ginecólogo José Martín Lanchas, estudioso de la salud de Santa Teresa, la santa de Ávila padeció desde los 14 ó 15 años una enfermedad crónica, recurrente y con graves recaídas, que los médicos hasta ahora no han conseguido diagnosticar con unanimidad. Los profesionales de la medicina de los tiempos de Santa Teresa la desahuciaron, considerando que tenía tuberculosis, pero el doctor José Martín Lanchas, ya jubilado de su profesión en Gijón, manifestó, en una charla que ofreció en Oviedo en la Basílica del Sagrado Corazón, el pasado miércoles 15 de abril, que, según los síntomas que describe la santa en escritos como “El libro de la Vida”, ésa no puede ser la enfermedad que sufrió durante largos años. Él se inclina, sin embargo, por considerar que Santa Teresa contrajo el Paludismo (Malaria) o la Brucelosis (Fiebres de Malta), ambas enfermedades muy habituales en la zona y en el tiempo de la santa. Así lo manifestó también, en la siguiente entrevista a Esta Hora

¿Cómo comienza a interesarse por la salud de Santa Teresa?

Estimulado por mi amigo Fidel García, que me incitó a que preparara una charla sobre las enfermedades orgánicas de Santa Teresa. Pensé que podría intentar dar un poco de luz de acuerdo a la medicina de hoy en día, que es una medicina de la evidencia, en torno a la sintomatología que la misma santa cuenta en su Libro de la vida.

¿Y cuáles son esos síntomas que ella describe?

Hay que pensar que, por un lado, utiliza un lenguaje propio de la época, y por otro, tampoco su pretensión era hablar de sus enfermedades. Ella va metiendo, sin orden cronológico ninguno, cosas que le ocurrían. Por ejemplo sus problemas de salud,  por lo que ella cuenta, comienzan aproximadamente a los 14 ó 15 años, estando en un internado, en Ávila, donde la meten su padre y su hermanastra. Es ahí donde ella dice que le aparecen los primeros síntomas.

Debe de ser complejo analizar una enfermedad descrita en el siglo XVI.
 

Efectivamente, en aquellos años, de medicina se sabía muy poco. Estaba casi estancada desde los griegos y los romanos. No había médicos como tal, y de hecho la medicina se confundía un poco con la filosofía. Fueron muchos años de oscuridad absoluta, hasta casi el siglo XVIII.

Su enfermedad se agrava al ingresar en el Monasterio de la Encarnación.

La santa ingresa cuando tiene 19 años. Parece ser que ya había hecho los votos, cuando dice: “en el convento, con el cambio de vida y de manjares, se resintió otra vez mi salud y me empezaron a crecer los desmayos, y un mal de corazón, tan grande, –la santa era un poco hiperbólica, siempre usaba expresiones un poco exageradas–, que ponía espanto en quien lo veía, y otros muchos males”. Es decir, comienza a hablar de desmayos y de mal de corazón. Personalmente pongo un poco en duda ese “dolor de corazón”, porque ¿qué es el dolor de corazón? El corazón no duele como tal. Tiene unos síntomas como de opresión, en el caso de angina de pecho o infarto, pero el corazón no tiene por qué doler, porque no tiene terminaciones nerviosas. No sabemos a qué se refería con ese “dolor”.

La santa fue tratada incluso por curanderos.

Sí. Ella ella explica que su padre “se asustó”, y la llevaron a una curandera muy famosa que había en un pueblo de la sierra de Béjar.  La curandera entonces usaba hierbas, purgas, cataplasmas, etc. La mandaron a ella porque  tenía fama de solucionarlo todo. Estuvo allí tres meses, recibiendo una cura diaria de purgas, y ella explica que el dolor de corazón “estaba peor, tanto que algunas veces parecía que con dientes agudos me asían de él, pensando que fuera rabia, y las curas resultaron tan recias que terminé con gran debilidad, inapetencia”. No me extraña porque la harían vomitar y tener diarreas, y una persona que ya está débil de por sí eso debe ser tremendo. “Sólo beber quería, y calentura muy continua”, decía la santa. Aquí nos aparece otro síntoma, la calentura, la fiebre. “De las purgas que me dieron estaba tan abrasada que todos los nervios se me empezaron a encoger. Con incorportables –insoportables– dolores, que ni de día ni de noche podía descansar”, explica.

Al final como no mejoraba, su padre se la volvió a llevar a Ávila. Allí los médicos la desahuciaron. Dijeron que estaba “hética”, una palabra utilizada en su tiempo que podría traducirse por tisis, o tuberculosis.

Sin embargo usted tiene otras teorías…

Yo creo que la tuberculosis no era la enfermedad de santa Teresa. No habla de tos, expectoración o  esputos con sangre, y en cambio sí de fiebres muy altas, cuando la tuberculosis da sólo febrícula. En general no hay unanimidad entre los médicos que han analizado las posibles enfermedades de la santa.

Diseccionando un poco todos los síntomas que ella cuenta, yo creo que esta mujer, o tuvo paludismo (malaria), o brucelosis (fiebre de Malta), que además, en la zona donde ella vivía era muy habitual. Ambas enfermedades eran muy frecuentes en España hasta hace bien poco y son crónicas. Ambas también pueden invalidar a la persona y dejarla paralizada. De hecho, ella cuenta que queda totalmente paralizada, o “tullida”, durante 3 ó 4 años. Esto se puede explicar porque la enfermedad no afecta a un órgano solo, sino a todo el organismo, y provoca una especie de encefalitis bacteriana que inflama las meninges y esa inflamación afecta a los nervios hasta que paraliza el cuerpo.

¿Cómo es posible que con una enfermedad crónica tan grave, fuera capaz de ser la “santa andariega” que conocemos?

Efectivamente, es difícil entender cómo una tullida no paró de moverse. Es evidente que tenía una fuerza muy especial, que sin duda provenía de su fe. Otra persona, con semejantes dolores, no hubiera salido de su convento.

(Esta Hora – Iglesia en Asturias)