Cáritas: el buenismo es la octava plaga de Egipto

 

Alguna vez lo he dicho y me temo que sea necesario abundar en la idea. Ser caritativo y bueno es una gracia de Dios. Ser buenista, la octava plaga de Egipto. Y bien, ¿cuál es la diferencia? La diferencia, para un servidor, está en la práctica de TODAS las obras de misericordia o solo las corporales. Es facilito.

Llega una persona a pedir ayuda a una parroquia, que es de lo que uno conoce un poco más. Buenista es dar ropa, comida, dinero -sobre todo dinero- sin preguntar más o sin preocuparse de más. Te hace sentir genial, porque ayudas al menesteroso, pero no sabes en el fondo si has ayudado o si le has metido aún más en el pozo. Porque hete aquí que el menesteroso de turno bien podría ser desde un alcohólico a un pícaro que lleva toda la vida viviendo del sablazo misericordioso. Ser bueno es decir no, hablar, enterarte de dónde vive, aconsejar dónde puede recibir mejor y más eficaz ayuda y encaminarle hacia esa solución. El problema es que en lugar de quedar como el voluntario o el padrecito encantador, quedas como un mal bicho y un desgraciado de cura al que le pido para comer y me manda a hacer puñetas.

Sigamos. Anda que no saben los ayuntamientos, de ciudad y de pueblo, de la bondad de los despachos de Cáritas de cada parroquia. Lo saben tanto que no se cortan un pelo en mandar a Cáritas a todo indigente que asoma por sus puertas. Y nosotros, que somos del todo BUENISTAS, a todos atendemos porque no vamos a dejar a una persona tirada cuando lo está pasando mal. Otra medalla al buenismo que lucimos con la ilusión de saber que somos caritativos, hermanos, solidarios y acogedores. Pues no. Hay que dejar de ser buenistas y convertirnos en excelsos practicantes de las obras de misericordia, una de las cuales es enseñar al que no sabe, y en este caso al ayuntamiento, que parece que no acaba de comprender que los pobres son suyos, y que una cosa es que Cáritas colabore y otra muy distinta que tenga que cargar con responsabilidades que no le pertenecen.

Cada vez más me llegan noticias de compañeros que me cuentan cómo están detectando que en las mezquitas se da ayuda a los musulmanes, y en lo que ellos llaman “culto” a familias de etnia gitana. Familias, por cierto, que además de eso acuden a la parroquia a por lo que puedan sacar. Es decir, que musulmanes y gitanos reciben ayuda de dos fuentes, y los demás tan solo de la parroquia. Pues no parece justo. Pero… como somos tan buenistas, nosotros no negamos ayuda a nadie.

Por eso digo que hay que agarrarse a las obras de misericordia espirituales y comenzar por enseñar al que no sabe: al ayuntamiento, que los pobres son suyos, a los que reciben ayuda de varias fuentes que sepan no es posible que unos reciban tanto y otros tan poco, y que si ya tienen alimentos de la mezquita, la parroquia se dedicará a los que no tienen otro recurso.

Y hay que dar buen consejo al que lo necesita y corregir al que yerra. Por eso a esa persona necesitada que aparece sin más se le aconseja lo que realmente ayuda: ir a Cáritas o a servicios sociales.

El problema es que con la cosa de ser más buenos que el pan, nos convertimos en “buenistas”, y al final en lugar de ayudar a la gente cronificamos su pobreza y ponemos en sus manos todas las herramientas para que nos tomen el pelo, cosa que no es lo más preocupante. Lo que nos debe alarmar es que, en lugar de ayudar a salir de la pobreza y aprender a vivir con dignidad, no nos importe que los ayuntamientos tengan un rostro de cemento o que la gente invente mil truquitos para seguir viviendo de lo que saquen. Algo falla. Y muy grave.